Pedro S¨¢nchez, entre la agon¨ªa, la astucia y la convicci¨®n
La elecci¨®n del socialista pone fin a un largo per¨ªodo de Gobierno en funciones. Su discurso contrasta con las escasas esperanzas que muchos depositan en su duraci¨®n
La elecci¨®n de Pedro S¨¢nchez pone fin a otro largo per¨ªodo de interinidad, que dej¨® el a?o 2019 (al igual que 2016) vac¨ªo de pol¨ªtica efectiva, sin apenas actividad legislativa y con un Gobierno al ralent¨ª. Espa?a se ha pasado el 44% de los ¨²ltimos 50 meses bajo un Ejecutivo en funciones. Ni B¨¦lgica.
Por eso, las enormes expectativas planteadas en el discurso de investidura de S¨¢nchez contrastan con las escasas esperanzas que muchos depositan en su duraci¨®n. ?Realmente estamos ante otra legislatura breve? En realidad, no lo parece.
De entrada, volvemos a esquemas cl¨¢sicos del parlamentarismo espa?ol: en ausencia de mayor¨ªas absolutas, se ha impuesto la necesidad de formar coaliciones parlamentarias con los principales grupos al margen del principal partido de la oposici¨®n, comenzando por las fuerzas catalanas. Son caminos que ya hab¨ªan transitado anteriormente Su¨¢rez, Calvo-Sotelo, Gonz¨¢lez, Aznar y Zapatero; y como habr¨ªa hecho Rajoy si CiU no hubiera emprendido el camino del suicidio pol¨ªtico, que para eso le facilit¨® los Presupuestos de 2011 y 2012 a Artur Mas en pleno auge procesista, antes de que este ¨²ltimo se embarcara en su viaje a ?taca del que ahora pretende regresar.
Incluso el inminente acuerdo con ERC significa un cierto retorno a esa pauta de normalidad, que de entrada ser¨¢ m¨¢s costosa para la propia ERC que para el PSOE. Su abstenci¨®n significa una nueva rectificaci¨®n de la estrategia adoptada por el independentismo en los ¨²ltimos cinco a?os, como ya lo fue el apoyo a la moci¨®n de censura. Si nos atenemos a las demandas planteadas por ERC, el acuerdo ser¨¢, en t¨¦rminos sustantivos de policies (y Presupuesto), menos gravoso para la mayor¨ªa de gobierno de lo que supusieron los pactos de Gonz¨¢lez y Aznar con Pujol, e incluso de lo ofrecido por Zapatero; reformas estatutarias incluidas, que ya es decir. Lo cual no es fruto de una mala negociaci¨®n por parte de ERC, sino la plasmaci¨®n de las disfunciones que el proc¨¦s ha generado para el papel del nacionalismo catal¨¢n en el terreno de la pol¨ªtica espa?ola: cuando mayor acumulaci¨®n de fuerza ha conseguido en el Congreso es, tambi¨¦n, cuando m¨¢s impotente se est¨¢ mostrando para convertirla en r¨¦ditos materiales. Que la exigencia p¨²blica para desatascar formalmente la abstenci¨®n fuese que la Abogac¨ªa del Estado mantuviera la misma posici¨®n sobre el caso Junqueras que ya hab¨ªa mostrado hac¨ªa meses es solo una prueba de las dificultades del independentismo para salir del atasco. Que, a pesar de eso, la pol¨ªtica espa?ola y muchos de sus int¨¦rpretes sigan enfangados en la exigencia del escarmiento para el independentismo es ya otro problema (y no menor) para la calidad de nuestra democracia.
