La Espa?a del ¡°?me deja terminar?¡±
Viendo el debate no es raro que el pa¨ªs haya acabado mereciendo estos pol¨ªticos y merezca alguno peor a partir del domingo
Contaban en Atresmedia que Teodoro Garc¨ªa Egea, viendo el pa?o del d¨ªa anterior, se present¨® en el estudio directamente con una mochila. ¡°?Qu¨¦ llevas ah¨ª?¡±, le preguntaron. ¡°De todo¡±, dijo, como si la llevase llena de huesos de aceituna como Virginia Woolf los bolsillos de piedras, pero ¨¦l en plan derechita cobarde. No fue Casado, sin embargo, el primero que empez¨® a sacar cosas de la cajonera, sino un pionero, Albert Rivera, que tiene una c¨®moda como la del protagonista de La naranja mec¨¢nica. No se explica si no que, de repente, de la m¨¢s absoluta nada, le sacase a Pedro S¨¢nchez su tesis; la segunda vez que sale de la nada esa tesis, por otro lado. El candidato socialista contraatac¨® con un libro de Fernando S¨¢nchez Drag¨® y Santiago Abascal, las nuevas Grecas; en los pasajes m¨¢s suaves Drag¨®, did¨¢ctico, le explica a Abascal el origen de la esv¨¢stica, que ya hay que tener ganas de ir a casa de Drag¨® a preguntar lo que puedes preguntar en tus listas.
El de tirarse libros a la cabeza fue un momento bochornoso pero eso no es noticia, como tampoco lo es que Espa?a haya acabado mereciendo estos pol¨ªticos y alguno peor a partir del domingo: se empiezan creyendo las mentiras por simpat¨ªa ideol¨®gica y se acaban defendiendo las verdades. Noticia fue que Casado y Rivera se buscasen en el cuerpo a cuerpo constantemente, una lucha que, al estar en los dos extremos, tuvo una escenograf¨ªa peculiar, agitando las manos los dos de esquina a esquina como en un accidente de tr¨¢fico (al estar lejos Rivera no pudo dejarle nada sobre el atril). Tambi¨¦n fue noticia que Iglesias, que hace a?os iba a asaltar los cielos y a nacionalizar el aire, terminase de Defensor del Espectador, atento a las salidas de tono de sus adversarios: entrenador en el campo, extensi¨®n de Pastor/Vall¨¦s sobre el c¨¦sped. El ¨²nico momento en el que se vio al Iglesias original, el orador inflamado e implacable, fue parad¨®jicamente por ¡°la gente que nos est¨¢ viendo¡± y no ¡°por la gente que quiero que nos vote¡±, que hubiera sido lo suyo: eso s¨ª, lo hizo para meterle tal meneo a Rivera -pesado en sus interrupciones, completamente salvamizado- sobre educaci¨®n y buenos modales que Rivera casi saca de debajo del atril el Juegos Reunidos.
Tuvo Rivera, por cierto, un momento extraordinario que hubiera firmado Groucho Marx: "Deje usted de mentir, ahora me toca a m¨ª", a¨²n m¨¢s sofisticado que el intento realizado el d¨ªa anterior: "El impuesto de sucesiones lo entender¨ªa hasta un ni?o de 10 a?os. ?Tr¨¢iganme a un ni?o de 10 a?os!".
Casado tuvo momentos importantes y otros sensiblemente c¨®micos. Por ejemplo, defiende el mundo rural recordando que naci¨® all¨ª y lo conoce bien; defiende a las mujeres recordando que es hijo, padre y esposo de una (no la misma). Parece que las cosas son dignas de ser gobernadas porque le pasan a Casado, que su experiencia es vital para las cosas que tienen que ser defendidas. De ah¨ª quiz¨¢ sus reticencias con el aborto. Y sin embargo, sin ser catal¨¢n, Casado fue el que mejor y m¨¢s da?o hizo a S¨¢nchez respecto al proc¨¦s, ejecutando un discurso contundente que a S¨¢nchez cost¨® remontar.
El l¨ªder del PP, por cierto, le dijo a S¨¢nchez: ¡°A m¨ª usted no me levanta la cara ni el dedo". El concepto de "no me levantes la cara" es bastante genial, tanto que S¨¢nchez se pas¨® el resto del debate sin saber qu¨¦ hacer con ella. Es evidente que a S¨¢nchez se le dan mejor los debates a dos, lo que no quiere decir que se le den bien. Intenta dar clases en un lugar en el que hay que defender ideas y atacar las del contrario. Su tono dormir¨ªa si no le interrumpiese Rivera todo el rato, enemigo de cualquier forma de relax. En cierta manera S¨¢nchez hizo de Rajoy, alguien que est¨¢ en los sitios en contra de su voluntad, m¨¢s preocupado en pasar inadvertido que en advertir a los dem¨¢s; salir a no perder, a no manchar, a no arriesgar los esca?os que le dan las encuestas por los esca?os que le faltan. No le qued¨® otra que devolver golpes a Rivera y Casado, pero m¨¢s como presidente que como candidato, protegi¨¦ndose con su famosa sonrisa meme, una risa que se activa al encogerse de hombros.
Hacia el final, Pablo Iglesias hizo la aportaci¨®n m¨¢s interesante, algo que no necesit¨® de interlocutor ni de acusaciones: para muchos espa?oles, el pa¨ªs tiene s¨ªmbolos diferentes de los can¨®nicos, y esos espa?oles se reconocen en la riqueza y la diversidad de ellos. Desde el Estado plurinacional a la riqueza ling¨¹¨ªstica pasando por el orgullo de los servicios p¨²blicos. Pero la que se vio en el plat¨® fue la Espa?a del "no me interrumpa", del "qu¨¦ nervioso est¨¢", la Espa?a del que habla m¨¢s alto que el otro y llama mentiroso con m¨¢s convicci¨®n, y esa metamorfosis del escenario pol¨ªtico, la que va de querer patrimonializar una verdad ¨²nica a hacerlo con falsedades diferentes y descalificaciones m¨¢s gruesas (Rivera llam¨® "trilero" a S¨¢nchez; Casado dijo que S¨¢nchez "pacta con terroristas" y, en su discurso final, que gobernar¨ªa poco menos que Otegi; recordemos que S¨¢nchez le dijo a Rajoy que no era una persona decente, y Rajoy a su vez dijo que Zapatero traicionaba a los muertos) vive su edad de oro. A esa Espa?a del ¡°?me deja terminar?¡±, coletilla general del debate, hay que decirle que s¨ª, que termine de una vez.
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