La Espa?a venida arriba
A Col¨®n acudieron muchos cu?ados, t¨ªos y primos de quienes no acudieron. Fue un acto de reafirmaci¨®n en la calle de lo que se discute en muchas sobremesas familiares
Hac¨ªa siglos que no ve¨ªa a mis excu?adas por toda esa vaina de las prisas, el estr¨¦s y la incomunicaci¨®n de la vida moderna, y voy y me las encuentro de las primeritas en Col¨®n con sus banderas tama?o toalla de playa, sus plumas gordos contra el fr¨ªo que pelaba y sus gargantas dispuestas a gritar "?Viva Espa?a!" al m¨ªnimo est¨ªmulo. Nos vimos de lejos, menudas somos, y nos sorprendimos lo justo. Muchas paellas los domingos en casa de los abuelos de nuestros hijos comentando las noticias de la tele como para no saber de qu¨¦ pie cojeamos cada una. ¡°Por Espa?a hay que estar siempre, hay que venirse arriba¡±, me soltaron, reci¨¦n apeadas del autob¨²s fletado por Ciudadanos desde Alcal¨¢ de Henares que las hab¨ªa tra¨ªdo, y antes de despedirnos tras alegrarnos much¨ªsimo de vernos y de quedar en llamarnos sin falta un d¨ªa de estos y ponernos al d¨ªa de nuestras vidas.
Quiero decir con esto que lo de Col¨®n fue una concentraci¨®n como de estar por casa pero en la calle. Como de decir en alto sin tapujos ni obleas lo que se dice en la confianza de una sobremesa en una mesa camilla tras una comilona y/o antes de dar un pu?etazo en la mesa. A Col¨®n fueron decenas de miles de cu?ados, y de hermanos, y de primos y de t¨ªos y de suegros y de yernos ¡ªperfectos o no¡ª de much¨ªsimos de los que no fueron ni locos. Col¨®n ha sido para quienes fueron un reencuentro con los pares, una reafirmaci¨®n de pertenencia al grupo y un regreso a las propias esencias. Un venirse arriba generalizado. Un decir: aqu¨ª estamos nosotros porque hemos venido a gritar lo que pensamos sin complejos ni verg¨¹enzas, seg¨²n se hartaron de decir tanto convocantes como convocados. ¡°Con dos cojones¡±, en la gr¨¢fica expresi¨®n con que una se?ora cog¨ªa uno de los miles de carteles verde Vox con la leyenda ¡°Golpistas, a prisi¨®n¡± que repart¨ªan muchachos con flequillazo y chalequillo acolchado en varios puntos del recorrido.
La cosa empez¨® confusa. Con El Pulpo, el dj hist¨®rico de los grandes m¨ªtines del PP pinchando el Celebrate Good Times, como si hubiera algo que celebrar, llevando la contraria al panorama apocal¨ªptico que pintaban. Luego, como el auditorio, el animador se fue viniendo arrib¨ªsima y se erigi¨® ¨¦l solito en reclutador de soldados para la supuesta guerra. ¡°Espa?a est¨¢ en peligro y hace falta gente para defenderla. ?D¨®nde est¨¢n esos voluntarios?¡±, se desga?itaba vivo sobre el escenario, mientras sonaba a todo trapo el Mambo Number 5, y a ver qui¨¦n era el guapo o la guapa que no se ofrec¨ªa el primero o la primera a ese o a cualquier otro envite. Iban todos, sin excepci¨®n, forrados con las banderas de Espa?a que se vend¨ªan a 3 euros las de palito de pl¨¢stico, a 5 las formato s¨¢bana, y a 7 las de palo de madera, aunque muchos las tra¨ªan puestas de casa, de otras manifestaciones, o descolg¨¢ndola temporalmente del balc¨®n, ¡±que no est¨¢ la econom¨ªa para gastos¡±, seg¨²n dos se?oras que ven¨ªan del bracete desde Vallecas a echar el domingo entre la concentraci¨®n y el remate final de las rebajas de la calle de Goya.
Mientras el p¨²blico se iba caldeando, los l¨ªderes de los partidos convocantes daban su minimitin en un corralito anexo para hacer que no se iban a ver las caras que luego se vieron en el escenario. El protocolo dictaba un supuesto crescendo de estrellato, pero el m¨¢s aplaudido fue el supuesto aspirante a figura, recibido como ¡°presidente, presidente¡±, por el enfervorecido p¨²blico. Santiago Abascal lleg¨® como llega ¨¦l a los sitios: pecho al aire, nuca alta y rodeado por varios adl¨¢teres al trote, como si fueran a desalojar al okupa de La Moncloa personalmente ipso facto. Despu¨¦s arrib¨® Albert Rivera, cazadora y zapatos de piel vuelta en plan mitin chic, con tres banderas LGTB de fondo portadas por otros tantos caballeros que desaparecieron sospechosamente tras ¨¦l, como si fueran parte de su atrezo para dejar claro que ¨¦l es distinto. Y, por ¨²ltimo, Pablo Casado, tan contento de conocerse y de estar en semejante tesitura que incluso invit¨® a los periodistas a hacerle preguntas tras su comparecencia sin preguntas, como si se le hiciera corto su minuto de gloria.
Sin hacer preguntas y con sus buenos 20 minutos de gloria se fueron a casa los periodistas Carlos Cuesta, Mar¨ªa Claver y Albert Castill¨®n, que aceptaron el encargo de leer el manifiesto ¡ªun cat¨¢logo de oprobios de S¨¢nchez: de traiciones, humillaciones, chantajes, cesiones y pu?aladas para arriba¡ª cual militantes de relumbr¨®n cat¨®dico. La foto final de familia con Rivera, Casado y Abascal juntos pero no revueltos como cu?ados de morros por un problema de lindes de la finca de los mayores, puso punto final al asunto. ?O ser¨¢ seguido? Bajo el escenario, el Nobel Mario Vargas Llosa parec¨ªa calibrar la situaci¨®n con perfil enigm¨¢tico. Se especul¨® hasta ¨²ltima hora con que fuera ¨¦l el encargado de leer el comunicado y no consta si ese c¨¢liz le fue siquiera ofrecido o fue rechazado gentilmente. Una l¨¢stima, en cualquier caso. Otra cosa no, pero ese s¨ª que hubiera sido un relator internacional de campanillas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.