El calibre de la ret¨®rica de los grupos y medios de opini¨®n de la derecha contra el acuerdo con ERC evidencia, una vez m¨¢s, que, m¨¢s all¨¢ del discurso de la unidad nacional, nuestro debate pol¨ªtico sobre pol¨ªticas y Presupuestos carece de suficiente grosor para plantear en serio alternativas legislativas sobre los grandes problemas de la sociedad espa?ola. Quiz¨¢ porque tampoco hay tantas diferencias sustantivas reales, o quiz¨¢ porque el electorado tampoco premia a sus partidos por lo que ¨¦stos hacen luego con los Presupuestos Generales del Estado. En cualquier caso, cuanto menos bajamos al detalle de las pol¨ªticas concretas, el di¨¢logo entre bloques resulta a¨²n m¨¢s enconado y tremendista. De esa vacuidad se ha beneficiado Vox en los ¨²ltimos meses, y superar eso ser¨¢ una tarea pendiente para el PSOE y el PP en esta legislatura.
As¨ª las cosas, cabe preguntarse qu¨¦ podemos esperar de Pedro S¨¢nchez para esta legislatura. Una prospecci¨®n especulativa sugiere tres escenarios (que no se excluyen entre s¨ª, sino que marcan una secuencia): ?agon¨ªa, astucia o convicci¨®n?
Agon¨ªa
En realidad, es el ¨²nico de los tres escenarios seguro e inevitable; no tanto por la fragilidad de los acuerdos para esta investidura como por la creciente vulnerabilidad de los presidentes y de sus Gobiernos para mantenerse en el poder y hacer cumplir sus programas. Un dato superficial pero elocuente: desde el largo Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, cada presidente ha durado menos que sus antecesores: Aznar, ocho a?os; Zapatero, siete y medio; Rajoy, seis y medio). Ninguno de ellos sobrevivi¨® a la segunda legislatura. ?Es ¨¦sta que comienza la primera o la segunda legislatura de S¨¢nchez?
En realidad, la mayor¨ªa de los grandes (medianos y peque?os) l¨ªderes suelen cerrar sus carreras pol¨ªticas de forma m¨¢s o menos ag¨®nica. Que la de Pedro S¨¢nchez sea la m¨¢s corta de los siete presidentes de la democracia hasta el momento (por no revisitar precedentes republicanos) no ofrece ninguna garant¨ªa de permanencia, sino casi lo contrario: la aceleraci¨®n de los tiempos pol¨ªticos se est¨¢ reflejando sobre todo en la menguante supervivencia de quienes llegan m¨¢s alto en los Gobiernos. Basta repasar las fotograf¨ªas recogidas en su Manual de resistencia de los referentes pol¨ªticos de otras democracias que acompa?aron a S¨¢nchez en su ascenso para ver d¨®nde est¨¢n hoy. Si eso es un efecto estricto de la Gran Recesi¨®n, (as¨ª como otros colegas), de las crisis bancarias en general o el resultado de la impotencia democr¨¢tica provocada por el fin de ciclo de la pol¨ªtica que hemos conocido hasta hoy (seg¨²n S¨¢nchez Cuenca) es ahora menos relevante. El reverso de la personalizaci¨®n de la pol¨ªtica, y de la acumulaci¨®n de poder que comporta, bien podr¨ªa ser la vulnerabilidad fren¨¦tica de quienes la representan, como empiezan a apuntar diversos trabajos. A menudo, la principal misi¨®n de los gobernantes es tratar de aplazar esa agon¨ªa lo m¨¢s posible.
Sin embargo, Pedro S¨¢nchez afrontar¨¢ una legislatura probablemente menos inestable de lo que ahora muchos vaticinan (y de lo que propon¨ªan los defensores de imaginarias grandes coaliciones); a pesar incluso de que las coaliciones multipartidistas en minor¨ªa parlamentaria (como la que nos gobernar¨¢) son los Ejecutivos m¨¢s inestables y menos duraderos en t¨¦rminos comparados. ?Por qu¨¦ S¨¢nchez podr¨ªa esperar m¨¢s estabilidad? Ese es el gran cambio que se ha dado entre abril y noviembre de 2019: si aquellas elecciones alentaron la percepci¨®n de fuerza para los actores clave en las posibles mayor¨ªas de gobierno (Ciudadanos, Podemos y el propio PSOE), un acopio de fuerzas compitiendo entre s¨ª que hac¨ªa inevitablemente inestable cualquier pacto posible, el 10-N distribuy¨® debilidades por doquier y eso, parad¨®jicamente, incentivar¨¢ un pacto m¨¢s fuerte entre los hacedores de la mayor¨ªa.
