Barcelona, noche cuatro
El encuentro se dio en Muntaner con Valencia: un neonazi se perdi¨® de los suyos con una bandera franquista y un cuchillo de grandes dimensiones. Los independentistas salieron en tromba a por ¨¦l
En los salones del hotel Majestic, cinco estrellas, un pianista toca Yesterday. Apenas hay gente en la cocteler¨ªa. Un hombre en la barra tiene puestos unos auriculares, otro en la mesa bebe a sorbitos rid¨ªculos un French Martini y m¨¢s all¨¢, cerca del piano, hay una mesa de extranjeros hablando en voz baja. ¡°Estos d¨ªas lo tenemos casi cerrado para gente de fuera¡±, se disculpa un encargado, ¡°por lo que est¨¢ pasando, ya sabe¡±. El Majestic se fund¨® en 1918 en una esquina del paseo de Gr¨¤cia, donde sigue rodeado de tiendas de lujo. Ha pasado todo el mundo por aqu¨ª, o sea, los de siempre: Lorca, Picasso, Mar¨ªa de Habsburgo y Hemingway. Tambi¨¦n Pujol y Mas, que hicieron de este hotel el ostentoso emblema de las victorias electorales de aquel partido, Converg¨¨ncia i Uni¨®. Son las diez de la noche. El pianista se ha puesto a tocar Hey Jude. En este momento, a 500 metros, unos neonazis sueltos por las calles de Barcelona cazan a un independentista solo y le dan una paliza salvaje. Pero en el Majestic nadie mira el m¨®vil para enterarse de las cosas; a quien quiera verlo en vivo le basta asomarse a la puerta. All¨ª se empieza a ver c¨®mo las cosas se tuercen. Es una sensaci¨®n casi f¨ªsica. Tiene que ver con el miedo, la noche y algo m¨¢s perturbador: la rutina.
Desde la plaza Art¨®s, en Sarri¨¤, un grupo de ultras neonazis, varios jovencitos y otros cuarentones de la vieja escuela, bajan al centro de Barcelona. Los vigila de cerca la Polic¨ªa Nacional, pendiente de que no se crucen con los independentistas concentrados en Jardinets del paseo de Gr¨¤cia. Pero algo va mal. Despu¨¦s de dos kil¨®metros y medio cantando ¡°a por ellos¡±, arm¨¢ndose con lo que pillan los que no sal¨ªan armados de casa y molestando a conductores, vecinos y gente en las terrazas, algo va mal. Los neonazis se disuelven en grupos peque?os, c¨¦lulas de ocho o diez personas, siguiendo la t¨¢ctica futbolera de ser pocos, estar presentes en m¨¢s sitios y poder atrapar a alguien solo. Es as¨ª como se encuentran con su v¨ªctima, un chico que, ya derrumbado por uno que se echa sobre ¨¦l, recibe patadas en la cabeza, golpes con palos y pu?etazos. Tras una paliza de varios segundos, los ultras salen huyendo.
Al mismo tiempo, radicales independentistas han burlado el control de seguridad con una t¨¢ctica parecida; nada de grupos grandes que les delaten a los Mossos, sino divididos y alerta para encontrar a los neonazis. Durante unos minutos de terror, con el helic¨®ptero buscando localizar a los violentos para evitar que se encontrasen y mandando de aqu¨ª para all¨¢ a los polic¨ªas, varios grupos se estuvieron buscando en unas pocas manzanas del Eixample.
El encuentro que buscaban los independentistas, un grupo este s¨ª numeros¨ªsimo, se dio en el cruce de Muntaner con Valencia; un ultra con est¨¦tica skin se perdi¨® de los suyos y se mov¨ªa por la zona con una bandera franquista y un cuchillo de grandes dimensiones. Varios independentistas salieron en tromba a por ¨¦l. Con ellos, sin dejar de grabar, estaba el periodista Guillem Andr¨¦s, cuyas im¨¢genes de la agresi¨®n fueron virales al instante.
?C¨®mo le vieron?
