Mam¨¢, no soy ni?o
"En mi partida de nacimiento pusieron 'var¨®n', nunca me preguntaron", dice Carmen. Padres y menores transexuales relatan su experiencia y el camino que queda para la normalizaci¨®n
Un s¨¢bado de abril de 2016, en su piso de Madrid, Carmen Garc¨ªa de Merlo se puso unos pantalones vaqueros ajustados, una peluca larga, un niki a rayas y unas botas azules que hab¨ªa comprado a domicilio. Tard¨® 50 a?os en llegar desde su cuarto hasta la calle. Fue el tiempo que pas¨® hasta que Carmen decidi¨® mostrarse p¨²blicamente como hab¨ªa sido siempre, mujer. Cruz¨® as¨ª vestida el pasillo de casa, y a los 50 a?os de espera le a?adi¨® media hora pegando la oreja en la puerta para no cruzarse con alg¨²n vecino. Recuerda que era una tarde agradable, que la Gran V¨ªa estaba llena de sol y de luz, y que la clandestinidad hab¨ªa hecho mella: con los pantalones tan ajustados, fuera de casa necesitaba el bolso que nunca llevaba dentro. Recuerda tambi¨¦n que se subi¨® a un autob¨²s para ir a Kin¨¦polis, que por primera vez hizo cola en el servicio de mujeres, que en el metro la miraban sin disimulo y que a ella le daba igual porque, despu¨¦s de m¨¢s de medio siglo, "estaba content¨ªsima de ser yo".
Carmen es abogada y enfermera. Habla en la sede del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) mientras atiende las ¨²ltimas demandas del colectivo transexual referidas a la Ley Integral de Transexualidad de esa comunidad. "Yo me cri¨¦ en Valdepe?as en los a?os sesenta. Empec¨¦ a ser consciente de que no era un ni?o a los cuatro a?os. A esa edad jugaba a intercambiarme ropa con mi hermana, luego lo segu¨ª haciendo sola. A los 11 me encerraba en mi cuarto y me vest¨ªa con su ropa, me miraba en el espejo, me reconoc¨ªa a m¨ª misma. En aquellos a?os lo que me pasaba no ten¨ªa nombre. Yo era mujer. ?Pero transexual? Entonces esa palabra no se escuchaba en ninguna parte. Empez¨® a hacerse familiar en los ochenta". Una semana despu¨¦s de la conversaci¨®n con EL PA?S, Carmen le escribi¨® una carta a la juez Mar¨ªa El¨®segui, famosa esta semana por sus declaraciones hom¨®fobas. "Aunque en mi partida de nacimiento escribieron 'var¨®n', nunca me lo preguntaron: pas¨¦ toda una vida de represi¨®n hacia m¨ª misma".
Rut y Mario, nombres supuestos de una pareja que vive en Roma, decidieron que le iban a preguntar a su hijo de qu¨¦ genero se sent¨ªa. O m¨¢s bien, dejar que el ni?o lo descubriese por s¨ª mismo. Cuando Rut se qued¨® embarazada, los dos se enfrascaron en un debate sobre la educaci¨®n de su primer hijo. Mario, profesor catal¨¢n, se pone al tel¨¦fono para hablar de su beb¨¦ de cinco meses, raz¨®n por la que prefiere proteger su identidad. "Prim¨® que vivimos en Roma y no en Suecia", dice para referirse a la libertad con la que una de sus mejores amigas, que vive en el pa¨ªs n¨®rdico, educa a sus hijos. "Pero al nuestro", dice Mario, "vamos a intentar hacerle ver desde el principio que no existe una esencia totalmente masculina ni femenina". De momento, no corrigen a nadie cuando les dice "qu¨¦ bonito el ni?o" o "qu¨¦ bonita la ni?a", y la ropa, heredada, se la ponen indistintamente sea de ni?a o ni?o. Los primos del beb¨¦ lo siguen haciendo a los siete a?os: dependiendo del d¨ªa se ponen falda o no, seg¨²n les apetezca, sin atender a roles convencionales. "Hay dos formas de explicar el hecho trans. Una, m¨¢s cl¨¢sica, dice que se ha nacido en el cuerpo equivocado. Hay otra, de Paul B. Preciado, que prefiero: las personas son demasiado complejas para reducirlas a una esencia femenina o masculina; se act¨²a como hombre o como mujer, a veces como las dos cosas, a veces como ni una cosa ni la otra", dice Mario, que recuerda que es m¨¢s conveniente hablar de ¡®comunidad trans¡¯, el colectivo que incluye a transg¨¦neros, identidades de g¨¦nero que no se corresponden al g¨¦nero asignado al nacer..
