El PP de las trolas
La pol¨ªtica era un arte en el que se exig¨ªa una cierta sofisticaci¨®n al mentir: uno ment¨ªa sobre lo que pasaba a puerta cerrada, pero no sobre lo que pasaba a puerta abierta
Hace tres semanas, un miembro de la seguridad del congreso del PP se acerc¨® al exministro Jos¨¦ Manuel Soria para decirle que no pod¨ªa estar en el pasillo, zona de paso. En el recinto cab¨ªan unas dos mil personas, y unos pocos cientos ten¨ªan que quedarse fuera o, al menos, estar en un lugar en el que no entorpeciesen. Soria, al igual que le ocurr¨ªa en el Consejo de Ministros, estorbaba en el partido. Cuando uno de los responsables de seguridad le invit¨® a moverse, Soria hizo caso omiso, se dirigi¨® a su acompa?ante y le dijo: ¡°?Sabes por qu¨¦ no voy a salir de aqu¨ª? Porque quiero ver la cara de hundida de Soraya y que ella me vea a m¨ª¡±. Un compromisario volvi¨® a ver despu¨¦s a Soria celebrando, en la cafeter¨ªa del Hotel Auditorium, la derrota de Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa. ¡°Me llam¨® a su despacho¡±, recordaba all¨ª, ¡°y me recibi¨® con los papeles de Panam¨¢ encima de la mesa¡±.
La historia revela un estado emocional, pero no exactamente el patrocinado por el discurso de Pablo Casado. Porque no se trataba s¨®lo de Soria. En el PP hab¨ªa ganado un movimiento extra?o y fluctuante que puso de acuerdo a sensibilidades pol¨ªticas de todo pelaje obligadas despu¨¦s a trabajar juntas: el antisorayismo. Y lo ocurrido en el congreso fue una ceremonia de desquite en la que los afectados por la exvicepresidenta del Gobierno pasaron uno a uno las cuentas pendientes. M¨¢s que mirar al futuro, se hab¨ªa mirado al pasado: unos para vengarse de ¨¦l y otros, como el aspirante, para prometer no repetirlo. Ni las mentiras contrastadas acerca de sus famosos estudios (aquellos billetes a Harvard que resultaron ser a Aravaca) ni iniciado el proceso sobre el que ahora una jueza ve indicios de delito impidieron a Casado presentarse ante su partido como una suerte de fuego purificador implacable y sin herencias. All¨ª estaban el votado y sus votantes apelando a ¡°lo nuevo¡± con un caso detr¨¢s casi calcado al que meses antes se llev¨® por delante a Cifuentes.
? As¨ª fue c¨®mo en pleno estado de agitaci¨®n, entre llamadas a los principios, los valores y las esencias, el PP se dirigi¨® a la inmigraci¨®n para probar sus sensaciones: primer amistoso de la nueva derecha desacomplejada. Pocos asuntos pol¨ªticos afectan m¨¢s al nervio del votante pretendido por Casado: alguien sinceramente preocupado porque nadie le est¨¦ explicando a los estratos m¨¢s d¨¦biles la inconveniencia del mundo en el que viven, y lo poco que se puede hacer para cambiar aquello que ha sido predeterminado por origen. As¨ª, como no hay defensa ni exaltaci¨®n de Espa?a sin perturbaci¨®n identitaria previa, Casado cuantific¨® en ¡°millones de africanos¡± los que quieren llegar al pa¨ªs, neg¨® que hubiese papeles para todos y le reproch¨® a Pedro S¨¢nchez que fuera a hacerse la foto a la llegada del Aquarius mientras, en Algeciras, entraban por miles; S¨¢nchez convertido en el guardi¨¢n entre el centeno, pero con el deber de tirar a los ni?os. Una realidad falsa configurada para que las peores cabezas piensen en un ej¨¦rcito de negros esperando en la frontera para asaltar la Espa?a que madruga y un presidente del Gobierno que corre a ponerles la pulserita del FIB.
Tambi¨¦n en las fake news hay clases. Cuanto m¨¢s baratas, m¨¢s t¨®xicas. Cuanto m¨¢s evidentes, menos respeto para quienes tienen que se?alarlas y, peor a¨²n, quienes tienen la orden de creerlas. Pedro S¨¢nchez, por ejemplo, nunca fue a hacerse la foto a la llegada del Aquarius, pero es que el Aquarius lleg¨® hace un mes y medio: en seis semanas el presidente del PP no s¨®lo insiste en afirmar algo que no sucedi¨®, sino que lo juzga. Y si al PP se le recuerda que S¨¢nchez no fue a hacerse la foto, se responde que S¨¢nchez llam¨® amenaza a la inmigraci¨®n, us¨® un avi¨®n oficial para ir a un concierto y no ha sido elegido (sic) por los espa?oles. Se reacciona a una correcci¨®n como si fuese una cr¨ªtica, y se traslada al debate pol¨ªtico hechos que no se pueden debatir, de la misma manera que no se debate si llueve o hace sol. No es una promesa electoral incumplida, no es una manipulaci¨®n grotesca, no es una de esas mentiras que conf¨ªan en la falta de memoria de los votantes. Cuya finalidad es manchar: si S¨¢nchez ya fue a Valencia un mes y medio despu¨¦s de no haber ido, qu¨¦ no habr¨¢ hecho all¨ª un a?o despu¨¦s. Todo, en el terreno de juego de un discurso que funciona como papel burbuja para el racista que echa las horas adivinando las intenciones de movimientos migratorios seg¨²n la mirada que traiga uno y los insultos que pueda decir otro. El racismo, parad¨®jicamente, del ¡°todos son iguales¡±.
La pol¨ªtica era un arte en el que se exig¨ªa una cierta sofisticaci¨®n al mentir: uno ment¨ªa sobre lo que pasaba a puerta cerrada, pero no sobre lo que ocurr¨ªa a puerta abierta. Eso que hubiera invalidado la carrera p¨²blica de cualquiera es una de las caracter¨ªsticas m¨¢s reconocibles del presidente de los Estados Unidos. Pero no s¨®lo no importa, sino que funciona. Que terminase siendo el propio Casado el que acudiese a hacerse fotos con los inmigrantes es el giro genuinamente trumpiano que le faltaba a su primera acci¨®n como jefe del PP. Por ah¨ª va la praxis de la pol¨ªtica como algo inflamable que reclama la adhesi¨®n de sorayistas y rajoyistas a las verdades y mentiras del nuevo l¨ªder en asuntos que exigen, a partes iguales, tanta ideolog¨ªa como est¨®mago. Mientras es emplazado ya judicialmente por unos estudios que, cuanto m¨¢s los ha explicado, menos se acaban de entender. Con unos compa?eros de clase que han confesado haber obtenido el mismo m¨¢ster tras pagar solamente las tasas, y unos compa?eros de partido que en privado no se creen la versi¨®n de Casado y en p¨²blico lo votan para que los lidere. Quien los entienda que los compre.
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