... Y mato porque me toca
"Es espantoso lo que tarda en morir un idiota", escribi¨® el asesino del rol en su diario. El 30 de abril de 1994, Javier Rosado y su amigo F¨¦lix apu?alaron a un hombre que esperaba el autob¨²s como parte de su macabro juego
El relato del crimen que transport¨® a este pa¨ªs hacia las regiones mentales m¨¢s fr¨ªas de los asesinos anglosajones en serie comienza cuatro a?os antes del 30 de abril de 1994, noche en la que un estudiante de tercero de Qu¨ªmicas, de 22 a?os, y otro de tercero de B.U.P., de 17, eliminan a un hombre con 20 pu?aladas porque lo exig¨ªa el guion del juego que ellos mismos inventaron.
Los sucesos de EL PA?S
Los reportajes y ensayos de esta veraniega serie han sido extra¨ªdos del libro Los sucesos de EL PA?S, publicado en 1996 como parte de la conmemoraci¨®n de los 20 a?os del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Hist¨®ricas firmas del peri¨®dico, como Rosa Montero, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Jes¨²s Duva desmenuzan algunos de los cr¨ªmenes que han marcado la reciente Historia de Espa?a, de la matanza de Atocha al crimen de los Marqueses de Urquijo.
Cuatro a?os antes de aquella madrugada, en un campo de f¨²tbol del barrio madrile?o de Chamart¨ªn, F¨¦lix Mart¨ªnez, un ni?o de oc?tavo de E.G.B., se embelesa con los gritos desde la grada de un chaval cinco a?os mayor, ojos azules detr¨¢s de gafas gruesas, metro noventa sobre el nivel del suelo, moreno y desgarbado en el andar. F¨¦lix se le acerca creyendo que declama nombres de personajes del juego del rol, el invento que surgi¨® a finales de los sesenta en Estados Uni?dos y conquist¨® en forma de negocio las papeler¨ªas espa?olas en la d¨¦cada de los noventa. Varias fichas, un tablero, una historia inven?tada y unos roles, interpretaciones o arquetipos que se adjudica a ca?da participante. Inteligencia, fantas¨ªa y tiempo libre para probarlas. Ordena y manda la figura del rol master.
A F¨¦lix no le gustaba ning¨²n deporte, ni siquiera le apasionaba el cine, ni las chicas ¨Csu primera relaci¨®n amorosa la tendr¨ªa dos a?os despu¨¦s¨C, ni las motos, ni la ropa, ni los estudios. Tan s¨®lo leer, a ser posible historias paranormales, escribir poemas y jugar al rol.
F¨¦lix se iba a llevar una sorpresa. All¨ª ten¨ªa un posible compa?e?ro de Rol gritando aparentemente nombres de personajes. ?A qu¨¦ es?peraba para conocerlo? El chico de E.G.B. aborda por fin al miope de ojos azules y le pregunta si tambi¨¦n sabe jugar al rol. Dos trage?dias se dieron la mano.
La de F¨¦lix, f¨¢cil de resumir: nunca tuvo hermanos, su padre ge?n¨¦tico muri¨® drogadicto y enfermo de sida cuando el ni?o cumpl¨ªa un a?o, la madre mexicana, tambi¨¦n drogadicta, conoci¨® a su padre adoptivo cuando el chaval cursaba segundo de E.G.B. y se separar¨ªa cuatro a?os m¨¢s tarde. F¨¦lix conocer¨ªa entonces el cari?o incondi?cional del nuevo padre y el desbarajuste colegial de todos los maes?tros por los que iba pasando, ya fueran de Madrid, Ibiza o La Rio?ja, seg¨²n adjudicaran su estancia al lado de la madre o del padre. ?Nunca hubo paz, eso no era una familia?, confesar¨ªa el chico. La madre muere tambi¨¦n de sida dos a?os antes del crimen y dos a?os despu¨¦s del encuentro con Javier en el campo de f¨²tbol.
F¨¦lix, un car¨¢cter inseguro, nunca l¨ªder ni siquiera de s¨ª mismo, lector empedernido, conoce en aquel campo a otro lector m¨¢s empe?dernido, un fulano con una seguridad en s¨ª mismo extraordinaria, alguien con frases del tipo ?las mejores drogas est¨¢n en la cabeza de uno?, solitario, bien educado, taciturno y did¨¢ctico: Javier Rosado Calvo, vecino de F¨¦lix en una calle de Chamart¨ªn donde los pisos de cien metros cuadrados cuestan hasta 30 millones de pesetas de los a?os noventa. El del padre adoptivo de F¨¦lix, empleado en una empresa de m¨¢quinas tra?gaperras, era tan s¨®lo alquilado.
Javier gritaba en las gradas varios nombres pero, para sorpresa del chiquillo, aquel tipo encorvado no sab¨ªa jugar al Rol. El chasco dur¨® s¨®lo un segundo, porque las palabras del otro llevaban un significado a¨²n m¨¢s atractivo y profundo que el del simple juego: eran nombres, pasajes, del gran novelista de literatura fant¨¢stica H. P. Lovecraft, el genio de principios de siglo cuyos relatos de tumbas, castillos temblorosos, sue?os, monstruos y nieblas llegan cargados de frases tipo: ?Los hombres de m¨¢s amplio intelecto saben que no existe una verdadera distinci¨®n entre lo real y lo irreal; que todas las cosas aparecen tal como son tan s¨®lo en virtud de los fr¨¢giles senti?dos f¨ªsicos [...]?. H. P. Lovecraft, la pasi¨®n confesa de Javier.