"El grupo era bastante grande", dice horas despu¨¦s, mientras cubre los disturbios de madrugada en el paseo de Gr¨¤cia. "Ellos dec¨ªan que persegu¨ªan a grupos de ultraderecha. De pronto escuchamos: 'Hay uno ah¨ª, hay uno ah¨ª'. Y varios echaron a correr, y yo con ellos. Un t¨ªo de unos 30 a?os, botas negras, pelo bastante corto, cantaba a skin. Yo creo que la navaja la llevaba dentro, no me pareci¨® que le diese tiempo a sacarla; se la han cogido y la han tirado al suelo. Le dieron golpes, le tiraron adoquines y piedras al cuerpo, y todo esto dur¨® unos 15 segundos m¨ªnimo".
En la Rambla una chica se desga?ita desde un balc¨®n diciendo que ¡°as¨ª no¡±, grito habitual en los balcones y en las calles de quienes comparten reivindicaciones pol¨ªticas pero ¡°no as¨ª¡±. ¡°Aix¨ª no¡±, de hecho, podr¨ªa ser un partido pol¨ªtico hermano en naufragios de Parlem, aquel movimiento. Radicales han prendido fuego en varias zonas de la Rambla. Dos o tres chavales llaman ¡°puta¡± a la chica que les grita y se meten con ella a gritos de ¡°vete a Rusia con Putin¡±. Son jovenc¨ªsimos, de hecho dos chicos mayores que ellos dicen algo as¨ª como ¡°qu¨¦ pensar¨¢n que est¨¢n diciendo¡±. La alternativa a la ignorancia es la xenofobia, y si tampoco es eso, ser¨¢ machismo: los adolescentes se han metido solos en una emboscada.
Cuando llegan los bomberos, un vecino de otro balc¨®n les grita que en las copas de los ¨¢rboles est¨¢ prendiendo fuego. Lo sofocan. ¡°A ver, por favor, hostia¡±, grita un bombero joven antes de meterse en el cami¨®n. Poco despu¨¦s, dos camiones llegar¨¢n con las sirenas a Arag¨®n a apagar un incendio que no existe. Bajan del veh¨ªculo, y un superior, un hombre mayor de mediana estatura y bigote, sudado de arriba a abajo, extiende los brazos incapaz de creerse que haya habido una falsa denuncia.
A estas horas, en la calle Valencia con el paseo de Gr¨¤cia, estallan los disturbios m¨¢s largos y enconados de la semana. La calzada del paseo vuelve a estar cortada por varias hogueras, decenas de chavales encapuchados se suben a los ¨¢rboles, a las marquesinas, para grabar y grabarse, y en la intersecci¨®n de las calles hay concentradas unas mil personas enfrentadas a pocos metros a los mossos. Tan pocos metros que hay un momento en que los manifestantes pr¨¢cticamente cargan contra los agentes.
Ocurre cuando estos empiezan a disparar pelotas de foam (proyectiles viscoel¨¢sticos) y los radicales arrastran a cientos de personas contra ellos, haci¨¦ndoles retroceder. Un estallido de alegr¨ªa recorre la calle. Joan, 22 a?os, subiendo el paseo, exclama: ¡°Los hemos echado¡±. Los mossos se ven obligados a agazaparse con los escudos y las furgonetas en un tramo de la calle Valencia muy estrecho, y hasta all¨ª se meten los manifestantes tras romper se?ales de tr¨¢fico, destrozar una marquesina y arramplar con todo lo que ven para tir¨¢rselo a la polic¨ªa. Gritan a coro ¡°Barcelona antifeixista¡±, ¡°independencia¡±, ¡°las calles ser¨¢n siempre nuestras¡± y ¡°no sois nada sin farlopa¡±. Retumba el eco en la calle, mucho m¨¢s cerrada que el paseo de Gr¨¤cia, y retumban sobre todo las salvas y los disparos de los mossos, pero no se mueve nadie.
