Enriqueta Mart¨ª, ¡®la Vampira de Barcelona¡¯
Secuestraba, prostitu¨ªa y asesinaba a ni?os para extraerles la sangre, las grasas y el tu¨¦tano de los huesos y elaborar p¨®cimas que sus clientes consideraban m¨¢gicas
[Este art¨ªculo fue publicado en la edici¨®n impresa del 1 de enero de 2006]
Sembr¨® de horror la Barcelona de 1912. Secuestraba, prostitu¨ªa y asesinaba a ni?os para extraerles la sangre, las grasas y el tu¨¦tano de los huesos y elaborar p¨®cimas que sus clientes consideraban m¨¢gicas. El relato de las dos ni?as que liber¨® la polic¨ªa fue recogido por la prensa de la ¨¦poca con buena dosis de morbo.
Tras el delicado nombre de Enriqueta Mart¨ª se esconde una de las personalidades criminales m¨¢s feroces de la historia negra de Espa?a. Secuestradora, prostituta, alcahueta, falsificadora, corruptora de menores, pederasta, bruja y asesina son algunas de las actividades que ejerci¨® durante su vida esa mujer a la que el pueblo de Barcelona bautiz¨® como la Vampira del Carrer Ponent o la Vampira de Barcelona.
Y todo empez¨® de una forma bien simple, con un desmentido oficial que trataba de negar la realidad, algo que ha venido sucediendo siempre a lo largo de la historia. El gobernador civil, nada menos que Portela Valladares, trataba de convencer a todos de que era "completamente falso el rumor que se est¨¢ extendiendo por Barcelona acerca de la desaparici¨®n durante los ¨²ltimos meses de ni?os y ni?as de corta edad que seg¨²n las habladur¨ªas populacheras habr¨ªan sido secuestrados?".
Pero el rumor, ese runr¨²n que se extend¨ªa por calles y plazas, mercados y patios de vecinos, era completamente cierto. Eran muchos los ni?os que a diario desaparec¨ªan en las grandes ciudades durante aquellos a?os y los padres, para amedrentar a sus hijos, para hacerlos m¨¢s precavidos, les contaban t¨¦tricos relatos sobre "el hombre del saco".
"Estamos ante una de las criminales m¨¢s tremendas y crueles de las que se tiene noticia"
Por aquellos d¨ªas de febrero de 1912, apenas tres a?os despu¨¦s de la Semana Tr¨¢gica, la mayor parte de ciudadanos de Barcelona andaban preocupados por la desaparici¨®n de una ni?a de cinco a?os llamada Teresita Guitart sobre cuyos detalles y circunstancias se estaba extendiendo ampliamente la prensa.
Hab¨ªa ocurrido a la ca¨ªda de la tarde del 10 de febrero en la calle de San Vicente. Ya era casi de noche cuando Ana, la madre de Teresita, se hab¨ªa detenido a la puerta de su domicilio a charlar con una vecina y le solt¨® la mano a la peque?a en la creencia de que subir¨ªa sola hasta el piso. Pero no fue as¨ª. Cuando el marido vio llegar a su esposa sin Teresita, pregunt¨® extra?ado: "?Y la nena?". La buena mujer lanz¨® un grito y baj¨® corriendo a la calle, pero ya era demasiado tarde, no hab¨ªa rastro de la ni?a.
Lo que hab¨ªa ocurrido era que Teresita, en lugar de subir a su casa, se alej¨® un poco, curioseando, y de repente sinti¨® que una mano cog¨ªa la suya y que una mujer extra?a le dec¨ªa con acento mimoso: "Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti". La peque?a, ilusionada, se dej¨® llevar un trecho, pero, al ver que se alejaba demasiado de donde estaba su madre, solt¨® su manita y trat¨® de regresar. Demasiado tarde. La desconocida despleg¨® un trapo negro con el que cubri¨® por completo a la ni?a, la agarr¨® en brazos para ahogar sus sollozos y protestas, y se perdi¨® con su presa en las sombras de la noche.
Y Barcelona vivi¨® m¨¢s de dos semanas con el coraz¨®n en un pu?o pensando en la suerte que habr¨ªa podido correr la infeliz Teresita Guitart. Todos los esfuerzos policiales resultaron, como casi siempre, nulos. Ser¨ªa una vecina fisgona, una chafardera, la que descubrir¨ªa el paradero de la ni?a desaparecida.