?Desde que conoc¨ª a Javier y me meti¨® en su mundo?, reconoci¨® F¨¦lix en sus exploraciones psiqui¨¢tricas y psicol¨®gicas a ra¨ªz del cri?men, ?todo cambi¨® para m¨ª, encontr¨¦ otro tipo de pensamientos le?jos de los vulgares de cada d¨ªa, cambi¨® mi interior, me entregu¨¦ a es?te tipo de filosof¨ªa que era apasionante, a¨²n me sigue pareciendo apasionante, Javier se convirti¨® para m¨ª en un ser extraordinario muy superior al hermano mayor que nunca tuve, me dej¨¦ arrastrar por ¨¦l [...]. Al cabo de un tiempo llegu¨¦ a hablar como ¨¦l y a hacer gestos como ¨¦l. ?l hablaba mucho mejor que yo, mis ideas me las re?bat¨ªa con facilidad [...]. Todo el mundo era est¨²pido para ¨¦l, pero yo creo que yo para ¨¦l no era est¨²pido?.
Y Javier, la otra cara de la tragedia, encontr¨® en F¨¦lix el p¨²blico de banderita y trompeta que necesitaba su egolatr¨ªa, el hermano pe?que?o que tampoco tuvo, porque su ¨²nico hermano, un a?o mayor, m¨¢s fuerte, vencedor en las disputas f¨ªsicas, apenas se trataba con Javier. F¨¦lix ser¨ªa el disc¨ªpulo predilecto de una filosof¨ªa alimentada con cuatro obras de Friedrich Nietzsche, Edgar Allan Poe o Stephen King mal mezcladas y otras tantas decenas seudoliterarias, peor di?geridas.
Durante una convalecencia por lesi¨®n en una pierna, F¨¦lix le lle?va un juego del rol y Javier aprende a jugar. Al poco tiempo el en?fermo crea Razas, un juego basado en el rol. La humanidad se di?vide en 39 razas o arquetipos que ¨¦l ha inventariado bas¨¢ndose en personajes y nombres novelescos prestados por Lovecraft. Las razas, dir¨ªa Javier, son ideas humanas llevadas al extremo. La raza 37 corresponde a los psic¨®logos, la 25 a las mujeres, la 22 al hombre, la 1 al bien y la 7 al mal. Cuando los psiquiatras le preguntan si jugaba al Rol, hay veces en que Javier llega a enojarse y dice que su juego era mucho m¨¢s importante que el rol; era Su Obra, una ?filosof¨ªa total? a la que hab¨ªa dedicado m¨¢s de mil p¨¢ginas y de la que espe?raba escribir un libro.
Hasta la noche del crimen, Javier pasa por un tipo normal, sin traumas perceptibles ni siquiera por su familia. Su padre, ingeniero industrial, sol¨ªa jugar al ajedrez con ¨¦l, su madre, enfermera, le sa?naba las heridas, y su hermano, compa?ero repetidor en tercero de Qu¨ªmicas, aseguraba que a Javier le bastaba con asistir a clase para aprobar.
Javier no era un joven de inteligencia superdotada, en eso coinci?den profesores y psiquiatras, pero dispon¨ªa de la justa para creerse con mucha, para ganar un concurso de ajedrez en la c¨¢rcel y no disimular el orgullo o para impresionar a cuatro chavales del barrio menores que ¨¦l. En los dos primeros cursos de Qu¨ªmicas consigui¨® seis aprobados, dos notables y un sobresaliente. Un expediente bueno, sin m¨¢s.
Personalidad, conocimientos y edad suficiente, en cualquier caso, para erigirse en Master, l¨ªder de la banda del rol, que entre bromas y veras plane¨® matar la madrugada del 30 de abril a la primera v¨ªctima de lo que iba a ser una serie de cr¨ªmenes. Los otros dos chava?les, Javier Hugo E. S. y Jacobo P., de 17 y 18 a?os respectivamente, fueron encausados por conspiraci¨®n para el asesinato. A Jacobo le pregunt¨® la polic¨ªa por las normas de Razas y contest¨® que no hab¨ªa normas concretas como en el f¨²tbol: ?Se trata de sobrevivir en un mundo imaginario?. Unas veces hab¨ªa que impedir la llegada a puerto de un barco, otras, era preciso destruir una ciudad y en al?gunas ocasiones se trataba de asesinar a alguna mujer que traicion¨® a su raza. Todo sobre la mesa.
Jacobo declar¨® que cuando Javier y F¨¦lix le llevaron al descampado donde hab¨ªan eliminado a un hombre y se lo confesaron, ¨¦l lo tom¨® como una fantasmada. Javier y F¨¦lix se vanagloriaban de aquello y lo equipararon al crimen de las setenta pu?aladas, perpe?trado cerca de su barrio.
