Belle Gunness, la viuda negra que captaba a sus v¨ªctimas con anuncios en la prensa
La mujer asesin¨® adem¨¢s a sus hijos y a dos maridos para cobrar el dinero del seguro, y se le atribuyen m¨¢s de 60 cr¨ªmenes
Viuda con gran fortuna busca compartir su vida con un hombre que tenga posesiones. Este anuncio en el peri¨®dico local de La Porte, un municipio del estado de Indiana, en Estados Unidos, despert¨® el inter¨¦s de un buen n¨²mero de caballeros. Belle Gunness hab¨ªa perdido a dos maridos, pero deseaba encontrar un nuevo esposo y formar una familia. Los candidatos ten¨ªan que demostrar que pose¨ªan riquezas, as¨ª que cuando visitaban a la mujer en su granja deb¨ªan portar consigo grandes sumas de dinero. Lo curioso de esta historia es que todos los pretendientes desaparecieron sin dejar rastro. Ninguno sab¨ªa que detr¨¢s de aquellas inofensivas palabras en el peri¨®dico se escond¨ªa una de las asesinas en serie m¨¢s sangrientas, con un historial de m¨¢s de 60 cr¨ªmenes.
Belle Gunness naci¨® en 1859 como Brynhild Paulsdatter Storset en un peque?o pueblo de pescadores en la costa oeste de Noruega. Era la menor de ocho hermanos. Sus primeros a?os est¨¢n repletos de especulaciones y misterios que la realizadora noruega Anne Berit Vestby abord¨® en un documental en 2006. La pel¨ªcula relata c¨®mo la adolescente Gunness acudi¨® a una fiesta para divertirse. Sin embargo, aquella noche cambiar¨ªa su vida para siempre. Un hombre acaudalado de la localidad la atac¨® y los terribles golpes que recibi¨® le hicieron perder el beb¨¦ que esperaba. Su personalidad cambi¨® radicalmente: se convirti¨® en una persona fr¨ªa y ap¨¢tica. No es que nadie le auxiliara durante el ataque, es que su familia, de or¨ªgenes humildes, tampoco la protegi¨® temiendo las consecuencias del poderoso agresor. Aquellas circunstancias la llevaron a comprar un pasaje en barco para Estados Unidos, donde ya resid¨ªa una de sus hermanas.
Cruzar el Atl¨¢ntico supon¨ªa una oportunidad para olvidar lo sucedido y empezar de cero. La primera medida que tom¨® al llegar a Chicago en 1881 fue americanizar su nombre. No tard¨® mucho en encontrar trabajo como empleada dom¨¦stica. Tres a?os m¨¢s tarde se cas¨® con Mads Ditlev Anton Sorensen. La pareja abri¨® una confiter¨ªa, pero el negocio no funcion¨®. El local se incendi¨® un a?o despu¨¦s. Qued¨® reducido a cenizas. Con el dinero del seguro compraron una casa en Austin, pero al poco tiempo esa vivienda tambi¨¦n ardi¨® misteriosamente. La cuant¨ªa del seguro sirvi¨® para comprar una nueva residencia. La tragedia sacudi¨® a la familia en 1897, cuando su hija mayor falleci¨® de una colitis, una enfermedad con unos s¨ªntomas similares a los del envenenamiento. No hab¨ªa pasado un a?o cuando muri¨® otra de sus cuatro hijas en id¨¦nticas circunstancias. En ambos casos, Gunness cobr¨® un seguro de vida.
Muertes sospechosas
Como las desgracias no vienen solas, Mads cay¨® fulminado en el jard¨ªn de su vivienda el 30 de julio de 1900. Los vecinos quedaron muy sorprendidos, pues aseguraron que se trataba de un hombre fuerte que gozaba de buena salud. La autopsia determin¨® que hab¨ªa sido envenenado con estrictina, una sustancia que se utiliza habitualmente como pesticida para matar p¨¢jaros y roedores. Gunness no estuvo de acuerdo y decidi¨® llamar a su m¨¦dico, que declar¨® que hab¨ªa estado tratando al difundo por problemas card¨ªacos y que estos le hab¨ªan ocasionado la muerte. Pese a los recelos de la aseguradora, la mujer volvi¨® a cobrar una compensaci¨®n econ¨®mica. Con el dinero compr¨® una granja en La Porte, donde se mud¨® con los dos hijos que a¨²n le quedaban para emprender una nueva vida. All¨ª conoci¨® al que se convertir¨ªa en su segundo marido, Peter Gunness, un viudo mucho m¨¢s joven que ella. Una semana despu¨¦s de la boda, una de sus dos hijas muri¨® en extra?as circunstancias. Eso s¨ª, ten¨ªa un seguro de vida que cobraron.
La pareja no llevaba ni un a?o casada cuando el marido sufri¨® un accidente que acab¨® con su vida. La mujer explic¨® que le hab¨ªa ca¨ªdo sobre la cabeza una pesada picadora, una versi¨®n que no crey¨® el hermano del difunto. Un rumor atribuido a la hija de Peter puso en el punto de mira a Gunness. La joven hab¨ªa insinuado que su padre hab¨ªa sido asesinado, pero neg¨® tal afirmaci¨®n ante las autoridades. Esta vez la familia del fallecido no pondr¨ªa f¨¢cil el cobro de la indemnizaci¨®n. Lo consigui¨® meses m¨¢s tarde, cuando la hija de Peter desapareci¨® misteriosamente y su viuda dio a luz a un beb¨¦. Despu¨¦s de aquello, la mujer comenz¨® a poner anuncios en el peri¨®dico para conocer a hombres adinerados. Cuando estos acud¨ªan a la granja y mostraban el dinero, Gunness les preparaba una exquisita cena a las que a?ad¨ªa veneno. Cuando los invitados perd¨ªan el conocimiento, les part¨ªa el cr¨¢neo, les robaba y enterraba sus cuerpos en la finca.
La mayor¨ªa de los asesinatos se produjeron entre 1905 y 1908. Los vecinos aseguraron que la mujer sol¨ªa cargar pesados ba¨²les y cavar profundos hoyos en la granja. Sus planes se truncaron con la visita de un hombre que preguntaba por el paradero de su hermano. Ray Lamphere, un empleado que result¨® ser el amante de la viuda, insinu¨® que esta estaba detr¨¢s de las desapariciones. El 28 de abril de 1908 un incendio arras¨® la vivienda. En su interior descubrieron varios cad¨¢veres calcinados. Los estudios no pudieron determinar si entre ellos se encontraba el cuerpo de Gunness, pero s¨ª el de sus hijos. El fuego tambi¨¦n descubri¨® decenas de cad¨¢veres sepultados a lo largo y ancho de la granja. Lamphere afirm¨® haber ayudado a enterrarlos y cont¨® que la viuda estaba planeando su fuga, por lo que pudo fingir su propia muerte. A?os mas tarde, en 1931, una mujer fue detenida en el estado de Indiana por envenenar a su marido. Muri¨® en prisi¨®n sin revelar su verdadera identidad. Quienes vieron el cuerpo afirmaban que se trataba de la mism¨ªsima Belle Gunness. Esta vez no pudo cobrar el dinero del seguro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.