?Qu¨¦ sientes cuando sufres un ictus?
Una redactora relata lo que vivi¨® el d¨ªa de su accidente cerebrovascular en el D¨ªa del ictus
Muy pronto, el pr¨®ximo d¨ªa 2, se cumplir¨¢n cinco a?os desde que sufr¨ª un ictus con final feliz. Ten¨ªa 35 a?os y no adolec¨ªa de ning¨²n problema de salud que lo presagiara. Fue un ictus moderado, pues se fue gestando poco a poco (no sufr¨ª un derrame) y fui tratada muy pronto gracias a que mi pareja me llev¨® enseguida al hospital. Uno de cada ocho pacientes que sufren un ictus tienen entre 35 y 55 a?os. Hoy es el D¨ªa Mundial del Ictus y aqu¨ª voy a contar lo que sent¨ª en las horas inmediatas a mi accidente cerebrovascular.
Como una resaca
La ma?ana del 2 de noviembre me duch¨¦ y cuando estaba sec¨¢ndome mi?chico entr¨® en el cuarto de ba?o. Me habl¨®, le contest¨¦ y me mir¨® con los ojos muy abiertos.
- ?Hablas as¨ª o est¨¢s de broma?
Me llev¨® a nuestra habitaci¨®n. Me tumb¨¦ en la cama y recuerdo pensar ¡®Estoy mareada, como si tuviera un resac¨®n¡¯. La noche anterior vimos Ratatouille, una pel¨ªcula infantil sobre un rat¨®n que sue?a con ser ¡®chef¡¯, y no probamos ni gota de alcohol.
Negando la evidencia
Mi pareja me traslad¨® al hospital sin decirme a d¨®nde me estaba llevando para evitar rebeld¨ªas por mi parte. As¨ª que subimos a un taxi y le mostr¨® al conductor un papel en el que hab¨ªa garabateado: ¡°Al Cl¨ªnico¡±.
Ya en urgencias nos sentamos ante un m¨¦dico y le cont¨® lo que me estaba pasando y ah¨ª lleg¨® mi sublevaci¨®n: ¡°?Pero qu¨¦ dices? ?Si me encuentro bien!¡±. No s¨¦ c¨®mo lo dije pero s¨ª recuerdo la cara de p¨¢nico con la que me mir¨® el m¨¦dico. Cuando quise darme cuenta, estaba ya sobre una camilla y una enfermera me estaba retirando las gafas. Mi mente segu¨ªa aferrada a la negaci¨®n de lo evidente. ¡°En cuanto se despisten, me cojo un taxi y me voy al peri¨®dico a escribir¡±, pensaba. Me hab¨ªan encargado una serie de reportajes sobre los desahucios y el d¨ªa anterior hab¨ªa estado entrevistando a dos menores cuyas familias estaban a punto de perder sus casas. Desde la camilla, fijando la vista en el techo mientras recorr¨ªamos a toda velocidad el hospital, la idea se repet¨ªa en bucle en mi mente. ¡°?Por favor, que yo tengo que escribir!¡±.
Una breve mejora con su vac¨ªo en la memoria
Ingres¨¦ en la sexta planta del hospital, en la UCI, donde estaba al cuidado de una auxiliar de enfermer¨ªa a la que bautic¨¦ mentalmente como la pantera. Qu¨¦ fuerza de mujer. Ella me cont¨® que me acababan de poner un trombol¨ªtico que me iba a curar. Lo que pas¨® despu¨¦s no lo recuerdo pero durante un par de horas mejor¨¦. Habl¨¦ con mis padres que iban en el AVE camino a Madrid, angustiados tras haber sido informados por mi hermano de lo que me estaba pasando. ¡°Me encuentro muy bien¡±, les dije. Es curioso que sea justo del pasaje de mi mejora del que no recuerde nada.
Un dolor desintegrador
La memoria regresa de la mano del dolor. Sigo tumbada en la cama de cuidados intensivos y s¨¦ que en cualquier momento van a regresar los m¨¦dicos que me han estado haciendo preguntas. C¨®mo me llamo. Cu¨¢ntos a?os tengo. En qu¨¦ a?o nac¨ª. Y lo m¨¢s dif¨ªcil: ¡°Repite esta frase: 'El espantap¨¢jaros intent¨® cruzar la carretera con el sem¨¢foro en rojo¡±. El dolor es cada vez m¨¢s fuerte y me pongo en posici¨®n fetal para intentar atajarlo. Alguien me pregunt¨® despu¨¦s que qu¨¦ sent¨ªa en aquel momento. Y la descripci¨®n que le di fue ¡°como si se me estuviera desintegrando el n¨²cleo corporal¡±. As¨ª de sencilla fue mi explicaci¨®n.
Una operaci¨®n con conciencia
Me metieron en una sala. Supe que me iban a operar y respir¨¦ aliviada. No me durmieron aunque me hubiera gustado que lo hicieran. Me inyectaron algo que tom¨¦ por un anest¨¦sico, pero pasaban los minutos y segu¨ªa bien despierta. Si hubiese podido hablar lo habr¨ªa mencionado, pero en aquel momento no pod¨ªa articular palabra (aunque no sent¨ª frustraci¨®n ninguna). Entonces yo no ten¨ªa ni idea de qu¨¦ era lo que me estaba pasando. Estando en aquella sala se me ocurri¨® que pod¨ªa ser algo cerebral pues vi que hab¨ªa una pantalla frente a m¨ª y record¨¦ las operaciones a cr¨¢neo abierto que salen a veces en las pel¨ªculas. Me toqu¨¦ instintivamente la cabeza. ¡°Uf, est¨¢ cerrada¡±, pens¨¦, aunque descubr¨ª que la ten¨ªa fija a la camilla con una especie de tiara met¨¢lica.
