Una educaci¨®n m¨¢s humana en la era de la inteligencia artificial
Las oportunidades que ofrece la IA est¨¢n a la vista, pero es importante reflexionar y debatir antes de actuar, tanto sobre aquellos aspectos que no comprendemos bien, como sobre los que incluso ignoramos que desconocemos
?Deber¨ªamos decirle adi¨®s a la exclusividad del pensamiento humano? La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) desaf¨ªa la idea de que la creatividad es de un dominio exclusivo del homo sapiens. ?Representa esto una nueva era de creaci¨®n humano-m¨¢quina o una amenaza a la originalidad humana? ?Qu¨¦ papel ha de jugar la educaci¨®n?
Si bien la evidencia cient¨ªfica sobre el impacto de la inteligencia artificial en la educaci¨®n a¨²n es insuficiente, hoy emergen claros ejemplos sobre c¨®mo esta tecnolog¨ªa puede facilitar tareas administrativas, as¨ª como ofrecer recursos complementarios para ampliar o enriquecer el aprendizaje.
Esta tecnolog¨ªa est¨¢ dando pasos acelerados. Ha pasado su etapa de infante que escucha, ve, habla, y dibuja a la de leer y escribir, programar, analizar complejas planillas de datos, integrar reportes, hablar infinidad de idiomas, y responder a much¨ªsimas otras funciones que emergen constantemente desde el sector tecnol¨®gico a una velocidad notable. Su adopci¨®n ha sido a escalas y ritmos nunca vistos. En investigaciones recientes, los estudiantes describen entusiastas a la inteligencia artificial como un ¡°cerebro externo¡±.
Sin embargo, toda disrupci¨®n genera reajustes. Los gobiernos, a velocidades distintas, adoptan nuevos marcos regulatorios, gu¨ªas y de protecci¨®n. Las instituciones educativas publican directrices y orientaciones para aconsejar a docentes y estudiantes. Esta es una tarea tan importante como compleja, ya que es dif¨ªcil ofrecer gu¨ªas sobre una tecnolog¨ªa que no comprendemos por completo y que adem¨¢s cambia constantemente.
Si bien las oportunidades que estas tecnolog¨ªas ofrecen est¨¢n a la vista, ser¨¢ importante reflexionar y debatir (antes de actuar) tanto sobre aquellos aspectos que no comprendemos bien, como sobre aquellos asuntos que incluso ignoramos que desconocemos (o que no sabemos que no sabemos). Por ejemplo: ?Qu¨¦ implicaciones tiene adoptar de manera ubicua m¨¢quinas que piensan por nosotros? ?Cu¨¢les son los efectos de automatizar la cognici¨®n, y c¨®mo impactar¨¢ esto en la formaci¨®n de las nuevas generaciones? ?Se puede prescindir de ense?ar conocimientos y habilidades que son f¨¢cilmente automatizables? ?Qu¨¦ ocurre con la protecci¨®n de datos y la privacidad cuando estas m¨¢quinas est¨¢n programadas para aprender y no (desaprender) olvidar?
Tomando en cuenta la extracci¨®n de minerales y la huella de carbono que estas tecnolog¨ªas generan, ?podemos permitirnos impulsar la IAG si a¨²n sabemos poco sobre su impacto en el medio ambiente? ?Y qu¨¦ lecciones podemos adoptar de las disrupciones tecnol¨®gicas anteriores para evitar ampliar las enormes brechas que existen entre los que tenemos acceso a herramientas digitales y formaci¨®n, y quienes no?
Para responder estas y otras preguntas, podemos interrogar a estos agentes incorrectamente llamados ¡°inteligentes¡± (carecen de comprensi¨®n emocional, conciencia de s¨ª mismos, o intuici¨®n). Sin embargo, sugiero que en esta ocasi¨®n no desaprovechemos la oportunidad de pensar por nosotros mismos sobre c¨®mo actuar con sabidur¨ªa y visi¨®n de futuro para reflexionar sobre cuatro vectores cr¨ªticos.
Primero, dotar de una infraestructura tecnol¨®gica, de conectividad y datos que est¨¦ mejor distribuida en diferentes latitudes del planeta (ver d¨®nde hay ausencia de acceso a Internet puede ser un buen punto de referencia).
Segundo, una gobernanza a la altura de las circunstancias. No se trata solo de publicar un documento marco, que es muy importante. Tambi¨¦n hay que brindar las orientaciones, las protecciones, los apoyos, las coordinaciones y las salvaguardas necesarias. Es probable que las instituciones que hoy existen tengan que revisarse (o reinventarse), ya que muy probablemente fueron creadas para desempe?arse en un paradigma muy diferente al actual.
Tercero, la protecci¨®n de riesgos asociados a esta tecnolog¨ªa. M¨¢s investigaci¨®n es esencial. Es fundamental desarrollar la capacidad de monitorear y velar por los riesgos conocidos (as¨ª como por los que estamos por descubrir). La automatizaci¨®n de la desinformaci¨®n, la manipulaci¨®n, los sesgos, los plagios, la violaci¨®n de la privacidad, entre otros, hemos de verlos no como una nueva pandemia informacional, sino como una agenda educativa a atender. Esta agenda se debe abordar tanto desde la regulaci¨®n como desde la formaci¨®n de nuevos empleos y perfiles que puedan enfrentar estos retos.
Y cuarto, la generaci¨®n de capacidades. Las tecnolog¨ªas evolucionan r¨¢pido, pero pronto pasan de moda. Las personas, en cambio, tenemos una capacidad de adaptaci¨®n sorprendente. La tecnolog¨ªa que hace doce meses nos parec¨ªa m¨¢gica, hoy es solo una herramienta y probablemente pronto la dejemos de considerar como disruptiva. Pero ello implica desarrollar nuevas habilidades tanto en los diferentes niveles educativos como en la ciudadan¨ªa. Por ejemplo, revisar qu¨¦ significa estar alfabetizado en este contexto, qu¨¦ ajustes hacer en los planes de estudio, as¨ª como en las formas de ense?ar y aplicar el conocimiento. ?C¨®mo ponemos esta tecnolog¨ªa al servicio de los docentes y no al rev¨¦s?
En definitiva, abrazar sin reparos ni controles la disrupci¨®n que plantea la IAG puede ser tan perjudicial como ignorar o incluso prohibir su uso. Si algo hemos aprendido en estos meses de expansi¨®n de la inteligencia artificial es que la apertura y la cautela han de ir de la mano. Aunque avancemos en veh¨ªculos aut¨®nomos, no podemos navegar hacia el futuro sin dejar de mirar el espejo retrovisor.
Crist¨®bal Cobo es especialista en Educaci¨®n y Tecnolog¨ªa para el Banco Mundial.
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