Nuevas elecciones: La ¨¦tica de la irresponsabilidad
Este fracaso lo representan sin lugar a dudas los l¨ªderes de las cuatro principales fuerzas, atrincherados en estrategias cortoplacistas, cuando no personales
Salvo que se produzca un giro imprevisto en los pr¨®ximos d¨ªas, Espa?a se acerca a unas nuevas elecciones generales el pr¨®ximo oto?o, las cuartas en cuatro a?os. Si ese momento llega, no ser¨¢ desde luego porque la ciudadan¨ªa hiciese dejaci¨®n de funciones el pasado 28 de abril (acudi¨® de forma masiva a votar y el mensaje que dej¨® fue bastante n¨ªtido). Tampoco ser¨¢ por supuesto un fracaso de la democracia espa?ola, ni de las previsiones constitucionales, que, aunque perfectibles, han funcionado en esta ocasi¨®n sin interferencias. Ser¨¢ un fracaso sin paliativos de los principales partidos, que se han vuelto demasiado previsibles y siguen sin (querer) entender los resultados que arrojan las urnas.
Este fracaso lo representan sin lugar a dudas los l¨ªderes de las cuatro principales fuerzas, atrincherados en estrategias cortoplacistas, cuando no personales. Es evidente que la fragmentaci¨®n del sistema pol¨ªtico ha complicado la gobernabilidad del pa¨ªs, como tambi¨¦n lo es la incapacidad de S¨¢nchez, Casado, Rivera e Iglesias para buscar f¨®rmulas audaces que permitan salir del atolladero sin tener que endosar otra vez su impericia a los ciudadanos.
Un aspecto poco explorado de lo que est¨¢ ocurriendo es que todos ellos tienen m¨¢s cosas en com¨²n de lo que parece a primera vista. Los cuatro forman parte de una nueva generaci¨®n (el mayor es S¨¢nchez con 47 a?os y el m¨¢s joven es Casado con 38) ajena a la cultura pol¨ªtica de la Transici¨®n y que se siente m¨¢s c¨®moda en subrayar las discrepancias, anatemizar al adversario y achicar los espacios para el acuerdo. En definitiva, en el sectarismo. Mirando con el retrovisor, ?las diferencias entre S¨¢nchez y Rivera son superiores a las que ten¨ªan Felipe Gonz¨¢lez y Adolfo Su¨¢rez?, ?lo que distancia a Casado de Iglesias es m¨¢s insalvable que lo que separaba a Fraga de Carrillo? Obviamente, no. Se dir¨¢ con raz¨®n que el contexto no es el mismo, que la Espa?a de 1978 no tiene nada que ver con la de 2019. Y es cierto: entonces era mucho m¨¢s dif¨ªcil.
S¨¢nchez y Casado, adem¨¢s, comparten el haberse criado pol¨ªticamente en las entra?as de los dos partidos que se han repartido el Gobierno de Espa?a desde hace 37 a?os. Esta trayectoria vital supone haber acertado en los padrinazgos internos y haber crecido en la creencia de que la hegemon¨ªa de PSOE y PP en su espectro ideol¨®gico era indiscutible. Ambos ven ahora que tienen que competir por esta hegemon¨ªa entre su electorado y act¨²an hacia las nuevas formaciones con condescendencia, como si dieran por hecho que la actual fragmentaci¨®n del voto es una urticaria pasajera que se curar¨¢ a medida que se vayan celebrando nuevas elecciones.
Rivera e Iglesias, por contra, son fundadores de partidos que generaron la expectativa de ser alternativa a las fuerzas tradicionales. Se presentaron como formaciones transversales (en sus inicios Podemos dec¨ªa aquello de que no era ni de izquierdas ni de derechas mientras Ciudadanos se defin¨ªa de centroizquierda) y han acabado siendo el candado del sistema pol¨ªtico espa?ol. Su estrategia de vetos ha culminado con una pol¨ªtica de bloques que asfixia cualquier opci¨®n de pactos entre izquierda y derecha. Ambos comparten, adem¨¢s, un hiperliderazgo en sus partidos, fruto de la legitimaci¨®n fundacional, que deja poco margen a la disidencia y que est¨¢ empobreciendo el debate interno con fugas significativas como las de ??igo Errej¨®n o Toni Rold¨¢n.
