Un h¨¦roe de nuestro tiempo
El coronel Luis Otero, dirigente de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica, falleci¨® la semana pasada a los 85 a?os
El escaso eco hallado en los medios espa?oles por la reciente muerte del coronel Luis Otero (Madrid, 1932-2018), dirigente de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica, da una idea de la exigua calidad democr¨¢tica de la vida pol¨ªtica aqu¨ª vigente. Su gesta y la de sus compa?eros militares dem¨®cratas debieran figurar, de manera imperecedera, en el imaginario colectivo y en la memoria de la lucha por las libertades en Espa?a, de la cual el Ej¨¦rcito espa?ol se hab¨ªa visto autoexcluido desde mediados del siglo XIX. Fue entonces cuando, tras desempe?ar hasta aquel momento un evidente papel progresista, por su cariz liberal antiabsolutista y por ser depositario del esp¨ªritu de la Naci¨®n contra la ocupaci¨®n francesa, el Ej¨¦rcito espa?ol pas¨® a experimentar gradualmente una inflexi¨®n en clave pretoriana, que cebar¨ªa tres guerras civiles y, ya en el siglo XX, dos dictaduras militares, la de Miguel Primo de Rivera y la de Francisco Franco, rubricada esta por la m¨¢s cuenta contienda fratricida.
Sin embargo y pese al denso fardo de tan funesto legado, siglo y medio de Historia espa?ola -perdido irreversiblemente- ser¨ªa valientemente puesto en cuesti¨®n, en los albores de la d¨¦cada de los a?os setenta del siglo XX, por aquellos militares j¨®venes que, a riesgo de sus vidas y, en todo caso, expuestos al de la p¨¦rdida de sus carreras en las Armas, tuvieron el coraje de impugnar a pecho descubierto la impostura franquista desde los cuarteles y los cuartos de banderas, feudos habituales estos de la reacci¨®n antidemocr¨¢tica m¨¢s visceral.
Luis Otero era hijo de un militar mon¨¢rquico al que la ley Aza?a dej¨® fuera del Ej¨¦rcito por haber conspirado en el intento de golpe del general Sanjurjo. Al comenzar la Guerra Civil tras el fracaso del golpe de Estado militar de Mola y Franco, el padre de Luis Otero ser¨ªa fusilado en el ¨¢rea republicana. El joven hu¨¦rfano fue educado con los jesuitas de Areneros, en la madrile?a calle de Alberto Aguilera, y mostr¨® una precoz vocaci¨®n por la t¨¦cnica en general y la ingenier¨ªa en particular, hacia las que orient¨® sus estudios militares a los que accedi¨®, con 17 a?os y una calificaci¨®n de sobresaliente, siguiendo la tradici¨®n familiar. Opt¨® por el arma de Ingenieros y llegar¨ªa a ser uno de los pioneros de la Inform¨¢tica en las Fuerzas Armadas de Espa?a.
Formado en los principios conservadores y hegem¨®nicos de la derecha franquista en la posguerra, un sacerdote progresista de la parroquia ubicada junto a su casa madrile?a de la calle de V¨ªctor de la Serna adentr¨® a ¨¦l y a su esposa Carmen Mac¨ªas en los valores democr¨¢ticos de la izquierda, que ambos asumieron como compromiso moral militante. As¨ª lo cont¨® en el verano de 2017 Luis Otero a Pedro Montoli¨² en una entrevista recogida en el excelente libro del periodista madrile?o titulado ¡°De la dictadura a la democracia. Protagonistas¡±, reci¨¦n publicado por la editorial Silex.
A medida que pasaban los a?os y los movimientos de masas se atrevieron a impugnar al franquismo desde los tajos, las aulas y las calles, la ecuaci¨®n legalidad-legitimidad mantenida a sangre y fuego por Franco qued¨® rota abruptamente; las mejores gentes, las m¨¢s sensibles socialmente - tambi¨¦n las hab¨ªa, desde luego, en las filas de las Fuerzas Armadas-, comenzaron a sintonizar con los movimientos de masas y con sus reivindicaciones, entre las cuales ocupaba lugar preferente la de las libertades democr¨¢ticas, secuestradas por el r¨¦gimen de Franco tras el desenlace de la Guerra Civil en 1939.
