Los 12 olvidados
A la sombra de casos como el de Gabriel Cruz o Marta del Castillo existen en Espa?a menores desaparecidos sin rastro alguno. Las familias se quejan del abandono
Isidro dej¨® de fumar el d¨ªa que naci¨® Paco Molina, su primer hijo. 16 a?os estuvo sin dar una calada. Empez¨® de nuevo la noche que el joven desapareci¨®, hace ahora tres a?os. ¡°Lo volver¨¦ a dejar el d¨ªa que regrese¡±, dice mientras camina frente a la estaci¨®n de autobuses de C¨®rdoba, el ¨²ltimo sitio donde se vio a Paco. El punto exacto donde pareci¨® evaporarse. Ah¨ª se detiene y fija sus ojos en la entrada del recinto. Rosa, su mujer, lo mira tras unas gafas de sol mientras le cae una l¨¢grima.
No hab¨ªa nada de extraordinario en la noche en la que Paco desapareci¨®. Suele pasar: el d¨ªa en el que alguien desaparece es un d¨ªa cualquiera, rutinario. No hay aviso. El adolescente, entonces de 16 a?os, baj¨® con sus amigos a los jardines de los patos, junto a la estaci¨®n de tren cordobesa. Estuvieron en un banco tomando algo y a las 22:30 horas envi¨® un whatsapp a su padre: ¡®Voy a dormir fuera¡¯. ¡°A m¨ª me extra?¨® ese mensaje, sin explicaciones¡±, dice Isidro. ¡°As¨ª que le llam¨¦. Me cont¨® que iba a dormir a casa de un amigo que conocemos bien, la ¨²nica casa en la que dorm¨ªa fuera. Le dije que no se acostaran tarde¡±. Rosa a?ade: ¡°Ese mensaje no lo escribi¨® ¨¦l. O s¨ª, pero le obligaron. No era propio de ¨¦l un mensaje as¨ª¡¡±.
Fue Isidro quien, a la ma?ana siguiente, vio en su m¨®vil que Paco no hab¨ªa vuelto a conectarse desde la noche anterior. Esper¨® hasta las 12 y llam¨® a casa de su amigo. ¡°Aqu¨ª no ha dormido¡±. La respuesta dej¨® helado a Isidro. Se fue directo a comisar¨ªa. ¡°All¨ª me dijeron que estuviera tranquilo, que aparecer¨ªa. No me hicieron demasiado caso, la verdad. As¨ª que me fui a los hospitales por mi cuenta¡±. Tras una b¨²squeda sin resultados, Isidro se acerc¨® al Guadalquivir, que atraviesa la ciudad. ¡°Yo ya ten¨ªa claro que hab¨ªa pasado algo. Buscaba por el r¨ªo su cuerpo, no s¨¦¡ Por si le hab¨ªan pegado una paliza¡ Me di cuenta de que estaba temblando mientras buscaba¡±.
¡°Fue el domingo, despu¨¦s de toda la noche sin dormir, cuando nos dicen que un conductor de autob¨²s vio a Paco coger un bus a Madrid la noche de su desaparici¨®n. Es lo ¨²ltimo que se sabe de ¨¦l. Desde ese momento, la nada¡±. Isidro se queja de que la Polic¨ªa no revis¨® a tiempo las c¨¢maras de seguridad de la estaci¨®n. Aquellas im¨¢genes -ya destruidas- podr¨ªan haber dado alguna pista.
¡°Se nos par¨® la vida¡±, dice Rosa, la madre. ¡°No hay alicientes, tienes eso en la cabeza cada minuto. Hay d¨ªas que dices: hasta aqu¨ª he llegado, no puedo m¨¢s. Pero tienes que seguir¡¡±.
Muchos d¨ªas, Rosa cree ver a su hijo por la calle. Se fija en la forma de andar de un chico o en una prenda que le suena¡ Un d¨ªa corri¨® hacia un joven, lo agarr¨® por los hombros y le dio la vuelta creyendo que era Paco. Le tuvo que pedir disculpas. ¡°Todos los d¨ªas miro por la ventana, me quedo un rato mirando el camino por el que se fue por ¨²ltima vez. Esperando a verlo volver¡±.