Empieza el juego
Un mes antes de la noche del 30 de abril, El Pa¨ªs publicaba el hallazgo del cad¨¢ver de un hombre con unas setenta pu?aladas y los ojos sacados. La noticia no caus¨® otro efecto en los presuntos asesi?nos que el de animarles. A partir de ahora el tablero iba a adquirir la forma de toda la ciudad, con sus cuestas, sus descampados tene?brosos, sus personajes hundi¨¦ndose en la noche; las fichas ser¨ªan pu??ales y para moverlas vendr¨ªa mejor usar guantes de l¨¢tex que Ja?vier tomar¨ªa de sus clases de pr¨¢cticas en la facultad; las reglas, sin l¨ªmite.
F¨¦lix cont¨® a los psiquiatras: "Yo creo que todo empez¨® a pla?nearlo [Javier] con decisi¨®n a ra¨ªz de un libro concreto de Lovecraft: Ciclo de aventuras on¨ªricas de Randolph Carter, y en especial el cap¨ª?tulo "A trav¨¦s de la llave de plata", pasaje en el que un hombre se cans¨® del mundo y empez¨® a dedicarse a sus sue?os hasta que al fi?nal estos sue?os invadieron su propia realidad?.
La realidad invadida puede ser la de un hombre casado como Carlos Moreno, con tres hijos y amigo de una viuda tambi¨¦n con tres hijos, con la que hab¨ªa pasado la noche. Carlos visitaba desde hac¨ªa cinco a?os la casa de su amiga Modesta L., de 51 a?os, desde las diez hasta la una de la madrugada. Nunca pens¨® en separarse, ni Mo?desta se lo pidi¨®, ni su mujer ni sus hijos, conscientes de la relaci¨®n, lo obligaron. Los viernes Carlos sal¨ªa m¨¢s tarde de aquella casa y aquel viernes de abril sali¨® a las tres. Si cobraba su n¨®mina de 60.000 pesetas, montaba en taxi hasta la otra punta de la ciudad. Y si no, el b¨²ho, que es como se conoce en Madrid a la l¨ªnea de autobuses nocturnos. La noche del crimen Carlos llevaba las 60.000 pe?setas en el bolsillo, pero opt¨® por el autob¨²s. Y en la parada encon?tr¨® a los admiradores de Lovecraft dispuestos a so?ar sus pesadillas.
El crimen perfecto exig¨ªa, seg¨²n Henry, el psic¨®pata de la pel¨ªcu?la Retrato de un asesino, un desconocimiento total de la v¨ªctima, ning¨²n m¨®vil, nada. Ya lo hab¨ªan avanzado la novelista Patricia Highsmith y el director Alfred Hitchcock en Extra?os en un tren: si un desconocido mata a mi esposa y yo a su madre, nadie ha de sos?pechar nada; en principio.
As¨ª que ah¨ª llegan los dos, Javier y F¨¦lix, en busca de una v¨ªcti?ma a la que nunca han visto. El escenario no pod¨ªa ser m¨¢s propi?cio. Un descampado de risco y pastizal, una casa desvencijada en medio de un llano, de esas que parecen existir s¨®lo en d¨ªas de vien?to, una luna de miedo y una parada de autob¨²s, como un oasis sin nadie.
Para acercarse a los hechos valga el diario de Javier Rosado, un texto sin precedentes en la historia criminal de Espa?a:
?Salimos a la 1.30. Hab¨ªamos estado afilando cuchillos, prepar¨¢n?donos los guantes y cambi¨¢ndonos. Elegimos el lugar con precisi¨®n.?
?Yo memoric¨¦ el nombre de varias calles por si ten¨ªamos que sa?lir corriendo y en la huida ten¨ªamos que separarnos. Quedamos en que yo me abalanzar¨ªa por detr¨¢s mientras ¨¦l [por F¨¦lix] le debilita?ba con el cuchillo de grandes dimensiones. Se supon¨ªa que yo era quien deb¨ªa cortarle el cuello. Yo ser¨ªa quien matara a la primera v¨ªctima. Era preferible atrapar a una mujer, joven y bonita (aunque esto ¨²ltimo no era imprescindible pero s¨ª saludable), a un viejo o a un ni?o. Llegamos al parque en que se deb¨ªa cometer el crimen, no hab¨ªa absolutamente nadie. S¨®lo pasaron tres chicos, me pareci¨® de?masiado peligroso empezar por ellos [...]. En la parada de autob¨²s vimos a un hombre sentado. Era una v¨ªctima casi perfecta. Ten¨ªa ca?ra de idiota, apariencia feliz y unas orejas tapadas por un walkman.?
?Pero era un t¨ªo. Nos sentamos junto a ¨¦l. Aqu¨ª la historia se torn¨® ca?si irreal. El t¨ªo comenz¨® a hablar con nosotros alegremente. Nos con?t¨® su vida. Nosotros le respondimos con paridas de andar por casa. Mi compa?ero me mir¨® interrogativamente, pero yo me negu¨¦ a ma?tarle.?
F¨¦lix no supo explicar despu¨¦s por qu¨¦ Javier le perdon¨® la vida. Y el otro nunca lo cont¨®.
?Lleg¨® un b¨²ho y el t¨ªo se fue en ¨¦l [...].?
?Una viejecita que sali¨® a sacar la basura se nos escap¨® por un minuto, y dos parejitas de novios (?maldita man¨ªa de acompa?ar a las mujeres a sus casas!).?
?Ser¨ªan las cuatro y cuarto, a esa hora se abr¨ªa la veda de los hombres [...]. Vi a un t¨ªo andar hacia la parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sent¨® en la parada.?
