El coche escoba
Espa?a lleva un lustro creciendo con rapidez pero no ha hecho los deberes
La econom¨ªa suele ser el coche escoba de la pol¨ªtica. Hasta que llega una buena crisis y entonces todo son lamentos: la ¨²ltima vez que eso sucedi¨® el entonces presidente, Mariano Rajoy, se vio obligado a pronunciar las palabras m¨¢gicas en sede parlamentaria, ¡°no podemos gobernar¡±, por el ataque a la deuda espa?ola en los mercados combinado con la dur¨ªsima austeridad impuesta por la UE.
No es f¨¢cil gestionar una econom¨ªa como la espa?ola, con una mano atada a la espalda. Por arriba, buena parte de la pol¨ªtica fiscal est¨¢ en manos de Bruselas, y toda la pol¨ªtica monetaria en poder de Draghi. Por abajo, tenemos un Estado descentralizado con m¨²ltiples niveles de decisi¨®n. A un lado, los mercados siguen vigilantes ¡ªEspa?a es siempre candidato al contagio¡ª; al otro, a los pol¨ªticos no parece preocuparles el estado de ¨¢nimo que es la econom¨ªa, a pesar de las incertidumbres globales: el proteccionismo de EE UU, la desaceleraci¨®n de China o la amenaza de un Brexit ca¨®tico, y el hecho de que Italia y su populismo pendenciero est¨¦n siempre a una recesi¨®n de volver a despertar el apetito de los mercados por una crisis europea.
Espa?a lleva un lustro creciendo con rapidez pero no ha hecho los deberes. Y a nadie parece importarle a seis semanas de las elecciones. El d¨¦ficit espa?ol es el m¨¢s alto de Europa, la deuda p¨²blica roza el 100% del PIB y la crisis ha dejado una brecha en forma de desigualdad, a niveles de pa¨ªses como Lituania o Rumania. Las tasas de paro socialmente insoportables requerir¨ªan una pensada. Y las pensiones, y el tama?o del Estado del bienestar (y por lo tanto el nivel de impuestos), y las amenazas y oportunidades relacionadas con la cuarta revoluci¨®n industrial.
La pol¨ªtica espa?ola pasa de puntillas por todos esos asuntos. Incluso dejando de lado el lamentable estado de las cuentas p¨²blicas, nadie habla de ese caj¨®n de sastre que son las reformas (salvo los m¨¢s conservadores, que usan esa palabra como sin¨®nimo para recortes, y no es eso). Entre otras cosas porque har¨ªan falta grandes consensos, eliminar barreras entre los bloques pol¨ªticos, para activar esas medidas. Y entre los bloques pol¨ªticos a d¨ªa de hoy solo hay ruido y un murmullo de l¨¢tigos: no parece probable que sea posible abordar con tiento la mayor crisis institucional en cuatro d¨¦cadas de democracia, el desaf¨ªo independentista; mucho menos a¨²n los retos econ¨®micos de la pr¨®xima generaci¨®n.
Quiz¨¢ venga una tercera recesi¨®n, y entonces todo ser¨¢n prisas. Pero puede que las cartas que vienen sean mejores: ha habido una desaceleraci¨®n global que ha afectado poco o nada a Espa?a, en parte por la laxitud fiscal de los ¨²ltimos Gobiernos de Rajoy y S¨¢nchez, y las cosas pueden incluso mejorar a pesar de los catastrofistas. Pero a¨²n en ese escenario habr¨ªa que aprovechar los baj¨ªsimos tipos de inter¨¦s y hacer las inversiones adecuadas para mejorar las perspectivas de futuro, o ponerse a ahorrar por si acaso.
Los keynesianos optar¨¢n por la inversi¨®n; los conservadores, por el ahorro. Ese es el debate clave de la pol¨ªtica econ¨®mica en tiempos de estancamiento secular, a ambos lados del Atl¨¢ntico. Busquen ese tipo de discusiones por aqu¨ª: har¨ªa falta un concilio de psicoterapeutas para saber qu¨¦ demonios quieren los pol¨ªticos espa?oles, salvo que alguien se tome en serio que pueden bajarse todos y cada uno de los impuestos, como sugiere alg¨²n partido con la imprudencia temeraria de la servilleta de Laffer.
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