El periodista Pablo Ordaz presenta ¡®El juicio sin final¡¯, la colecci¨®n de sus cr¨®nicas de la causa del ¡®proc¨¦s¡¯

A horas de que se conozca la sentencia del Tribunal Supremo sobre el?proc¨¨s independentista catal¨¢n que desafi¨® al Estado espa?ol, I?aki Gabilondo le ha preguntado esta noche a su colega Pablo Ordaz si guardaba alg¨²n deseo sobre el resultado del juicio. Ordaz ha presentado en el C¨ªrculo de Bellas Artes El juicio sin final (C¨ªrculo de Tiza), la colecci¨®n de sus cr¨®nicas publicadas por EL PA?S con todo lo que ocurri¨® de febrero a junio ante el Tribunal Supremo.

En ese juicio, Ordaz se sinti¨® como el Gurb de Eduardo Mendoza, un extraterrestre obligado a entender el entramado que protagonizaban jueces, acusados, abogados e independentistas, todos en silencio ante el tribunal, lejos del ruido que dominaba el escenario adyacente, la Plaza de la Villa de Par¨ªs. Su papel de periodista le permiti¨® distancia. Fue, tambi¨¦n, un ejercicio de templanza, que obligaba a ignorar "lo caliente" que era el acto y centrarse en la "frialdad" con que deben contarse dramas as¨ª.

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En el escenario hab¨ªa gente que se jugaba el futuro de su vida en libertad. El presidente del Tribunal, Manuel Marchena, estaba con un ojo en la Sala y otro en Estrasburgo, consciente de que el proceso tendr¨¢ consecuencias en el nivel jur¨ªdico internacional. Y jueces y testigos, acusadores y defensores, cumpl¨ªan un papel que el periodista ten¨ªa que ir narrando como quien asiste a una pel¨ªcula¡­ de jueces.

I?aki Gabilondo (no es excepci¨®n en ¨¦l) se sab¨ªa el proceso y tambi¨¦n pareci¨® un lector minucioso del libro. As¨ª que Ordaz se debi¨® sentir como uno de los interrogados de Marchena. Fue Marchena, en el interrogatorio period¨ªstico de Gabilondo, el personaje que m¨¢s minutos consumi¨®. Los dos coincidieron en que el presidente del Supremo se hab¨ªa preparado el juicio de manera que ni los de Vox pudieran sentir que iba a dejar que se pasearan por la Sala lugares comunes programados por cada una de las partes para sentirse m¨¢s c¨®modos ante los suyos, cualesquiera que fueron estos.

Marchena, le dijo Ordaz a Gabilondo, ¡°est¨¢ dotado para convencer, y convencer con datos¡±; e hizo que el juicio llegara al final ¡°sosteniendo siempre el equilibrio¡±¡­ Excepto Javier Zaragoza, al que Gabilondo y Ordaz salvaron de la quema, los fiscales estuvieron ¡°dubitativos¡±. Ordaz no entendi¨® ¡°c¨®mo desde el Estado se trabaj¨® tan mal en la preparaci¨®n de esta respuesta al independentismo¡±. Los dos coincidieron, adem¨¢s, en que hubo abogados ¡°con mucha trayectoria¡± y otros que, como los testigos independentistas, ¡°cumpl¨ªan la tarea del activismo¡± tambi¨¦n en el juicio, como si hubieran acudido a la Plaza de la Villa de Par¨ªs blandiendo el eslogan ¡°la historia nos absolver¨¢¡±.

Gabilondo elogi¨® el libro, su escritura, e hizo suyo este p¨¢rrafo que Antonio Mu?oz Molina le dedica a Pablo Ordaz en el pr¨®logo de El juicio sin final: ¡°Pablo Ordaz no ha perdido el acento que ten¨ªa cuando era un joven periodista en Sevilla, ni ha perdido la cara de atenci¨®n y de algo de estupor con que miraba el mundo cuando yo lo conoc¨ª¡±. Fue un elogio mutuo que al final se cerr¨® con aquella pregunta de Gabilondo a Ordaz: ?qu¨¦ guardas como deseo para la sentencia? El periodista de EL PA?S no se guard¨® su sentimiento: ¡°No se puede esperar que la sentencia del proc¨¨s arregle los desvar¨ªos de la pol¨ªtica¡±. ?Entonces? Est¨¢ visto para sentencia, y esta llega ya.