Las fronteras invisibles de El Ejido
Las mujeres suavizan la convivencia en el municipio almeriense donde viven cientos de inmigrantes marginados
Hay una frontera entre los 65 metros que separan El Acuario y El Sevilla, dos bares de El Ejido. En el primero cuelga una bandera de Espa?a con el ¨¢guila y un tr¨ªo de se?ores malhumorados fuma puros y juega al domin¨® un mi¨¦rcoles por la noche. En el segundo, a la hora de comer, se emite el telediario en ¨¢rabe de Al Jazeera, mientras su clientela marroqu¨ª come una paella. Son dos formas de entender El Ejido, el municipio almeriense donde tres de cada diez vecinos son inmigrantes y que arrastra a disgusto haber sido el escenario de los ataques xen¨®fobos m¨¢s graves de la historia reciente de Espa?a. En aquel estallido de violencia hace 18 a?os los vecinos liberaron ¡°la caza del moro¡± durante tres d¨ªas y a Lola, la due?a de El Sevilla, casada con un marroqu¨ª, le reventaron el bar.
El Ejido, que lleg¨® a ser uno de los pueblos m¨¢s ricos de Espa?a, ha asumido y no sin resignaci¨®n que los de fuera, de 94 nacionalidades distintas, han venido a quedarse. En 2002 los marroqu¨ªes, los m¨¢s numerosos, representaban un 8% de la poblaci¨®n. Ahora, al menos seg¨²n el censo, hay un marroqu¨ª por cada cinco vecinos. Pero el pueblo, que tiene un restaurante con una estrella Michelin, no tiene un cementerio musulm¨¢n. Ni minaretes. Ni representantes pol¨ªticos extranjeros. Tampoco grupos mixtos en los bares.
La hostilidad no es la de anta?o, ahora se ejerce de forma m¨¢s sutil. Khalid, un profesor pagado por el Gobierno marroqu¨ª para dar clases de ¨¢rabe en los colegios, busca un apartamento hace dos meses. ¡°Por tel¨¦fono me atienden, pero cuando ven que soy marroqu¨ª ya est¨¢ todo alquilado¡±, se queja. Por 400 euros, el mismo presupuesto del profesor, a esta reportera le ofrecen ¡°en cuanto se libere¡± un piso de tres habitaciones. Hasta hace poco se le¨ªa en las puertas de algunos locales una advertencia: ¡°Solo socios¡±. O solo blancos, para quien captase la astucia. Cada uno ha sobrentendido cu¨¢l es su sitio. ¡°Prefiero comprar en un comercio de alguien de aqu¨ª¡±, reconoce el churrero Jos¨¦ Antonio Garrido. Mientras, los inmigrantes, reci¨¦n desembarcados en la patera, contin¨²an llegando atra¨ªdos por un jornal recogiendo pimientos.
LAS DIFERENCIAS ENTRE LAS PROVINCIAS ANDALUZAS
La ¨²ltima encuesta del CIS da a Vox un esca?o por Almer¨ªa, la provincia con la mayor tasa de extranjeros de Espa?a, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica. No fue casualidad que la formaci¨®n ultraderechista iniciase su campa?a andaluza en El Ejido, gobernado por la derecha desde 1991. En un sal¨®n de bodas a reventar se oyeron frases como ¡°?frica no cabe en Espa?a¡± o ¡°?qu¨¦ pa¨ªs le dejaremos a nuestros hijos? ?la imposici¨®n del burka?, ?el sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra?¡±. Aplausos.
El verdadero cambio en El Ejido lo han tra¨ªdo las mujeres, cuya presencia comenz¨® a notarse a partir de 2003. Y los ni?os. Los colegios se han convertido en un laboratorio de convivencia y han arrastrado a los padres, y sobre todo a las madres, a entenderse. ¡°Es en los colegios de Las Norias [un castigado barrio con m¨¢s del 60% de vecinos inmigrantes] que ha nacido un proyecto que integra centros de salud, servicios sociales y asociaciones de padres y de vecinos para trabajar por la convivencia¡±, explica Isabel Bonilla de la Asociaci¨®n Codenaf, una de las participantes.
Cambio revolucionario
El cambio, mantienen los implicados, ha sido revolucionario. ¡°Hace siete a?os era raro que las ni?as marroqu¨ªes fuesen a la universidad y no se titulaba ning¨²n alumno inmigrante. Hoy, m¨¢s de la mitad de los titulados son extranjeros¡±, cuenta Pedro Lozano, director del premiado instituto Francisco Montoya que tiene un 65% del alumnado extranjero de 14 nacionalidades. ¡°Fuimos por delante de la Administraci¨®n y apostamos por un proyecto educativo basado en la convivencia. A¨²n tenemos reacciones racistas de algunos padres, pero con puntuales¡±.
