Gente corriente con miles de rosas
Una fila interminable se ha enroscado como un gran abrazo en torno al Congreso para despedir a Alfredo P¨¦rez Rubalcaba
Es una cualidad rara ser tenido un¨¢nimemente por uno de los pol¨ªticos m¨¢s inteligentes, y Alfredo P¨¦rez Rubalcaba lo era, y al mismo tiempo ser visto en la calle como uno de los m¨¢s normales, es decir, que no parec¨ªa un pol¨ªtico. Eso se comentaba en la fila interminable que se enroscaba como un gran abrazo en torno al Congreso para entrar en la capilla ardiente. Porque las del dirigente socialista eran cualidades humanas aplicadas a la pol¨ªtica, y eso lo percib¨ªa la gente, como personas antes que como votantes. Lo resumi¨® perfectamente la primera que estaba en la cola, que entr¨® por fin a las 21.50, llevaba all¨ª m¨¢s de dos horas, una mujer vestida de blanco que ten¨ªa una rosa en la mano: ¡°Yo soy del PP. Pero ¨¦l era una excelente persona, para eso da igual el partido¡±. Se llamaba Paqui Alcobendas, ten¨ªa los ojos llorosos, recordaba que le dio clase en la universidad, evocaba un gran profesor y un hombre bueno. Entr¨® en la capilla ardiente, sumida en el silencio, como un visitante repentino que se ha perdido en el palacio. La escena era imponente, el lujoso Sal¨®n de los Pasos Perdidos, toda la clase pol¨ªtica all¨ª sentada. Los ciudadanos se amedrentaban, a veces no sab¨ªan c¨®mo actuar, pero enseguida recordaban por qu¨¦ estaban all¨ª, a rendir un homenaje simplemente pasando.
Paqui Alcobendas, muy emocionada, no sab¨ªa qu¨¦ hacer con su rosa y se la entreg¨® a Paloma Santamar¨ªa, de 72 a?os, la veterana ujier del Congreso, a punto de jubilarse, que estaba en pie junto al f¨¦retro. Ella tambi¨¦n estaba muy afectada. Coloc¨® la flor encima del ata¨²d. Fue la primera de miles de rosas, el principio de un interminable desfile de ciudadanos conmovidos, vestidos de calle, con lo que les pill¨® la noticia cuando decidieron, por impulso y all¨ª mismo, acercarse a Las Cortes. Pilar Goya, la viuda de P¨¦rez Rubalcaba, miraba pasar a la gente an¨®nima a la que hab¨ªa dedicado la vida su marido, d¨¦cadas con escolta, cientos de consejos de ministros, decenas de campa?as electorales, lo que significa servir a un pa¨ªs. ¡°La paz y la libertad es nuestra forma de vida¡±, se le¨ªa en una fotograf¨ªa del fallecido colocada tras el ata¨²d, cubierto con una bandera de Espa?a y una del PSOE. Un hombre se secaba las l¨¢grimas al salir: ¡°Ha hecho mucho por el pa¨ªs y por el partido, una persona muy tolerante y muy coherente¡±.
Llegaba todo tipo de gente corriente, una combinaci¨®n tan aleatoria como en una estaci¨®n de metro. ¡°Estos son los que nos han votado, los que nos ha sacado las casta?as del fuego¡±, se comentaba con ternura en los corrillos socialistas, contemplando la realidad con pasmo. Grupos de adolescentes que asombraba pensar c¨®mo le conoc¨ªan, porque algunos no ten¨ªan ni edad de votar. Una pareja se detuvo y salud¨® con el pu?o alto. Justo despu¨¦s entr¨® el presidente del Real Madrid, Florentino P¨¦rez, que abraz¨® a la viuda. Rubalcaba era un madridista ac¨¦rrimo. Un instante sorprendente fue la entrada de un hombre y una mujer de rasgos orientales, que se pararon ante los restos e inclinaron la cabeza con respeto. Ella se llama Kejun Liu: ¡°Fui su int¨¦rprete en China, en 2000, la primera vez que fue. Era una persona muy accesible, muy cercana, me ha dado mucha pena¡±. Gente normal hasta de China.
Las miles de personas que pasaron por la capilla ardiente ten¨ªan que haber visto esa sala en la hora previa. Ninguno de los muchos rostros conocidos era reconocible, no ten¨ªan su rostro, el que sale en la tele. El personaje p¨²blico se hab¨ªa esfumado, pr¨¢cticamente no se ve¨ªa ninguno, todos despose¨ªdos del aura del cargo. Se abrazaban con quien normalmente no se abrazan. Un¨ªa el consuelo, la sonrisa melanc¨®lica al contar una an¨¦cdota, las manos cari?osas en las mejillas. Las categor¨ªas profesionales tambi¨¦n se dilu¨ªan: conserjes, periodistas, generales de paisano, funcionarios de ministerio, todos tristes, todos mezclados. Rajoy, Zapatero, S¨¢nchez, exministros y parlamentarios de todos los partidos y legislaturas. Eso hizo ¨²nico el momento, reconfortante, como una pausa en el caos salvaje de la pol¨ªtica de estos d¨ªas. Era para preguntarse si esta inusual hondura podr¨ªa tener un impacto real, al menos en la campa?a, y que fuera la ¨²ltima aportaci¨®n de Alfredo P¨¦rez Rubalcaba a un pa¨ªs mejor. En el pasillo de salida se iba formando una huella imparable, clara y reconocible de su paso, m¨¢s y m¨¢s montones de rosas an¨®nimas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.