??[...] La v¨ªctima llevaba zapatos cutres y unos calcetines rid¨ªcu?los. Era gordito, rechoncho, con una cara de alucinado que apetec¨ªa golpeada, y una papeleta imaginaria que dec¨ªa: "Quiero morir". Si hubiese sido a la 1.30 no le habr¨ªa pasado nada, pero ?as¨ª es la vida!?
?Nos plantamos ante ¨¦l, sacamos los cuchillos. ?l se asust¨® mirando el impresionante cuchillo de mi compa?ero. Mi compa?ero le mira?ba y de vez en cuando le sonre¨ªa (je, je, je).?
F¨¦lix aleg¨® dos meses despu¨¦s ante la polic¨ªa que se encontraba algo bebido y que le daba miedo desobedecer a su amigo.
?Le dijimos que le ¨ªbamos a registrar. ?Le importa poner las ma?nos en la espalda?, le dije yo. ?l dud¨®, pero mi compa?ero le cogi¨® las manos y se las puso atr¨¢s. Yo comenc¨¦ a enfadarme porque no le pod¨ªa ver bien el cuello.?
?Me agach¨¦ para cachearle en una p¨¦sima actuaci¨®n de chorizo vulgar. Entonces le dije que levantara la cabeza, lo hizo y le clav¨¦ el cuchillo en el cuello. Emiti¨® un sonido estrangulado. Nos llam¨® hi?jos de puta. Yo vi que s¨®lo le hab¨ªa abierto una brecha. Mi compa?ero ya hab¨ªa empezado a debilitarle el abdomen a pu?aladas, pero ninguna era realmente importante. Yo tampoco acertaba a darle una buena pu?alada en el cuello. Empez¨® a decir "no, no" una y otra vez. Me apart¨® de un empuj¨®n y empez¨® a correr. Yo corr¨ª tras ¨¦l y pude agarrarle. Le cog¨ª por detr¨¢s e intent¨¦ seguir degoll¨¢ndole. O¨ª el desgarro de uno de mis guantes. Seguimos forcejeando y rodamos. "T¨ªralo al terrapl¨¦n, hacia el parque, detr¨¢s de la parada de auto?b¨²s. All¨ª podr¨ªamos matarle a gusto", dijo mi compa?ero. Al o¨ªr es?to, la presa se debati¨® con mucha m¨¢s fuerza. Yo ca¨ª por el terrapl¨¦n, qued¨¦ medio atontado por el golpe, pero mi compa?ero ya hab¨ªa ba?jado al terrapl¨¦n y le segu¨ªa dando pu?aladas. Le cog¨ª por detr¨¢s pa?ra inmovilizarle y as¨ª mi compa?ero pod¨ªa darle m¨¢s pu?aladas. As¨ª lo hice. La presa redobl¨® sus esfuerzos. Chill¨® un poquito m¨¢s: "Jo?putas, no, no, no me mat¨¦is".?
?Ya comenzaba a molestarme el hecho de que ni mor¨ªa ni se de?bilitaba, lo que me cabreaba bastante [...]. Mi compa?ero ya se ha?b¨ªa cansado de apu?alarle al azar [...].?
?Se me ocurri¨® una idea espantosa que jam¨¢s volver¨¦ a hacer y que saqu¨¦ de la pel¨ªcula Hellraiser. Cuando los cenobitas de la pel¨ª?cula deseaban que alguien no gritara le met¨ªan los dedos en la boca. Gloriosa idea para ellos, pero qu¨¦ pena, porque me mordi¨® el pulgar. Cuando me mordi¨® (tengo la cicatriz) le met¨ª el dedo en el ojo [...].?
?Segu¨ªa vivo, sangraba por todos los sitios. Aquello no me impor?t¨® lo m¨¢s m¨ªnimo. Es espantoso lo que tarda en morir un idiota [...].?
Carlos Moreno Fern¨¢ndez fue un idiota que trabaj¨® desde los ocho a?os como aprendiz de relojero, un obrero que con el oficio m¨¢s que aprendido se qued¨® en paro desde hac¨ªa nueve a?os y padeci¨® de nervios hasta que su esposa lo coloc¨® en la empresa de limpieza El Impecable Ib¨¦rico, probablemente un nombre est¨²pido tambi¨¦n; Carlos Moreno Fern¨¢ndez fue un idiota que no consinti¨® jam¨¢s la entrada de un fontanero, un alba?il o un electricista en casa porque ¨¦l solo se bastaba para arreglarlo todo, un hombre idiota que a fuer?za de trabajo hab¨ªa conseguido dinero para educar a sus tres hijos, que sab¨ªa cocinar y le encantaba cuidar flores, un hombre que hu¨ªa de los televisivos ?Qui¨¦n sabe d¨®nde?, ?Su media naranja? y ?C¨®di?go Uno?, porque le parec¨ªan ?programas para marujas?. Un hom?bre. Con sus aspiraciones a corto y largo plazo, sus peque?os y gran?des recuerdos, reducidos a un charco y un bulto entre las piedras.
?Vi una porquer¨ªa blanquecina saliendo del abdomen y me dije: ¡°C¨®mo me paso¡± [...].??
?A la luz de la luna contemplamos a nuestra primera v¨ªctima. Sonre¨ªmos y nos dimos la mano [...]?
