Un testigo envenenado en el Supremo
Las defensas no consiguen desarbolar las acusaciones del comisario Quintela a los Mossos d'Esquadra
El abogado ?lex Sol¨¤, que junto a otros lleva la defensa de Jordi Cuixart, interroga al primer testigo de la jornada. O, casi mejor, lo intenta. El juez Manuel Marchena lo interrumpe por segunda vez para advertirle de la improcedencia de la pregunta. El abogado vuelve a probar suerte:
¨CLe voy a hacer ahora una pregunta que s¨ª interesa a la defensa¡
¨CLo importante ¨Cle aconseja Marchena¨C es que interese tambi¨¦n al tribunal. Si no, est¨¢ usted perdiendo el tiempo¡
No es f¨¢cil interrogar a la contra al comisario Quintela. El jefe de la Brigada de Informaci¨®n de Barcelona, uno de los polic¨ªas clave en la investigaci¨®n sobre el intento de secesi¨®n, se las sabe todas, en el sentido literal y tambi¨¦n en el figurado. No solo estuvo al tanto de casi todo lo que sucedi¨® del 20 de septiembre al 1 de octubre ¨Cy tambi¨¦n antes, y tambi¨¦n despu¨¦s¨C, sino que sabe contarlo, de forma amena, concisa y tambi¨¦n educada, ya sea la acusaci¨®n la que interrogue o sean las defensas. A preguntas del fiscal Javier Zaragoza, que lo ha propuesto como testigo, el comisario Juan Manuel Quintela va cortando a medida el traje que falta en el armario de Josep Llu¨ªs Trapero. Si el major de los Mossos cre¨ªa que su gran enemigo era el teniente coronel de la Guardia Civil Diego P¨¦rez de los Cobos, tal vez ahora haya cambiado de opini¨®n. El comisario Quintela, sin decir una palabra m¨¢s alta que otra, sostiene que los Mossos no solo no ayudaron a impedir el refer¨¦ndum ilegal, sino que fueron parte activa en su celebraci¨®n, avisando incluso a los organizadores de cu¨¢ndo tendr¨ªan que ocupar los colegios para que no los pudieran desalojar y dedic¨¢ndose al espionaje de guardias civiles y polic¨ªas:
¨CHay 271 comunicados en los que Mossos d'Esquadra informan de la ubicaci¨®n de nuestras unidades en la ciudad de Barcelona.
Dec¨ªa T¨ªa Anica la Piri?aca, flamenca antigua de Jerez: ¡°Cuando canto a gusto, la boca me sabe a sangre¡±. Y al fiscal Zaragoza tambi¨¦n se le nota cuando un interrogatorio le est¨¢ saliendo bien. No solo porque el comisario Quintela est¨¢ tocando todos los palos que a ¨¦l le gustar¨ªa ver plasmados en la sentencia, sino porque intuye que el testigo, su testigo, puede someterse a las preguntas de las defensas sin riesgo de flaquear. As¨ª que Zaragoza no lo exprime, lo deja suelto, y desde el otro lado del Sal¨®n de Plenos, Javier Melero, el mejor abogado de la barra de las defensas, acepta el envite y lanza la primera pregunta.
La sala ¨Cabarrotada, como en los primeros d¨ªas, a pesar de que el cartel solo ofrece un desfile de polic¨ªas, guardias civiles, mossos y hasta dos agentes de la Guardia Urbana de Badalona¨C asiste entonces a una preciosa sesi¨®n de esgrima. Melero trata de que el testigo del fiscal ¨Ccomo ha hecho otras veces el fiscal con sus testigos¨C flaquee, se contradiga, deje de parecer un testigo fiable. Pero Quintela no solo no se tuerce, sino que aprovecha las preguntas del abogado de Joaquim Forn para colarle un par de segundos de publicidad sobre la capacitaci¨®n de los antidisturbios de la Polic¨ªa: ¡°Somos un cuerpo admirado en todo el mundo. De hecho, nosotros formamos a los Mossos¡±. El fiscal Zaragoza sonr¨ªe desde su rinc¨®n, y el abogado Melero despide al testigo:
¨CPues nada m¨¢s. Much¨ªsimas gracias por su amable atenci¨®n.
¨CMuchas gracias a usted.
Hasta ahora se hab¨ªan visto testigos de la defensa y testigos de la acusaci¨®n. El comisario Quintela es un testigo envenenado, que hasta cuando decide no responder a las preguntas de la defensa lo hace cubri¨¦ndose las espaldas:
¨CNo lo s¨¦, no lo s¨¦, le mentir¨ªa si le digo otra cosa.
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