Se llamaba Claudina El¨ªas, y un buen d¨ªa se fij¨® en la carita de una ni?a que la miraba a trav¨¦s de los sucios cristales de un ventanuco y le pareci¨® que su expresi¨®n era implorante. Era la casa de la vecina del entresuelo, en la que viv¨ªa con un ni?o y una ni?a, pero el deplorable rostro de aquella criatura de cabeza rapada no le resultaba familiar. "Mira que si se tratara de la desaparecida Teresita". Se lo coment¨® al colchonero que ten¨ªa la tienda en la misma calle de Poniente (hoy Joaqu¨ªn Costa) y ¨¦ste se lo hizo saber al municipal Jos¨¦ Asens, quien se lo comunic¨® a su jefe, el brigada Ribot.
Y fue ¨¦ste el que a primera hora de la ma?ana del 27 de febrero de 1912 llam¨® a la puerta del entresuelo 1? del n¨²mero 29 de la calle de Poniente. Le abri¨® una mujer que acababa de despertarse.
-Buenos d¨ªas. Vengo a inspeccionar su domicilio, pues hemos tenido una denuncia de que tiene usted gallinas.
-?Gallinas? ?A qui¨¦n se le ocurre? Eso es mentira.
-Si me permite?
Y el brigada Ribot penetr¨® en el piso descubriendo al fondo del pasillo a dos ni?as de corta edad. La due?a de la casa reaccion¨® y le dijo que sin una orden del juez no pod¨ªa pasar. Pero era tarde. Ribot se acerc¨® a la peque?a, que ten¨ªa la cabeza rapada.-?C¨®mo te llamas, guapa?
-Felicidad
-?No te llamas Teresita?
La ni?a vacil¨® y acab¨® diciendo: "Aqu¨ª me llaman Felicidad". Ribot pregunt¨® a la mujer qui¨¦n era aquella ni?a y ella respondi¨® que no lo sab¨ªa, que se la hab¨ªa encontrado en la Ronda de San Pablo el d¨ªa anterior y le hab¨ªa dicho que estaba perdida y que ten¨ªa hambre y ella se la hab¨ªa llevado a casa. "La otra es mi hija y se llama Angelita", a?adi¨®. No hab¨ªa ning¨²n rastro del ni?o que la vecina dec¨ªa haber visto en repetidas ocasiones.
Una vez en la Jefatura de Polic¨ªa, que entonces estaba en la calle de Sep¨²lveda y cuyo m¨¢ximo responsable era Jos¨¦ Mill¨¢n Astray, la secuestradora fue identificada como Enriqueta Mart¨ª Ripoll¨¦s, de 43 a?os y con antecedentes? por corrupci¨®n de menores.
Hab¨ªa sido detenida en 1909 en su domicilio de la calle de Minerva, donde descubrieron que ten¨ªa un prost¨ªbulo de menores de ambos sexos y de edades que iban desde los cinco hasta los 16 a?os. Con ella hab¨ªa sido detenido un cliente joven que result¨® ser hijo de familia distinguida. Enriqueta fue procesada, pero la causa se perdi¨® en los archivos gracias a las influencias ejercidas por una persona muy conocida y muy poderosa de la ciudad.
La vida de Enriqueta Mart¨ª estuvo siempre muy relacionada con la prostituci¨®n. Ella misma comenz¨® a ejercerla antes de cumplir 20 a?os, el d¨ªa en que se dio cuenta de que siendo criada no se llegaba a ninguna parte. Fornic¨® en los lupanares de m¨¢s baja estofa de la zona vieja y marinera de la Puerta de Santa Madrona hasta que un d¨ªa decidi¨® probar fortuna cas¨¢ndose con un pintor incomprendido y fracasado, Juan Pujal¨®, un pobre tipo que se alimentaba de alpiste, como los p¨¢jaros, porque lo hab¨ªa aprendido en un manual de naturismo. Diez a?os dur¨® la relaci¨®n, aunque hasta seis veces se separaron en este periodo. La ¨²ltima y definitiva hab¨ªa sido cinco a?os antes.