?No sali¨® informaci¨®n en los noticiarios, pero s¨ª en la prensa, El Pa¨ªs, concretamente. Dec¨ªa que le hab¨ªan dado seis pu?aladas entre el cuello y el est¨®mago (je, je, je). Dec¨ªa tambi¨¦n que era el segundo cad¨¢ver que se encontraba en la zona y que [el otro] ten¨ªa 70 pu?a?ladas (?qu¨¦ bestia es la gente!) [...]?
??Pobre hombre!, no merec¨ªa lo que le pas¨®. Fue una desgracia, ya que busc¨¢bamos adolescentes y no pobres obreros trabajadores. En fin, la vida es muy ruin. Calculo que hay un 30% de posibilida?des de que la polic¨ªa me atrape. Si no es as¨ª, la pr¨®xima vez le toca?r¨¢ a una chica y lo haremos mucho mejor.?
Como no hab¨ªa nada que lamentar, sino todo lo contrario, la ha?za?a corri¨® de boca en boca entre la banda del rol. As¨ª hasta que se enter¨® un amigo de ellos que se lo cont¨® en confesi¨®n a un cura, des?pu¨¦s al padre, y el padre lo puso en conocimiento de la polic¨ªa.
Batallones de periodistas y psiquiatras comenzaron sus investiga?ciones. Nunca hasta este entonces se hab¨ªa dado en Espa?a un caso semejante.
Pascual Duarte, el genuino personaje de Camilo Jos¨¦ Cela, co?menz¨® sus fechar¨ªas porque pens¨® que la perra le miraba mal. De un tiro la mat¨®.
El ejecutivo rico, vac¨ªo y psic¨®pata que protagoniza la novela del estadounidense Bret Easton Ellis narra con algunos a?os de antela?ci¨®n a Javier y con parecida frialdad su asesinato del mendigo: ?Luego le corto el globo ocular... y ¨¦l empieza a gritar cuando le cor?to la nariz en dos, lo que hace que la sangre me salpique un poco?. El ejecutivo producto de la ficci¨®n contaba con el m¨®vil filos¨®fico de que los perdedores no cuentan en esta vida. El existencialista de El extranjero que inmortaliz¨® Albert Camus en 1942 mat¨® porque le atormentaba el calor, el resplandor insoportable del mar. A Javier y a F¨¦lix s¨®lo les movi¨® el juego.
Siete meses despu¨¦s del crimen, F¨¦lix Mart¨ªnez, el compa?ero del autor del diario, declar¨® al psiquiatra Jos¨¦ Cabreira, del Instituto Na?cional de Toxicolog¨ªa: ?Despu¨¦s de leer todos los art¨ªculos de prensa que han hablado de nosotros, todo me parece basura period¨ªstica exagerada para distraer a la opini¨®n p¨²blica de otras cosas m¨¢s im?portantes. En particular se ha exagerado con el diario de Javier, en el que yo s¨¦ que lo que escribi¨® estaba muy exagerado y fantaseado, es?cribi¨® lo que ¨¦l cree que pas¨® y en ¨¦l es donde me inculpa. Adem¨¢s lo escribi¨® muy deprisa, en dos o tres d¨ªas, ense?¨¢ndoselo luego a ami?gos comunes?.
Javier tambi¨¦n culpa a la prensa de su situaci¨®n. Ninguno de los dos amigos ha hablado con rencor del otro. ?Le llegu¨¦ a idealizar?, confes¨® F¨¦lix, ?¨¦se fue mi error y otro error, dejarme llevar demasiado?. Para despu¨¦s a?adir sin reparos: ?Me dej¨¦ enga?ar, era cons?ciente de que me dejaba llevar, pero siempre aprend¨ªa algo?.
Un monstruo
F¨¦lix sigue teniendo la impresi¨®n de que su amigo era un su?perdotado: ?Javier es casi un in¨²til, al¨¦rgico, miope, con diarreas... Tiene de todo, incluso un est¨®mago que es un caso ¨²nico... Sin embargo en la parte mental es un monstruo... ?.
Con un monstruo as¨ª era imposible que la polic¨ªa los descubriese.
La banda confiaba en el Master, aunque no sab¨ªan que hab¨ªan deja?do intactas las 60.000 pesetas en la chaqueta del idiota, con lo cual, la polic¨ªa empez¨® a descartar el m¨®vil del robo.
Nada m¨¢s asesinarlo, Javier dedic¨® una ficha a Carlos con el nombre de Benito, el mismo que un profesor de Qu¨ªmicas. Lo dibu?j¨® con su bigote, con la bolsa donde guardaba su mono de trabajo, y puntu¨® sus cualidades: Fuerza 8, Poder 6, Carisma 4, Inteligencia 6, Tama?o 15, Voluntad 16.
