Mon¨¢rquicos pragm¨¢ticos
Miguel Herrero, Ana Camps, Juanjo Laborda y Lamo de Espinosa defienden la rentabilidad de la Corona para Espa?a
¡°Es necesario que algo siga igual para que todo pueda cambiar¡±. Con esta antilampedusiana f¨®rmula explica Emilio Lamo de Espinosa, presidente del Real Instituto Elcano, la paradoja de que algunos de los pa¨ªses m¨¢s avanzados del mundo en t¨¦rminos econ¨®micos, sociales, culturales o morales se aferren a un r¨¦gimen pol¨ªtico tan anacr¨®nico como la Monarqu¨ªa. ¡°Lejos de ser un freno, la Corona facilita el cambio, al dotar a la sociedad del tranquilizador paraguas que representa su estabilidad¡±, asegura.
En Espa?a no hay mon¨¢rquicos, ni siquiera Franco lo era, como demostr¨® resisti¨¦ndose durante d¨¦cadas a la restauraci¨®n de los borbones, por lo que sus defensores deben apelar m¨¢s a la raz¨®n que al coraz¨®n. Ante la dicotom¨ªa Monarqu¨ªa o Rep¨²blica, la fil¨®sofa Victoria Camps considera ¡°absurdo tomar partido desde un punto de vista te¨®rico o abstracto¡± y agrega que la elecci¨®n ¡°tiene que ver m¨¢s con las consecuencias que con los principios¡±.
Demostrar que la Monarqu¨ªa es rentable para Espa?a es el objetivo del cuaderno elaborado por el C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n, del que ha sido ponente el propio Lamo de Espinosa. Su idea parte de comparar las ocho monarqu¨ªas parlamentarias que hay en el mundo, al margen de alg¨²n microestado (B¨¦lgica, Dinamarca, Espa?a, Holanda, Jap¨®n, Noruega, Reino Unido y Suecia) y constatar que seis de ellas (incluida Espa?a) figuran en la lista de las 19 democracias completas elaborada por The Economist, que todas est¨¢n en los 30 primeros puestos del ¨ªndice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas y que su renta supera los 38.000 d¨®lares per c¨¢pita. ¡°La conclusi¨®n, emp¨ªricamente acreditada¡±, asegura el estudio, ¡°es que los pa¨ªses con monarqu¨ªas parlamentarias son algunos de los mejores del mundo¡±. Otra cosa es que haya alguna relaci¨®n entre ambos hechos.
El estudio asegura que ¡°s¨ª tiene alguna influencia, sin pretender que sea el valor exclusivo o determinante¡±, y subraya una serie de ventajas que asocia a la Monarqu¨ªa. Entre otras, la neutralidad y apartidismo del jefe del Estado, que puede representar al conjunto de la sociedad, frente al presidente electo, que lo es s¨®lo por una parte; y su estabilidad, que le permite actuar pensando en las futuras generaciones y no en las pr¨®ximas elecciones, como todo cargo sometido a las urnas. A su papel de s¨ªmbolo de la unidad nacional une el de ¡°mejor embajador¡± ante el mundo; durante su reinado, Juan Carlos visit¨® m¨¢s de 100 pa¨ªses y trat¨® con siete presidentes de EE UU, lo que le dotaba de una agenda internacional de valor incalculable, como recuerda el expresidente del Senado Juan Jos¨¦ Laborda.
No se trata, matiza Miguel Herrero de Mi?¨®n, padre de la Constituci¨®n, de cualquier Monarqu¨ªa, sino de la parlamentaria, ¡°la ¨²nica posible en el siglo XXI¡±, que se caracteriza porque la soberan¨ªa reside exclusivamente en el pueblo y solo el Parlamento pone y quita gobiernos. De esta definici¨®n se quedan fuera no solo las monarqu¨ªas autocr¨¢ticas del Golfo sino tambi¨¦n las de Marruecos o Jordania.
Basar el respaldo a la Monarqu¨ªa en su eficacia y no en esencias originarias la obliga, advierte Victoria Camps, ¡°a ganarse la legitimidad cada d¨ªa¡±, a demostrar que es ¨²til, rentable, barata. Porque el debate entre Monarqu¨ªa y Rep¨²blica ¡°se est¨¢ produciendo de manera natural, especialmente entre las generaciones posteriores a la transici¨®n¡± que no vivieron el 23-F, advierte Benigno Pend¨¢s, director del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales. Convencerles de que la Monarqu¨ªa no es un lujo superfluo, que en el mejor de los casos se conlleva, sino la garant¨ªa ¨²ltima del buen funcionamiento de una democracia avanzada requiere un constante ejercicio de ejemplaridad.
El Consejo de Transparencia, en su informe del a?o pasado, daba a la Casa del Rey una nota de 9,42 sobre 10, la cuarta entre los 15 ¨®rganos constitucionales, muy por delante del Congreso o el Senado. Aunque la nota que de verdad importa la ponen los ciudadanos.
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