Estamos ya preparados para dialogar con las m¨¢quinas
La hipertextualidad es indispensable para la informaci¨®n en red. Hace unas d¨¦cadas era ocupaci¨®n de reflexiones acad¨¦micas y de experimentos literarios. Hoy la lectura hipertextual est¨¢ asumida por todos los usuarios de la Red, explica este catedr¨¢tico
Qu¨¦ impresi¨®n recibir¨ªa Plat¨®n al vernos hoy tocar las palabras y que estas nos respondan con m¨¢s palabras? Se asombrar¨ªa de esta sensibilidad de las letras, capaces de sentir nuestra piel sobre ellas y de responder a nuestra indicaci¨®n. Y quiz¨¢ revisar¨ªa lo dicho acerca de que si se interroga a las palabras escritas ?responden con el m¨¢s altivo de los silencios?.
?Y la reacci¨®n del humanista e inventor Agostino Ramelli, si viniera de su siglo XVI y viera que su ?rueda de los libros? est¨¢ al alcance de much¨ªsimas personas y que leen como ¨¦l hab¨ªa imaginado? Porque Ramelli concibi¨® un artilugio que se asemejaba a una noria, en la que en cada cangil¨®n se colocaba un libro abierto, y el lector, sentado tangencialmente ante la rueda, y con la ayuda de unos engranajes, pod¨ªa ir pasando de un texto a otro de inmediato. Los textos, encerrados en libros voluminosos y pesados, reposando en estanter¨ªas y armarios, quedaban as¨ª, sin esfuerzo, al alcance de los ojos del lector.
?Y los cultivadores seculares del arte de la memoria? Entend¨ªan que la imagen es un texto plegado; por tanto, de igual modo que la papiroflexia pliega el soporte del texto ¡ªel papel¡ª y crea una figura, as¨ª el m¨¦todo del arte de le memoria pliega el discurso y genera im¨¢genes que guardan las palabras bajo sus detalles. Solo hay que mirar los detalles y la memoria despliega las palabras. Como hoy hacemos ante una pantalla: aparecen im¨¢genes, interfaces, que nos sugieren la informaci¨®n ¡ªal alcance de un clic¡ª que sus elementos contienen.
La hipertextualidad es indispensable para la informaci¨®n en red. Hace unas d¨¦cadas era ocupaci¨®n de ingenieros, de reflexiones acad¨¦micas y de algunos experimentos literarios. Hoy la lectura hipertextual est¨¢ asumida por todos los usuarios de la Red.
El proceso, dir¨ªamos, de alfabetizaci¨®n ¡ª?en tan poco tiempo!¡ª para la lectura hipertextual tiene gran trascendencia. Mayor que la ya importante de haber adquirido habilidad para movernos por una informaci¨®n que no se nos presenta organizada como hasta ahora. Y es, sobre todo, que nos ha preparado para mantener una relaci¨®n dial¨®gica como modo de llegar a la informaci¨®n.
La traza que deja cualquier lectura hipertextual (por tanto, la que dejamos cualquiera de nosotros en la Red) es la propia de una conversaci¨®n y no la de un discurso pronunciado por una persona y escuchado por otra. Hay una constante interacci¨®n, bifurcaciones, interrupciones, retornos y recuperaciones. El resultado de nodos y segmentos, de encrucijadas y tramos, es un camino propio e irrepetible construido por esa relaci¨®n.
Pero hasta el momento nuestra forma de intervenir es, si bien muy expresiva, bastante limitada. Recurrimos a utilizar nuestras manos para indicar con un dedo nuestro prop¨®sito. Esta relaci¨®n a trav¨¦s del gesto, que ya nos ha dado el beneficio de predisponernos a explorar, a conocer, est¨¢ dejando paso a la comunicaci¨®n oral, que abre muchas m¨¢s posibilidades de interrelaci¨®n y de construcci¨®n de una conversaci¨®n. El asistente de voz, a diferencia de la interfaz gr¨¢fica, no se pondr¨¢ delante de nosotros, sino a nuestro lado, as¨ª que nos deja el camino libre, la visi¨®n del entorno despejada. Dejaremos de estar absortos en la pantalla, aunque no por eso menos indagadores a trav¨¦s de la conversaci¨®n con nuestro asistente.
La hipertextualidad, sin la que no podr¨ªamos entender nuestra relaci¨®n con la Red, nos ha preparado, curiosamente, para la oralidad, hacia la que parece que nos encaminamos, y la conversaci¨®n, tan apropiada para la palabra hablada.
El libro contiene en un volumen, m¨¢s o menos grande, una informaci¨®n; y la biblioteca es tambi¨¦n un volumen, arquitect¨®nico. Incluso la imagen del arte de la memoria contiene informaci¨®n bajo sus pliegues. Pero la Red no tiene volumen. No podemos hablar en ella de contenido, tal como nos referimos en objetos tangibles. Es inabarcable. No por extensa, sino por ser una contracci¨®n l¨ªmite. Y aquello que no se puede abarcar, solo queda recorrerlo. Y una forma de traves¨ªa por lo inagotable es el di¨¢logo.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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