Un cord¨®n sanitario intermitente para la extrema derecha en Europa
Los partidos tradicionales de la UE difieren a la hora de pactar con los extremistas, pero ninguna f¨®rmula evita el contagio de sus ideas
Con el ingreso de Vox en el Parlamento andaluz, Espa?a ha dejado de ser una rareza en Europa. La vanagloriada excepci¨®n espa?ola ha dejado de existir y Espa?a ha pasado a engrosar la extensa lista de pa¨ªses europeos en los que los populismos de extrema derecha han crecido en asertividad y apoyo de los votantes. El caluroso tuit de felicitaci¨®n de Marine Le Pen, gran referente de las fuerzas nacionalistas, certific¨® por escrito el ingreso en la gran familia de la extrema derecha europea. En el club de los irreductibles quedan ya solo Portugal e Irlanda.
Pero la familia ultra europea es muy heterog¨¦nea y las formaciones extremistas encuentran un encaje pol¨ªtico muy diferente en cada pa¨ªs. Mientras que en pa¨ªses como Alemania o Francia, el rechazo de los partidos tradicionales a cualquier pacto con los populistas ha sido hasta ahora inquebrantable, en otros como Austria o Finlandia, los extremistas conviven en el Gobierno con una derecha desacomplejada.
Si el Partido Popular o Ciudadanos deciden pactar con Vox, ¡°no ser¨ªa ninguna novedad en el contexto europeo, donde hay una enorme variedad sobre c¨®mo se relacionan con este tipo de partidos¡±, explica Sofia Vasilopoulou, experta en populismo de la Universidad de York. ¡°Pero lo cierto es que las investigaciones demuestran que aliarse con los populistas es una estrategia cortoplacista, que a la larga no beneficia a los partidos tradicionales. Por un lado contribuye a legitimar las ideas de la extrema derecha y por otro, los partidos que cooperen con ellos acabar¨¢n perdiendo votos, porque una vez que las ideas populistas se hayan expandido entre el electorado, los votantes eligen al partido que las representen con mayor pureza¡±, a?ade Vasilopoulou.
En Alemania, la extrema derecha de Alternativa por Alemania (Afd) entr¨® con fuerza ¡ª92 diputados, 12,9% de los votos¡ª por primera vez el a?o pasado en el Bundestag. Un pa¨ªs que se cre¨ªa vacunado por la historia, se ve ahora obligado a enfrentarse a diario a sus fantasmas. Y hasta ahora, los partidos tradicionales, es decir, todos los del arco parlamentario, han optado por hacerlo manteniendo un f¨¦rreo cord¨®n sanitario en torno a la formaci¨®n ultra. Es decir, ning¨²n partido pacta con Afd. Esta semana, la CDU elige al sucesor de Merkel al frente del partido y ninguno de los tres candidatos en liza se ha atrevido a proponer ning¨²n tipo de colaboraci¨®n con los extremistas.
La modernizaci¨®n pendiente de Vox
Con la familia ultranacionalista europea Vox comparte el esp¨ªritu de revancha y contrarrevoluci¨®n contra lo que consideran la correcci¨®n pol¨ªtica, que bebe de consensos heredados de mayo del 68: multiculturalidad, feminismo, modelo de familia tradicional y una idealizaci¨®n nost¨¢lgica de un pasado al que prometen volver. El conflicto catal¨¢n es sin embargo una se?a de identidad diferenciador y el gran motor del partido espa?ol.
¡°Son un partido joven que da la impresi¨®n que son un pastiche de ideas de otros populistas europeos. Son antiinmigraci¨®n y antiisl¨¢micos, como la mayor¨ªa y quieren hacer Espa?a grande de nuevo como Trump con Am¨¦rica¡±, piensa la polit¨®loga Sofia Vasilopoulou.
La guerra declarada por Vox al feminismo, les separa en parte del resto de movimientos, sobre todo en la Europa occidental, ¡°que se han modernizado para tratar de atraer al mayor n¨²mero de votantes, incluidas mujeres. Si Vox quiere expandir su base, tendr¨¢ que modernizarse¡±, agrega Vasilopoulou.