Por eso la polic¨ªa pudo descubrir que Angelita no era hija de Enriqueta porque as¨ª lo declar¨® el infeliz de Pujal¨®, que explic¨® que el fracaso de su matrimonio se deb¨ªa a que "Enriqueta es muy aficionada a los hombres y acostumbra a frecuentar ciertas casas que a m¨ª no me gustan". Posteriormente, los m¨¦dicos comprobaron que efectivamente Enriqueta nunca hab¨ªa dado a luz.
?Qui¨¦n era, pues, Angelita y d¨®nde estaba el ni?o que viv¨ªa con ella en la calle de Poniente? Enriqueta no fue nada expl¨ªcita en sus declaraciones y sigui¨® manteniendo que la ni?a era suya aunque semanas despu¨¦s reconocer¨ªa que se la hab¨ªa quitado nada m¨¢s nacer a una cu?ada a la que hizo creer que lo hab¨ªa perdido en el parto. En cuanto al ni?o, explic¨® que se llamaba Pepito, que ten¨ªa cinco a?os y que se lo hab¨ªan dejado para que lo cuidara. "Pero como se puso malito lo llev¨¦ fuera de Barcelona para que se cure".
Utilizaba a los ni?os que secuestraba en una explotaci¨®n doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus potingues
Poco a poco, a base de testigos que se presentaban espont¨¢neamente a declarar, pudo irse trazando la personalidad de la secuestradora. A pesar de que no ten¨ªa problemas econ¨®micos, sol¨ªa mendigar y acud¨ªa, vestida como una pordiosera y acompa?ada casi siempre de un ni?o o una ni?a, a centros de acogida, conventos, parroquias y asilos pidiendo limosna y comida.
?sta era su ocupaci¨®n por las ma?anas, pero a media tarde sal¨ªa de su casa elegantemente vestida con sedas y terciopelos y tocada la cabeza con pelucas y sombreros. ?Qu¨¦ lugares frecuentaba? ?A qui¨¦n visitaba?
Las declaraciones de las dos ni?as, fundamentalmente la de Angelita, vinieron a demostrar que Enriqueta Mart¨ª era mucho m¨¢s que una alcahueta secuestradora y corruptora de ni?os. Teresita cont¨® al juez que aquella mujer, nada m¨¢s llegar al piso, le dijo: "?Verdad que sientes picor en la cabeza? Anda, hija m¨ªa, d¨¦jate cortar el pelito y te pondr¨¢s buena".
La ni?a se dej¨® hacer mientras la mujer le dec¨ªa que a partir de ahora se iba a llamar Felicidad y que ya no ten¨ªa padres y que ella era su madre y que ten¨ªa que llamarla "mam¨¢" cuando salieran a la calle. Pero nunca sali¨® a la calle ni le estaba permitido asomarse al balc¨®n o a las ventanas. Le daba mal de comer ¡ªpatatas y pan duro¡ª; no le pegaba, pero sol¨ªa darle fuertes pellizcos.
Su ¨²nica distracci¨®n era jugar con Angelita, porque ella no lleg¨® nunca a ver a Pepito en la casa. A veces se quedaban las dos solas y era cuando ten¨ªan m¨¢s miedo y todos los ruidos las asustaban. Pero un d¨ªa Angelita le dijo: "Vamos a ver qu¨¦ tiene mam¨¢ en los sitios donde no nos deja entrar". Y entrelazando sus manitas penetraron casi a oscuras en las habitaciones prohibidas. Teresita tropez¨® con algo que result¨® ser un saco. Lo abrieron y, al descubrir su contenido, lanzaron un grito de horror: hab¨ªa un cuchillo grande y unas ropas de ni?o manchadas de sangre.
La declaraci¨®n de Angelita fue a¨²n m¨¢s sobrecogedora. Ella s¨ª conoci¨® a Pepito, un ni?o rubio de su misma edad con el que sol¨ªa jugar hasta que un d¨ªa? "Mam¨¢ no se dio cuenta de que yo la vi c¨®mo cog¨ªa a Pepito, lo pon¨ªa sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo. Yo me fui a mi cama y me hice la dormida".