PSOE y Podemos saben que, por poco que empeore su situaci¨®n conjunta, dif¨ªcilmente continuar¨¢n en el pr¨®ximo ciclo de gobierno. Por ello, tendr¨¢n pocos incentivos para llevar la coalici¨®n al borde del precipicio¡ y dejarla caer desde all¨ª. Como apuntan los estudios, los partidos que inician disputas t¨¢cticas detonando el final de una coalici¨®n suelen acabar pagando el pato. Se impone, pues, una necesidad de tiempo y paciencia que, adem¨¢s, es com¨²n pr¨¢cticamente para casi todos los partidos, a un lado y otro del hemiciclo. Una paz cuyo principal beneficiario, a medio plazo, podr¨ªa ser el propio Pablo Casado, principal interesado en que S¨¢nchez haya tejido esta coalici¨®n plural¡ y en que dure ma non troppo.
Ser¨ªa una paradoja que la suma de debilidades de los l¨ªderes pol¨ªticos haya hecho posible el desencuentro institucional en el Gobierno central y el independentismo catal¨¢n durante estos a?os, y que ahora esa misma suma de debilidades abra nuevos escenarios para canalizar el conflicto territorial. Si as¨ª fuera, deber¨ªamos reflexionar y aprender por qu¨¦ se perdi¨® tanto tiempo en llegar hasta aqu¨ª.
Por eso, esta vez es m¨¢s probable que S¨¢nchez disponga del tiempo que ¨¦l mismo tem¨ªa no haber tenido si la coalici¨®n hubiese llegado en julio. Y por eso, tambi¨¦n, veremos ahora qu¨¦ puede ofrecer realmente no ya el presidente resistente, sino uno persistente obligado a transformar el pluralismo de su mayor¨ªa en una acci¨®n de gobierno m¨¢s representativa de la mayor¨ªa electoral que le sostiene. Eso le llevar¨ªa al segundo escenario.
Astucia
Entendida como la jugada que permite dar patada al bal¨®n unos metros y luego ya veremos, la astucia se ha convertido en el recurso con el que muchos l¨ªderes contempor¨¢neos justifican decisiones audaces para salir del atolladero. En numerosas ocasiones, ese recurso astuto apenas recorre un vuelo gallin¨¢ceo.
Sin duda, S¨¢nchez ha demostrado ser capaz de hilvanar las astucias necesarias para pasar del candidato imposible al presidente sin alternativa. Y el terreno propicio para ello es, obviamente, el gubernamental, como S¨¢nchez ha demostrado el ¨²ltimo a?o y medio. Su maleabilidad pol¨ªtica, denostada por adversarios y no tan adversarios, es una enorme fuente de resiliencia en el contexto contempor¨¢neo, donde la coherencia de los dirigentes pol¨ªticos est¨¢ a la altura de la de muchos de sus votantes.
No obstante, la formaci¨®n de una coalici¨®n con Podemos va a alterar sustancialmente el contexto en el que el l¨ªder socialista se ha venido moviendo hasta ahora. Como ya coment¨¢bamos hace unos meses, esta nueva situaci¨®n va a restringir enormemente el margen para la direcci¨®n personalista del Gobierno a la que los distintos presidentes se acostumbraron r¨¢pidamente. S¨¢nchez va a tener menos dominio sobre el qu¨¦, el c¨®mo y el cu¨¢ndo de la acci¨®n del Gobierno. Y por eso va a ser m¨¢s importante el qui¨¦n.