En esa ratonera de la calle Valencia, donde hay amontonados cientos de personas grit¨¢ndole a las furgonetas policiales, hay una v¨ªa de escape, m¨¢s estrecha a¨²n, carrer de Campos El¨ªseos. Ah¨ª llega Mart¨ª, un chaval con un dedo ensangrentado (¡°Me ha dado, me ha dado¡±), al que le hace la cura en el acto un compa?ero suyo. ¡°Esto es un kit sanitario con el que salimos siempre¡±, dice abriendo la mochila y ense?ando el material propio de un botiqu¨ªn. Le curan la herida, dej¨¢ndole el dedo vendado. Al otro lado de Campos El¨ªseos, una pareja est¨¢ escondida en una esquina. El rugido de los manifestantes en la intersecci¨®n con la calle Valencia es monumental, y cuando los mossos cargan queriendo recuperar terreno, muchos chavales se meten en esa callejuela de Campos El¨ªseos. En un momento en el que parece que la cosa est¨¢ tranquila, la pareja corre de la mano hacia su portal y se mete en ¨¦l; viv¨ªan all¨ª, no sab¨ªan si podr¨ªan llegar. Huele a pl¨¢stico quemado, a sudor de las carreras, a cartones ardiendo. El helic¨®ptero baja de vez en cuando.
En la esquina del paseo de Gr¨¤cia con la calle Valencia, hay un grupo de personas con m¨¢scara antig¨¢s, chaleco amarillo reflectante o directamente mono amarillo, y un m¨¢stil largo y estirado que acaba en una banderita con una cruz sanitaria. Tambi¨¦n llevan casco, algo cada vez m¨¢s habitual con el paso de las noches: cascos de motociclista entre los radicales; cascos m¨¢s ligeros y sencillos, casi todos los periodistas. Esa gente de amarillo que luego improvisar¨¢ una especie de hospital de campa?a para atender heridos por el foam, por las ca¨ªdas en las estampidas que se producen en las cargas, son Sanitaris Per la Rep¨²blica, un grupo de voluntarios de primeros auxilios entre los que hay catalanes, pero tambi¨¦n madrile?os o andaluces. Habla Marcos, uno de ellos:
"Nuestro prop¨®sito, adem¨¢s de atender a la gente, es hacer ver que esto no vale para nada, sino para da?arnos los unos a los otros. Se est¨¢n quemando pl¨¢sticos, que suelen ser t¨®xicos, y la polic¨ªa ataca con foam, que son proyectiles de alta potencia¡ J¨²ntate con nosotros, t¨¢pate la cara", interrumpe bruscamente.
Cerca, los mossos disparan y se produce una carga. Ellos levantan los brazos en se?al de paz, mirando al muro. Tratan de meter en ese cord¨®n amarillo a quien quiera, para protegerse. Contin¨²a brevemente la entrevista (¡°los proyectiles son supuestamente de¡¡±), pero se produce un griter¨ªo y entra un chaval con el ojo inflamado por un disparo de foam. Marcos y sus compa?eros lo atienden mientras el chico se sienta sollozando en esa esquina de una tienda de Chanel. Su mejor amigo estalla primero (¡°?puta polic¨ªa, joder!¡±) y se derrumba despu¨¦s abrazado a uno de los sanitarios, que lo lleva a un lado y trata de atenderle psicol¨®gicamente: el chico tiene un ataque de nervios y no para de llorar. No remite ni siquiera cuando se escuchan las palabras que espera todo el mundo y que provocan un aplauso espont¨¢neo entre quienes rodean la escena: ¡°El ojo se salva¡±. El herido se apoya la venda en ¨¦l; tiene una inflamaci¨®n enorme, pero el golpe no ha llegado al globo ocular. Se levanta, y es ¨¦l quien tiene que atender y animar a su amigo, a¨²n en estado de shock. Todo dura cinco minutos exactos.
¡ª?Qu¨¦ ha ocurrido?
¡ªEst¨¢bamos en la manifestaci¨®n. Primero escondidos. Luego hemos salido y avanzado y nos hemos quedado cerca. A la m¨ªnima que hemos avanzado un poco m¨¢s han disparado y me han dado.