A partir de 1954, como teniente, Otero recorre distintos destinos militares desde un CIR de Toledo, a Zapadores de Cuatro Vientos y Ferrocarriles en la estaci¨®n madrile?a de Delicias; tras ascender a capit¨¢n, es enviado a Tenerife y posteriormente a Transmisiones, en El Pardo. En 1969 toma una excedencia y crea una peque?a empresa de inform¨¢tica; para no perder su carrera militar, regresa a filas en 1972. Ya comandante, decide crear una asociaci¨®n militar que se apreste a defender las luchas de masas por las libertades democr¨¢ticas, generalizadas a la saz¨®n por todo el pa¨ªs. Pronto asocia a los capitanes Ferm¨ªn Ibarra, inform¨¢tico, y Antonio Herreros, ingeniero. Barcelona ser¨¢ el punto de arranque de la nueva organizaci¨®n, con el comandante Juli Busquets tambi¨¦n en el centro de aquel impulso, que nacer¨¢ en la casa de un hermano del entonces capit¨¢n de UMD, Fernando Reinlein, de nombre Guillermo, tambi¨¦n militar, emparentados ambos con Emilio Esteban-Infantes, compa?ero de promoci¨®n de Franco, y quien fuera el sucesor del general Agust¨ªn Mu?oz-Grandes al frente de la Divisi¨®n Azul.
Apoyos y adhesiones
Poco a poco los reunidos en Barcelona comienzan a recabar m¨¢s apoyos y a obtener adhesiones entre la oficialidad de las distintas Armas, as¨ª como en la Guardia Civil, sobre la base de un ideario simple: la lucha por y la defensa de, la democracia y las libertades. Pronto se une a la UMD Restituto Valero, nacido en el interior del Alc¨¢zar de Toledo durante su asedio republicano en 1936; el capit¨¢n del Ej¨¦rcito del Aire Jos¨¦ Ignacio Cuchi Dom¨ªnguez; los capitanes de Infanter¨ªa Jos¨¦ Fortes Bauz¨¢n, Mart¨ªn Consuegra, Manuel Fern¨¢ndez Lago, Garc¨ªa M¨¢rquez, Rafael Tejero y muchos otros.
El servicio de Informaci¨®n militar descubre la organizaci¨®n y detiene a sus principales cabecillas. Ser¨¢n sometidos a Consejo de Guerra. Fuentes jur¨ªdicas informan a Luis Otero de que en una reuni¨®n de generales, a la saz¨®n la c¨²pula del mando militar franquista, se propuso atacar a los militares ¨Cdesarmados- de la UMD discretamente reunidos el 21 de julio de 1975, forzar su huida del lugar de reuni¨®n y aplicarles la ley de Fugas: es decir, acribillarles a tiros, sembrando luego el lugar de pruebas falsas sobre nexos de la UMD con el FRAP, ETA y el Movimiento de las Fuerzas Armadas portugu¨¦s, seg¨²n inform¨® posteriormente Fernando Reinlein. Jur¨ªdicos militares lograron disuadir¨¢ los generales de aquella barbaridad.
Condenas
Las capturas fueron seguidas de condenas, en consejo de guerra celebrado en Hoyo de Manzanares en marzo de 1976. Las sentencias fueron las siguientes: ocho a?os de prisi¨®n para el comandante Luis Otero; siete a?os y seis meses para el capit¨¢n Ferm¨ªn Ibarra; cinco a?os para los capitanes Restituto Valero y Manuel Fern¨¢ndez Lago; cuatro a?os y seis meses para el capit¨¢n Jes¨²s Mart¨ªn Consuegra; cuatro a?os para los capitanes Jos¨¦ Fortes y Fernando Reinlein; tres a?os para el capit¨¢n Antonio Garc¨ªa M¨¢rquez y dos a?os y seis meses para el capit¨¢n Abel Jes¨²s Cillero. En la sentencia se acusaba a los procesados de pertenecer a una organizaci¨®n subversiva, ¡°entre cuyos fines estaba el cambio violento de las instituciones de la naci¨®n¡±. Excepto los capitanes Antonio Garc¨ªa M¨¢rquez y Jes¨²s Ruiz Cillero, los procesados fueron condenados tambi¨¦n con las penas accesorias de separaci¨®n del servicio y suspensi¨®n de todo cargo p¨²blico, profesi¨®n, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de la condena.