Tal como explica Despina Alexiadou en un trabajo reciente, es precisamente en Gobiernos de coalici¨®n donde mayor autonom¨ªa pueden ganar los diferentes ministros, condicionando decisivamente (para bien o para mal) los resultados previstos en los acuerdos de coalici¨®n. Los Ejecutivos de coalici¨®n suelen tener un perfil m¨¢s marcadamente partidista que en Gobiernos de partido ¨²nico. Tambi¨¦n es cierto que, en coaliciones, los expertos e ide¨®logos menos partidistas pueden lanzar una imagen m¨¢s n¨ªtida de lo que el Gobierno quiere hacer a los distintos electorados a los que tratan de representar.
?Hasta qu¨¦ punto S¨¢nchez va a dise?ar un equipo de Gobierno (al margen de los ministros de Podemos) representativo de la minor¨ªa electoral que la ha votado o de la mayor¨ªa social que aspira a encabezar? ?Cu¨¢l ser¨¢ el per¨ªmetro ideol¨®gico de las personalidades que compongan el pr¨®ximo Ejecutivo: el que se?ala el pacto con Podemos presentado a finales de a?o (y reflejado en la propuesta de ministros avanzada por los morados estos d¨ªas) o el que le permita implementar parlamentariamente ese programa? S¨¢nchez puede tratar de reforzar la presencia del PSOE y del PSC para contrarrestar la acci¨®n de los ministros de Podemos, o bien sacrificar parte de aquella para incorporar al Gabinete las voces del centro ideol¨®gico y de las periferias regionales.
A partir de ah¨ª, el campo para el ejercicio de la astucia presidencial va a ser precisamente el de los asuntos m¨¢s delicados y arriesgados; principalmente, la cuesti¨®n catalana. Pero como ha mostrado el primer a?o de Gobierno de S¨¢nchez, ¨¦se tambi¨¦n ser¨¢ el terreno donde las jugadas audaces, dependientes en ¨²ltimo extremo de otros partidos y l¨ªderes que ni siquiera estar¨¢n sentados en el Congreso de los Diputados, pueden tener un recorrido m¨¢s limitado si carecen de una voluntad que trascienda la mera supervivencia gubernamental. Y ah¨ª entra el tercer escenario.
Convicci¨®n
?Podr¨¢ sobrevivir la agenda del Gobierno de S¨¢nchez sin encauzar el conflicto con el independentismo? ?Podr¨¢ lograr esto ¨²ltimo sin plantear arreglos institucionales que recuperen el apoyo de una parte de los votantes independentistas, y tambi¨¦n de un grueso no despreciable de quienes no lo son? ?Es posible hacer esto sin el acuerdo con el PP? ?sa es la cuadratura del c¨ªrculo sobre la que S¨¢nchez deber¨¢ plantearse la orientaci¨®n gubernamental si aspira a proyectar su presidencia m¨¢s all¨¢ de la concatenaci¨®n de astucias.
Es evidente que el grueso del programa de gobierno es su pol¨ªtica econ¨®mica y social. Pero el eje sobre el que se sostendr¨¢ su ¨¦xito o fracaso ser¨¢ la cuesti¨®n territorial. Es cierto que Aznar y Rajoy llegaron al Gobierno, principalmente, debido a la desafecci¨®n de los votantes de la izquierda en contextos econ¨®micos adversos. Pero no olvidemos que el PSOE se mantuvo durante m¨¢s a?os en el poder tambi¨¦n porque se atrevi¨® a abordar el debate territorial desde el pragmatismo.
Nuestros dirigentes pol¨ªticos saben c¨®mo se deber¨ªa reconducir la crisis catalana, o al menos por d¨®nde deber¨ªan transcurrir los derroteros: arreglos intermedios sin perdedores humillados y con un solo ganador, la legitimidad constitucional e integradora de nuestra democracia. El nudo gordiano se ha encontrado siempre en el m¨¦todo para desplegarla sin perder el control de la situaci¨®n, como sugieren las recientes reflexiones de Mariano Rajoy en su libro de memorias (m¨¢s all¨¢ de lo que transcribe).
