Los obispos reivindican a Pablo VI, el papa que enfureci¨® a Franco
Llega a Madrid el 'n¨²mero dos¡¯ de Francisco para aplacar las cr¨ªticas a las reformas del pont¨ªfice argentino
La Conferencia Episcopal Espa?ola (CEE) celebra este fin de semana un simposio sobre la figura de Pablo VI, el papa que llev¨® a buen puerto el Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII en 1962. Se trata sobre todo de un tard¨ªo homenaje reparador. Pablo VI fue quien orden¨® a los obispos espa?oles romper con Franco para evitar el derrumbe de su Iglesia en Espa?a cuando desapareciera el dictador, al que siempre hab¨ªan apoyado. El l¨ªder de la operaci¨®n fue el cardenal Vicente Enrique y Taranc¨®n. Por ello fueron insultados los dos durante a?os por la prensa del r¨¦gimen, abiertamente anticlerical.
¡°Sof¨ªa Loren, s¨ª; Montini, no¡±, gritaban por las calles de Madrid cientos de j¨®venes falangistas una tarde de oto?o de 1963. Al d¨ªa siguiente, el director del peri¨®dico ¡®Pueblo¡¯, Emilio Romero, publicaba un art¨ªculo llamando Tontini al Pont¨ªfice romano. Antes de ser elegido papa, Pablo VI se llamaba Giovanni Battista Montini. Lo que dec¨ªan contra el cardenal espa?ol lo resume la pintada ¡®Taranc¨®n al pared¨®n¡¯. El simposio lo abre esta ma?ana el secretario de Estado del Vaticano y n¨²mero dos del papa Francisco, el cardenal Pietro Parolin.
Aunque el homenaje es un acontecimiento intraeclesial, la presencia en Madrid del ¡®primer ministro¡¯ del Vaticano tiene la categor¨ªa de visita de Estado. Parolin ser¨¢ recibido por el Rey y por el presidente del Gobierno en funciones. Tambi¨¦n se reunir¨¢ con todos los obispos espa?oles en un almuerzo en la Nunciatura (embajada) del Vaticano en Madrid. Muchos de esos prelados son extremadamente cr¨ªticos con varias de las medidas adoptadas o anunciadas por el papa Francisco.
Adem¨¢s del secretario de Estado vaticano, en el simposio hablar¨¢n el presidente de la CEE, Ricardo Bl¨¢zquez; Giovanni Maria Vian, director de L¡¯Osservatore Romano; Lucetta Sacaraffia, coordinadora de Donne Chiesa Mondo; los historiadores Vicente C¨¢rcel y Juan Mar¨ªa Laboa, y el cardenal em¨¦rito de Pamplona, Fernando Sebasti¨¢n.
Hijo de un periodista y diputado del Partido Popular italiano, el papa Montini era un notorio antifascista, como su predecesor Juan XXIII. Este ten¨ªa prohibido usar en su presencia la palabra Cruzada. La primera manifestaci¨®n de repulsa frente a la dictadura franquista la protagoniz¨® Montini siendo arzobispo de Mil¨¢n. Fue en 1963, cuando uni¨® con un telegrama al dictador que no permitiera el fusilamiento del dirigente comunista Juli¨¢n Grimau, condenado a muerte despu¨¦s de ser sometido a terribles torturas. No fue la primera vez ni iba a ser la ¨²ltima en que condenar¨ªa los fusilamientos sumar¨ªsimos del franquismo.
La dictadura reaccion¨® pronto, con ira, nada m¨¢s conocerse que Montini iba a ser el sucesor de Juan XXIII. Emilio Romero tom¨® la costumbre de llamarlo Tontini. Lo argument¨® con desparpajo: ¡°Vamos a disfrutar de una Santidad que da respaldo para incordiar en un pa¨ªs donde se aburren los curas por una paz tan prolongada".
El enfrentamiento fue notorio para todos los espa?oles, que vieron el nacimiento de un fen¨®meno nunca imaginado: una derecha y una Prensa anticlericales. Las aguas se desbordaron de tal manera que Franco prohibi¨® a Pablo VI, el primer papa viajero, visitar Santiago de Compostela y orden¨® abrir una c¨¢rcel solo para curas en Zamora. Cuando en febrero de 1974, el jefe de Polic¨ªa de Bilbao puso bajo arresto domiciliario al obispo A?overos a la espera de la orden de Madrid para enviarlo en avi¨®n al exilio, el conflicto se desat¨®. El Gobierno ten¨ªa preparada la carta de ruptura de relaciones con el Estado vaticano y, si renunci¨® a hacerlo, fue porque el cardenal Taranc¨®n ense?¨® a Franco, ya muy decr¨¦pito pero l¨²cido para lo fundamental, la carta de excomuni¨®n ordenada por el Papa, para ¨¦l y todo su Gabinete, si se consumaba la expulsi¨®n del prelado bilba¨ªno.
Antes hab¨ªa habido, a partir de 1965 y para ejecutar los acuerdos del Vaticano II, un cruce de cartas entre Pablo VI y Franco en torno a la vigencia del Concordato de 1953, que Roma quer¨ªa revisar para quitarle al dictador sus privilegios en el nombramiento de obispos. ¡°Renunciar¨¦¡± (a ese derecho concordatario) si su Santidad renuncia a su vez a sus muchos privilegios en Espa?a¡±, resumi¨® finalmente su posici¨®n el llamado Caudillo de Espa?a. El Vaticano enmudeci¨®. No volvi¨® a la carga sobre el asunto hasta 1976. Este a?o arranc¨® del Gobierno del sucesor del dictador, el rey Juan Carlos I, la renuncia a sus muchas prerrogativas, sin ceder por su parte ni una de las suyas, que siguen siendo cuantiosas tras los llamados Acuerdos de 1979.
Juan XXIII y Montini, su secretario de Estado, pusieron en marcha la estrategia de ruptura, convencidos de que la Iglesia romana corr¨ªa el riesgo de ser arrastrada por la Historia junto a la dictadura a la muerte de Franco, a quien hab¨ªa apoyado desde el principio. En la reuni¨®n estuvo, adem¨¢s de Taranc¨®n, entonces un joven prelado arrinconado durante 18 a?os por el R¨¦gimen en la di¨®cesis de Solsona, el primado de Toledo, cardenal Pla y Deniel, partidario de acabar en Espa?a ¡°con todos los hijos de Ca¨ªn¡±. As¨ª lo hab¨ªa escrito en una carta pastoral.
¡°Esa posici¨®n es poco cristiana y debe ser rectificada de inmediato¡±, le dijo Montini. Pla y Deniel, que ya ten¨ªa 88 a?os, se defendi¨®. Franco salv¨® a la Iglesia; Franco paga la reconstrucci¨®n de templos y nos construye seminarios; Franco paga salarios, Franco ha entregado a los obispos la ense?anza primaria y secundaria... El futuro Papa le corta: ¡°Bien, entiendo. Pero la ciza?a no puede extirparse. La ciza?a ha de convivir con el trigo para que la bondad de este sobresalga¡±. Cuando Franco percibe la estrategia papal, suscita un debate en su Gobierno sobre c¨®mo reaccionar. Le dice m¨¢s tarde a su ministro de propaganda, Manuel Fraga: ¡°?Creen que no me doy cuenta de lo que pasa? ?Acaso creen que soy un payaso de circo?¡±
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