Tanto impresionaron al pueblo de Barcelona las declaraciones de las dos peque?as que se abrieron suscripciones populares para abrirles una libreta de la Caja de Ahorros y hasta fueron presentadas en p¨²blico. En el teatro T¨ªvoli, por ejemplo, se celebr¨® una funci¨®n en su honor y en los carteles se dec¨ªa: "Teresita y Angelita asistir¨¢n a la representaci¨®n desde un palco".
Pero lo m¨¢s tremendo todav¨ªa estaba por llegar. Fue a ra¨ªz del registro que se produjo en el entresuelo de la calle de Poniente. Los del juzgado se quedaron at¨®nitos cuando entre aquellas habitaciones s¨®rdidas y malolientes descubrieron un suntuoso sal¨®n amueblado con gusto exquisito. El mobiliario, las l¨¢mparas, el cortinaje, las butacas y los sof¨¢s deb¨ªan de haber costado una fortuna.
En un armario colgaban dos trajecitos de ni?o y otros dos de ni?a; hab¨ªa medias de seda y zapatitos a juego con los trajes. Y tambi¨¦n fueron encontrados las pelucas rizadas y los finos trajes de confecci¨®n que Enriqueta vest¨ªa en sus misteriosas salidas.
"Mam¨¢ no se dio cuenta de que yo la vi c¨®mo cog¨ªa a Pepito, lo pon¨ªa sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo"
Un paquete de cartas llam¨® la atenci¨®n de los funcionarios. La mayor¨ªa estaban escritas en lenguaje cifrado, y abundaban en ellas las contrase?as y las firmas con iniciales. Apareci¨® tambi¨¦n una lista, una relaci¨®n de nombres, que dar¨ªa mucho que hablar a la opini¨®n p¨²blica.
En la cocina encontraron el saco del que hab¨ªan hablado las dos ni?as y, efectivamente, conten¨ªa un trajecito de ni?o y un cuchillo ensangrentados. En otra habitaci¨®n descubrieron un saco de lona, aparentemente lleno de ropa sucia y vieja, pero en cuyo fondo hab¨ªa huesos de reducido tama?o que posteriormente se confirmar¨ªa que eran de criaturas infantiles.
Hasta 30 se contaron entre costillas, clav¨ªculas, r¨®tulas? Todos ellos presentaban la particularidad de que ten¨ªan se?ales de haber sido expuestos al fuego, lo que, seg¨²n los m¨¦dicos, exclu¨ªa que pudieran servir para estudios anat¨®micos y hac¨ªa suponer que m¨¢s bien los pobres ni?os hab¨ªan sido sacrificados para extraer grasa de sus cuerpecitos. Esta afirmaci¨®n era en respuesta a la explicaci¨®n que d¨ªas m¨¢s tarde dar¨ªa Enriqueta justificando que ten¨ªa recogidos aquellos huesos para estudios de anatom¨ªa.
Tras un armario descubrieron la cabellera rubia de una ni?a de unos tres a?os, y la macabra expedici¨®n concluy¨® en una habitaci¨®n cuya cerradura tuvieron que forzar y en la que aparecieron medio centenar de frascos, rellenos, unos, de sangre coagulada; otros, de grasas, y el resto, con sustancias que fueron enviadas a un laboratorio para su an¨¢lisis.
Junto a las p¨®cimas hab¨ªa un libro antiqu¨ªsimo con tapas de pergamino que conten¨ªa f¨®rmulas extra?as y misteriosas. Y tambi¨¦n un cuaderno grande lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades, escritas a mano, en catal¨¢n y con letra refinada.
A partir de aquel descubrimiento no se hablaba de otra cosa en la ciudad m¨¢s que de Enriqueta Mart¨ª, y los principales peri¨®dicos nacionales, que por entonces se compon¨ªan de unas 16 p¨¢ginas, le dedicaban a diario un par de ellas para contar, como si fuera un follet¨ªn, las novedades del caso bajo titulares como: "Los misterios de Barcelona".
Entre los testimonios de personas que trataron a Enriqueta o sufrieron sus actividades se contaban historias tan dram¨¢ticas como la de una mujer de Alca?iz que acababa de llegar a Barcelona a buscar trabajo con un beb¨¦ en brazos. La buena mujer se sinti¨® desfallecer y se sent¨® en el umbral de una casa. Una desconocida, de tono amable, se le acerc¨®; era Enriqueta.
