Un contraespionaje de todo a cien
Varios agentes aportan nuevos datos para sostener la deslealtad de los Mossos el 1 de octubre
El primer testigo de la jornada es un inspector de polic¨ªa que habla muy r¨¢pido y salpica su declaraci¨®n con la muletilla ¡°luego lo contar¨¦¡±. Y, en efecto, a preguntas del fiscal Javier Zaragoza, el agente va contando cosas que nadie hab¨ªa contado hasta ahora, lo que a estas alturas tiene su m¨¦rito. Lo primero que cuenta es que, al llegar a un colegio de Sabadell para evitar el refer¨¦ndum del 1 de octubre de 2017, se percat¨® de que la primera l¨ªnea de resistentes ejecutaba una estrategia muy pr¨¢ctica para soliviantar al personal:
¡ªAl acercarnos a la primera l¨ªnea, sin llegar a tocarlos siquiera, unos pocos empezaron a simular agresiones y a chillar y eso llev¨® a la gente a arremeter contra nosotros.
El agente sigue declarando y, nada m¨¢s pronunciar el siguiente ¡°luego lo contar¨¦¡±, el juez Manuel Marchena, con cara de gran preocupaci¨®n, le ordena que se espere y a?ade acerc¨¢ndose al micr¨®fono: ¡°Que venga el m¨¦dico forense¡±. Otro de los magistrados, Antonio del Moral, se levanta y abre una puerta buscando ayuda. La sesi¨®n se suspende. Al reanudarse despu¨¦s de algunos minutos, Marchena, ya con una sonrisa, explica que ¡°Paco, una pieza indispensable en la infraestructura de esta vista¡±, se hab¨ªa sentido indispuesto, pero que ya se encuentra bien. Hasta que fue v¨ªctima del jamacuco, Paco era un hombre invisible. Quienes siguen el juicio se habr¨¢n dado cuenta de que, detr¨¢s del lugar que ocupan los fiscales, hay un mueble y varias pilas de folios que no pegan nada con la solemnidad del entorno. Se trata de la barricada que coloc¨® Paco cuando se enter¨® de que el juicio iba a ser retransmitido. Paco, que lleva casi toda su vida profesional en el Tribunal Supremo, representa a ese ej¨¦rcito de profesionales an¨®nimos, tan ajenos a los egos revueltos de la pol¨ªtica o de las altas instancias de la magistratura, en los que descansa el Estado.
¡ªVaya susto que nos ha dado el se?or Paco¡ª dice el inspector de polic¨ªa al reanudar su declaraci¨®n.
Lo siguiente que cuenta ¡ªy que tampoco se hab¨ªa contado hasta ahora¡ª es que, al llegar al segundo colegio electoral, donde tambi¨¦n fueron recibidos al grito de ¡°hijos de puta, fascistas y tal¡±, algo le hizo sospechar que los movimientos de los antidisturbios estaban siendo vigilados, que alguien avisaba de su llegada antes de que se produjera.
¡ªAs¨ª que orden¨¦ que hicieran una contravigilancia.
Y dio resultados. El inspector y los agentes que declaran a continuaci¨®n cuentan que en los alrededores del colegio Pau Romeva observaron a dos tipos que, aunque iban vestidos de modo convencional, portaban auriculares, ¡°botas t¨¢cticas de color negro¡± y, a uno de ellos, le sobresal¨ªa del pantal¨®n una porra extensible. Los polic¨ªas de la contravigilancia observaron que los sospechosos del contraespionaje contemplaron a cierta distancia la operaci¨®n policial y que, cuando los antidisturbios se montaron en sus furgones, se metieron en un Seat Ibiza de color gris oscuro y se fueron detr¨¢s.
¡ª?Ustedes tomaron la matr¨ªcula?
¡ªS¨ª.
¡ª?A qui¨¦n pertenec¨ªa?
¡ªAl departamento de Presidencia de la Generalitat de Catalu?a.
Antes de terminar su declaraci¨®n, el inspector cuenta, como el que no quiere la cosa, un detalle envenenado. Dice que, cuando entraron en uno de los colegios, recogieron del suelo una ¡°tarjeta de un apoderado de la CUP, que alguien hab¨ªa dejado tirada al salir corriendo¡±. La CUP, que estuvo en el origen del incendio, tuvo la habilidad de escurrir el bulto y ahora es tan invisible en el juicio como el se?or Paco.
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