Alc¨¤sser: el horror elevado al cubo
Si para m¨ª era inquietante aquel paisaje desolado, me imaginaba el terror de ellas
Se cumplen hoy 25 a?os del secuestro de tres ni?as y todav¨ªa ahora est¨¢ viva la enorme sacudida que eso supuso para toda la sociedad. Despu¨¦s vendr¨ªan 75 d¨ªas de angustia colectiva. 75 d¨ªas de b¨²squeda infructuosa y desesperada. 75 d¨ªas en los que todo el mundo intentaba rechazar un presagio que los investigadores ten¨ªan desde el primer momento de la desaparici¨®n. 75 d¨ªas que concluyeron con el hallazgo de los cad¨¢veres de Desir¨¦e Hern¨¢ndez, Miriam Garc¨ªa y Antonia G¨®mez, salvaje y brutalmente violadas despu¨¦s de haber sido raptadas durante la tarde-noche del 13 de noviembre de 1992. El crimen de las ni?as de Alc¨¤sser, a tiro de piedra de la capital valenciana, forma ya parte de la historia de Espa?a.
La incertidumbre, el miedo, la desesperanza y la angustia de los padres de las tres menores fue compartida con millones de espa?oles a trav¨¦s de programas de televisi¨®n que en esas fechas hac¨ªan furor. Y, al final, el horror elevado al cubo supuso un antes y un despu¨¦s en la criminalidad espa?ola. Nunca antes hab¨ªa sufrido Espa?a un crimen con tanta vesania.
Ha pasado un cuarto de siglo pero a¨²n me da un vuelco el coraz¨®n al recordar aquel 27 de enero de 1993, cuando salt¨® la noticia de que alguien hab¨ªa encontrado varios cuerpos enterrados cerca de la presa de Tous. Las autoridades ped¨ªan prudencia. Pero no tuve la menor sombra de duda de que eran las ni?as de Alc¨¤sser. ?De qui¨¦n pod¨ªan ser esos cad¨¢veres? Solo de Miriam, To?i y Desir¨¦e.
Siento el mismo escalofr¨ªo que sent¨ª cuando comenc¨¦ el ascenso de aquel monte de la partida de La Romana, cerca de Catadau. Iba en busca de la casucha donde las tres adolescentes hab¨ªan sido violadas y torturadas tras haber sido llevadas all¨ª por los desalmados que las recogieron cuando hac¨ªan autostop. El camino hacia la cumbre no era tal y el coche del fot¨®grafo daba sacudidas sin parar cada vez que pis¨¢bamos una piedra puntiaguda. Si para m¨ª era inquietante aquel paisaje desolado, me imaginaba el terror que debieron experimentar Miriam, To?i y Desir¨¦e en medio de la noche, sin saber d¨®nde eran llevadas por aquellos individuos.
Lleg¨® un momento en que tuvimos que echar pie a tierra. Era imposible seguir. Unas alima?as sobrevolaban el picacho donde estaba la casa de los horrores. Sent¨ªa en mis propias carnes la angustia que tuvieron que experimentar las tres ni?as, forzadas a caminar hacia un destino horrible. Casi pod¨ªa escuchar sus lloros y sus gritos de espanto en medio de la nada, hasta llegar descompuestas a aquella casucha abandonada. Hasta llegar al infierno.
La vivienda, sucia y maloliente, ten¨ªa dos plantas. En la de arriba hab¨ªa un poste de madera al que los asesinos hab¨ªan atado a las chicas. All¨ª, en aquella estancia hab¨ªan sido violadas y torturadas en una especie de org¨ªa salvaje. Pese a que yo no conoc¨ªa entonces los terribles detalles, era f¨¢cil de imaginar las largas horas de agon¨ªa, humillaciones y sufrimientos que pasaron las tres ni?as en manos de aquellas bestias de aspecto humano.
No lejos de all¨ª estaba la fosa en la que los asesinos hab¨ªan sepultado los cad¨¢veres. Eran unos pocos metros que las adolescentes se habr¨ªan visto obligadas a recorrer, rotas y ensangrentadas, sabiendo que era el final de sus vidas. Unos minutos terribles que, al recordarlo, todav¨ªa me hace estremecer. Porque tuvo que ser espeluznante el instante en que una detr¨¢s de otra fueron asesinadas de un tiro, sin que nadie oyera sus gritos ni oyera las detonaciones. Y despu¨¦s, el silencio.
La b¨²squeda colectiva en la que particip¨® toda Espa?a a trav¨¦s del programa televisivo Qui¨¦n sabe d¨®nde, de Paco Lobat¨®n, no dio ning¨²n fruto. Hasta que Gabriel Aquino y Jos¨¦ Sala subieron al monte, en la ma?ana del 27 de enero de 1993, a revisar sus colmenas. Fue entonces cuando Aquino se sent¨® en una piedra para recuperar el resuello y descubri¨® que emerg¨ªa de la tierra una mano descarnada, como si fuera la de un n¨¢ufrago desesperado.
La Guardia Civil cerc¨® la zona en busca de pistas que aclararan el triple crimen. As¨ª fue como encontraron un volante de papel del hospital La Fe de Valencia, expedido a nombre de Enrique Angl¨¦s. Era un hombre con personalidad trastornada, perteneciente a una familia muy conocida en Catarroja por haber tenido algunos de sus miembros m¨¢s de un problema con la justicia.
M¨¢s tarde se sabr¨ªa que ese volante correspond¨ªa en realidad a Antonio Angl¨¦s Martins, de 27 a?os, que hab¨ªa acudido al centro m¨¦dico para ser atendido de blenorragia. Con frecuencia suplantaba la identidad de su hermano Enrique. Pero eso lo conocieron los guardias civiles cuando ya Antonio se hab¨ªa dado a la fuga y, tras burlar el cerco, escapar a Portugal y llegar a Irlanda escondido en el mercante City of Playmouth. 25 a?os despu¨¦s, nadie sabe qu¨¦ fue del sospechoso numero uno del triple crimen.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, el ¨²nico culpable de la violaci¨®n y muerte de Miriam, To?i y Desir¨¦e es Miguel Ricart, un amigo de correr¨ªas de Antonio Angl¨¦s, que fue condenado a 170 a?os de prisi¨®n. Solo cumpli¨® 21 de ellos y recuper¨® la libertad en 2013.
El caso Alc¨¤sser ha sido objeto de las m¨¢s disparatadas y rocambolescas teor¨ªas, azuzadas en su d¨ªa por un programa de televisi¨®n. La m¨¢s extendida sostiene que las ni?as fueron v¨ªctimas de una org¨ªa sexual en la que habr¨ªan participado personajes relevantes de la vida p¨²blica. Lo innegable es que el triple asesinato fue un hito en la criminalidad espa?ola al dejar al descubierto la existencia del lumpen urbano. Creo que la herida social causada por la violaci¨®n y asesinato de las ni?as jam¨¢s se cerrar¨¢.
Jes¨²s Duva sigui¨® el crimen como periodista para EL PA?S.
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