Los invisibles siguen siendo el desaf¨ªo de la Administraci¨®n y no solo la local. Entre invernaderos malviven cerca de 2.000 personas, seg¨²n los c¨¢lculos de la Fundaci¨®n Cepaim, que apoya a los trabajadores del llamado mar de pl¨¢stico. Quien tiene papeles cobra un jornal de 46 euros, quien no, mendiga en las rotondas para trabajar por 32. La ley de extranjer¨ªa choca con las necesidades de un mercado de trabajo nutrido de mano de obra africana y empuja a los inmigrantes con su burocracia a la marginalidad. La principal v¨ªa para regularizarse es demostrar tres a?os de residencia en Espa?a y presentar un contrato de un a?o en un sector en el que el 96% de las contrataciones son eventuales, seg¨²n datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social. ¡°Hay que cambiar la ley. Es un obst¨¢culo. Para el empresario y para el inmigrante¡±, reivindican desde Cepaim.
La eventualidad y las trampas de los empresarios al contratar a los extranjeros por menos d¨ªas de los que en realidad trabajan son las principales denuncias de CCOO. ¡°Es un problema para el trabajador, pero tambi¨¦n para la Seguridad Social. Hay una bolsa de fraude millonaria¡±, explica el sindicalista M¨¢ximo Ar¨¦valo.
Sidy Traouvre, de 19 a?os, lleg¨® en patera a Espa?a en agosto tras ocho meses de viaje desde Mali. Hoy comparte cama con un compatriota que le ofreci¨® techo en un cortijo por el que pagan 1.200 euros. Duermen ocho en la misma habitaci¨®n llena de literas, ropa y maletas. Son 24 en total compartiendo un ba?o inmundo y cocinando con agua del aljibe usada para regar. ¡°No es f¨¢cil encontrar lo que uno espera, pero yo me adapto¡±, dice ante un contenedor lleno de basura y moscas. M¨¦dicos del Mundo, que trabaja en la zona, ha documentado una larga lista de enfermedades entre el colectivo que subsiste atrapado entre pl¨¢sticos. Hay problemas estomacales y enfermedades de la piel, pero tambi¨¦n depresi¨®n y cuadros de ansiedad ante la frustraci¨®n de su proyecto migratorio.
El jefe del ¨¢rea de servicios sociales del Ayuntamiento, Manuel Ariza, usa un boli para dibujar una l¨ªnea recta con la que explica en qu¨¦ punto se encuentra El Ejido. Usa los datos de la ¨²ltima encuesta sobre convivencia social, realizada por la Obra Social La Caixa, en territorios de alta diversidad. En el extremo izquierdo escribe ¡°hostilidad¡±; en el derecho, ¡°convivencia¡± y en el centro escribe ¡°coexistencia¡±. ¡°Aqu¨ª es cuando cualquier llama prende fuego¡±, advierte. El Ejido, lejos de la hostilidad total, ha superado en algunos puntos la frontera de la coexistencia. ¡°Esto te da un colch¨®n de resoluci¨®n de conflictos de leve a moderada intensidad¡±, explica Ariza, bandera espa?ola en la mu?eca y en la pantalla del reloj. La convivencia de verdad deber¨¢ ser objeto de pr¨®ximos estudios.
Los espa?oles que migran al campo de golf
El municipio, de 88.000 habitantes (un 54% m¨¢s que en 2002) continua creciendo al calor de una temporada agr¨ªcola de diez meses regada con mano de obra barata, extranjera y tambi¨¦n irregular. Pero sus vecinos, en lugar de concentrarse alrededor de su Corte Ingl¨¦s, se han dispersado creando fronteras que solo se intuyen. Los espa?oles han ido abandonando las zonas en las que se han acomodado los inmigrantes. Del centro urbano, hasta Las Norias, el castigado barrio de El Acuario y El Sevilla, donde las familias han ocupado edificios enteros y hasta habilitado garajes para tener donde vivir.
Los ejidenses que pueden han comprado un apartamento en Almerimar, la zona con vistas al mar, puerto, ingleses en camiseta y campo de golf. No les gusta asomarse a la ventana y ver mantas y ropa tendida en la terraza del vecino. Aquel que no habla su idioma y reza a un Dios del que desconf¨ªa. ¡°No te puedo decir c¨®mo es la convivencia porque yo no convivo. Y adem¨¢s no se les puede decir nada, porque en cuanto subes el tono te acusan de ser racista¡±, se queja Mar¨ªa Mart¨ªn, due?a de un puesto de pescado y de un apartamento en Almerimar.
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