Hab¨ªa que proseguir rellenando fichas, m¨¢s cad¨¢veres sobre la tumba del tablero, homicidios en serie, con la perseverancia de Jack el Destripador o sus secuaces anglosajones. Cuando fueron detenidos se dispon¨ªan a salir de nuevo de cacer¨ªa con los guantes de l¨¢tex. Pe?ro a sus espaldas olvidaron una cosecha de pruebas. Restos de guan?tes en la cara del idiota, el reloj de F¨¦lix perdido en la pelea, el diario, el famoso diario en casa. Cuando la polic¨ªa detuvo a Javier a¨²n lleva?ba el dedo vendado que asegur¨® en el diario haberse herido al meter?lo en la boca del idiota. Se encaminaba a la casa de F¨¦lix, a veinte me?tros de la suya, con un paquete de guantes en la mano. F¨¦lix se derrot¨® enseguida, lo que en lenguaje policial significa ni m¨¢s ni me?nos que reconoci¨® todo. Entre sollozos declar¨® que el plan consist¨ªa en matar esa noche t¨®rrida del 5 de junio a una chica y para eso los guantes. Pero Javier no se arredr¨® ni por los agentes de la brigada de la Polic¨ªa Judicial de Madrid, ni por las pruebas que le colocaban de?lante de su considerable nariz, ni por la lectura en vivo del diario.
¨C?Dios m¨ªo, no puedo creer que yo haya hecho eso! Tengo la du?da de que sea verdad o ficticio.
¨CSi a las cuatro de la ma?ana ¨Cle preguntaba el polic¨ªa¨C no esta?bas dando 20 pu?aladas a un hombre, ?qu¨¦ hac¨ªas?
¨CCreo que estaba jugando al ordenador, no recuerdo bien. Despu¨¦s de los agentes lleg¨® el batall¨®n de psiquiatras a la c¨¢rcel.
Cada uno con sus entrevistas, con parecidas preguntas y distintas conclusiones. Si estaban locos, ning¨²n crimen podr¨ªa imput¨¢rseles; y si no, la condena ser¨ªa por homicidio. Psic¨®ticos o psic¨®patas, ¨¦se era el dilema.
Los psic¨®ticos no son responsables de sus actos, los psic¨®patas, s¨ª.
Los primeros se libran de cualquier condena, los segundos no. En el psic¨®tico no existe conciencia del yo, en el otro, s¨ª.
Los padres de Javier Rosado contrataron los servicios del profe?sor de Psiquiatr¨ªa Forense de la Universidad Complutense de Ma?drid Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Andrade. El doctor se qued¨® extra?ado de que su cliente declarase un cari?o enorme por su padre, al tiempo que desconoc¨ªa su edad y profesi¨®n. De la madre dec¨ªa que trabaja?ba de ATS porque de vez en cuando le sanaba alguna herida.
Le confes¨® a Garc¨ªa Andrade que de entre las razas, la que m¨¢s le ha influido, la que m¨¢s se asemeja a su persona es Cal, a quien de?fini¨® como ?un ni?o fr¨¢gil, a veces una mujer rubia, que emana tal sufrimiento que es dif¨ªcil acercarse a ella, aunque es peor cuando sonr¨ªe o tiene la cara machacada?. Y asegur¨®: ?Sin Cal yo no ser¨ªa lo que soy. Con ¨¦l aprend¨ª a aprender. Lo conoc¨ª en 1988; Cal es do?lor; el bendito sufrimiento; ama los cuchillos, los objetos punzantes o cualquier cosa que pueda producir dolor, aunque lo que m¨¢s le fas?cina es el dolor del alma?.
De Cal aprendi¨® Javier su simple teor¨ªa sobre la vida: ?Aprender a usar el dolor es disfrutado como el placer. El dolor de los puntos de sutura que me dieron en la rodilla cuando tuve un accidente es mayor que el orgasmo con una mujer. El dolor es mejor que el pla?cer y m¨¢s barato. La gente confunde al cenobita con el masoquista, pero no son lo mismo; ¨¦ste disfruta siendo humillado y al someter?se, pero el cenobita disfruta al sufrir, porque con el dolor saca conocimiento. Cal dice que cometi¨® el crimen del que se me acusa. Lo ha?ce para da?arme, para ense?arme, para causarme pena, desespera?ci¨®n, pero Cal no mata, s¨®lo tortura?.
?Loco o actor? El 8 de octubre de 1994 le revel¨® a Garc¨ªa Andra?de que el primer golpe a la v¨ªctima fue con un cuchillo peque?o de conchas naranjas. Le dio en el ment¨®n y en la cara anterior del cue?llo y se?al¨® el movimiento de su v¨ªctima bajando la cabeza hacia el t¨®rax. Garc¨ªa Andrade le hizo ver que este dato no ven¨ªa en los pe?ri¨®dicos. Javier sinti¨® miedo por primera vez, al menos, eso es lo que el forense contratado por su familia rese?¨®. ?Estoy al borde de la lo?cura, necesito ayuda?, cuenta el psiquiatra que dijo Javier, ?es ver?dad, esto no ven¨ªa en la prensa. Hay veces en que yo no miro, no veo, no siento, no huelo, no me fijo, no es una mente, es una m¨¢quina, tienes que hacer una cosa y la haces. Eso ocurri¨®?.
En ese momento de la entrevista solicit¨® que se le sometiese al Suero de la Verdad, y se sumergi¨®, seg¨²n Andrade, en una gran an?gustia.
?Loco o actor? Para el psiquiatra contratado por su familia, Ja?vier est¨¢ loco, por tanto no se le podr¨ªa imputar delito alguno. Garc¨ªa Andrade sostiene que este chico de ?inteligencia de tipo medio, con buena capacidad de abstracci¨®n y de s¨ªntesis? padece una ?es?quizofrenia paranoide, adem¨¢s de personalidad m¨²ltiple psic¨®tica y amnesia disociativa?. Psic¨®tico pues, sin lugar a la condena, adem¨¢s de esquizofr¨¦nico y con problemas de memoria.
