La vida con un familiar desaparecido
M¨¢s de 4.000 personas est¨¢n desaparecidas en Espa?a. Algunas familias llevan m¨¢s de 20 a?os buscando a un ser querido. "Jam¨¢s desconectas; es una losa que te impide iniciar el duelo"
Es domingo y Cristina Bergua est¨¢ en su habitaci¨®n, tumbada en la cama con uno cascos de m¨²sica puestos. 16 a?os, un p¨®ster del grupo Guns N¡¯Roses en la pared, un batall¨®n de peluches sobre el edred¨®n y una guitarra apoyada en la pared. Casi no escucha el grito de sus padres, Juan y Luisa, que se van a dar una vuelta. Es el 9 de marzo de 1997. ¡®Pitu¡¯, como la llamaban sus padres, deja los cascos, coge 1.500 pesetas, su DNI y sale de casa para ir a ver a Javier, su novio. Para terminar una relaci¨®n deteriorada y sin futuro.
Cuando Cristina cierra la puerta de la entrada deja atr¨¢s y para siempre su habitaci¨®n. El sonido de aquel portazo es el punto final. Nunca volver¨¢. Nadie sabr¨¢ nada m¨¢s de ella. Ni una pista, ni un rastro.
Casi 21 a?os despu¨¦s la habitaci¨®n de Cristina sigue igual. Juan y Luisa no han tocado uno solo de lo peluches, ni el p¨®ster de Guns N¡¯Roses, ni han movido la guitarra. Es una estancia parada en el tiempo desde que su hija no regres¨®. Cristina es, desde aquel d¨ªa, una de las 4.164 personas desaparecidas que existen en Espa?a.
No est¨¢ elaborada, en nuestro pa¨ªs, una definici¨®n legal de persona desaparecida. S¨ª posee una recomendaci¨®n el Consejo de Europa, que dice que ¡°persona desaparecida es una persona ausente de su residencia habitual sin motivo conocido y cuya ausencia es raz¨®n de inquietud¡±. La capitana Alba Garrido, de la Polic¨ªa Judicial de la Guardia Civil, simplifica desde su despacho: ¡°Consideramos a alguien desaparecido desde el momento en que una persona nota la ausencia de otra. Si alguien siempre llega a casa a las 6 y un d¨ªa no aparece y su familia se preocupa a los 20 minutos, nos ponemos en marcha. Tenemos un desaparecido¡±.
Atr¨¢s quedan los a?os en los que los agentes ped¨ªan a la familia esperar 24 o 48 horas antes de proceder a la b¨²squeda. ¡°La formaci¨®n y los medios han mejorado y cambiado mucho¡±, dice la capitana Garrido. ¡°Ahora sabemos que las primeras horas son muy importantes, por una cuesti¨®n f¨ªsica: es probable que est¨¦ todav¨ªa cerca. De hecho, la mayor¨ªa de denuncias por desaparici¨®n se resuelven en las primeras horas¡±.
En Espa?a, y seg¨²n datos del sistema de Personas Desaparecidas y Restos Humanos (PDyRH), dependiente del Ministerio del Interior, se denunciaron 21.531 desapariciones en el a?o 2016, de las que 1.520 siguen sin resolverse. Eso supone casi mil desaparecidos m¨¢s que el a?o anterior, 2015, un crecimiento in¨¦dito en la ¨²ltima d¨¦cada, donde los aumentos apenas superaban, entre a?o y a?o, los 100 casos. Adem¨¢s, desde 2010, las desapariciones no han dejado de crecer y de las 4.164 que se mantienen sin resolver, 547 son anteriores a ese a?o.
El caso de Cristina vs. el de Marta del Castillo
Cuando alguien presenta una denuncia por desaparici¨®n en Espa?a, se activa un protocolo que lleva activo desde 2009. El cuerpo que recibe el aviso (Polic¨ªa Nacional, Guardia Civil, Mossos d¡¯Esquadra, Ertzaintza o Polic¨ªa Foral) remite la informaci¨®n a la Base de Datos de Se?alamientos Nacionales (BDSN). Desde ese momento, todas las instancias disponen de los datos. Tambi¨¦n, de inmediato, el aviso salta en el Sistema de Informaci¨®n de Schengen (SIS), por lo que todas las polic¨ªas de Europa est¨¢n alerta.
El siguiente paso consiste en grabar datos de la persona desaparecida en el sistema PDyRH y, en ocasiones, se almacenan muestras de ADN de familiares y muestras antropom¨¦tricas en la base de datos F¨¦nix, coordinada con el resto de pa¨ªses europeos y Estados Unidos. Si aparece un cuerpo o, al cabo de unos a?os, unos restos, estas bases de datos confirmar¨¢n la identidad de forma inmediata.