"No todo es rosa o azul"
Rosa supo que ten¨ªa un beb¨¦ diferente. "No s¨¦ si esto es com¨²n, pero desde el principio supe que era distinto". En el colegio, cuando representaron Caperucita, todos los ni?os eligieron ser el cazador y todas las ni?as Caperucita. Riley eligi¨® ser la abuelita. Lo que ocurr¨ªa es que Riley no era ni?o, pero tampoco estaba seguro de ser ni?a. Su madurez a los 12 a?os es asombrosa: es un menor trans no binario que est¨¢ encajando en un universo que no concibe oficialmente a nadie como elle, g¨¦nero neutro con el que se denomina a las personas no binarias; un universo dividido en dos sexos de acuerdo a sus genitales. A los ba?os del instituto Riley prefiere no entrar porque s¨®lo tener que elegir, le agobia. Aparece en el sal¨®n de su casa con una bata morada. Dice se?al¨¢ndosela: "No todo es rosa o azul, tambi¨¦n hay otros colores". Rosa, como Emilio, como Bel¨¦n (madre de una menor trans que ha preferido no hablar de su hija para este art¨ªculo), se encuentran con un problema com¨²n: la falta de referencias. Que en el caso de Rosa y Riley es mucho m¨¢s evidente. Hasta que Riley no se encontr¨® a los 10 a?os con Pau, un monitor de campamento, no supo qui¨¦n era. Hablando con Pau, 12 a?os mayor, supo que hab¨ªa m¨¢s gente que no se sent¨ªa ni?o ni ni?a, menores y mayores para los que la identidad era algo m¨¢s complejo y abierto que la tradicional separaci¨®n de g¨¦neros. A prop¨®sito de la pol¨¦mica de las drag queen en la cabalgata de Vallecas, Bel¨¦n rescata un tuit de la poeta ?lex Portero: "A m¨ª, ni?a transg¨¦nero de los ochenta, me colocas en la cabalgata a La Prohibida en aquellos a?os de dolor constante y creo en la magia durante el resto de mi vida. Y hasta pensar¨ªa que puedo ser bonita y querida en lugar de dar verg¨¹enza".
"No hab¨ªa nadie", coincide Rosa. "Y a m¨ª no me hab¨ªan ense?ado nada de esto. Tienes que aprenderlo t¨² y tu hije solos. Si yo hubiese visto antes muchas cosas lo hubiera hecho mejor". Con 10 a?os, Riley le dijo a su madre que ten¨ªa claro que no era un ni?o, pero no sab¨ªa si era una ni?a. En el Ram¨®n y Cajal de Madrid no tuvieron suerte: "La persona que lo atendi¨® creo que no supo encontrar las palabras con Riley. B¨¢sicamente le dijo que no se juntase con ni?os como ¨¦l, que se relacionase con gente normal. Sal¨ª de all¨ª espantada". Antes de despedirse le presta al periodista Tr¨¢nsito (Bellaterra, 2015), un libro de Berm¨²dez y Cantero. "Esto nos ayud¨®. Y El sexo sentido, el documental sobre la transexualidad en menores".
Emilio, padre de Jonay, llen¨® su biblioteca de libros sobre transexualidad. Hoy divide su vida entre su trabajo y el activismo, ayudando a otras familias desde COGAM, como hace Carmen. "Yo no sal¨ª del armario, yo sal¨ª del trastero", dice recordando su matrimonio, cuando se vest¨ªa de mujer en un trastero. Jonay, que ya ha hecho la transici¨®n y es chico a efectos administrativos, tiene un nuevo frente: mantiene su cuerpo abierto a la posibilidad de quedarse embarazado. La ley estatal que regula el acceso a la reproducci¨®n asistida se refiere s¨®lo a mujeres; en Madrid, y alguna otra comunidad, se menciona a "personas con capacidad gestante", otra contradicci¨®n administrativa a la que hacer frente. Mario, desde Roma, advierte de que no est¨¢ criando a su beb¨¦ para que sea transexual, sino para que tenga toda la informaci¨®n y libertad para sentirse quien es cuando tenga la capacidad de serlo, y no se encuentre con un mundo preconfigurado en el que no encajar. Riley, antes de irse a cenar, responde a la pregunta de por qu¨¦ eligi¨® ese nombre: uno de sus significados es "valiente", dice.
Una concesi¨®n que no termina
Hace 15 a?os, Emilio Garc¨ªa y su mujer se encontraron con que la que ellos cre¨ªan su ni?a de cuatro a?os quer¨ªa ir al colegio con pantalones. "Se quejaba, lloraba", cuenta ¨¦l en una hamburgueser¨ªa del Paseo de la Castellana. No le dio mucha importancia. En el colegio exig¨ªan uniforme, y se resign¨®. Fue la primera de muchas resignaciones; ser transexual es una concesi¨®n que no termina, ni siquiera con la transici¨®n acabada y los papeles: siempre hay una explicaci¨®n m¨¢s que dar o una claudicaci¨®n ante algo o alguien. Las se?ales con el tiempo se hicieron evidentes. A Jonay, su nombre, le espantaban las fotografias. Sol¨ªa encerrarse en su cuarto, donde se desarrollaba su identidad a salvo del resto. El mundo da por hecho que el haber nacido con genitales de mujer le convert¨ªa en mujer. Eso es dif¨ªcil de asumir porque ¨¦l siente, vive y sabe que es un hombre; por tanto o el mundo es monstruoso, o el monstruo era ¨¦l. Tuvo, como otros ni?os en su situaci¨®n, problemas de autoestima, y todo se aceler¨® en casa cuando en el colegio se le encontraron autolesiones. "A mi hijo, como a cualquier transexual, le hab¨ªan dicho que no exist¨ªa. Y lo que los dem¨¢s ve¨ªan, desde su propio nombre, ¨¦l no lo sent¨ªa como propio". Para ser reconocido como hombre o mujer, un trans tiene que presentar un certificado de disforia de g¨¦nero y acreditar dos a?os de tratamiento. La mayor Unidad de G¨¦nero de Espa?a, la del Hospital Ram¨®n y Cajal, cumpli¨® el pasado a?o una d¨¦cada: 1.500 consultas y 400 cambios de g¨¦nero.
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