A la sombra y sin pistas
Paco Molina es uno de los doce menores espa?oles cuya desaparici¨®n parece haberse enquistado, sin avances ni pistas que permitan a la familia atisbar un final. Es considerada de alto riesgo por autoridades y asociaciones. Desde el Centro Nacional de Desaparecidos, dependiente del Ministerio del Interior, explican que, de las 2.273 denuncias activas por desapariciones de menores que hay en Espa?a, 12 son consideradas de alto riesgo. Pero inmediatamente matizan que esta denominaci¨®n es cambiante. ¡°Es una forma de referirnos a casos en los que las evidencias de secuestro o crimen son muy elevadas. Pero el protocolo se?ala que todas las desapariciones de menores son, autom¨¢ticamente, de alto riesgo. A partir de ah¨ª, seg¨²n avanza el caso, se les mantiene la denominaci¨®n o cambia¡±. Lo explica Jaime Cereceda, director del Centro.
Desde la Fundaci¨®n QSD Global a?aden que la definici¨®n de Alto Riesgo es puramente conceptual. ¡°No significa que no haya m¨¢s desapariciones de menores con elevado riesgo. Va cambiando constantemente¡±, explica una portavoz. S¨ª se?alan que, efectivamente, existen 12 casos especialmente inquietantes, que se han atascado y sobre los que no hay pista alguna. Doce ni?os y ni?as que parecen haberse esfumado y cuyos padres y madres viven desesperados. Son doce historias de lucha y sufrimiento desde la sombra que los casos m¨¢s medi¨¢ticos -Diana Quer, Gabriel ¡®El Pececito¡¯ o Marta del Castillo- proyectan. Doce peque?os an¨®nimos de los que nadie parece saber nada.
Medi¨¢ticos, solo algunos
El 2 de diciembre de 2013 Mal¨¦n Zo¨¦ Ortiz, una adolescente de 15 a?os de Magaluf (Mallorca), se dio cuenta de que se hab¨ªa olvidado las llaves de casa. Era mediod¨ªa, ven¨ªa del instituto. Llam¨® a su padre, quien no le respondi¨®, as¨ª que dej¨® un mensaje: ¡°Me he olvidado las llaves, me voy a comer a casa de Dani¡±. Dani era su novio y su casa estaba a cuatro kil¨®metros. En alg¨²n punto de ese corto trayecto la tierra se trag¨® a Mal¨¦n. Ni una pista, ni un sospechoso. Son ya cinco a?os de silencio.
Con Cristina Bergua, una joven de 16 a?os de Cornell¨¤ (Barcelona), pas¨® algo parecido en 1997. Era domingo cuando sali¨® de casa para ir a la de su novio, Javier. Seg¨²n su familia, Cristina iba para hablar con ¨¦l y romper la relaci¨®n. Cogi¨® 1.500 pesetas, su DNI y cerr¨® por ¨²ltima vez la puerta de su casa. Dentro se quedaban Juan y Luisa, sus padres. Jam¨¢s la han vuelto a ver.
¡°Si no fuera por nosotros, Paco estar¨ªa ya olvidado¡±, dice Isidro. ¡°Enviamos emails y avisos a todos los medios y todas las televisiones. Nadie respondi¨®. Tampoco recibimos apoyo masivo por redes sociales. Solo nos han hecho un reportaje y no lo han emitido¡±. Rosa a?ade: ¡°No s¨¦ si es porque las chicas dan m¨¢s morbo en televisi¨®n o si depende la influencia de la familia¡ ?Por qu¨¦ hay investigaciones a las que no se nos hace caso?¡±.
A veces Rosa cree ver a su hijo por la calle. Un d¨ªa corri¨® hacia un joven, lo agarr¨® por los hombros y le dio la vuelta creyendo que era Paco
Se lo pregunta Rosa sabedora de que no hay una respuesta clara. Diana D¨ªaz, psic¨®loga y directora del Tel¨¦fono de Ayuda a Ni?os de la Fundaci¨®n Anar (tel¨¦fono 116000), especula con los motivos: ¡°Creo que tiene que ver con la vulnerabilidad del desaparecido. Cuando el ni?o o ni?a que desaparece es muy peque?o, como el caso de Gabriel, toca m¨¢s a la gente. Tambi¨¦n, tal vez, cuando es una ni?a o una adolescente. Pero no tenemos una explicaci¨®n¡±.