¡°Desaparecer hoy es m¨¢s dif¨ªcil. Antes no era as¨ª¡±. Lo explica Juan Bergua sentado en la salita de su piso de Cornell¨¢, de donde su hija Cristina sali¨® aquel 9 de marzo para no presentarse de vuelta. ¡°Nos dijo que iba a regresar a las diez, pero no apareci¨®. Ella jam¨¢s se retrasaba y, si lo hac¨ªa, avisaba o dejaba una nota. Siempre. As¨ª que, desde el primer momento, desde que eran las diez y cinco, yo sab¨ªa perfectamente que hab¨ªa pasado algo¡±.
"Si un familiar se muere, pues lo acabas superando o aprendiendo a convivir con ello. Pero en nuestro caso es una losa, no puedes desconectar jam¨¢s. Y es imposible olvidar"
Juan acudi¨® a la comisar¨ªa. ¡°Me preguntaron cu¨¢ndo hab¨ªa notado la ausencia y les dije que hac¨ªa una hora. Me dijeron que hab¨ªa que esperar, que eso no era nada. Hasta la ma?ana siguiente no se pusieron a buscar. Yo me pas¨¦ toda la noche por las calles, preguntando en bares, a la gente que me cruzaba¡ Fue horroroso, desesperante¡±.
¡°Eso hoy es imposible¡±, explica la capitana Alba Garrido. ¡°Hace 20 o 30 a?os era m¨¢s f¨¢cil desaparecer. Hoy todos dejamos mucho m¨¢s rastro, somos m¨¢s localizables. Tambi¨¦n los investigadores tenemos m¨¢s medios y m¨¢s formaci¨®n¡±.
Valga como ejemplo el caso de Cristina, la hija de Juan, comparado con el m¨¢s reciente de Marta del Castillo. ¡°Para lograr un permiso que permitiera a la Polic¨ªa buscar en un vertedero pasaron 11 meses. Y, cuando lleg¨®, la b¨²squeda la llevaron a cabo 8 agentes. Con Marta del Castillo fueron 240 polic¨ªas y se gestion¨® el permiso en 24 horas, como debe ser¡±, explica Juan. ¡°De todas formas, siguen faltando muchos medios y una unidad especializada. Faltan agentes formados espec¨ªficamente¡±, se queja. ¡°Sobre todo para los desaparecidos de larga duraci¨®n. Cuando alguien lleva 20 a?os desparecido ya es otra persona. Ya no sirven las fotos ni las descripciones. Es otro mundo¡±.
Como una losa que se arrastra
A las 9 de la ma?ana del 2 de marzo de 2008 son¨® el tel¨¦fono de Antonio Zurera. Era una trabajadora del taller de Aguilar de la Frontera (C¨®rdoba) en el que trabajaba su hermana, ?ngeles. Ella ten¨ªa que haberse presentado una hora antes para abrir la puerta del taller, pero no. ¡°Algo no encajaba¡±, dice Antonio. ¡°Presentamos la denuncia y empezamos a hacer batidas por el pueblo. B¨²squedas en las que particip¨¢bamos todos menos su marido¡±.
Antonio est¨¢ convencido de que fue ¨¦l el culpable de la desaparici¨®n. ¡°Descubrimos a posteriori que la maltrataba, los perros detectaron olor a cad¨¢ver en su coche y jam¨¢s se preocup¨® ni alarm¨® por su desaparici¨®n. Pero no hemos podido probarlo¡±.
Pas¨® Antonio por todas las fases del familiar a quien le desaparece alguien: ¡°Primero es un desconcierto absoluto, no entiendes nada. Luego te pones a investigar, quieres saber todo, recopilar toda la informaci¨®n que te llega, es agotador. En esos momentos todav¨ªa crees que se resolver¨¢, que una persona no puede desparecer de golpe y porrazo sin dejar rastro. Pero s¨ª que puede¡±.
En Espa?a, a d¨ªa de hoy, hay m¨¢s de 500 familias que llevan m¨¢s de 10 a?os buscando a un ser querido
¡°Con el tiempo te vas haciendo a la idea de que no vas a volver a verla. Pero no confirmarlo es lo que hace que arrastres una angustia. No te deja cerrar el duelo. Es como estar velando a alguien durante a?os. Si un familiar se muere, pues lo acabas superando o aprendiendo a convivir con ello. Pero, en nuestro caso es una losa, no puedes desconectar jam¨¢s. Y es imposible olvidar. Al rev¨¦s, nunca vas a dejar de pelear. Y eso desgasta much¨ªsimo¡±.
