¡°Nos pegaron como a animales¡±
Las protestas independentistas escenifican la creaci¨®n de un sujeto colectivo frente al ¡®enemigo¡¯ espa?ol
A la altura del monumento a Jacint Verdaguer, en la Diagonal, la gente empez¨® a sacar el m¨®vil y a ponerse a grabar. Eran casi las siete de la tarde y si uno lo ve¨ªa desde una calle paralela ten¨ªa cierta gracia: gente grabando algo muy importante que se acercaba Diagonal abajo, pero que no se pod¨ªa percibir qu¨¦ era. Eso en otra ¨¦poca y en otro lugar; en Barcelona hay que ser muy turista, y aun as¨ª, para no saber que lo que viene calle abajo es una manifestaci¨®n. Un grupo que se dirig¨ªa, banderas arriba, hacia la Delegaci¨®n del Gobierno a la protesta del d¨ªa. Cantando ¡°presos pol¨ªticos, libertad¡± e ¡°independencia¡±, mientras a su paso la gente grababa y hac¨ªa fotos. Ellos, los manifestantes, tambi¨¦n se hac¨ªan fotos, se grababan y sub¨ªan v¨ªdeos a WhatsApp y Telegram. De pronto, uno de los curiosos salt¨® de miedo en la calle y luego se ech¨® la mano a la boca de susto: un tigre muy parecido a un tigre de verdad, la r¨¦plica de un tigre, descansaba en la calle en lo que parec¨ªa el rinc¨®n elegido por un vagabundo.
Hasta las 19.30 no empezaron los discursos de la concentraci¨®n en Carrer de Mallorca: cr¨ªticas dur¨ªsimas a la sentencia, gritos de ¡°viva la Rep¨²blica¡± y ¡°Catalu?a libre¡±, y una marea de gente alrededor y por las calles adyacentes armadas con velas, luces que fueron llenando todo a medida que la noche ca¨ªa. Todo ten¨ªa un componente religioso muy acusado; todo llevaba, all¨ª cerca del escenario, a una atm¨®sfera de martirio que exig¨ªa los lamentos m¨¢s crudos y las reacciones m¨¢s justas en proporci¨®n al castigo. Por eso, en esa zona m¨¢s c¨¦ntrica de la concentraci¨®n, se acumulaba m¨¢s gente mayor, familias enteras y ni?os, mientras que en las partes m¨¢s abiertas hab¨ªa m¨¢s chavales, en territorios donde se presum¨ªa que estallar¨ªan los disturbios. Sergi y Joan, dos universitarios que sal¨ªan para all¨¢, advert¨ªan de lo caliente que estaba ¡°la cosa¡±: ¡°Nos pegaron como animales en Via Laietana y nos quitaron un ojo en el aeropuerto¡±, dicen.
El plural no es inocente, tampoco los tel¨¦fonos m¨®viles, cuyo uso compulsivo es mayor que en anteriores movilizaciones. Se cuenta con la organizaci¨®n y la capacidad de sorpresa que el uso fulminante de las aplicaciones (especialmente el canal de Tsunami Democr¨¤tic a trav¨¦s de Telegram) tiene para desplazar a cientos de personas en cuesti¨®n de minutos. El plural refiere a lo que los CDR y los l¨ªderes pol¨ªticos del independentismo llevan insistiendo machaconamente en los ¨²ltimos meses: ¡°Cuid¨¦monos, cuid¨¦monos¡±. La construcci¨®n de un nosotros que vaya m¨¢s all¨¢ del sujeto pol¨ªtico y se traslade a la calle, al trabajo, a la vida cotidiana, de tal forma que hay un enemigo, el Estado espa?ol, que ha condenado a penas de c¨¢rcel a sus l¨ªderes, ha acusado de ¡°terrorismo¡± a sus movimientos sociales y ha ¡°criminalizado¡± sus ideas pol¨ªticas. Por eso tienen que estar m¨¢s unidos que nunca, m¨¢s pendientes del otro y empatizar con aquellos que son ¡°agredidos¡± por la Polic¨ªa y por la justicia; todos son uno.
Ese es el mensaje, sin ir m¨¢s lejos, lanzado el pasado viernes por los CDR de Gracia y en el que vienen insistiendo todos los colectivos sociales. El pegamento social es formidable, de tal forma que en familias ¨²nicamente independentistas el proc¨¦s provoca una comuni¨®n entre padres e hijos muy por encima de cualquier otra diferencia grave que haya. Los presos, seg¨²n su l¨®gica emocional, son tambi¨¦n parte de sus familias, y est¨¢n encarcelados por su responsabilidad, la responsabilidad del pueblo que les orden¨® cumplir lo votado. Y es por ese alt¨ªsimo voltaje sentimental que este martes, alrededor de las ocho de la tarde, cuando se volv¨ªan a pronunciar sus nombres, hab¨ªa gente que se emocionaba sosteniendo su vela.
Al acabar el acto las velas se quedaron formando peque?os montones encendidos en las carreteras, con esteladas plantadas en algunos de ellos. Pod¨ªa seguirse su curso hasta la esquina de Gracia con Mallorca, donde los radicales incendiaban las calles: encapuchados plantaron hogueras, tiraron cascotes y arrojaron lo que ten¨ªan a mano frente a los agentes, que cargaron varias veces. En el balc¨®n de un sexto piso de Mallorca, una persona cubierta por una gorra echaba l¨ªquido sobre los manifestantes.
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