La influencia y capacidad econ¨®mica de las familias tambi¨¦n apuntan como posible respuesta. Isabel Garc¨ªa, madre de Josu¨¦ Monge, desaparecido en Sevilla en 2006 cuando ten¨ªa 13 a?os, lo tiene claro: ¡°Duele ver c¨®mo a unas familias se les hace todo el caso del mundo y a otras nos tienen abandonadas. A m¨ª me han llevado un par de veces a televisi¨®n y me han dejado hablar un minuto, lo ¨²nico que quer¨ªan era explotar mi dolor. Yo estoy sola en esta lucha¡±.
Josu¨¦ desapareci¨® y dos d¨ªas despu¨¦s lo hizo su padre, el marido de Isabel. Las autoridades, y la propia Isabel, est¨¢n convencidos de que fue ¨¦l quien se llev¨® a Josu¨¦, lo asesin¨® y despu¨¦s se quit¨® la vida. Pero no hay una sola pista. Un solo avance. Tampoco hay luz sobre la historia.
¡°Hay desaparecidos de primera, de segunda y de tercera. Es penoso¡±, se queja Isabel. ¡°Josu¨¦ desapareci¨® la misma ¨¦poca que Madeleine [Madeleine McCann, la ni?a brit¨¢nica desaparecida en Portugal] y en los medios espa?oles solo se hablaba de ella, ni una palabra de mi ni?o. Un d¨ªa iba con mi otro hijo por la estaci¨®n de Sevilla y me pregunt¨® por qu¨¦ en todas las paredes estaba la cara de Madeleine y no la de Josu¨¦. Yo le respond¨ª: el dinero manda¡±.
Tampoco hay ruido, por ejemplo, alrededor de Caroline del Valle, la ni?a de 14 a?os que desapareci¨® en 2015 en Sabadell. La Polic¨ªa sospecha que pudo ser asesinada, pero nada se sabe de ella. Nada se escucha tampoco.
Los datos frente al miedo
A pesar de ser minor¨ªa, los casos que se convierten en medi¨¢ticos generan un enorme impacto social. Las desapariciones de menores es un asunto que preocupa enormemente. ¡°Hoy en d¨ªa la poblaci¨®n est¨¢ m¨¢s sensibilizada, no s¨¦ si hay m¨¢s miedo, pero es importante no entrar en p¨¢nico. Los datos son claros¡±, explica Diana D¨ªaz, de la Fundaci¨®n Anar.
Pone como ejemplo Diana las llamadas que cada a?o reciben en el Tel¨¦fono de la Fundaci¨®n. En 2016 atendieron 2.211 llamadas relacionadas con desapariciones de ni?os y ni?as. Solo 344 resultaron ser desapariciones reales, pero, de ellas, el 57% se correspondieron con fugas de adolescentes de casa o de centros; el 18%, menores a los que echaron de casa; el 17%, ni?os a quien uno de los progenitores se hab¨ªa llevado; el 2,6%, p¨¦rdidas o accidentes; el 1,5%, menores extranjeros no acompa?ados y tan solo el 0,9%, secuestros por terceros con fines criminales.
Tan solo el 0,9% de las desapariciones de menores se deben a secuestros o a fines criminales. La mayor¨ªa son fugas de adolescentes
La experiencia policial muestra que casi todas las desapariciones de menores resultan ser adolescentes que se escapan de centros de acogida (algo que explica que el 84% de los ni?os y ni?as que desaparecen sean extranjeros, seg¨²n datos del Ministerio del Interior) o de sus hogares, generalmente con problemas estructurales.
¡°La absoluta mayor¨ªa de los menores que desaparecen vuelven a aparecer en horas. Lo que pasa que, durante esas horas, se cursa la denuncia y pasa a formar parte de la estad¨ªstica¡±, explica Jaime Cereceda, director del Centro Nacional de Desaparecidos. ¡°Que haya 2.273 denuncias de menores desaparecidos no significa que en Espa?a haya esos ni?os desaparecidos. De hecho, ahora mismo contemplamos doce calificados de alto riesgo, es decir, que tenemos la certeza de una naturaleza criminal¡±.
