Felices (y locos) a?os veinte
Las transformaciones que anuncian para el mundo poscovid son las que ya estaban en marcha tras 25 a?os de revoluci¨®n digital.
Los pensadores est¨¢n muy exigidos estos d¨ªas, con esa presi¨®n para que nos avancen el futuro. Esto es lo m¨¢s pronosticado: un mundo con m¨¢s conexi¨®n digital que f¨ªsica, m¨¢s vigilancia electr¨®nica y menos privacidad, m¨¢s Estado naci¨®n y menos globalizaci¨®n. S¨ª, oiga, pero eso ya estaba pasando antes de la pandemia. No hemos inventado ahora Skype, Tinder, Amazon ni Netflix. Google y Apple llevan m¨¢s de una d¨¦cada rastre¨¢ndonos. Ya ocurr¨ªa que los j¨®venes salen menos porque est¨¢n c¨®modos con sus dispositivos; ya estaban en apuros los centros comerciales y las salas de cine. Tampoco vienen del virus, m¨¢s bien de la crisis de 2008, los populismos que enfangan la pol¨ªtica y levantan muros en las fronteras.
El fil¨®sofo John Gray es de los apocal¨ªpticos. ¡°Gran parte de nuestra forma de vida anterior al virus ya es irrecuperable¡±, escribe. Viviremos obsesionados por la higiene, lo virtual desplazar¨¢ a lo presencial, hasta el sexo se limitar¨¢ a las pantallas. Y ¡°los restos de la vida burguesa desaparecer¨¢n¡±, sentencia. En el otro lado, el polit¨®logo Yascha Mounk se resiste al cronocentrismo, esa man¨ªa de analizar el futuro y el pasado demasiado condicionados por el aqu¨ª y el ahora. En un art¨ªculo en The Atlantic, Mounk recuerda que tras la devastaci¨®n de la Gran Guerra y la gripe de 1918 se desataron los locos y hedonistas a?os veinte. ¡°El virus de 1918 hab¨ªa matado a m¨¢s personas que la guerra m¨¢s mort¨ªfera conocida, pero no redujo la determinaci¨®n de los humanos de socializar¡±.
Siempre hubo desastres y nos levantamos despu¨¦s. Cuando el tsunami devast¨® el sudeste asi¨¢tico, el mundo se estremeci¨®, pero en poco tiempo sus playas estaban otra vez repletas de turistas. Nueva York volvi¨® a ser, sigui¨® siendo, esa ciudad din¨¢mica y vibrante tras el 11-S. Por supuesto que las crisis, guerras o pandemias cambian la historia. Y la fuerza transformadora m¨¢s potente suele ser la tecnolog¨ªa: el fuego y la rueda, la agricultura y los barcos, el agua corriente y las vacunas (que duplicaron la esperanza de vida), el tel¨¦grafo y el tren. La electricidad en los hogares fue un avance incluso m¨¢s radical que el que empez¨® hace unos 25 a?os, cuando Internet entr¨® en nuestras casas. Si esta pandemia impulsa la digitalizaci¨®n, es porque hemos sacado partido a lo que ya ten¨ªamos.
Antes de proclamar el fin del neoliberalismo, del ligue, de las aulas y las oficinas, miremos a la historia. La Peste Negra que asol¨® Europa no detuvo el auge de las ciudades frente a los se?ores feudales, que llev¨® al Renacimiento. Los veinte no fueron a?os de luto, sino de cabaret y charlest¨®n. Es cierto que aquella d¨¦cada no acab¨® bien, con el crack y los totalitarismos; a ver si en este siglo nos sale mejor. No hay nada malo en querer bailar despu¨¦s de pasar miedo. El riesgo es salir de la crisis sin haber aprendido nada.
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