Para el doctor, el juego no fue la causa de sus enfermedades, si?no precisamente la m¨¢scara. Dos a?os despu¨¦s del crimen, Javier se?gu¨ªa jugando a Razas en la c¨¢rcel.
Pero el dictamen de Garc¨ªa Andrade no era m¨¢s, ni menos, que un estudio de parte, es decir, algo que hab¨ªa que contrastar necesa?riamente con otros estudios.
La titular del juzgado de instrucci¨®n n¨²mero cinco de Madrid encarg¨® otro informe a las psic¨®logas adscritas a la cl¨ªnica m¨¦dico-forense de Madrid Blanca V¨¢zquez y Susana Esteban.
Cuando Javier les empieza a hablar de su perro Atila dice: ?El pe?rro es una magn¨ªfica persona, cuando lea la prensa ya sabr¨¢ ¨¦l a lo que me refiero?.
Javier se declara rat¨®n de bibliotecas, con m¨¢s de 3.000 vol¨²me?nes en su casa, y las psic¨®logas corroboran que el preso cuenta con cierto bagaje de cultura fant¨¢stica, pero no sabe qui¨¦n es Martin Luther King, por no hablar de temas corrientes como ecolog¨ªa o Ter?cer Mundo, de los cuales asegura desconocer todo.
El dilema
?Loco o actor? El informe de las psic¨®logas lo califica de psic¨®pata pero... ?este diagn¨®stico implica un trastorno de personalidad que no afecta en absoluto a su capacidad de entender y obrar [...]. El sujeto sabe lo que quiere hacer y quiere hacerlo cuando lo hace?. Por tanto, susceptible de condena.
El informe de las psic¨®logas es bastante m¨¢s duro que el del psi?quiatra contratado por la familia. Para ellas, Javier Rosado jam¨¢s se ha cre¨ªdo ser una de sus razas, sino que las conoce y controla a su voluntad y siempre desde una perspectiva de observador. Y conclu?yen: ?Se trata de un sujeto altamente peligroso [...]. Bajo circuns?tancias favorables podr¨ªa cometer cualquier crimen violento y s¨¢di?co. Odia a la sociedad y a las personas, con las que no se siente implicado m¨¢s que de forma racional. Busca activamente reconoci?miento social?.
Blanca V¨¢zquez y Susana Esteban concluyen su estudio de 21 p¨¢?ginas el 7 de octubre de 1994. Doce d¨ªas despu¨¦s Juan Jos¨¦ Carras?co G¨®mez y Ram¨®n N¨²?ez Parras, especialista en psiquiatr¨ªa el pri?mero y m¨¦dicos forenses ambos adscritos a los juzgados de la plaza de Castilla, presentan a petici¨®n de la juez otro estudio sobre Javier de 51 p¨¢ginas. Ambos an¨¢lisis, el de ellas y el de ellos, se hab¨ªan efectuado de forma paralela a petici¨®n de la juez y de eso se queja?r¨ªan por escrito Carrasco y N¨²?ez al entender que ?los retests practi?cados en fechas cercanas pierden fiabilidad?.
Unos y otras se encierran con el preso, visitan a sus familiares, analizan sus escritos y, al emitir sus dict¨¢menes, se contradicen. Ca?rrasco y N¨²?ez sostienen que cualquiera de las m¨²ltiples personali?dades de Javier ?pueden tomar el control absoluto de la conducta?. O sea, exento de penas.
Aunque tambi¨¦n hacen rese?ar los doctores que tanto su madre como su hermano mayor no hab¨ªan observado antes del crimen nin?g¨²n comportamiento en Javier sospechoso de tratamiento psiqui¨¢trico. Ni alteraciones de memoria, ni manifestaciones de las distintas personalidades, ni soliloquios. Siempre fue muy estudioso, introver?tido y lector infatigable. Nunca pensaron que precisase de psic¨®logos, aunque una vez en la c¨¢rcel comenzaron a verle con trastornos serios en sus visitas.
En una de sus entrevistas los dos psiquiatras llegan a plantearse si Javier act¨²a en plan estratega, porque alguna vez les hab¨ªa ad?vertido que durante su estancia en prisi¨®n iba a resucitar a Wul, el estratega que estaba adormecido, para defenderse as¨ª de funciona?rios, m¨¦dicos y otros presos.
Tras varias horas de entrevistas con el recluso y su familia, tras consultar las m¨¢s de 1.000 p¨¢ginas que Javier escribi¨® sobre su jue?go, adem¨¢s de bibliograf¨ªa y jurisprudencia sobre personalidad m¨²ltiple en Estados Unidos, Carrasco y N¨²?ez concluyen que sus tras?tornos no est¨¢n buscados conscientemente como coartada porque ser¨ªa muy dif¨ªcil de simular un cuadro cl¨ªnico de tanta riqueza, ex?presividad y contenidos. Resumen: enajenaci¨®n mental completa. En cuanto a las posibilidades de cura, ?no existe ninguna cuya indica?ci¨®n sea garant¨ªa de una evoluci¨®n favorable?.
