Triunfos y errores de un l¨ªder accidental
El n¨²cleo dirigente y de asesores del que se rode¨® contribuy¨® a cultivar en su cabeza una man¨ªa persecutoria
Pedro S¨¢nchez tuvo dos grandes momentos en su fugaz trayectoria hacia el auge y la ca¨ªda. Recuerdo muy bien el primero: un diputado del que apenas se conoc¨ªa nada relevante entre los periodistas del Congreso, m¨¢s all¨¢ de su buen porte, quiso tomar un caf¨¦ conmigo para contarme ¡ªcomo a otros muchos, claro est¨¢¡ªc¨®mo se estaba recorriendo toda Espa?a, de agrupaci¨®n en agrupaci¨®n del PSOE, para promover su candidatura a las primarias del partido. El mundo es de los osados. La valent¨ªa, incluso la temeridad, puede ser un valor a?adido en pol¨ªtica si se ve acompa?ada por la suerte. S¨¢nchez la tuvo y la supo utilizar. Se convirti¨® en el candidato perfecto de todos aquellos cuyo objetivo ¨²ltimo no era otro que frenar al favorito, Eduardo Madina. Como el personaje de la pel¨ªcula, S¨¢nchez se convirti¨® en el ¡°l¨ªder accidental¡±.
Su segundo gran momento le lleg¨® tambi¨¦n de rebote. La renuncia de Mariano Rajoy a intentar su investidura, tras el 20-D, llev¨® al Rey a ofrecer a S¨¢nchez esta oportunidad. Y la aprovech¨® bien, hasta donde pudo llegar. El acuerdo pactado con Ciudadanos fue un modelo de generosidad y colaboraci¨®n. Era un buen documento, y podr¨ªa haber sido la base de un buen Gobierno si no fuera porque desde el principio fue un canto a la melancol¨ªa. Ni el PP ni Podemos iban a permitir ese ¡°Gobierno transversal¡±.
Junto a esos dos grandes momentos, el ya dimitido secretario general ha tenido sin embargo muchos errores. Algunos especialmente graves. El n¨²cleo dirigente y de asesores del que se rode¨® contribuy¨® a cultivar en su cabeza una man¨ªa persecutoria, casi obsesiva, respecto a las amenazas procedentes de los dirigentes territoriales cr¨ªticos, especialmente de la l¨ªder andaluza, Susana D¨ªaz. Era evidente que los ten¨ªa enfrente, que en las conversaciones privadas le llamaban de todo menos bonito, pero respetaron hasta el final su estrategia, su candidatura y hasta sus razones para retrasar un congreso siempre pendiente.
A cambio, S¨¢nchez fue encerr¨¢ndose en su c¨ªrculo. Cort¨® la comunicaci¨®n con el resto de dirigentes. Acumul¨® derrotas electorales de las que ni siquiera se tomaba la molestia de hacerse responsable. Aliment¨® expectativas imposibles de Gobiernos alternativos. Hablaba de volver a intentar un pacto con Ciudadanos y Podemos, en el que apenas nadie cre¨ªa, y lanzaba a la vez se?ales de otro pacto con Iglesias y los independentistas que, ese s¨ª, escandalizaba a sus compa?eros de partido. Pero sobre todo, cruz¨® la raya al querer envolverse en la militancia y hablar de bandos: ¡°los subalternos del PP¡±, llam¨® a sus cr¨ªticos, ¡°frente al proyecto aut¨®nomo y de izquierdas¡± que aseguraba representar. En su huida hacia adelante, no entendi¨® que el deterioro sufrido por el PSOE pod¨ªa ser irreparable. Que no se trataba solo de evitar la amenaza de Podemos. Que ponerte a los mandos de un Ferrari no garantiza saber ad¨®nde te diriges ni que seas un buen conductor.
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