El sentido de la Constituci¨®n de 1978
Por primera vez en nuestra historia se recogen derechos fundamentales invocables en los tribunales
I. La Constituci¨®n de 1978 es la culminaci¨®n de un dif¨ªcil proceso hist¨®rico por una Espa?a democr¨¢tica. Si exceptuamos tres a?os (1933¨C1936) durante la II Rep¨²blica ¨Creconocimiento del voto a las mujeres¨C, Espa?a nunca hab¨ªa tenido democracia. Todos los intentos de implantar ciertas libertades acabaron con intervenciones armadas: la Constituci¨®n de C¨¢diz a manos del duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luis; la Gloriosa y la I Rep¨²blica bajo la intervenci¨®n del general Pav¨ªa; el periodo de la Restauraci¨®n con el golpe de Primo de Rivera y la II Rep¨²blica con la rebeli¨®n del general Franco y compa?¨ªa. Todo ello adobado con cuatro guerras civiles en apenas 100 a?os. Quiz¨¢ por eso el poeta Gil de Biedma pudo versificar: ¡°De todas las historias de la Historia / sin duda la m¨¢s triste es la de Espa?a, / porque termina mal¡±, y conclu¨ªa exhortando a que Espa?a expulsara a los demonios. En efecto, acababa mal hasta 1978 en que la historia termin¨® bien, a pesar de los intentos del 23-F y los terrorismos, cuando expulsamos a los demonios, por lo menos a los m¨¢s peligrosos.
II. ? Por qu¨¦ fue posible la Constituci¨®n de 1978? Porque no es cierto que a la muerte del dictador llegara la democracia a Espa?a. Hubo un Gobierno Arias Navarro, cuyo presidente fue confirmado dos veces por el Monarca, que pretendi¨® perpetuar la dictadura bajo otras formas. A veces se olvida que en 1976 ¨Csin Franco¨C el Tribunal de Orden P¨²blico inco¨® m¨¢s procedimientos (4.795) que en a?os anteriores, los partidos y sindicatos siguieron fuera de la ley y el derecho de huelga era delito de sedici¨®n. ?Qu¨¦ hizo entonces necesario y posible que el Jefe del Estado destituyera a Arias al que hab¨ªa confirmado meses antes? Pues que la relaci¨®n de fuerzas hab¨ªa cambiado gracias a la movilizaci¨®n social, en la que jugaron un papel destacado, entre otros, Comisiones Obreras y el Partido Comunista de Espa?a. En los tres primeros meses de 1976 hubo 17.731 huelgas, con 150 millones de horas de trabajo perdidas o ganadas, seg¨²n se mire. Fue una aut¨¦ntica galerna de huelgas de la que habla Areilza en sus memorias; cuando Arias reconoce que la Universidad est¨¢ fuera de control y se producen las multitudinarias manifestaciones por la libertad, la amnist¨ªa y los estatutos de autonom¨ªa. Los colegios profesionales, los barrios populares, sectores de la prensa o de sacerdotes obreros, son un hervidero de protestas e incluso se abren grietas en la judicatura (Justicia Democr¨¢tica) y las Fuerzas Armadas (la UMD). Es este movimiento el que hace inviable la continuidad de la dictadura y despeja las avenidas de la libertad. Por eso se puede decir que el dictador muri¨® en la cama pero la dictadura feneci¨® en la calle.
Por primera vez en nuestra historia se recogen derechos fundamentales invocables en los tribunales
III. Esa movilizaci¨®n tambi¨¦n explica por qu¨¦ el Gobierno Su¨¢rez convoca primero a CC OO y UGT con el fin de alcanzar un Pacto Social que, de lograrse, habr¨ªa hecho innecesario, para el poder, un pacto pol¨ªtico. Y por eso mismo, ante la negativa de los sindicatos, sacrificando su protagonismo en aras de una soluci¨®n pol¨ªtica, se abrieron paso los Pactos de la Moncloa, decisivos para estabilizar el pa¨ªs ¨Ccon una inflaci¨®n del 26%¨C, se crearon las condiciones de un proceso constituyente ¨Cque no estaba garantizado¨C y se pari¨® la Constituci¨®n de 1978.
IV. Una Constituci¨®n producto de la movilizaci¨®n ciudadana y del pacto, de una determinada relaci¨®n de fuerzas y de necesidades estrat¨¦gicas de la naci¨®n: ingreso en la Comunidad Europea, el cierre de la era de las guerras civiles y del aislamiento internacional. No fue, pues, una Constituci¨®n otorgada como aquel Estatuto Real de 1834 a la muerte de Fernando VII. Por el contrario, fue una Constituci¨®n muy peleada y v¨¢lida para todos, en la que por primera vez en nuestra historia se recoge una recopilaci¨®n de derechos fundamentales invocables directamente ante los tribunales. As¨ª, entre otros, los derechos de expresi¨®n, de reuni¨®n y asociaci¨®n; a la igualdad; a la educaci¨®n universal; a la libertad sindical y el derecho de huelga; la aconfesionalidad del Estado. Sin olvidar que los sindicatos, a diferencia de otras constituciones que ni los mencionan, aparecen en el T¨ªtulo Preliminar, al mismo nivel que los partidos, la forma de Estado, la bandera o la lengua. Una Constituci¨®n que no se define como ¡°liberal¡± sino como un ¡°estado social y democr¨¢tico de derecho¡±, cuyos valores superiores son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo pol¨ªtico. Conviene recordar que cuando la izquierda acept¨® la monarqu¨ªa ¨Cde lo contrario se habr¨ªa truncado el proceso¨C no fue cualquier monarqu¨ªa. Era una monarqu¨ªa parlamentaria, en la que la soberan¨ªa reside en el pueblo espa?ol ¡°del que emanan todos los poderes del Estado¡±, incluyendo el del Jefe del mismo, cuyos actos son inv¨¢lidos si no est¨¢n refrendados. Es decir, un monarca que es s¨ªmbolo pero que no gobierna. Considerar que la monarqu¨ªa ¨Caparte de las ideas republicanas que uno tiene¨C es sin¨®nimo de insuficiencia democr¨¢tica no es tesis rigurosa en una Europa con pa¨ªses como Suecia, Noruega, Dinamarca u Holanda que son monarqu¨ªas y se cuentan entre los m¨¢s avanzados socialmente del mundo.
V. Por eso me resulta deprimente, y supone un error estrat¨¦gico, que haya sectores progresistas que no valoren y reivindiquen la Constituci¨®n de 1978 como algo suyo, como producto del empuje popular, como si fuese obra de unas ¨¦lites y de fuerzas conservadoras. La movilizaci¨®n la puso la izquierda, hubo no pocas v¨ªctimas y se pact¨® la Constituci¨®n que preside los mejores a?os de nuestra historia. Ello no quiere decir que despu¨¦s de 40 a?os la Carta Magna no requiera reformas, especialmente en el tema territorial y social, pero ser¨ªa un error plantear un proceso constituyente, cuyo previsible resultado ser¨ªa peor que el actual. Hemos expulsado, al fin, a los demonios, no metamos otros nuevos en forma de nacionalismos y populismos.
Nicol¨¢s Sartorius es abogado y escritor. Su ¨²ltimo libro es ¡®La manipulaci¨®n del lenguaje: Breve diccionario de los enga?os¡¯.
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