Pero por un lado, est¨¢ por ver qu¨¦ suceder¨¢ el a?o pr¨®ximo, cuando se celebren elecciones regionales en el Este de Alemania, basti¨®n de los ultras y se conviertan con cierta probabilidad en socio imprescindible para gobernar. Y por otro, es evidente, que el llamado cord¨®n sanitario impuesto a Afd no solo no les ha debilitado, sino que en la oposici¨®n, desde el victimismo y a golpe de esc¨¢ndalo desde las tribunas del Parlamento, han engordado seg¨²n las encuestas. Ese es precisamente uno de los debates recurrentes en muchas capitales europeas que se plantean cu¨¢l es la mejor f¨®rmula pol¨ªtica para poner coto a las formaciones extremistas.
La cuna belga
El dilema respecto al llamado cord¨®n sanitario naci¨® en B¨¦lgica, para evitar el acceso al poder de la extrema derecha. El pacto de los partidos mayoritarios, todav¨ªa vigente, naci¨® en Flandes tras el llamado domingo negro de 1991, cuando el partido ultraconservador e independentista Vlaams Blok o VB (hoy, Vlaams Belang) obtuvo un ¨¦xito electoral sin precedentes que dispar¨® las alarmas.
La cuarentena impuesta a VB surgi¨® de los Verdes y se fund¨® en la incompatibilidad de gran parte del programa electoral del Blok con los principios de la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos. Ese criterio se ha mantenido hasta hoy. Y es el que permite a la clase pol¨ªtica belga establecer un cord¨®n sanitario en torno a VB mientras acepta a otras formaciones de extrema derecha (como NVA) o de extrema izquierda (PTB). A diferencia de VB, ninguno de esos partidos cruza la l¨ªnea roja atravesada por VB: defender la discriminaci¨®n entre ciudadanos en funci¨®n de su nacimiento.
En Francia, los conservadores pasaron de una convivencia inicial?con el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen a un aislamiento a partir de 1986, cuando la formaci¨®n inici¨® su ascenso en la Asamblea Nacional. El cord¨®n, menos estricto que el belga, dej¨® paso a un endurecimiento del discurso conservador que bajo el liderazgo de Nicolas Sarkozy (primero, como ministro del Interior, y luego, como presidente de la Rep¨²blica) intent¨® y logr¨® restar apoyos al Frente Nacional. En 2017, Marine Le Pen se qued¨® a las puertas del El¨ªseo, derrotada in extremis por Emmanuel Macron. El FN se ha convertido en la principal fuerza de oposici¨®n y los conservadores (Les Republicains) han iniciado un giro m¨¢s a la derecha.
Holanda es otro de los pa¨ªses europeos en los que rige el cord¨®n y donde el poderoso Partido por la Libertad (PVV), de Geert Wilders, no encuentra socios con qui¨¦n gobernar, a pesar de haber quedado en segunda posici¨®n en las pasadas generales. Wilders, cuyo partido, el PVV parece haber perdido fuerza, es un pionero del movimiento, que consigui¨® diluir la p¨¢tina rancia que tradicionalmente envolv¨ªa a los partidos ultras y que marc¨® el camino a sus partidos hermanos, identificando la lucha contra el islam como la gran emergencia europea.
Pero ni en B¨¦lgica, ni tampoco en otros pa¨ªses, el cord¨®n ha impedido que sus tesis contagien al resto de formaciones. Por ejemplo, la NVA belga, principal partido del pa¨ªs, ha asumido buena parte de las tesis de VB en relaci¨®n con la inmigraci¨®n. Y en Alemania, los conservadores b¨¢varos abrazan tambi¨¦n con escaso reparo las tesis y sobre todo la ret¨®rica de unos populistas capaces de marcar la agenda tanto dentro como fuera del Gobierno. Aunque el contagio es m¨¢s evidente a¨²n en pa¨ªses donde no ha habido cord¨®n sanitario, como Austria.
Ultraderecha en el Gobierno
Austria es el modelo opuesto, donde la ultraderecha FP?, gobierna con el partido conservador del canciller Sebastian Kurz desde hace un a?o. All¨ª, el desgaste de una gran coalici¨®n dio alas a una extrema derecha xen¨®foba, que ha encontrado en Kurz, representante del ala m¨¢s dura en materia de inmigraci¨®n, un socio de Gobierno compatible.
