D¨ªa 3 | Siete horas de alerta roja en el horno de Lleida: ¡°As¨ª no se puede¡±
La ciudad catalana vive su primera alerta roja en junio de la historia
Y al tercer d¨ªa de la ola de calor¡ Lleida es una estufa desde primera hora de la ma?ana. La sensaci¨®n es similar a cuando se abre un horno de casa para sacar la pizza y viene todo el vapor caliente a la cara. Con una diferencia: el horno de Lleida no se puede cerrar. A las 8.00, 25 grados. A las 12.30, 33. A las 15.00, 39. Y subiendo.
¡°Me he tenido que bajar de la gr¨²a porque me estaba dando un sopufo¡±, cuenta el pintor ilerdense Antonio Exp¨®sito, de 59 a?os, a primera hora de la ma?ana. El sopufo de Antonio se cura con Ibuprofeno. ¡°Me he tra¨ªdo dos sobres porque esto as¨ª no se puede, no se puede¡±. Despu¨¦s de este par¨®n seguir¨¢ pintando de blanco la fachada de este bloque c¨¦ntrico de seis pisos, tal y c¨®mo atestiguan las yemas de sus dedos. ¡°Mira el Joaqu¨ªn ¡ªapunta con la barbilla al compa?ero del curro¡ª, tambi¨¦n est¨¢ con dolor de cabeza¡±. Joaqu¨ªn Nevado, de 38, resume trabajar con la ola de calor en cinco palabras: ¡°?Hostias que si se nota!¡±. Tal es la crisis, que Joaqu¨ªn¡ªgafas de sol, sombrero de tela verde¡ª se ha tra¨ªdo una sombrilla roja de la playa y la ha atado con una cuerda al andamio de la gr¨²a. ¡°Si no a partir de las 15.00 no se puede ni tocar¡±.
As¨ª comenzaron los 140.000 ilerdenses su primer d¨ªa de alerta rojometeorol¨®gica: con su calor de asfalto levant¨¢ndose conforme pasaban las horas, con sus persianas grises, blancas y marrones pr¨¢cticamente cerradas; con las lunas de los coches aparcados reflejando el sol como cuando sale el flash de una c¨¢mara de fotos y...? con paradas de autob¨²s sin bancos, ni techado. Solo un m¨ªsero pivote, que alertaba a los pasajeros del lugar de la estaci¨®n. ¡°Yo estoy con los ojos que no veo, me han hecho unas pruebas en los ojos que casi ni veo¡±, cuenta Jordi, de 72 a?os, con su camisa de rayas ¡ªlos tres primeros botones desabrochados dejando entrever un desordenado pelo rizado canoso en el pecho¡ª, mientras espera el autob¨²s en la avenida de Balmes. ¡°Y encima vengo de un atraco¡±.
?¡ª ?De un atraco?
¡ª ?De Hacienda!
Un poquito m¨¢s abajo la Universidad de Lleida apenas recib¨ªa visitas. El tel¨®n del curso de estudios se ha bajado y los jardines donde se tiraban los universitarios estaban hoy amarillentos y casi secos. Sin embargo, de pie y bajo la luz de una sombra, estaban con su carrito negro dos testigos de Jehov¨¢: Carles, de 19, y Lorenzo, de 44. ¡°?Vale la pena vivir?, ?es posible un mundo seguro?¡±, se preguntan en las portadas de los libros que despachan. ¡°La labor que realizamos siempre es preferible hacerla con camisa y pantal¨®n largo", cuenta Carles con sus chinos beis. ¡°Pero en el ¨¢mbito m¨¢s ocioso me pongo pantal¨®n corto y tirantera¡±.
?¡ª ?Se ha parado mucha gente en el puesto esta ma?ana?
¡ª (Silencio de tres segundos) Bueno, la verdad es que no, por el calor.
Si la ciudad es un horno, el frigor¨ªfico est¨¢ en la calle Mayor. Este es el lugar m¨¢s transitado por los turistas e ilerdenses. Los comercios? ¡ªZara, Intimissimi, Pull&Bear, helader¨ªas Llao Llao...¡ª desprenden el aire acondicionado a todo trapo hacia fuera y, como las calles son estrechas y las tiendas no tienen puertas, los viandantes disfrutaban de estas ventoleras frescas paralelas. ¡°Venimos de rebajas, pero por la tarde no saldremos de casa¡±, cuentan las amigas Laura Guerrero, de 26, y N¨²ria Perell¨®, de 29, con dos bolsas en la mano.
¡ª ?Se venden turrones a 40 grados?
¡ª El turr¨®n se puede comer todo el a?o, pero a la gente le falta cambiar el concepto.?
Sheila Rodr¨ªguez, de 31 a?os, sonrisa de oreja a oreja, dice que esta ma?ana ha despachado algunos en su tienda de turrones Vicens Agramunt de esta c¨¦ntrica v¨ªa ilerdense. "Sobre todo el blanco con almendras porque se puede congelar y se toma como un helado¡±.
A muy pocos minutos a pie, sobre el gigantesco paseo del r¨ªo Segre, dos empleados del Ayuntamiento recortan los jardines con una especie de tractor cortac¨¦sped. Brrrrr. Brrrrr. ¡°Hace mucho ruido, pero yo no me pongo cascos. Yo escucho reggaeton¡±, cuenta el marroqu¨ª Tarek, de 25 a?os. ¡°Llevamos tres d¨ªas con mucho calor¡±, explica. En la pared de este gigantesco parque de dos kil¨®metros, un muro de unos tres metros con yedras verdes hace una tenue sombra de poco m¨¢s de un metro. Desde aqu¨ª se divisa la colina m¨¢s alta de Lleida, con su castillo. ¡°Hoy han venido unos 25 turistas¡±, cuentan desde la oficina de turismo. Subir hasta all¨¢ es f¨¢cil, un ascensor coloca a los aventureros a pocos metros de la ¨²ltima subida. Y desde ac¨¢ se divisan todos los tejados de esta sabana de viernes en Lleida. Solo faltan Mufasa y Simba: ¡°Ves todo esto, hijo? Pues v¨¢monos pa?casa¡±.
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