Uno de los deportados por Espa?a a Mauritania: ¡°Despu¨¦s de tres d¨ªas sin comer, nos abandonaron en Mal¨ª¡±
El vuelo de expulsi¨®n de este joven maliense es uno de los siete organizados por el Ministerio del Interior desde el pasado junio
Cissoko pas¨® 54 d¨ªas encerrado en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) en Las Palmas de Gran Canaria hasta que la madrugada del 20 de enero, insomne, fue el primero en o¨ªr los golpes en la puerta. En su celda hab¨ªa seis internos y una mujer escoltada por dos polic¨ªas les anunciaba en franc¨¦s: ¡°Os vais a Mauritania, vuestro avi¨®n sale a las 11¡±. Nadie entend¨ªa nada. Nadie volvi¨® a pegar ojo. A la hora prevista, Cissoko recuerda que m¨¢s de 30 agentes reunieron a 46 de los internos, calzaron a los que no ten¨ªan zapatos y les ataron las mu?ecas con una cuerda, de dos en dos, para llevarlos al aeropuerto de Gran Canaria. Destino: Naudib¨² (Mauritania). ¡°Al llegar nos metieron en un centro y estuvimos tres d¨ªas sin comer ni beber¡±, denuncia el joven por tel¨¦fono. El d¨ªa que por fin liberaron a Cissoko fue para esposarlo, meterlo en un coche y abandonarlo en Gogui, un puesto fronterizo de Mal¨ª, el pa¨ªs en guerra del que huy¨®.
El vuelo de expulsi¨®n de este joven maliense es uno de los siete organizados por el Ministerio del Interior desde el pasado junio con el objetivo de contener la ruta migratoria hacia las Canarias. El aumento de llegadas al archipi¨¦lago ha llevado al ministro Fernando Grande-Marlaska a reactivar las expulsiones a Mauritania, pa¨ªs con el que Espa?a tiene un acuerdo de readmisi¨®n desde 2003. Las autoridades mauritanas aceptan no solo a sus nacionales, que son una minor¨ªa, sino a migrantes de terceros pa¨ªses que se ¡°acredite¡± o se ¡°presuma¡± que han transitado por su territorio. Cissoko asegura que apenas pas¨® un d¨ªa en Mauritania en su camino hacia la costa de Senegal, donde la noche del 19 de noviembre se embarc¨® en la patera con la que llegar¨ªa a Canarias tras una semana de traves¨ªa.
Los retornos forzosos son una herramienta legal que tanto Espa?a como la UE pretenden impulsar para combatir la inmigraci¨®n irregular, pero estos vuelos que est¨¢n saliendo desde las islas han sido cuestionados por organizaciones humanitarias porque van llenos de ciudadanos de Mal¨ª, un pa¨ªs en el que la violencia ha obligado a 350.000 personas a abandonar sus hogares. En el avi¨®n de Cissoko, fletado por la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), hab¨ªa otros 33 malienses. En el vuelo del 27 de enero, con el que se expuls¨® a 42 personas, hab¨ªa 38 originarios de ese pa¨ªs, seg¨²n los informes de los t¨¦cnicos del Defensor del Pueblo que supervisan buena parte de esos vuelos.
Marlaska, de visita ayer en Rabat, insisti¨® en la legalidad de estos vuelos y asegur¨®: ¡°No van a Mali, sino que van a Mauritania¡±. Fuentes de la seguridad mauritana confirmaron a Efe, sin embargo, que los emigrantes llegados en los aviones desde Espa?a hasta la ciudad de Nuadib¨² son inmediatamente conducidos hacia las fronteras de Mal¨ª o de Senegal y entregados a la polic¨ªa de esos pa¨ªses. Desde Bamako, la capital de Mal¨ª, Cissoko confirma esa pr¨¢ctica y ruega: ¡°Quiero saber por qu¨¦ me expulsaron a Mauritania¡±.
Con motivo de estos operativos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha recordado que cualquier retorno a otro pa¨ªs debe realizarse con todas las garant¨ªas y que ¡°el Estado que los lleva a cabo es responsable de asegurar con el pa¨ªs receptor que el retorno no suponga una amenaza para la vida o la integridad de las personas retornadas, directa o indirectamente¡±. Abdoulaye Fati, un senegal¨¦s de 20 a?os que coincidi¨® en la patera y en el vuelo con Cissoko, insiste en el trato recibido por las autoridades mauritanas. ¡°Nos llevaron a un centro policial y nos mantuvieron como prisioneros, sedientos y sin comida¡±, reclama por tel¨¦fono desde Senegal, en cuya frontera fue abandonado. El Gobierno mauritano, a trav¨¦s de su embajada en Madrid, ha asegurado a EL PA?S que la gesti¨®n de la migraci¨®n ¡ª¡°esta tragedia humana¡±¡ª se hace con ¡°todo el respeto a las personas y aplicando la ley del pa¨ªs¡±.
