Alsasua avanza hacia la paz que piden los balcones
El pueblo vive con ganas y recelo que dos de los ocho presos reciban el tercer grado y puedan ir a casa
Unos aseguran que fue un acto de terrorismo. Otros lo reducen a una mera pelea de bar. Las pancartas marrones que ondean en los balcones piden en silencio ¡°Utzi Altsasu Bakean¡±, una especie de ¡°Dejad en paz a Alsasua¡±. Han pasado tres a?os desde aquella infausta noche en la que la agresi¨®n de ocho j¨®venes a dos guardias civiles y sus parejas desemboc¨® en unas penas de prisi¨®n que pusieron a este municipio navarro (7.500 habitantes) en el mapa.
Desde entonces se han sucedido las peticiones de reducci¨®n del castigo o que se libere a los encarcelados. Los tribunales han deso¨ªdo estas proclamas, si bien en octubre el Supremo redujo sensiblemente las condenas dictadas por la Audiencia Nacional, que han pasado de penas de entre dos y 13 a?os de prisi¨®n a una horquilla que queda entre a?o y medio y nueve y medio. Dos de ellos recibieron este mi¨¦rcoles el tercer grado y podr¨¢n ir los fines de semana a sus casas, aunque el resto de noches dormir¨¢n en la penitenciaria de Zaballa (?lava).
I?aki Abad, a quien le correspondieron tres a?os y medio de c¨¢rcel, y Aratz Urriozola, penalizado con algo m¨¢s de cuatro a?os, pisaban la calle este viernes, a las once y media de la ma?ana, tras m¨¢s de mil d¨ªas sin hacerlo. Esta noticia ha tra¨ªdo alivio a Alsasua, pero prevalece un mensaje claro: ¡°No hay nada que celebrar¡±. Por eso este viernes por la noche no habr¨¢ homenajes ni actos m¨¢s all¨¢ de la reivindicaci¨®n semanal en apoyo a los encarcelados. Tampoco se aprecia nada especial en el c¨¦ntrico bar Koxka, donde ocurrieron los hechos, que se contenta con servir una demandada y sabrosa tortilla de patata. Unas calles m¨¢s all¨¢, enfrente del Ayuntamiento, dirigido por Geroa Bai (coalici¨®n vinculada al PNV), un contador registra que los chavales llevan 1.132 d¨ªas entre rejas.
El municipio se despereza por la ma?ana y comienza el traj¨ªn de paseantes, compradores y obreros que trabajan sobre una de las calles. Al fondo, unas imponentes monta?as que se clavan en un lecho negro de nubes. Mar¨ªa ?ngeles Garc¨ªa, de mediana edad, camina con su madre delante de una carnicer¨ªa que sortea su particular Gordo: un jam¨®n. ¡°Fueron penas desorbitadas, estamos rabiosos¡±, exclama mientras apunta que tiene una hija de 20 a?os y que ¡°podr¨ªa haber sido detenida¡± de haber estado en la taberna.
Garc¨ªa, no obstante, expresa su alegr¨ªa por que Abad y Urriozola se encuentren en r¨¦gimen de semilibertad y verbaliza el lema de los balcones: ¡°Todav¨ªa se habla del tema, nos ha afectado a todos¡±. El quiosquero Mart¨ªn Negre, que observa la vida desde fuera de su establecimiento, acepta que ¡°el que haya hecho algo, que lo pague¡±, pero sus ojos azules brillan al hablar del castigo ¡°excesivo¡±. Aritz Leoz, portavoz de la plataforma en defensa de los detenidos, recalca que ¡°la gente est¨¢ contenta¡±, pero reclama no olvidar que el tercer grado forma parte de la condena asignada. No es un premio, sino ¡°la continuaci¨®n de la injusticia¡±, agrega, solemne.
El viento empuja un olor a las lumbres del hogar que se propaga por las calles mojadas de Alsasua. Al rato, rompe a llover. Por ellas camina, despacio, un anciano con txapela que dice ser el abuelo de Adur Ram¨ªrez, penado con ocho a?os y medio de prisi¨®n por atentado a los agentes de la autoridad y tres delitos de lesiones. Su voz delata cierta envidia sana cuando valora que dos de los compa?eros de su nieto ya est¨¢n m¨¢s cerca de la libertad: ¡°Es extraordinario, es una peque?a luz¡±.
En este tipo de pueblos casi todo el mundo se conoce, algo que se corrobora al preguntar a los viandantes por los condenados. Algunos los definen como amigos; otros, como Pablo L¨®pez, se conforman con un ¡°conocidos¡±. ¡°Ya era hora, aunque a¨²n faltan los dem¨¢s¡±, sostiene.
Los rostros de tres de los presos, pintados en grande en una plaza de Alsasua donde resuena el ta?er de las campanas de la iglesia, asisten fr¨ªos a las andanzas de los vecinos. Debajo de sus mentones, el mantra ¡°Utzi Altsasu Bakean¡±. Nadie se fija especialmente en ellos porque en este pueblo, m¨¢s que en ninguno, todos saben qui¨¦n es qui¨¦n.
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