El caso austriaco constituye precisamente una prueba irrefutable del avance en Europa del discurso y las formaciones ultras. Porque si en el a?o 2000, cuando los partidos austriacos forjaron una coalici¨®n similar con el fallecido J?rg Haider a la cabeza, media Europa ¨Cinstituciones comunitarias incluidas- se llevaron las manos a la cabeza, ahora, la aceptaci¨®n de la nueva normalidad no ha provocado excesivos aspavientos, ni en otras capitales, ni en Bruselas.
Pero si un pa¨ªs ha ido por delante del resto de Europa en la erosi¨®n del sistema bipartidista de la posguerra y en la irrupci¨®n de fuerzas extremas ese ha sido Italia. La democracia cristiana y la socialdemocracia casi se desintegraron en la recta final del siglo XX y dejaron paso a Silvio Berlusconi, un empresario multimillonario que anticip¨® muchos de los rasgos del populismo y el trumpismo de la actual d¨¦cada. Pero Italia ya no est¨¢ ah¨ª. Ha pasado a la siguiente pantalla. Y desde el 31 de mayo cuenta con un Gobierno de coalici¨®n de los extremos, que une a 5 Estrellas, el grupo fundado por el humorista Beppe Grillo, con la Lega, la antigua Liga Norte.
La Lega, liderada por Matteo Salvini, ha desbancado a Marine Le Pen como referente de la ultraderecha europea. Salvini, que incluso sopesa presentarse en 2019 como candidato de la extrema derecha a la presidencia de la Comisi¨®n Europea, ha convertido la lucha contra la inmigraci¨®n ilegal en el eje de la batalla medi¨¢tica, con grandes r¨¦ditos electorales, seg¨²n le auguran todos los sondeos.
Bajo el lema de "los italianos, primero" o "la revoluci¨®n del sentido com¨²n", Salvini explota todos los resortes de la propaganda habitual en los movimientos xen¨®fobos y populistas, como identificar la delincuencia o la venta de droga con la inmigraci¨®n. Pero a diferencia del RN de Le Pen (Rassanblement National) o de Vox en Espa?a, la Lega es contraria al centralismo e, incluso, defendi¨® en sus or¨ªgenes la secesi¨®n de las provincias del norte de Italia en las que naci¨® y creci¨® hasta convertirse este a?o en el tercer partido m¨¢s votado en todo el pa¨ªs.
Las barreras tambi¨¦n saltaron hace tiempo en Finlandia, donde el grupo ultraconservador conocido como Verdaderos Finlandeses forma parte desde 2015 de un Gobierno de coalici¨®n de centro-derecha. En Dinamarca, no se ha ido tan lejos, pero el Gobierno actual (encabezado por los liberales) depende del apoyo parlamentario del Partido Popular Dan¨¦s, catalogado tambi¨¦n en el extremo derecho del arco pol¨ªtico. Solo en Suecia, las fuerzas tradicionales se resisten a contar con el apoyo de la extrema derecha, lo que ha impedido por ahora la formaci¨®n de un Gobierno tras las elecciones del pasado mes de septiembre.
Tanto en B¨¦lgica como en los pa¨ªses n¨®rdicos, los partidos de extrema derecha ponen el ¨¦nfasis en la pol¨ªtica antinmigraci¨®n, rayana en la islamofobia en los ¨²ltimos a?os. En pol¨ªticas de igualdad de g¨¦nero o de libertades individuales, su ideario est¨¢ mucho m¨¢s alineado con las formaciones tradicionales, aunque en ciertos casos se resisten al matrimonio homosexual o al reconocimiento de ciertas t¨¦cnicas de reproducci¨®n.
Homofobia y antisemitismo
En los pa¨ªses de Europa central y del Este, donde el cord¨®n sanitario brilla por su ausencia, el coctel de la extrema derecha suma todos los ingredientes, desde la xenofobia y la homofobia al antisemitismo, el euroescepticismo o la intransigencia moral. Y esos rasgos salpican a partidos ya afianzados en el poder y que forman parte a nivel europeo de grupos pol¨ªticos tradicionales. Los casos m¨¢s prominentes son el Gobierno h¨²ngaro de Viktor Orb¨¢n (miembro del PPE) o el polaco del partido Ley y Justicia (perteneciente al grupo Conservadores y Reformistas en el Parlamento Europeo).
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