Por ser el claro ganador de los ¨²ltimos comicios, el foco est¨¢ en el presidente en funciones, quien parece esperar, emulando a su predecesor, que los apoyos caigan como fruta madura. Sobre S¨¢nchez pesa como un lastre su "no es no" a la investidura de Rajoy, que estuvo a punto de llevar a Espa?a a unas terceras elecciones en 2016 y que propici¨® el mayor cisma en la historia reciente del PSOE. La carta de 66 diputados socialistas que se abstuvieron hace tres a?os en la que piden reciprocidad al PP es un paso, pero solo uno. Si el PSOE en su conjunto asume que aquella decisi¨®n no fue una traici¨®n a su electorado sino la ¨²nica salida razonable para evitar el colapso se abrir¨ªa un nuevo escenario, aunque ello suponga una enmienda a la totalidad a la gesti¨®n que hizo S¨¢nchez de aquellos momentos. El l¨ªder socialista ha dado hasta la fecha evidentes muestras de osad¨ªa (v¨¦ase la moci¨®n de censura) y resistencia (su retorno al poder en el PSOE), pero en la actual tesitura quiz¨¢ necesite a?adir una dosis de humilde pragmatismo que reconcilie a todo su partido con el pasado m¨¢s inmediato, desencalle el presente y siente un precedente para el futuro.
Si a esto le a?ade ofertas concretas a los principales partidos de la oposici¨®n sobre alguno de los distintos desaf¨ªos que afronta Espa?a, S¨¢nchez podr¨¢ decir al menos que ha hecho todo lo posible para salir del actual embrollo.
De la misma forma que S¨¢nchez tiene que tomar la iniciativa, Casado y Rivera deben asumir que hoy por hoy no existe una mayor¨ªa alternativa a la del PSOE, que permitir que se constituya el Gobierno no es dar un cheque en blanco y que llevar al l¨ªmite las reglas del juego democr¨¢tico desgasta de forma innecesaria las instituciones. Por mucho que sobreact¨²en y lo repitan no es cierto que los socialistas se hayan vendido a independentistas y ¡°bildutarras¡±. La gran paradoja de su discurso es que la ¨²nica salida que tiene S¨¢nchez para sortear el bloqueo de PP y Ciudadanos es ser investido con la abstenci¨®n de estas formaciones, un momento que, en caso de llegar, recibir¨¢n indignados y con pirotecnia verbal. No dejar¨ªa de ser una profec¨ªa autocumplida que solo servir¨ªa para polarizar m¨¢s el pa¨ªs y ahondar la zanja en la que dividir m¨¢s a los buenos y malos espa?oles.
En tierra de nadie queda Iglesias, que es importante para la investidura pero no es imprescindible para la gobernabilidad. Vincular ambas fases es un desatino que cometi¨® Podemos en 2016 y que origin¨® una grave crisis interna que cristaliz¨® con la marcha de varios de sus fundadores. Nadie est¨¢ libre de reincidir en los errores, pero parece dif¨ªcil que Iglesias vuelva a negar su apoyo a la investidura de un candidato socialista y acudir con esta losa a las urnas.
En la carta dirigida al PP, los 66 diputados socialistas que se abstuvieron en la investidura de Rajoy en 2016 aluden a que entonces se vieron atrapados entre la ¨¦tica de la responsabilidad y la ¨¦tica de la convicci¨®n, un eterno debate que ahora pone ante el espejo a S¨¢nchez, Casado, Rivera e Iglesias. Y ellos saben mejor que nadie que abocar a Espa?a a otras elecciones es una irresponsabilidad.
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