Caos en la atenci¨®n
Adem¨¢s del abandono en la frontera y maltrato por parte de las autoridades mauritanas, Cissoko denuncia que no sab¨ªa que ten¨ªa derecho a solicitar asilo en Espa?a y que gracias a ese tr¨¢mite habr¨ªa evitado su encierro y su deportaci¨®n. ¡°Solo vi a la abogada una vez. Todos son c¨®mplices. Es la primera vez que veo un abogado que no defiende a su cliente¡±, lamenta. ¡°En el CIE nos dieron un papel en el que se supone que nos informaban de nuestros derechos, pero la mayor¨ªa de nosotros no sabe leer. Ten¨ªamos derecho a que nos lo explicasen bien¡±.
La abogada de oficio que atendi¨® a Cissoko el d¨ªa siguiente a su llegada y, despu¨¦s, en el juzgado donde se decret¨® su internamiento en el CIE reconoce que esos d¨ªas, como tantos otros, fueron un caos. ¡°Me result¨® imposible informarles de nada porque se hizo todo muy r¨¢pido. A los chicos de Mal¨ª que me hablaban de la guerra recuerdo que les mencion¨¦ que pod¨ªan pedir asilo, pero no estoy segura de que me entendieran. Tuvimos problemas con el int¨¦rprete porque no hablaba su idioma¡±, relata la letrada, que pide que no se divulgue su nombre. ¡°Me hubiese gustado haberlo hecho mejor, pero me fue imposible. No tenemos medios suficientes¡±.
Cissoko, que con la muerte de su madre hace cuatro a?os se qued¨® solo, conf¨ªa en que contar su historia le abra la puerta a pedir asilo en una embajada espa?ola sin tener que emprender de nuevo el peligroso camino que le llev¨® hasta Canarias. ¡°Quiero que toda Espa?a conozca mi caso para que no se cometa m¨¢s esta injusticia¡±, afirma. Si no lo consigue, asegura, lo volver¨¢ a hacer: ¡°Prefiero morirme en el mar que quedarme en este pa¨ªs¡±.
Mal¨ª, o el perverso ciclo de la violencia
Al amanecer del 23 de marzo de 2019, un centenar de hombres armados irrumpe en el pueblo de Ogossagou, en Mal¨ª. Tras vencer la d¨¦bil resistencia de un pu?ado de milicianos, los atacantes matan a tiros y golpe de machetes, decapitan y descuartizan a mujeres y ni?os y arrojan los pedazos en pozos. Fallecieron unas 160 personas de la etnia fulani. Meses m¨¢s tarde, el 10 de junio, lleg¨® la venganza. Unos 95 miembros de la comunidad dogon fueron degollados y quemados vivos en el pueblo de Sobane Da.
Un mill¨®n de desplazados, casi 5.000 muertos s¨®lo el a?o pasado, el m¨¢s letal desde el comienzo de la crisis en 2012, un perverso ciclo de violencia intercomunitaria, violaciones de Derechos Humanos, masacres, amplias zonas bajo control de los yihadistas y un conflicto que dura ya ocho a?os. Esta es la situaci¨®n que viven amplias zonas de Mal¨ª (sobre todo Mopti, Gao y Menaka), el norte de Burkina Faso y el oeste de N¨ªger.
¡°Las historias que he podido escuchar son terribles. Testimonios de matanzas cometidas por grupos armados, relatos sobre destrucci¨®n de casas, escuelas y centros de salud, casos de violencia contra las mujeres¡±, asegur¨® el mi¨¦rcoles Filippo Grandi, Alto Comisario de Naciones Unidas para los Refugiados, de visita en la zona. ¡°Tenemos que intervenir en el Sahel antes de que esta crisis sea ingobernable¡±, a?adi¨®.
En Mal¨ª comenz¨® todo. En 2012, tres grupos yihadistas ocupan el norte de Mal¨ª. Pueblos enteros abandonados a su suerte por un Estado d¨¦bil y con altos ¨ªndices de pobreza se plegaron, por la fuerza o por complicidad, ante los nuevos se?ores. Un a?o m¨¢s tarde, la intervenci¨®n francesa trajo al Ej¨¦rcito maliense de vuelta y muchos miembros de la etnia fulani, acusados de colaborar con los terroristas, fueron asesinados en una ola de represi¨®n que llega hasta hoy. Pero los radicales no fueron derrotados, s¨®lo se replegaron y se mezclaron con los civiles. De hecho, ahora est¨¢n m¨¢s activos que nunca. La guerra se ha trasladado al centro del pa¨ªs y ha saltado a N¨ªger y Burkina Faso. En medio, millones de civiles sufren las consecuencias.
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