Muerto en vida lejos de las maras
Un hondure?o que lleg¨® a M¨¢laga hace casi tres a?os huyendo de la violencia se plantea regresar tras no conseguir trabajo, ni asilo
En su tarjeta de la Seguridad Social de Honduras, la fotograf¨ªa de Jes¨²s se ha desvanecido. Donde antes se ve¨ªa una imagen sonriente mirando a c¨¢mara hoy aparece un hueco en blanco. Es la perfecta met¨¢fora de la situaci¨®n en la que se encuentra este hondure?o de 58 a?os. Se siente olvidado, como si hubiera desaparecido del mapa. Lleg¨® a Espa?a hace casi tres a?os huyendo de las balas de las maras. En su mochila, algo de ropa y recortes de prensa con los que intentar probar que su vida corr¨ªa peligro. En este tiempo no ha conseguido protecci¨®n internacional, apenas ha podido trabajar algunas semanas. Vive en M¨¢laga, en una habitaci¨®n prestada, junto a su mujer, y acude a comedores sociales. La rabia le corroe por dentro. Cansado, ahora se enfrenta a una encrucijada: malvivir en Espa?a o jug¨¢rsela regresando a Honduras. ¡°All¨ª estoy en riesgo, pero aqu¨ª estoy muerto en vida¡±, dice ya sin esperanza. Pide que le llamemos con un seud¨®nimo, por seguridad. Tampoco quiere que se concrete su ciudad de procedencia. Concede al decir que est¨¢ "en el interior".
Delineante de profesi¨®n, su vida laboral se compone de una larga experiencia en el sector p¨²blico ¡ªtrabaj¨® en el Instituto Nacional Agrario¡ª y el privado como operador de GPS actualizando mapas. Tambi¨¦n echaba una mano en el negocio de alimentaci¨®n que pose¨ªa su familia. Fue ah¨ª donde empezaron los problemas. La persona que lideraba la empresa huy¨® con lo puesto despu¨¦s de ser amenazado por los miembros de una mara y salir milagrosamente a salvo de una r¨¢faga de tiros. Su huida implic¨® al resto de familiares. ¡°Recib¨ªa llamadas pregunt¨¢ndome por su localizaci¨®n, pero no lo sab¨ªa. Cambiaba el n¨²mero y a los dos d¨ªas volv¨ªan a llamarme¡±, relata Jes¨²s. Le segu¨ªan a todas partes, le amenazaban de muerte. ¡°Ah¨ª te matan por 10 euros, la vida no vale nada¡±, relata el hondure?o. No pudo m¨¢s. Viaj¨® a Espa?a junto a su familia con lo que le cab¨ªa en la maleta. El miedo a morir le hizo escapar r¨¢pido.
Su situaci¨®n es similar a la de miles de personas que escapan de pa¨ªses centroamericanos donde la vida est¨¢ controlada por las maras, pandillas de j¨®venes extremadamente violentos. Como Jes¨²s, muchas piden protecci¨®n internacional. Seg¨²n las cifras de Eurostat recogidas por la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR), solo en 2018 hasta 2.410 ciudadanos de Honduras hicieron su solicitud, a?o en el que apenas 10?¡ªun 0,4%¡ª consiguieron el estatuto de refugiado. Ocurri¨® igual en pa¨ªses como El Salvador (solo cinco de las 2.275 peticiones de refugio fueron otorgadas) y Nicaragua (1.365 y ninguna aprobada). La tendencia es al alza: esos tres pa¨ªses suman ya 8.939 peticiones de protecci¨®n internacional en el primer semestre del a?o, un 47% m¨¢s que en todo 2018, como reflejan los datos del Ministerio de Interior.
¡°Las personas que huyen de las maras son merecedoras de protecci¨®n internacional¡±, dice convencida Paloma Favieres, coordinadora del servicio jur¨ªdico de CEAR. Avala su afirmaci¨®n en que estas personas son perseguidas por su ¡°pertenencia a un determinado grupo social¡±, una de las cinco claves que dict¨® la Convenci¨®n de Ginebra para determinar el concepto de refugiado, junto a la persecuci¨®n por motivos de raza, religi¨®n, nacionalidad y opiniones pol¨ªticas. Adem¨¢s, sus estados ¡ªcomo el de Honduras¡ª no les dan la protecci¨®n necesaria. As¨ª lo ha entendido tambi¨¦n Acnur, cuyas recomendaciones indican que ¡°la violencia de las pandillas puede afectar grandes segmentos de la sociedad, sobre todo cuando el estado de derecho es d¨¦bil¡±, se?alando especialmente periodistas, miembros de la comunidad LGTBI o quienes tienen un negocio y son extorsionados por las maras. Varias sentencias de la Audiencia Nacional avalan esa idea. Pero recientemente otras han dictado lo contrario. ¡°Es cierto que la jurisprudencia es contradictoria¡±, a?ade Favieres, favorable a mirar cada caso ¡°individualmente¡± y que pide al Gobierno ¡°mirar al presente, porque hoy hay otras formas de persecuci¨®n¡±.
Bien lo sabe Jes¨²s, que lleg¨® a Madrid en diciembre de 2016. Lleg¨® a CEAR y en enero fue enviado a M¨¢laga, donde entr¨® a formar parte del programa de protecci¨®n internacional de la entidad. Pas¨® seis meses en un albergue y otros seis en un piso de acogida. Ha participado en multitud de talleres formativos: fontaner¨ªa, carretillero, prevenci¨®n de riesgos, manipulaci¨®n de alimentos. ¡°He hecho todo lo que ha estado a mi alcance, pero est¨¢ siendo imposible encontrar un empleo¡±, asegura. Siente incomodidad por ocupar una habitaci¨®n que no es suya, hartazgo ser un desempleado, de pedir ayuda. Pasa las horas en la biblioteca leyendo a Eduardo Mendoza, Neruda, Cabral. ¡°En sus textos he entendido que hay que tomar decisiones, cambiar el rumbo cuando no vas a ninguna parte¡±, dice Jes¨²s.
Su decisi¨®n es volver a Honduras. ¡°S¨¦ que es peligroso: espero que en tres a?os las maras se hayan olvidado de m¨ª¡±, dice con esperanza, aunque por seguridad deber¨¢ volver a otra ciudad alejada en la que dej¨® atr¨¢s toda su vida. Las organizaciones sociales subrayan que es una decisi¨®n personal, pero no recomiendan el desplazamiento interno como forma de solucionar la amenaza de las maras porque ¡°su presencia est¨¢ muy extendida y es dif¨ªcil huir de ellas¡±. Jes¨²s ya ha dado el primer paso, recibir informaci¨®n para solicitar el retorno voluntario. Cumple los requisitos. ¡°Pero me dicen que ahora no hay dinero¡±, explica. ?l tampoco lo tiene. Ahora, casi tres a?os despu¨¦s sigue esperando la resoluci¨®n de su solicitud de asilo -deber¨ªa haber sido respondida en seis meses- y cree que se la van a denegar. Las estad¨ªsticas le avalan. Ello le dejar¨ªa en situaci¨®n irregular. La puntilla para alguien que no sabe a qu¨¦ temer m¨¢s: a la burocracia o a las balas de los pandilleros.
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