El fanatismo y la tecnolog¨ªa
Desde el atentado del 11-S, el terrorismo se ha convertido en un virus sin vacuna posible
El atentado del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas fue dise?ado por los terroristas para ser contemplado a la vez en directo en todos los telediarios del planeta. Puesto que la cultura de la imagen es la sangre de Estados Unidos, lo que sembr¨® el desconcierto en ese pa¨ªs, antes que el terror, fue el que esta tragedia asumiera la esencia del gran espect¨¢culo. El cine hab¨ªa llevado a la ficci¨®n un ataque semejante en algunas pel¨ªculas, pero en esta ocasi¨®n se impuso la realidad y Hollywood fue humillado.
Las Torres Gemelas derrumb¨¢ndose ante el mundo entero envueltas en llamas se ha incorporado a la sustancia visual de nuestro tiempo y ya forma parte del cat¨¢logo de las hogueras m¨¢s famosas de la historia junto con la quema del templo de Artemisa, del incendio de la biblioteca de Alejandr¨ªa, de las cenizas de Constantinopla, del fuego del Reichstag, de las calabazas de Hiroshima y Nagasaki y del napalm de Vietnam. Si el siglo XX termin¨® con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, el atentado que abati¨® las Torres Gemelas dio la entrada al siglo XXI. Las eras de la historia las marcan los grandes sucesos, no los calendarios.
Desde el garrote del primate al misil nuclear, a lo largo de la historia cada arma ha generado su r¨¦plica defensiva, pero al final de esta dial¨¦ctica b¨¦lica ha surgido ahora un ingenio diab¨®lico contra el cual no existe defensa posible. El ataque a las Torres Gemelas fue la presentaci¨®n ante el mundo del fundamentalista explosivo dispuesto a inmolarse por un ideal. En el terrorista suicida ha hecho s¨ªntesis el odio y la qu¨ªmica, la miseria y la electr¨®nica, la crueldad y la inform¨¢tica, el fanatismo religioso y la alta tecnolog¨ªa.
Desde el atentado de las Torres Gemelas el terrorismo se ha convertido en un virus sin vacuna posible, que ha cambiado para siempre nuestro estilo de vida. En cualquier aduana o paso fronterizo uno es juzgado de forma sumar¨ªsima solo por su aspecto. En los aeropuertos ordenan que te quites el cintur¨®n, los zapatos, la chupa y obedeces; te palpan todo el cuerpo y callas. Bastar¨¢ con que desaf¨ªes con la sonrisa ir¨®nica al guardia y te ver¨¢s condenado. El esc¨¢ner ha sustituido al viejo y maloliente confesonario, en el que uno siempre se sent¨ªa culpable. Pero no solo se erigen en jueces los guardias jurados. Tambi¨¦n los propios vecinos de escalera o de barrio analizan antes que nada la cala?a del desconocido o reci¨¦n llegado. Ese enemigo invisible, que est¨¢ en todas partes y en ninguna, ha dividido la humanidad en vigilantes y vigilados. M¨ªrate en el espejo cada ma?ana y j¨²zgate t¨² tambi¨¦n antes de salir a la calle si est¨¢s dispuesto a convertirte en el o¨ªdo y en los ojos de la polic¨ªa para delatar a cualquier sospechoso.
Seg¨²n la biolog¨ªa, un organismo es m¨¢s vulnerable a medida que se hace m¨¢s complejo. Si esta regla se aplica a la sociedad contempor¨¢nea, cuya fragilidad va a una velocidad proporcional a su desarrollo, est¨¢ a punto de llegar el d¨ªa en que la civilizaci¨®n dependa de un solo fusible, a merced de la mano de un fundamentalista airado que apague la luz y nos mande a la Edad Media a comer higos chumbos. En el subconsciente colectivo comienza a germinar como una pesadilla el artefacto nuclear de fabricaci¨®n casera o el barril repleto de virus terror¨ªficos que puede ser arrojado sobre cualquier ciudad por un iluminado a quien han prometido un mont¨®n de hur¨ªes en el para¨ªso, a cambio de devolvernos a los infieles al reino de los primates.
En la pel¨ªcula 2001: Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, que se ambient¨® en el mismo a?o de la ca¨ªda de las Torres Gemelas, aparece la famosa imagen del orangut¨¢n que sacude con furia el esqueleto de un animal muerto. Despu¨¦s de varios golpes un hueso salta por los aires, rueda por el espacio y se convierte en una nave espacial. No est¨¢ claro si esta imagen simb¨®lica expresa el nacimiento de la civilizaci¨®n o su derrumbe final. Dice Schopenhauer: ¡°El hombre no desciende del mono; al contrario, evoluciona hacia mono¡±.
En 2001, a?o del segundo milenarismo, en que el fanatismo religioso derrumb¨® las Torres Gemelas, se descifr¨® el genoma humano. Tal vez desde entonces el terror difuso lo llevamos en nuestro c¨®digo gen¨¦tico con el p¨¢nico incorporado.
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