Sin embargo, Javier Saavedra, el abogado de la familia de la v¨ªc?tima, asesorado por psiquiatras especialistas en casos de m¨²ltiple personalidad, sostiene que Javier es un psic¨®pata due?o de todos sus actos. ?Si hubiera encontrado junto a la v¨ªctima a un guardia civil, un psic¨®tico habr¨ªa cometido el crimen igualmente, pero Javier Ro?sado, no: ¨¦l discern¨ªa el peligro. El psic¨®tico puede ver perturbados sus sentidos afectivos, pero no es fr¨ªo como el psic¨®pata.?
Carlos Fern¨¢ndez Junquito, m¨¦dico psiquiatra del Hospital Ge?neral Penitenciario, vio a Javier como una persona con la afectivi?dad pr¨¢cticamente abolida. ?Cierto d¨ªa, estando presente en la en?trevista la psic¨®loga de la Unidad, le dijo: "Puede usted quedarse, es como el tel¨¦fono".?
Pero el psiquiatra Fern¨¢ndez Junquito le diagnostic¨® el 18 de oc?tubre de 1994, en el informe m¨¢s breve de los tres elaborados, es?quizofrenia paranoide, algo que desecharon otros doctores.
Para el letrado Saavedra, Javier Rosado no s¨®lo est¨¢ exento de cualquier tipo de esquizofrenia sino que se trata de un psic¨®pata res?ponsable y consciente de todo lo que hizo: ?El lenguaje del psic¨®pa?ta es estructurado, racional y l¨®gico, como el de Javier; los psic¨®patas_ son seres racionales, muy manipuladores, enga?an mucho, ambicio?nan el poder y para ello se valen del lenguaje, mientras que el psi?c¨®tico pasa del poder. En el momento en que lo cogieron no es un psic¨®tico, aunque despu¨¦s haya desarrollado una psicosis?.
Javier se consider¨® impotente ante los psiquiatras para saber si ¨¦l hab¨ªa cometido el crimen. Asegur¨® que si intentara averiguarlo se pod¨ªa declarar dentro de su cabeza una guerra civil entre las razas, como la que sufri¨® con 17 a?os: ?Hubo una rebeli¨®n en COU que fue la guerra de los Maras... fue cuando tuve el desenga?o amoroso, mi depresi¨®n, Mara contra Fasein?. Para investigar sobre aquel cri?men dijo que tendr¨ªa que atravesar pasillos de su cerebro muy peli?grosos, porque hay razas que no dejan pasar a nadie por all¨ª.
El 22 de junio de 1994 Javier sali¨® esposado de la c¨¢rcel de Val?demoro para que lo examinara en los calabozos de la plaza de Cas?tilla un forense. En el trayecto del furg¨®n a la c¨¢rcel, un redactor de El Pa¨ªs le pregunt¨®:
¨CJavier, ?te arrepientes de lo que has hecho?
¨CYo no he hecho nada ¨Ccontest¨® con la cabeza gacha para eludir las fotos¨C, yo no he hecho nada.
Uno de los guardias civiles que lo custodiaban le levant¨® la cabe?za agarr¨¢ndolo por la nuca y le dijo:
¨C ?Que no has hecho nada, cabr¨®n?
En la c¨¢rcel, algunos presos mucho m¨¢s fornidos que ¨¦l le respe?tan y le temen por el halo de inteligencia que le ha otorgado la pren?sa y sus partidas de ajedrez.
Pero su compa?ero F¨¦lix fue a parar a un pabell¨®n de adultos donde los otros presos, en un alarde de originalidad, lo han bautiza?do con el alias de Ni?o.
Los psiquiatras Carrasco G¨®mez y N¨²?ez Parra se?alan que a pe?sar de todo F¨¦lix segu¨ªa admirando a Javier y se mostraba interesa?do por lo nuevo que pod¨ªa estar escribiendo su amigo en prisi¨®n sobre Razas. ?Ahora seguro que utiliza la raza 17, Wul, y la 18, la serpiente de lengua b¨ªfida, que intenta convencer haciendo da?o a otros, implicar a otros para salvarse ¨¦l mismo ... y es posible que Fa?sein pueda cortarse los dedos, Fasein es el que se automutila, que aprende con el sufrimiento, que se va cortando los dedos y va apren?diendo ... ?
F¨¦lix a veces tambi¨¦n duda de su personalidad: ?No estoy seguro de haberlo hecho... pero quiz¨¢s no fuera yo en ese momento... esta?ba muy identificado con Javier... me he metido en un l¨ªo... [sollozos], de una broma de matar a alguien nunca pens¨¦ que fuera a suceder lo que sucedi¨®?.
Mientras esperaban la sentencia del juez, Javier segu¨ªa jugando a sus Razas, inventando alguna de ellas basada en la persona de un polic¨ªa que le interrog¨®, y F¨¦lix se entreten¨ªa con poemas como este que escribi¨® antes del crimen:
Quiero romper las cadenas de la muerte
y volar por estepas infinitas
con un caballo de alas marchitas
cantando con el grito de un demente.
Pasar¨¢n estaciones peque?itas
en el ritmo incesante de mi mente
con mi amargo recuerdo tan caliente
so?ar¨¢n las mujeres m¨¢s bonitas.
Mas te recuerdo y en mi memoria gritas.
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