Futuros en busca de sentido
El sue?o de la Raz¨®n, transmutada ahora en dataismo, ha impuesto su l¨®gica, ignorando aquello no digitalizable, llev¨¢ndonos a confundir lo digital con lo real.
Los ?ngeles, noviembre 2019En noviembre 2019 estamos todos, m¨¢s all¨¢ de Los ?ngeles o la Puerta de Tannh?user revisitando Blade Runner y jugando a encontrar las diferencias entre la visi¨®n de Phillip K Dick, materializada ya hace 37 a?os por Ridley Scott y nuestra realidad cotidiana donde el futuro va por barrios.
Blade Runner, una pel¨ªcula tan profundamente existencial como pol¨ªtica, cuenta la historia de unos esclavos que buscan liberarse y la de un asesino al servicio de un sistema que no puede permitirse la aberraci¨®n de esa libertad, una rebeli¨®n que derrumbar¨ªa para siempre el labrado statu quo de lo humano.
El motor de la lucha liberadora de estas m¨¢quinas no es tanto la prolongaci¨®n de la vida como la necesidad de dar sentido y reconocimiento a una existencia con fecha de caducidad. El sentido se descubre como la fuerza que define la condici¨®n ¨²ltima de lo humano, una fuerza mucho m¨¢s poderosa que el ansia de supervivencia.
Somos humanos porque somos historias, millones de historias que siempre son la misma, el relato de la b¨²squeda, a veces heroica, a veces desesperada, de sentido.
Roy, Pris o Rachael son la manifestaci¨®n de nuestra ansiedad contempor¨¢nea de futuro, una sofisticada construcci¨®n artificial, la extensi¨®n tecnol¨®gica de nuestras capacidades al servicio de una civilizaci¨®n colonizadora y depredadora, de un mundo agotado y en decadencia.
El drama surge porque los principios sobre los que se han dise?ado los Nexus 7 no incluyen el sentido como prestaci¨®n de f¨¢brica. Sus dise?adores les dotaron de recuerdos y emociones para que su comportamiento sea estable y predecible, pero el sentido, la capacidad de vincular su propia historia a la historia del mundo, est¨¢ ausente en forma de un vac¨ªo violento que se ha de llenar irremediablemente con violencia o con la inconsolable nostalgia de la nada.
Al igual que la criatura de Mary Shelley, los replicantes son arquetipos prometeicos que arrastran con dolor la dram¨¢tica historia de nuestro futuro. Una versi¨®n especular de un Mes¨ªas que no se sacrifica para redimir nuestro pasado, sino que lo hace para advertirnos de la inevitabilidad de los pecados que cometeremos en el futuro.?
Noviembre, 2019
Miramos ahora alrededor del noviembre del 2019 que habitamos, buscando el ma?ana como Deckard busca replicantes. Para encontramos con que nuestra imaginaci¨®n ha sido colonizada por las im¨¢genes as¨¦pticas y yermas del programa tecno-capitalista de futuro, una visi¨®n de la cual los mitos, las historias, el sentido y los significados han sido expulsados.
Quiz¨¢s el verdadero riesgo no est¨¢ tanto en la posibilidad de construir una m¨¢quina que acabe por rebelarse, sino en la de descubrir que los replicantes somos nosotros.
El sue?o de la Raz¨®n, transmutada ahora en dataismo, ha impuesto su l¨®gica, ignorando aquello no digitalizable, llev¨¢ndonos a confundir lo digital con lo real.
Lo digitalizable es computable, lo computable es predecible, lo predecible es controlable y lo controlable puede al fin ser explotable. Este es el principio que define el estrecho marco sobre el que se construye nuestro futuro, un principio realista que dicta que solo aquello que es explotable es posible.
El enorme poder de esta antinarrativa del dato se extiende por todos los aspectos de nuestra realidad, aumentando su resoluci¨®n e invadiendo el espacio ¨ªntimo de lo humano, colonizando el cuerpo, el intelecto y las emociones, haci¨¦ndonos computables, predecibles, controlables y explotables.
La idea de un mundo de datos es una idea de poder y de dominio, donde el sentido, que vive fuera, en el espacio liminal e invisible de las relaciones entre nosotros y el mundo, no es m¨¢s que el ruido in¨²til que contamina la pureza del algoritmo y que debe ser, en consecuencia, descartado.
Creamos e innovamos desde el desprecio al sentido, ignorantes incluso de las narrativas sobre las que se asientan nuestras acciones y nuestras decisiones, pariendo mundos a los que tan siquiera le damos nombres.
Envuelta en la postapocal¨ªptica niebla de su novela, Philip K. Dick nos dej¨® en realidad una gran par¨¢bola sobre la conflictiva relaci¨®n entre la tecnolog¨ªa y los significados, entre el futuro y el sentido, un conflicto presente en el ahora que se manifiesta en todas nuestras intenciones y todas nuestras invenciones.
El primer aspecto de este conflicto es que, al margen nuestra voluntad como creadores, los artefactos con los que poblamos el futuro acaban siempre por encontrar un sentido. Un sentido que aparece de forma inesperada, incontrolable y con apariencia de irremediabilidad.
Estamos siendo testigos, por ejemplo, de c¨®mo la tecnolog¨ªa digital se emancipa en la b¨²squeda de su significado lejos de la inocencia originaria y emerge en forma de algoritmos de inversi¨®n autoconscientes, aplicaciones sociales trasmutadas en sistemas de vigilancia, adicciones programadas, obsolescencias aceleradas, inteligencias artificiales sesgadas, deepfakes incontrolables y granjas globales de desinformaci¨®n que dan su propia forma a la realidad.
Tambi¨¦n nos muestra que quiz¨¢s el verdadero riesgo de este conflicto no est¨¢ tanto en la posibilidad de construir una m¨¢quina que acabe por rebelarse violentamente, sino en la de descubrir, como en el caso de Rachael, que los replicantes somos nosotros. Que nuestro inevitable destino es que, por causa de esta carrera armament¨ªstica por la eficiencia que tenemos establecida con las m¨¢quinas, decidamos que la mejor forma de competir es transformarnos en ellas, profundizar en este proceso de mecanomorfismo en el que estamos inmersos, cuantificar la totalidad de nuestra naturaleza en t¨¦rminos discretos, entregar nuestros secretos a la nube, ser digitales, computables y cada vez m¨¢s predecibles, para poder seguir siendo explotables, para poder seguir siendo dignos de ser.
Este conflicto nos lleva finalmente a la conclusi¨®n. La mejor manera de evitar el levantamiento traum¨¢tico del futuro contra sus creadores es introduciendo hoy la esperanza como variable fundamental del dise?o. Y junto a la esperanza, incorporar el error y el capricho, el pensamiento cr¨ªtico y el Arte, la compasi¨®n improductiva, la vulnerabilidad y el respeto, la belleza y la amabilidad, lo imaginativo, lo inocente, lo inolvidable y lo intangible, la sensibilidad y la sabidur¨ªa, la inutilidad de los significados y el ruido m¨¢gico e imprevisible del sentido como parte fundamental de nuestros procesos de creaci¨®n, de nuestra manera de innovar y de construir los escenarios y los artefactos con los que se sue?a el ma?ana.
Por que en caso contrario, el sentido aparecer¨¢ para ocupar ese vac¨ªo con violencia o con la inconsolable nostalgia de la nada, como el reverso oscuro de un buen prop¨®sito.
Alberto Barreiro?es dise?ador, artista y profesor, su trabajo consiste en desarrollar estrategias capaces de transformar empresas en agentes de cambio positivo.
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