¡ª?Qu¨¦ nena tan bonita!, ?quiere que le d¨¦ un rato el pecho?
¡ªA mi hija nadie le da el pecho m¨¢s que yo ¡ªrespondi¨® la baturra.
¡ªPues a m¨ª me gustar¨ªa d¨¢rselo. Me parece que lo que usted tiene es hambre. Vamos a esa lecher¨ªa, que le pago un vaso de leche. ?Pobre mujer! Traiga, que ya le llevar¨¦ yo a la ni?a.
Y la mujer, que estaba desfallecida de hambre, sigui¨® a la desconocida y entr¨® con ella en la lecher¨ªa. Enriqueta pidi¨® un vaso de leche y exclam¨® de repente:
¡ªPero le sentar¨¢ mejor con pan. Espere, que ahora mismo lo traigo.
Sali¨® con el beb¨¦ en brazos y nunca regres¨®. Seis a?os tuvieron que pasar hasta que la desgraciada mujer de Alca?iz volviera a ver frente a ella, para identificarla, a la que le hab¨ªa robado a su hijo y sabe Dios lo que habr¨ªa hecho con ¨¦l.
Ante las abrumadoras pruebas, Enriqueta acab¨® reconociendo que era curandera y que vend¨ªa filtros y ung¨¹entos. "Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano". Y, de forma repentina, vocifer¨®: "?Que registren el piso! ?Que piquen bien las paredes y encontrar¨¢n algo! Como s¨¦ que me subir¨¢n al pat¨ªbulo, quiero que conmigo suban los dem¨¢s culpables".
No tan solo el piso de la calle de Poniente fue registrado a fondo, sino tambi¨¦n los otros domicilios que Enriqueta hab¨ªa tenido durante los diez ¨²ltimos a?os. Y el resultado fue aterrador: en un piso de la calle de Picalqu¨¦s fue descubierto un falso tabique que ocultaba un hueco en el que aparecieron m¨¢s huesos, entre ellos varios de manos de ni?o. Dice la cr¨®nica que "con los huesos fue encontrado un calcet¨ªn de ni?o que debi¨® de pertenecer a un hijo de familia muy humilde, porque est¨¢ zurcido y a?adido desde su mitad con hilo de otro color".
En un piso de la calle de Tallers, en un escondrijo, hallaron huesos y dos cabelleras rubias de ni?as de corta edad. En una torre de Sant Feliu de Llobregat aparecieron libros de recetas y nuevos frascos con sustancias desconocidas. Y finalmente, en el patio de una casa de la calle de los Jocs Florals de Sants descubrieron el cr¨¢neo de un ni?o de unos tres a?os, que todav¨ªa presentaba adheridos a la piel algunos cabellos y una serie de huesos que los forenses reconocieron como pertenecientes a tres ni?os de tres, seis y ocho a?os.
Diez fueron las criaturas identificadas como v¨ªctimas de Enriqueta que se incluyeron en el sumario. Los peri¨®dicos escribieron frases como: "Esos huesos hablan de cr¨ªmenes b¨¢rbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercher¨ªas medievales". Y Mill¨¢n Astray, jefe superior de polic¨ªa, defini¨® a la Mart¨ª como "una neur¨®tica que se cre¨ªa curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada en Zocodover".
No cabe duda de que la Mart¨ª utilizaba a los ni?os que secuestraba en una explotaci¨®n doble: como objetos de placer para sus degenerados clientes y como materia prima para elaborar sus potingues. Lleg¨® a especularse, y as¨ª lo recogen el escritor N¨²?ez de Prado y el abogado leon¨¦s Jes¨²s Callejo, que el origen de las actividades como hechicera de Enriqueta podr¨ªa estar en que "en una de esas org¨ªas peder¨¢sticas, uno de los ni?os perdi¨® la vida y a partir de aquel momento decidi¨® extraerles la sangre y no desperdiciar ni siquiera el tu¨¦tano y los huesos de sus v¨ªctimas".