La intervenci¨®n fue larga y yo no acababa de entender qu¨¦ demonios me estaban haciendo. Nadie me lo detall¨®, aunque mis familiares s¨ª estaban al tanto de todo. No ten¨ªa las gafas puestas y mi miop¨ªa no me permit¨ªa aclarar mucho las cosas. De pronto me volvi¨® el dolor desintegrador. Empec¨¦ a quejarme y a intentar de nuevo coger la postura fetal. Una enfermera me ri?¨®: "?No te muevas!". El m¨¦dico, por su parte, me animaba. ¡°Muy bien, lo est¨¢s haciendo muy bien¡±. ?Pero qu¨¦ es lo que estoy haciendo bien?
Tard¨¦ varios d¨ªas en entender todo el pasaje. Quien me operaba era un radi¨®logo que me estaba haciendo un cateterismo. Hab¨ªa entrado por la ingle y hab¨ªa subido con un artilugio m¨¦dico digno del futuro hasta mi car¨®tida izquierda, donde hab¨ªa puestos tres?stents (o muelles) que permitieron que mi flujo sangu¨ªneo recuperara la normalidad. Mi arteria estaba ahora ¡°recauchutada¡±, as¨ª que pod¨ªa estar tranquila, me dijo un m¨¦dico del equipo del Doctor Egido, responsable del ¨¢rea.
Al salir de la operaci¨®n, el dolor fue amainando. El radi¨®logo y dos j¨®venes m¨¦dicos me rodearon. Intent¨¦ mirarlos pero descubr¨ª que no eran humanos sino seres de otro planeta. Durante el ictus perd¨ª campimetr¨ªa visual y sus caras estaban deformes, como si alguien se hubiera merendado el espacio entre sus cejas. ?Qu¨¦ tal te encuentras?, me pregunt¨® el radi¨®logo. Estaba ocupada intentando entender de qu¨¦ planeta ser¨ªan. ?Quiz¨¢s de Urano? Volvi¨® a preguntarme y obtuvo de nuevo el silencio por respuesta. Uno de los j¨®venes m¨¦dicos solt¨® entonces una frase que me lleg¨® directa al orgullo: ¡°D¨¦jala. No se entera de nada¡±.
Una ligera jaqueca
Me llevaron de nuevo a la UCI. Aquella noche apenas dorm¨ª , pero fui una atenta observadora de todo lo que suced¨ªa en aquella sala, que era mucho, pues hubo otros dos ingresos, uno de ellos con complicaciones. Sobre las cuatro de la ma?ana me qued¨¦ finalmente dormida. Al despertar de mi dolor solo quedaba una ligera jaqueca que se fue esfumando a lo largo de ese d¨ªa.
Estuve en total siete d¨ªas en la sexta planta del Cl¨ªnico. Tard¨¦ semanas en atar todos los hilos. No quer¨ªan asustarme y fueron d¨¢ndome la informaci¨®n con cuenta gotas. Cuando me anunciaron que iba a estar un tiempo de baja, pens¨¦ que se refer¨ªan a dos semanas, pero cuando mi madre me dijo que ser¨ªa de un m¨ªnimo de tres meses protest¨¦ much¨ªsimo. Para los familiares lo m¨¢s duro es no saber el grado de da?o del afectado hasta pasados unos d¨ªas. Durante mi ictus, que sufr¨ª a causa de una disecci¨®n de la arteria car¨®tida, perd¨ª el habla y tard¨¦ en recuperarla. El segundo d¨ªa mi comunicaci¨®n se reduc¨ªa a ¡°OK¡± y ¡°vale¡±. A los dos d¨ªas pude decirle a mi pareja: ¡°No te preocupes¡±.
Las recuperaciones en algunos casos son milagrosas. El cerebro aprende a hacer lo que antes hac¨ªa la parte da?ada y eso lleva su tiempo. En el primer a?o tiene lugar la mayor mejora, pero despu¨¦s se sigue evolucionando (aunque menos). Tengo la suerte de estar completamente recuperada. La rapidez de reacci¨®n de mi pareja fue esencial. Para ¨¦l y para mi familia es muy duro rememorar esos d¨ªas. Para m¨ª, que lo viv¨ª todo con poca conciencia del riesgo al que me enfrentaba, es un pasaje positivo de mi vida, sobre todo la etapa de la rehabilitaci¨®n. Estoy infinitamente agradecida al doctor Jos¨¦ Egido, a la doctora Ana Garc¨ªa, al neuropsic¨®logo ?lvaro Bilbao, del CEADAC, a la logopeda Elena Panizo y a la terapeuta ocupacional Cristina Fl¨®rez. Todos ellos tienen un lugar muy especial en mi coraz¨®n... Y en mi cerebro.
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