Yo no he sido
La investidura fallida fue como el reconocimiento de un cad¨¢ver del que nadie se hac¨ªa responsable, el del sue?o de que la izquierda no acabara como siempre
Dec¨ªa Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, atribuyendo la frase a Cesare Pavese, que todo hombre a partir de los cuarenta es responsable de su propia cara. Pedro S¨¢nchez tiene 47, y lleva casi seis desde que se lanz¨® por el partido y el poder. Desde entonces ha pasado por trances imposibles: el primero en perder una investidura, y ahora otra; el peor resultado de la historia del PSOE en las urnas y el ¨²ltimo triunfo; echado de su partido para conquistarlo despu¨¦s; ganador in¨¦dito de una repentina moci¨®n de censura. Si todo eso puede resumirse en una cara, solo puede ser la de Pedro S¨¢nchez, todo esto solo le ha pasado a ¨¦l, especialista en lo fallido y su contrario. Esta ma?ana se han a?adido m¨¢s matices, el del disimulo con dignidad. Porque la sesi¨®n parec¨ªa m¨¢s bien el encuentro de una familia para el reconocimiento de un cad¨¢ver. Con una frase repetida por todos: yo no he sido.
Esa familia era la familia de la izquierda, que acab¨® como en una cena de Nochebuena donde todos se pasan de listos y el muerto era un sue?o, el de que no acabaran como siempre. Ha sido por una mezcla explosiva de lo infantil y lo antiguo. Negociadores aficionados con el Twitter f¨¢cil y rencillas desempolvadas desde la tropecientas Internacional. En la tribuna, los dos l¨ªderes sindicales espa?oles, Pepe ?lvarez y Unai Sordo, los dos primeros en llegar, preocupados como estaban por un Gobierno hist¨®rico de izquierdas, quiz¨¢ pensar¨ªan que en una reconversi¨®n naval a esta gente se la habr¨ªan merendado. Al rev¨¦s que la canci¨®n de Paolo Conte (¡°Era un mundo adulto, se equivocaban como profesionales¡±), aqu¨ª la pifiaban como advenedizos. Y fue en fr¨ªo, el aire acondicionado del hemiciclo estaba a tope. ¡°Es temperatura de se?or con traje y corbata¡±, comentaba una empleada. Y las se?oras que se aguanten.
Llegaron los primeros ocho diputados del gallinero del PSOE, que se hicieron unos selfis, como si ya supieran que no iban a volver por all¨ª. S¨¢nchez certific¨® la defunci¨®n nada m¨¢s empezar su discurso: ¡°Es una oportunidad hist¨®rica que se desvanece¡±. Solo fue un breve pre¨¢mbulo, porque luego comenz¨® un largo reproche personal al se?or Iglesias. A cada acusaci¨®n, este negaba con la cabeza con pesadumbre. La cara de Iglesias, que ya tiene 40 a?os, estaba agriada, ten¨ªa ojeras y tambi¨¦n debe de ser responsabilidad suya. Los dos se esforzaban en parecer el de semblante m¨¢s grave, como si fuera un concurso, el de la credibilidad. Porque ya todo fueron explicaciones a los espa?oles para convencerles de que quien ment¨ªa era el otro. S¨¢nchez dibuj¨® a los negociadores de Unidas Podemos como desagradecidos, inexpertos, caprichosos y hasta les acus¨® de j¨®venes. ¡°No ser¨¦ presidente¡ ahora¡±, concluy¨® S¨¢nchez, apelando a sus convicciones y confiando una vez m¨¢s en su buena suerte para la pr¨®xima. Sus diputados le aplaudieron seis veces ruidosamente, las dos ¨²ltimas en pie. La cara de Iglesias era de que le esperara un momento, que se iba a enterar. Pero antes hablaban otros.
Primero sali¨® Pablo Casado, que en plan hombre de Estado dijo algo extra?¨ªsimo de que a ver si entre S¨¢nchez y ¨¦l ensanchaban el centro "para hacerlo tan grande" que los dos ganaran en ¨¦l. Los propios aplausos de los suyos sonaron como si no supieran si hab¨ªa que aplaudir eso o no. Tuvo un ¨²nico momento teatral al girarse para se?alar las dos estatuas de los Reyes Cat¨®licos que presiden el hemiciclo, porque si acaba el discurso sin algo superespa?ol le deja todo el campo a Vox. Albert Rivera sali¨® con medio folio, a improvisar con cuatro ideas, o casi una: lo de la banda de S¨¢nchez, que le ha gustado tanto como para repetirla. Se manej¨® bien en su estilo kamikaze y cada vez m¨¢s elemental, y parec¨ªa mentira que hace poco m¨¢s de dos a?os pactara con S¨¢nchez un plan firmado de 200 medidas, 200, apoyara su investidura y hoy no lo pueda ni ver.