En aquella ¨¦poca, la tuberculosis hac¨ªa estragos, y estaba muy extendida la creencia de que el mejor remedio para detenerla era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho cataplasmas de grasas infantiles. Tan s¨®lo dos a?os antes, un suceso hab¨ªa alarmado a Espa?a entera: el crimen de G¨¢dor, en el que un curandero, Francisco Leona, hab¨ªa sacrificado a un ni?o de siete a?os, Bernardo Gonz¨¢lez, para que el rico propietario Francisco Ortega curara la tisis que padec¨ªa bebiendo la sangre de la criatura y aplic¨¢ndose sus "mantecas" sobre el pecho.
A nadie escapaba que tras los aberrantes cr¨ªmenes de Enriqueta Mart¨ª ten¨ªa que haber personas con suficientes recursos econ¨®micos para satisfacer sus pervertidas necesidades. Y es en ese punto donde aparece la famosa lista de nombres hallada en el tugurio de la calle de Poniente, una lista de la que todo el mundo hablaba pero nadie conoc¨ªa, una relaci¨®n de nombres y domicilios en la que, se rumoreaba, figuraban m¨¦dicos, abogados, comerciantes, alg¨²n escritor, pol¨ªticos y otras personalidades.
La indignaci¨®n y la furia comenzaron a apoderarse del pueblo de Barcelona, y la prensa m¨¢s conservadora corri¨® a calmar los ¨¢nimos para evitar males mayores. As¨ª, Abc lleg¨® a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista" eran "de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron v¨ªctimas de las socali?as (que significa 'enga?os') de la hechicera, que las conoc¨ªa por haber acudido a sus casas a pedir limosna".
Pero cuando salt¨® la noticia de que Enriqueta hab¨ªa intentado cortarse las venas con una cuchara de madera en su celda de la prisi¨®n de Reina Amalia, la irritaci¨®n popular se convirti¨® en c¨®lera y las autoridades temieron que si fallec¨ªa estallara un mot¨ªn, pues los hechos de la Semana Tr¨¢gica de 1909 estaban cercanos.
Para evitar el suicidio de Enriqueta se tomaron todo tipo de precauciones. "La cama de la Mart¨ª est¨¢ colocada frente por frente a las de sus tres compa?eras de reclusi¨®n para que ¨¦stas no la pierdan de vista, cualquiera que sea la posici¨®n que aqu¨¦lla adopte para dormir, y tienen orden de destaparle la cara si ven que se cubre la cabeza con las ropas de la cama para evitar que con sus dientes se seccione una vena de la mu?eca".
Sin embargo, el inter¨¦s por el tema comenz¨® a decaer al no producirse nuevos descubrimientos macabros y entrar toda la investigaci¨®n en una fase rutinaria y farragosa. El periodista Luis Ant¨®n del Olmet conclu¨ªa as¨ª la larga y espl¨¦ndida serie de reportajes que dedic¨® al caso: "Estamos ante una de las criminales m¨¢s tremendas y crueles de las que se tienen noticia. Movida por un fanatismo ves¨¢nico, ha ido matando ni?os durante diez a?os para sacarles las grasas y fabricar ung¨¹entos. Es un caso inaudito, monstruoso, del que se hablar¨¢ muchos a?os con estupor. Enriqueta Mart¨ª ha de tener leyenda, pero ?ser¨¢ cosa de seguir glosando indefinidamente este suceso?".
Y para rematar la p¨¦rdida de inter¨¦s por el tema, a mediados de abril, un transatl¨¢ntico se hundi¨® tras chocar con un iceberg. Se llamaba Titanic y las noticias sobre aquel desastre apartaron definitivamente de las rotativas a la Vampira del Carrer Ponent.
Meses despu¨¦s se supo que Enriqueta Mart¨ª hab¨ªa fallecido en el patio de la c¨¢rcel linchada por sus compa?eras presas. Se especul¨® que antes de ser golpeada ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparici¨®n. Nada se pudo probar. Lo ¨²nico cierto es que nunca lleg¨® a celebrarse el juicio, que aquellas personas que figuraban en la lista, "tan amantes de la caridad", se acostaron aquel d¨ªa m¨¢s tranquilas y que Enriqueta Mart¨ª Ripoll¨¦s se convirti¨® en leyenda.
S¨ªguenos en Twitter y en Flipboard
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.