Algo parecido explica Luisa, la madre de Cristina desaparecida en Cornell¨¢. ¡°Estamos muertos en vida. Si no te pasa algo as¨ª es imposible que lo puedas comprender. No saber qu¨¦ ha sido de tu hija, arrastrar eso¡¡±, dice enjugando las l¨¢grimas. ¡°No hay un solo d¨ªa que no llore¡¡±. Juan, su marido, toma el relevo. ¡°Todav¨ªa nos da un vuelco al coraz¨®n cuando o¨ªmos o nos enteramos de que han aparecido restos humanos en alguna parte. Es lo que nos mueve: la necesidad de saber qu¨¦ ha pasado. Cuando vimos que apareci¨® Diana Quer nos alegramos mucho por la familia. Apareci¨® muerta, s¨ª, y puede sonar raro. Pero comprend¨ªamos a esos padres¡¡±.
Juan y Luisa fundaron Inter-SOS, una asociaci¨®n de familiares de personas desaparecidas. Hace dos a?os Juan tuvo que dejarlo, agotado f¨ªsica y psicol¨®gicamente. Con las fuerzas fundidas. ¡°Lo que nos mantiene vivos es saber que hemos peleado y que seguimos peleando hasta agotar nuestras fuerzas. Pero somos otros. Hemos cambiado. Ya no celebramos nada y, si lo hacemos, se producen esos silencios en los que todos sabemos lo que pasa¡±.
La crueldad
Cuando Juan peg¨® carteles por todo Cornell¨¢ y alrededores con la foto de Cristina, puso su tel¨¦fono. La Polic¨ªa le recomend¨® no hacerlo. Pero Juan no pod¨ªa creer que alguien fuera a llamarle si no era para ayudar. Subestim¨® la crueldad humana.
¡°Nos llamaban por las noches, j¨®venes de fiesta diciendo que estaban con mi hija. Se o¨ªan las risas de fondo. Tambi¨¦n mandaban mails falsos diciendo que sab¨ªan d¨®nde estaba el cuerpo. Hasta nos llam¨® una mujer haci¨¦ndose pasar por nuestra hija, llorando al tel¨¦fono y pidiendo que la fu¨¦ramos a buscar. Y, como est¨¢s tan d¨¦bil, tan vulnerable, pues te lo crees todo, y vas a cada sitio. Y bueno¡ Pues te vas haciendo¡ Uno se hace a todo¡±.
Falsos detectives, videntes, adivinos, pistas falsas¡ El infierno de los familiares se ve aderezado, casi siempre, por los desalmados.
"Nos llamaban por las noches, j¨®venes de fiesta diciendo que estaban con mi hija. Se o¨ªan las risas de fondo. Hasta nos llam¨® una mujer haci¨¦ndose pasar por ella"
Casi las dos terceras partes de personas que desaparecen son menores. Casi todos ellos, sin embargo, son localizados a las pocas horas. Solo un 9% de los desaparecidos vigentes hoy son ni?os. De entre el resto, la mayor¨ªa (56%) son hombres. Galicia, Andaluc¨ªa y Catalu?a son las Comunidades con m¨¢s desparecidos en proporci¨®n a su poblaci¨®n.
¡°En ocasiones el desaparecido lo es voluntariamente¡±, completa la capitana Alba Garrido. ¡°Si es mayor de edad, lo localizamos y nos pide que no le digamos a la familia d¨®nde est¨¢, nos limitamos a comunicarle a los familiares que est¨¢ bien, pero que no quiere revelar su ubicaci¨®n. Son momentos complicados porque la familia insiste y se preocupa. Pero no podemos hacer nada m¨¢s¡±.
En otros casos, los investigadores tienen casi la certeza de que la persona ha sido asesinada. ¡°Con tacto y cuidado, pero siempre hablamos claro a los familiares. Y nunca, nunca damos falsas esperanzas¡± a?ade.
Juan termina, mientras coloca las sillas de su sal¨®n y apaga la luz: ¡°Cada d¨ªa te haces un poco m¨¢s a la idea de que esto no se va a resolver nunca. Que es lo que nos ha tocado. Vivir as¨ª. Y que no te queda m¨¢s remedio que aprender. M¨¢s no podemos hacer. Cr¨¦eme, m¨¢s de lo que hemos hecho no podemos hacer¡±.
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