La paz fingida
Iglesias y Errej¨®n escenifican una tregua urgidos por los clamores de "Unidad, unidad" en las gradas de Vistalegre
Las siete letras de Podemos ocupaban el escenario nazareno de Vistalegre como si fueran burladeros. Tanto funcionaban de atril como serv¨ªan de refugio, de rompeolas a los toreros. Y toreros eran Pablo Iglesias e ??igo Errej¨®n en esta versi¨®n posmoderna de "Invierno peligroso", como Luis Miguel y Ord¨®?ez en la novela de Hemingway.
El duelo se antojaba morboso, sensacionalista, pero los maestros no expusieron los alamares, eludieron cualquier atisbo de refriega y hasta de discrepancia. Se restring¨ªa la diferencia a cuestiones iconogr¨¢ficas como el pu?o en alto (Iglesias) y la se?al de la victoria (Errej¨®n), conscientes ambos del clamor que se hab¨ªa arraigado en los tendidos: "Unidad, unidad". Era la respuesta a la incredulidad y la estupefacci¨®n que ha provocado entre los militantes de Podemos el hallazgo del pecado original. Lo dec¨ªa compungida una concejal alavesa: "la testosterona est¨¢ reventando el partido".
Impresiona el contraste de Vistalegre dos a?os despu¨¦s de la promesa de los cielos. La euforia de entonces ha degenerado en una convulsi¨®n que no se explica s¨®lo por las razones personales y que no se explica al mismo tiempo sin las razones personales.
Un desenga?o, un ejercicio de endogamia pol¨ªtica y de ambici¨®n particular que pretendi¨® disimularse delante de los militantes. No s¨®lo mencionando a Mariano Rajoy como exorcismo supremo, sino disimulando los espolones. Errej¨®n e Iglesias sobreactuaron la escena de la paz mirando de reojo el reloj de arena.
Es una tregua ef¨ªmera que antecede el trance del recuento de los votos. Podemos suma 450.000 inscritos, pero solamente un tercio se ha involucrado en el proceso electoral. Semejante distanciamiento redundaba en el ambiente desangelado de Vistalegre. Hac¨ªa fr¨ªo en la plaza de Carabanchel y se produc¨ªa un efecto anest¨¦sico en la grada de tanto multiplicarse las ponencias, los ejercicios de ret¨®rica libertaria, los discursos.
El propio Iglesias lleg¨® a pronunciar tres durante la jornada. Y alcanz¨® hasta a disculparse de su desmesurado protagonismo. Tan necesario se hace el secretario general que ha ido exagerando la amenaza de marcharse si no prospera en las urnas su proyecto. Entretanto, le pod¨ªa el hambre de micr¨®fono y de altavoz, unas veces para gustarse como figura providencial y otras para garantizar a los presentes un "lunes 13" sin sobresaltos, renegando de cualquier purga o ajuste de cuentas.
"Vernos las caras ha sido terap¨¦utico", nos confesaba sobre el ruedo un alto dirigente de Podemos. "Las disputas han sido muy duras en las redes, en WhatsApp, en Telegram, pero el hecho mismo de encontrarnos aqu¨ª nos ha hecho comprender a todos que tenemos muchas m¨¢s cosas en com¨²n que las diferencias".
Es un planteamiento voluntarista, una superstici¨®n que pretende relativizar la imparable dial¨¦ctica de los vencedores y de los vencidos. El veredicto de las urnas representa un misterio, pero los humores y los decibelios en el grader¨ªo de Vistalegre otorgaban un papel de favorito a Iglesias -"presidente, presidente", le dec¨ªan- respecto al mantra de la "Unidad" con que los militantes parec¨ªan reprochar la estrategia paralea de Errej¨®n.
La cordialidad m¨¢s o menos impostada de los toreros en su diplomacia de guerra fr¨ªa cedi¨® tiempo y espacio al espont¨¢neo. Y el espont¨¢neo fue Miguel Urb¨¢n, no porque su actuaci¨®n no estuviera prevista, sino porque le concedi¨® un ¨¦nfasis incendiario. Tan incendiario que defini¨® Espa?a como un pa¨ªs gobernado por la mafia.
Representa Urb¨¢n a los "anticapis". Una definici¨®n cursi, abreviada y eufem¨ªstica de un movimiento pol¨ªtico que aspira a la subversi¨®n. Y que adquiri¨® en Vistalegre, mientras tanto, el efecto de un placebo revolucionario y de un espect¨¢culo alternativo a la inhibici¨®n de Iglesias y Errej¨®n en su paz fingida.
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