Entonces por fin le toc¨® a Iglesias y parec¨ªa que iba a sacar la sierra el¨¦ctrica, porque adem¨¢s iba con su camisa de le?ador. Lo primero bebi¨® agua. Por sorpresa, exager¨® su proverbial tono de educaci¨®n y parec¨ªa que incluso se encontraba mal. Por sorpresa, no le llam¨® de todo a S¨¢nchez y solo pidi¨® respeto. Describi¨® al PSOE como eternamente insatisfecho e intransigente, pero ten¨ªa el d¨ªa raro y en un momento surrealista improvis¨®, en directo, una ¨²ltima oferta, sugerida adem¨¢s por un misterioso alto cargo del PSOE que, seg¨²n revel¨®, le acababa de enviar un mensaje. Fuera quien fuera, dice que le dijo: p¨ªdele las pol¨ªticas activas de empleo, que te va a decir que s¨ª. Entre los socialistas hubo un murmullo para decir que este t¨ªo est¨¢ loco, venir con eso ahora. Cuando Iglesias volvi¨® al esca?o todo Unidas Podemos baj¨® la cabeza para sumergirse en el grupo de Whatsapp, el ¨²ltimo mareo de la perdiz. Pero fue dram¨¢tico, casi induc¨ªa a la piedad, cuando luego sali¨® Adriana Lastra a aclararle que eso era una competencia transferida a las comunidades aut¨®nomas. ¡°Quiere conducir un coche sin saber d¨®nde est¨¢ el volante¡±, le apuntill¨®.
Es para preguntarse qu¨¦ dirigente del PSOE le mand¨® el mensaje a Iglesias, desde luego es un genio. Es de suponer que Iglesias le borrar¨¢ de su lista de contactos. Lastra se reserv¨® el gran final, porque le tocaba el ¨²ltimo turno, para vapulear a Iglesias a fondo. Que dec¨ªa una cosa en p¨²blico y otra en privado. Que solo quer¨ªa manejar los dineros. Que la igualdad para ellos es un jarr¨®n chino. Y lo que m¨¢s le doler¨ªa, que no es el guardi¨¢n de las esencias de la izquierda. Qued¨® definitivamente rematado el cad¨¢ver.
Antes hubo un par de momentos buenos. Santiago Abascal, de Vox, citando a Unamuno con lo de vencer¨¦is pero no convencer¨¦is (¡°el mundo al rev¨¦s¡±, ironiz¨® luego Aitor Esteban, del PNV). Y sobre todo, Gabriel Rufi¨¢n, estupendo en su nueva faceta de gal¨¢n razonable. Fue enternecedor verle como la voz m¨¢s responsable de la izquierda, casi un profeta: ¡°Se van a arrepentir¡±, lo dijo media docena de veces. Ri?¨® a los dos. A Iglesias le dijo que qui¨¦n pillara cuatro ministerios en un partido con solo cuatro a?os de vida. Acab¨® regalando un libro de cuentos a cada uno, escrito por Oriol Junqueras en prisi¨®n, ¡°los que no ha podido contar a sus hijos en dos a?os¡±. S¨¢nchez e Iglesias los recibieron sin mirarle, como diciendo que encima esto. Esteban, del PNV, cit¨® a Patton al decir que esperaba que la presi¨®n hiciera diamantes, pero no, tambi¨¦n puede hacer un churro, por lo visto. Es que aunque hubieran llegado a un acuerdo en la foto habr¨ªan salido todos enfadados.
Se vot¨® sin ninguna emoci¨®n, y con una nube de destino fatal, la de S¨¢nchez, la de Iglesias, la de la izquierda, hasta la de Madrid Central, flotando sobre la sala. Era dif¨ªcil encajar la tragedia pol¨ªtica con el resto del mundo exterior, millones de espa?oles en la playa pasando del debate, que se enterar¨¢n del resultado mientras miran la aplicaci¨®n de medusas o si al final Bale se va del Madrid. Es improbable que vayan a entrar en matices complicad¨ªsimos de ministerios, solo concluir¨¢n que los de la izquierda se han peleado y no te puedes fiar.
En una novela de 1981 un comunista se quejaba de que los socialistas son de morro torcido, cien a?os de historia y cuarenta de vacaciones. ¡°Les interesa hacer que no se f¨ªan de nosotros para descalificarnos ante la burgues¨ªa¡±, lamentaba. Tambi¨¦n sacud¨ªa el idealismo naif y suicida de los suyos, dec¨ªa que su mujer hab¨ªa pasado por todos los partidos comunistas peque?itos ¡°porque ten¨ªa mucha capacidad de ternura, le gustan los partidos de izquierda que son una monada¡±. Todo esto lo escrib¨ªa V¨¢zquez Montalb¨¢n en Asesinato en el Comit¨¦ Central, y lo de esta ma?ana ha sido parecido, el fin de una idea colectiva. Entre PSOE y Unidas Podemos se han cargado algo gordo, eso es lo ¨²nico que ha quedado claro. S¨¢nchez e Iglesias nunca se miraron desde sus esca?os y salieron cada uno por un lado del hemiciclo, por puertas distintas. S¨¢nchez con una carpeta roja del partido. Iglesias con su mochila en la espalda, como si fuera a alguna parte.
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