Pero su ejemplo surtir¨ªa el efecto de la m¨ªmesis y la esperanza se abri¨® paso en las filas de los civiles dem¨®cratas, que vieron la actitud de Otero y sus compa?eros como un gesto de un valor simb¨®lico ¨Cy pol¨ªtico- de alcance incalculable. Los anhelos masivos de democracia se trocaron en un clamor: la democracia llegar¨ªa al cabo a Espa?a tras un sinf¨ªn de luchas de masas, llevando de la mano una Constituci¨®n pactada en 1978 entre derecha e izquierda; pero, fatalmente, quienes m¨¢s contribuyeron a su llegada desde los rangos de la oficialidad militar espa?ola quedar¨ªan excluidos de su disfrute y orillados en el ostracismo. El poder democr¨¢tico naciente, amilanado por el f¨¦tido aliento de los altos mandos franquistas a¨²n en activo, sucumbi¨® a las presiones con las que amenazaban a la flamante democracia con crear una Uni¨®n Militar Espa?ola, de entra?a antidemocr¨¢tica. Aquel duradero chantaje se convertir¨ªa en la perenne coartada del poder gubernamental, centrista, derechista y socialista, en menor medida, para impedir la rehabilitaci¨®n de la UMD.
Poco antes de las primeras elecciones democr¨¢ticas, en una reuni¨®n celebrada en la casa de un periodista comunista en el barrio de Salamanca de Madrid, Santiago Carrillo, secretario general del PCE, a trav¨¦s de Sim¨®n S¨¢nchez Montero, transmiti¨® a Luis Otero y a sus compa?eros su sugerencia de disoluci¨®n a la UMD, con el argumento de impedir as¨ª que el golpismo truncara la cita con las urnas. Tras otras consultas con distintas fuerzas pol¨ªticas, Otero accedi¨® y convenci¨® a los militares dem¨®cratas de la pertinencia de la disoluci¨®n. La UMD dej¨® de voluntariamente de existir, en un acto que fue interpretado por sus principales integrantes como una contribuci¨®n m¨¢s en su esfuerzo por allanar el acceso del pa¨ªs a la democracia.
Todo aquello suced¨ªa en la primavera de 1977. La reparaci¨®n de aquel olvido no sobrevino hasta 32 a?os despu¨¦s, concretamente hasta 2010, fecha en la que el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, a trav¨¦s de la Ministra de Defensa Carme Chac¨®n, concedi¨® los integrantes de la UMD el reconocimiento, avalado por el Parlamento, de sus servicios a la causa de la democracia en Espa?a, que fueron rehabilitados y condecorados con la Cruz del M¨¦rito Militar con distintivo blanco. Los militares dem¨®cratas excluidos recuperaron sus rangos y escalafones -Otero acceder¨ªa al grado de coronel-; pero nunca pudieron reintegrarse directamente a la actividad militar con mando sobre tropas.
La contribuci¨®n patri¨®tica y constitucional del entonces comandante Luis Otero y de sus compa?eros a la causa democr¨¢tica ha sido, sin asomo de duda, una de las aportaciones m¨¢s sustantivas a la sociedad espa?ola y, tambi¨¦n, a la imagen progresista de las Fuerzas Armadas, a las que supieron servir con la mejor de sus convicciones y con la abnegaci¨®n, desinteresada, exigida por un ideal pol¨ªtico tan caro como necesario y bello: la democracia.
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