Si S¨¢nchez mantiene su convicci¨®n sobre la agenda territorial que present¨® en su investidura, es consciente de que ¨¦sta solo ser¨¢ viable si integra a una parte importante de quienes le increpaban desde la derecha del Congreso. ?Hay margen para ello? Ciertamente, hay un contexto aparentemente desfavorable: una derecha dividida y compitiendo sobre esta cuesti¨®n territorial no acepta la implicaci¨®n de partidos como Bildu o ERC en ese consenso. No obstante, ese rechazo de entrada tambi¨¦n oculta algunos incentivos.
Si el PP quiere recuperar una mayor¨ªa parlamentaria que le permita regresar al poder, deber¨¢ decidir si lo hace sobre la recuperaci¨®n de su derecha radical (ahora en Vox) o de sus votantes moderados (ahora en Ciudadanos). Disputar ambos frentes a la vez nunca ha sido viable, y las t¨¢cticas tradicionales de centrifugaci¨®n-primero-moderaci¨®n-despu¨¦s ahora son menos cre¨ªbles. Que se lo pregunten al PSOE.
Tarde o temprano, Casado deber¨¢ ofrecer r¨¦ditos m¨¢s constructivos que superen la pura crispaci¨®n entre bloques. Y eso tambi¨¦n depender¨¢ de la convicci¨®n de S¨¢nchez para que ese entendimiento sea posible a tiempo; quiz¨¢ en otra legislatura posterior; e incluso a pesar del protagonismo de un sector joven de la nueva derecha simbolizada por la intelectual (y, por ello, menos flexible) Cayetana ?lvarez de Toledo. La joven dirigente presagi¨®, antes de convertirse en nueva diputada, que ¡°Vox enterrar¨¢ al PP y beneficiar¨¢ al Frente Popular¡±, por lo que cualquier intento de moderaci¨®n ser¨ªa est¨¦ril. Ella propon¨ªa el movimiento contrario aunque auguraba que, al hacerlo, el ¡°PP morir¨¢ en el empe?o: hay movimientos tel¨²ricos, desastres inexorables. El consuelo es que por fin habr¨¢ hecho lo decente¡± (enero de 2019). ?Se equivoc¨® ?lvarez de Toledo al proyectar sus augurios?
Un a?o despu¨¦s, el PP deber¨¢ resolver el dilema en torno a su estrategia de oposici¨®n, siguiendo la cl¨¢sica distinci¨®n de Robert Dahl entre la ¡°oposici¨®n cl¨¢sica¡± desarrollada por el PP en otros per¨ªodos de oposici¨®n (rechazo de las pol¨ªticas del partido gobernante, pero reconoci¨¦ndole legitimidad para gobernar y dejando un margen para el pacto) y la ¡°oposici¨®n de principios¡± alentada por Vox, en la que se rechazan no solo las pol¨ªticas, sino incluso el sistema de gobernanza vigente en s¨ª mismo. Como ya le sucedi¨® al PSOE descabezado de principios de 2017, el riesgo para Casado es sucumbir a la eliminaci¨®n de la oposici¨®n si el electorado no percibiera diferencias significativas respecto a Vox. Ciudadanos puede aplicarse el mismo dilema en condiciones m¨¢s precarias.
En ¨²ltimo extremo, si la suma de convicci¨®n y astucia no resultaren suficientes para dilatarla en el tiempo, la agon¨ªa de S¨¢nchez podr¨ªa ser el preludio de un sistema de partidos m¨¢s abierto, en el que se sucedan f¨®rmulas de gobierno distintas y cambiantes. El incremento de la alternancia en el poder no solo no es sin¨®nimo de crisis estructural, sino que puede incluso ser un motor de renovaci¨®n pol¨ªtica y de consolidaci¨®n democr¨¢tica (como se?alan Horowitz, Hoff y Milanovic), siempre que los dirigentes pol¨ªticos no consideren que peque?as dosis de degradaci¨®n institucional pueden ser convenientes para no tener que afrontar con realismo conflictos mayores. De que suceda lo uno o lo contrario, S¨¢nchez ser¨¢ el primer responsable; aunque no necesariamente el primer beneficiario.
Juan Rodr¨ªguez Teruel es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia.
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