Puigdemont digiere su duelo entre la ira y la resignaci¨®n
Si como presidente de la Generalitat desacat¨® las leyes de la democracia espa?ola y de la autonom¨ªa catalana, ahora, desde su refugio exterior, desaf¨ªa las de la naturaleza
Incluso alguno de los suyos reconoce que ¨¦l vive una realidad paralela. Quiz¨¢ por eso se abstrae mientras recita de corrido su argumentario. En todo caso, compartir tres densas horas con Carles Puigdemont en Ginebra ¡ªdos de ellas en una intensa mesa redonda sobre Catalu?a y la autodeterminaci¨®n¡ª ayuda a esbozar una conclusi¨®n: si como presidente de la Generalitat desacat¨® las leyes de la democracia espa?ola y de la autonom¨ªa catalana, ahora, desde su refugio exterior, desaf¨ªa las de la naturaleza.
Dicen que la digesti¨®n psicol¨®gica del duelo atraviesa cinco fases sucesivas. Pero ¨¦l las acumula todas en una, sin empacho.
Practica la negaci¨®n de la realidad (autoconvencerse de que no ocurri¨® la p¨¦rdida), cuando se refiere a la non nata y fantasmag¨®rica rep¨²blica como una criatura viva. O al afirmar, taxativo, ¡°soy el president de Catalu?a¡±.
Pero ya deletrea todo eso con menos ardor: la menci¨®n republicana suena lejana, tenue. Y su autorreivindicaci¨®n presidencial resulta protocolaria, de presente continuo resignado: ¡°soy el 130? presidente [a la espera del 131?] de la Generalitat, el Parlament no me destituy¨®¡±.
La segunda fase, la ira, se superpone a la anterior. Busca culpables de su infortunio. Ahora lo es menos el PP, o ¡°el Estado¡± que un franquismo redivivo impregn¨¢ndolo todo, y a todos los Otros, como si no hubiera habido Transici¨®n: ¡°Cierto que Franco est¨¢ bajo tierra¡±, me replica, ¡°pero sigue en tierra de Patrimonio Nacional y hay que pagar una entrada de nueve euros¡±, esa prueba irrefutable de democracia ausente. O ¡°el juez¡± [del Supremo, Pablo Llarena], ¡°por prevaricar¡± [sic].
Tambi¨¦n la tercera fase, la negociaci¨®n (fantasear soluciones sabi¨¦ndolas imposibles) se produce simult¨¢neamente. Tras el fiasco de oto?o en obtener el apoyo de la Uni¨®n Europea para presionar al Gobierno a negociar con la rep¨²blica en ciernes, ahora se trata de fabricar ruido medi¨¢tico. Se prodiga y se contiene, una yenka para la que demuestra maestr¨ªa gestionando el hambre de los periodistas por lo raro, lo ins¨®lito, lo sorprendente.
Busca un ruido que le apoye en la revancha judicializadora: acudir¨¢ a todos los organismos internacionales posibles e imposibles. Seguramente perder¨¢, como acaba de ocurrir ante el Tribunal de Estrasburgo, que no le concedi¨® cautelares (contra la prohibici¨®n del Supremo de investirse desde tierras lejanas). Pero as¨ª botar¨¢ la pelota y exprimir¨¢ los agridulces frutos del victimismo. Que tambi¨¦n quiz¨¢ haga germinar alg¨²n intento de ¡°mediaci¨®n¡±... al que ya se postula desde el para¨ªso superior suizo la expresidenta de la Confederaci¨®n Helv¨¦tica Micheline Calmy, panelista con nosotros, satisfecha porque Puigdemont alaba el confederalismo de su pa¨ªs, sugiri¨¦ndolo como eventual alternativa a la secesi¨®n.
Ser¨ªa una mediaci¨®n ¡°entre dos legitimidades¡± barre ¡ªpara su cliente¡ª el otro invitado, el profesor Nicolas Levrat, autor de un p¨¦treo dictamen autodeterminista encargado por el Govern. ?Bellas mediaciones con casi todos los actores a favor!... y esa meritoria tribu de 150 seguidores llegados de casa a aplaudir ¡°el di¨¢logo¡± y silbar cualquier discrepancia.
La cuarta fase es la depresi¨®n, que no aflora en el proscenio, pero la confiesa un ¨ªntimo, entre bambalinas: Carles se ve ¡°como un apestado ante los espa?oles¡±. ¡°Odiado, caricaturizado, ridiculizado¡±, algo dif¨ªcil de tragar para un actor que reclama cari?o.
?Cu¨¢ndo llegar¨¢ la quinta estaci¨®n, a¨²n in¨¦dita, la aceptaci¨®n resignada de que la p¨¦rdida es inevitable? Cuando sea del todo tangible.
Para aplazarla, el ¡°l¨ªder independentista¡± ¡ªcomo le titula el festival de cine de los derechos humanos en que se cobija el acto¡ª, parece haber mutado su discurso, apunta en la cercan¨ªa un analista europeo.
Ahora lo abarrota todo en una t¨²rmix que postula como posnacionalista (ya nadie goza loando el nacionalismo): el Valle de los Ca¨ªdos, la burocracia de Bruselas, la democracia directa, los derechos de la mujer, la autodeterminaci¨®n incluso para un ¡°peque?o municipio: todos tienen derecho si se organizan¡± contra ¡°las uniones sagradas¡±.
La mochila abigarrada de conceptos heter¨®clitos abruma: ¡°Por momentos parec¨ªa escuchar, en una sola voz, a los de Podemos, a los grillini y a los conservadores del Brexit¡±, evoca el experto europeo.
Este nuevo nacionalpopulismo con p¨¢tina 2.0 no requiere rigor argumental espec¨ªfico: su relato anula datos clave, como el golpe parlamentario de septiembre con sus leyes de ruptura que abrogaron la Constituci¨®n y el Estatut y alumbraron los desastres posteriores.
Bastan las recetas sencillas para problemas complejos (urnas, no importa c¨®mo), el clamor de una identidad indefinida, la apelaci¨®n a que la base releve a la ¨¦lite, la protesta contra una persecuci¨®n universal: toda oferta de mensaje capaz de cubrir una demanda, esa ley del marketing en que es ducho. Y la empat¨ªa. Ser¨¢ Puigdemont un juguete humano roto ¡ªy de aristas letales para los dem¨¢s juguetes¡ª o un carlista abrazado a un Sputnik. Pero no se olvide, a distancia corta sigue siendo un tipo emp¨¢tico.
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