"Ahora todo me da igual"
El 29 de septiembre de 2017 se declar¨® oficialmente muerto a David Guerrero, el peque?o de 14 a?os desaparecido en 1987 de M¨¢laga y conocido como ¡®El ni?o pintor¡¯. Una muerte en falso. La familia necesitaba este paso burocr¨¢tico para poder acceder a la herencia del padre. La realidad es que de David nunca se ha vuelto a saber nada.
Tambi¨¦n 14 a?os ten¨ªa Sara Morales cuando, en un corto trayecto caminando desde su casa en Las Palmas hasta un centro comercial, desapareci¨®. Desde ese d¨ªa de 2006 ha habido un par de sospechosos y otras tantas l¨ªneas de investigaci¨®n, pero la certeza ¨²ltima es que nada se sabe de Sara.
¡°Algo as¨ª te cambia la vida¡± explica Rosa, la madre de Paco Molina. ¡°Antes mis preocupaciones era que mis hijos estudiasen, tener buen sueldo, mantener la casa¡ Ahora nada importa. Me da igual todo. Todo es Paco¡±.
¡°Hay desaparecidos de primera, de segunda y de tercera. Yo lo tengo claro: el dinero manda"
Diana D¨ªaz, psic¨®loga, explica que ¡°nadie est¨¢ preparado para la desaparici¨®n de un hijo. No hay estrategias previas, es un escenario extremo¡±. S¨ª existen formas de intentar ayudar a los padres. ¡°Es muy importante que sientan que no est¨¢n solos, que hay m¨¢s gente ayud¨¢ndoles y siguiendo su caso. Que hay alguien pendiente¡±, explica Diana. ¡°Tambi¨¦n es importante que expresen sus sentimientos, que no se encierren en s¨ª mismos. Aunque esto es muy complicado, porque hay padres que no se dejan ayudar, que resultan inaccesibles¡±.
Por si no fuera suficiente, la crueldad tambi¨¦n tiene cabida en ocasiones. A los n¨²meros de tel¨¦fono que los padres incluyen en los carteles de sus hijos desaparecidos o en las redes sociales, llaman desalmados. Cuenta Isidro que, solo una semana despu¨¦s de la desaparici¨®n de Paco, alguien llam¨® a su m¨®vil. ¡°Una voz empez¨® a gritar: pap¨¢, pap¨¢, que soy yo, que estoy secuestrado. Yo me qued¨¦ helado, me dej¨® helado aquello¡± cuenta Paco. ¡°Esa llamada fue el 9 de julio a las 2 de la madrugada. Result¨® ser una broma de una chica¡±.
Otra de las claves que plantea la psic¨®loga de la Fundaci¨®n Anar es ¡°evitar la autoculpabilizaci¨®n, intentar que no le den vueltas y vueltas a lo mismo, algo que les puede impedir dormir, descansar y alimentarse¡±.
La dificultad de aplicar estas premisas queda clara cuando Isabel, la madre de Josu¨¦, explica c¨®mo es su d¨ªa a d¨ªa tras doce a?os sin saber d¨®nde est¨¢ su hijo y qu¨¦ le ha sucedido. ¡°La mente la tengo que tener ocupada. Yo no puedo, por ejemplo, estar en casa sentada. Si hago algo as¨ª, me pongo a pensar. Y pensar no puedo¡±.
Isabel est¨¢ en paro, con dos hijos m¨¢s: ¡°Si pienso pues empiezo a imaginar qu¨¦ le pudo pasar c¨®mo pudo ser, c¨®mo se pod¨ªa haber evitado¡ Y lloro. Tengo las fotos de Josu¨¦ en la mesilla, pero no las puedo mirar. Si las miro, tambi¨¦n lloro¡±.
La mayor¨ªa de estos padres est¨¢n organziados en distintas asociaciones que colaboran e intercambian informaci¨®n entre ellas. La mayor¨ªa, tambi¨¦n, muestran incomprensi¨®n ante el olvido que sus hijos e hijas padecen frente a otros casos de dominio p¨²blico. "Los menores son todos menores. No pueden dejarnos solos", dice Rosa, la madre de Paco. "Necesitamos ayuda".
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