¡ª?Qu¨¦ has sentido?
¡ªSe me ha cerrado el ojo y he notado c¨®mo se me ha dormido medida cara, y he dicho: '?Hostia!'. Me han dado desde cinco metros quiz¨¢s, apuntan a la cabeza.
¡ª?C¨®mo te llamas?
¡ªPrefiero no decirlo.
¡ª?A?os?
"Tenemos 17", dice, y se va con su amigo, alej¨¢ndose de la concentraci¨®n. Es la misma edad que el chico atropellado esta semana por los Mossos en Tarragona. Mayores que Joel, Carme o Jofre, tres chavales de entre 15 y 16 a?os que a medianoche corr¨ªan y gritaban calle Arag¨®n arriba con la cara cubierta. Ten¨ªan entre 10 y 12 a?os en las primeras diadas del proc¨¦s, cuando sal¨ªan a la calle con las esteladas a modo de capa de la mano de sus familias.
El helic¨®ptero funciona en el centro de Barcelona como el cormor¨¢n en alta mar: donde est¨¢ ¨¦l, abajo hay peces. ¡°Yo necesito mi camiseta y mi sudadera, joder¡±, grita un chaval desnudo de cintura para arriba. Son las dos de la madrugada, no hace fr¨ªo. Los mossos empiezan a hacer en el paseo de Gr¨¤cia el carrusel: pasadas a toda velocidad con la furgoneta en c¨ªrculos, limpiando la zona. Por el hueco de la ventana de uno de los veh¨ªculos se asoma ¨²nicamente el ca?¨®n de una pistola de foam. A estas horas van a por gente concreta, algunas personas fichadas con la c¨¢mara de la parte trasera de alguno de los veh¨ªculos.
Los ciudadanos que no participan en los disturbios, los que solo vuelven a casa o salen de ella para ir a cualquier lado, y se ve atrapados en una refriega semejante, reciben consejos de los manifestantes: cuando vean las furgonetas de los mossos a toda pastilla, deben ponerse brazos en alto y contra la pared, protegiendo la cara. En cualquier caso, si siguen caminando, mano a modo de protecci¨®n en un lateral de la cara y el otro brazo en alto. El foam deja heridas y contusiones llamativas, pero a cierta distancia y en la cara, puede causar destrozos graves.
La esquina de la calle Valencia con el paseo de Gr¨¤cia es el paisaje despu¨¦s de la batalla, llena de cristales de botellas usadas por los violentos, piedras, latas de cerveza y basura. Aqu¨ª se han vivido algunos de los disturbios m¨¢s graves e importantes de la semana posterior a la sentencia por el juicio de proc¨¦s.?Hay un destrozo absoluto. Una enorme jardinera est¨¢ rota y desparramada por la calle, y varias sombras dentro de un establecimiento, cerrado a cal y canto, siguen de pie el discurrir del final de la noche. Es el Majestic, el hotel en el que hace cuatro horas sonaba Yesterday. Aqu¨ª se firm¨® uno de los pactos m¨¢s importantes de la democracia, el pacto del Majestic, el que garantiz¨® en 1996 que Aznar llegase a La Moncloa a cambio de entregar competencias e inmunidad al nacionalismo de Jordi Pujol. La mitad de los manifestantes que hoy han arrasado esta esquina no hab¨ªan nacido o eran beb¨¦s entonces. La historia es caprichosa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Proc¨¦s Independentista Catal¨¢n
- Sentencia Proc¨¦s
- Disturbios
- Tribunal Supremo
- Juicio al Proc¨¦s
- Barcelona
- Refer¨¦ndum 1 de Octubre
- Poder judicial
- Catalu?a
- Sentencias
- Autodeterminaci¨®n
- Casos judiciales
- Refer¨¦ndum
- Generalitat Catalu?a
- Elecciones
- Gobierno auton¨®mico
- Conflictos pol¨ªticos
- Comunidades aut¨®nomas
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Espa?a
- Proceso judicial
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Conflictos
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica