La palabra m¨¢s hermosa de Nueva Orleans
La ciudad de la m¨²sica, silenciada ahora por la pandemia, es el inicio de un periplo por las huellas de la cultura negra en Estados Unidos en plena movilizaci¨®n antirracista. Los m¨²sicos j¨®venes ayudan a los viejos en esta nueva crisis. Ellos les ense?aron a tocar
Un cartel con reconocimiento especial al Pueblo de Qatar da la bienvenida al barrio m¨¢s peculiar de Nueva Orleans, uno de nuevo cu?o, que se llama la Villa de los M¨²sicos y es el hogar de muchos m¨²sicos que a¨²n lo son pero apenas ejercen, viejos trompetistas y pianistas, jazzistas y carnavaleros, antiguas glorias locales depositarias de mil relatos, reales y ap¨®crifos, que perdieron sus casas con el hurac¨¢n Katrina. Un grupo de entidades ayudadas de dinero catar¨ª construy¨® esta urbanizaci¨®n de palmeras y casas homog¨¦neas, pintadas en distintos colores de tono pastel, que pide a gritos que alguien la alborote con un bal¨®n o un pat¨ªn.
CANAD?
Minneapolis
Minnesota
San Luis
Misuri
Memphis
Tennessee
Winfield
Alabama
Clarksdale
Misisipi
Birmingham
Alabama
Oxford
Misisipi
Nueva Orleans
Luisiana
Golfo de M¨¦xico
500 km
M?XICO
EL PA?S
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Uno de sus habitantes m¨¢s ilustres es Alvin Lee Johnson, que naci¨® en 1939, y aprendi¨® a tocar la trompeta casi al mismo tiempo que a caminar, pero acab¨® gan¨¢ndose el pan con el piano. Se lo gan¨®, aunque no logr¨® mucho dinero. Una historia m¨¢s del mundo de la m¨²sica, otra historia t¨ªpica de Nueva Orleans: en 1960 compuso el que ser¨ªa el ¨¦xito de su vida, Carnival Time. Cuando el tema empez¨® a sonar por todas partes, lo llamaron a filas. Al regresar de Fort Bliss (Texas) en 1964 la canci¨®n ya era un himno del Mardi Gras, pero se tuvo que enredar en una larga batalla legal por el cobro de derechos. Eso s¨ª, at¨® la canci¨®n a su nombre para siempre.
Al Carnival Time Johnson vive ahora en una de esas casas de alquiler asequible obra y gracia del pueblo de Qatar. Apenas hay coches aparcados en la acera y ning¨²n ni?o juega en la calle. La villa de los m¨²sicos, menudo nombre para un lugar tan callado, tan vac¨ªo. De repente, el sonido de un instrumento de viento se escapa a trav¨¦s de una de las puertas. Imposible adivinar cu¨¢l. Son apenas dos notas y, de nuevo, silencio.
¡°?Al Johnson? ?Al Johnson es una leyenda! Es una gran persona¡±, dijo al hablarle de la cita el m¨²sico Troy Andrews, alias Trombone Shorty, una celebridad de la ciudad que alcanz¨® fama internacional con la serie Trem¨¦, David Simon.
A los pocos instantes de llamar a la puerta, el ¨²ltimo martes de julio, la leyenda abri¨®. Llevaba una gorra de piel marr¨®n, una mascarilla negra y una camiseta blanca de una cl¨ªnica de m¨²sicos de Nueva Orleans. La mesa del comedor, a mano derecha, estaba repleta de medicamentos. Tiene 81 a?os y una casa llena de fotograf¨ªas y cachivaches que lo atestiguan. Al Johnson con su ¨ªdolo, Fats Domino; Al Johnson tocando en el Mardi Gras; Al Johnson en la Casa Blanca, con el presidente Barack Obama y Michelle, la primera dama; Al Johnson en el ¨²ltimo festival. Junto al piano, una guitarra. ?Tambi¨¦n la toca? ¡°Me hice con ella en 2005, a ra¨ªz del Katrina, porque me qued¨¦ sin piano, pero no es lo m¨ªo¡±.
En el quince aniversario del hurac¨¢n m¨¢s cruento de su historia, Nueva Orleans vive atravesada por el coronavirus. La pandemia ha apagado el sonido en una ciudad que no se entiende sin sus clubes, sus pasacalles, sin la juerga permanente en Bourbon o Frenchmen Street, y muchos artistas que viven al d¨ªa han quedado desamparados.
Devin de Wulf, fundador de la entidad sin ¨¢nimo de lucro Read Beans, ha recaudado fondos para que j¨®venes m¨²sicos hagan la compra de supermercado a los m¨²sicos viejos, como Al Carnival Johnson, de forma que no tengan que salir de casa y eviten el riesgo de contagio. ¡°Es una forma de ayudar desde varios puntos de vista, contratamos a m¨²sicos j¨®venes para que lo hagan y los mayores reciben, adem¨¢s de la comida gratis, una visita, alguien con quien hablar un rato, algo que agradecen mucho¡±.
¡°Es un lagniappe... Me gustar¨ªa ense?arle esta palabra¡±, contin¨²a De Wulf sentado en el porche de su casa, ¡°es una palabra francesa adaptada del quechua que los espa?oles criollos trajeron a Nueva Orleans y significa un regalo, un extra gratuito con el que obsequian, por ejemplo, en un restaurante. Esta gente se ha pasado la vida enriqueciendo esta ciudad y es una forma de dar algo a cambio¡±.
En Nueva Orleans muere y se desparrama el Mississippi, el r¨ªo que recorre Estados Unidos de arriba a abajo, que sirvi¨® para transportar a esclavos que llegaban al puerto y tambi¨¦n para que estos escaparan. EL PA?S inicia una serie sobre el pasado y presente de los negros americanos que empieza en este singular trozo de Am¨¦rica y termina en Minneapolis, donde la muerte hace tres meses de un afroamericano llamado George Floyd en un arresto brutal provoc¨® la mayor ola de movilizaciones contra el racismo en medio siglo.
Francesa, africana e hispana, Nueva Orleans alumbr¨® el primer barrio negro de todo el pa¨ªs, Trem¨¦, invent¨® una cocina ins¨®lita y propia, una m¨²sica nueva. Todo es doloroso y vivaz al mismo tiempo. La plaza Congo, donde se compraba y vend¨ªa a personas negras, era tambi¨¦n el lugar donde de vez en cuando los amos los dejaban tiempo libre para departir y danzar. Hoy se encuentra dentro de un parque cuyo nombre homenajea a un hombre tambi¨¦n afroamericano, que aprendi¨® a tocar la trompeta en un correccional a principios del siglo XX, cuando era un adolescente, y se convirti¨® en una estrella eterna: Louis Armstrong.
¡°Ocurre algo con esta ciudad y es que muchas de las cosas que la hacen especial llegaron por algo horrible como es la esclavitud¡±, resumi¨® Jordan Bridges, tomando caf¨¦ en la terraza de un nuevo local de Trem¨¦, Old Road Coffee. Bridges, de 32 a?os, padeci¨® el Katrina siendo un adolescente. Tuvo que salir por piernas con su madre y sus hermanos mientras su padre, Joe, se quedaba en la ciudad construyendo otra casa. Pas¨® unos meses en la ciudad de Washington, donde a su madre, que cursaba Derecho, le dieron una beca para afectados por el hurac¨¢n para seguir con sus estudios y tambi¨¦n una casa para vivir. Ahora trabaja en una organizaci¨®n social y es m¨²sico. Hab¨ªa quedado con ¨¦l para que me contara c¨®mo le iba en la vida, c¨®mo ve¨ªa la ciudad. Me dio a escuchar la canci¨®n que grab¨® justo antes de la pandemia, Tell me, y sonaba bien. La letra dec¨ªa ¡°?No hemos visto suficiente? Esto no son ilusiones¡¡±
Un rato despu¨¦s, una casa del barrio de Marigny acog¨ªa una especie de concierto privado. Desde la pandemia, la banda de Jeremy Kelley, Bon bon vivant, act¨²a cada domingo por la tarde desde su casa y lo transmiten en directo por redes sociales. Tocan una curiosa m¨²sica Indie Gypsy, Cabaret Nouveau y pasan la gorra virtual a trav¨¦s de Venmo, una aplicaci¨®n de pago entre particulares. No hay aplausos, claro, y la apoteosis final, aunque hace retumbar las sartenes colgadas de la pared de la cocina, resulta anticlim¨¢tica.
¡°Es curioso, de esta forma podemos saber muchas cosas de quienes nos siguen: cu¨¢ndo se conectan, cu¨¢ndo se desconectan, desde d¨®nde¡ Pero sin verles las caras eso es muy dif¨ªcil de interpretar, es como no saber nada de ellos¡±, dice Kelley, de 42 a?os, mientras se toma un bourbon tras el show. Se mud¨® hace pocos a?os desde California junto a su esposa, Abigail Cossio, desde 38, y su hermana Glory, de 39. ?Por qu¨¦ deja uno la costa Oeste por Luisiana? ¡°Porque este es un sitio con una cultura musical y una tradici¨®n que no existe en otras partes. Aqu¨ª, cuando acaba un concierto, un m¨²sico viejo viene a hablarte y te da consejos, y se crean relaciones as¨ª¡±, explic¨® tomando . ¡°Se te pone malo alguien y enseguida alguien te ayuda¡±.
Shorty, el famoso m¨²sico de Trem¨¦, asegura que esa es una se?a de identidad de la ciudad: ¡°Totalmente espont¨¢neo y genuino, as¨ª es como crec¨ª yo. Es una tradici¨®n de la que se habla poco, pero a m¨ª hoy en d¨ªa a¨²n me ocurre, es algo m¨¢gico el modo en que los m¨²sicos de Nueva Orleans nos tratamos como una familia¡±. Lagniappe, como dec¨ªa Devin de Wulf, la gran palabra inventada por Nueva Orleans.
Al salir, otra banda estaba tocando en medio de una glorieta cercana a la casa de Jeremy. A falta de bares, los m¨²sicos se las arreglan para actuar por cualquier lado, como cuando el agua reclama su sitio en las ciudad. El hurac¨¢n Katrina se llev¨® por delante 2.000 vidas y destruy¨® el 60% del parque de viviendas, pero los m¨²sicos se pusieron a trabajar de nuevo muy pronto, no hab¨ªa otro remedio. No hubo tregua en la calle Bourbon o Frenchmen. El show debe continuar siempre en Nueva Orleans.
El distrito franc¨¦s, French Quarter, el de la m¨²sica, el turismo y el alboroto, se recuper¨® relativamente r¨¢pido y la gentrificaci¨®n ha renovado completamente buena parte del hist¨®rico barrio negro. Las heridas del hurac¨¢n, sin embargo, son a¨²n visibles en el Lower Ninth Ward en forma de solares donde nadie volvi¨® a construir nada, por falta de dinero o por temor a otro desastre. Michelle Williams, de 44 a?os, hace de gu¨ªa improvisada por la zona. ¡°All¨ª estaba la casa de mis padres¡±, dice, se?alando una maleza al final de la calle Flood, nombre que parece una broma de mala leche porque significa riada. Entonces, como ahora con la covid-19, la crisis ha exhibido la brecha entre negros y blancos, entre pobres y ricos.
¡°Yo creo que puedo decir que he disfrutado mucho con la m¨²sica, no he ganado mucho dinero, pero tengo bastante para vivir. Anoche escuch¨¦ unas de mis grabaciones, Lower Ninth Ward Blues, y creo que era buena. He disfrutado mucho tocando y creo que lo he hecho bien¡±, dijo Al Johnson desde la Villa de los m¨²sicos. El mundo era a¨²n un lugar injusto, dijo, cuando la conversaci¨®n llev¨® a George Floyd.
Al Johnson viaj¨® muchos a?os en autobuses donde unos letreros indicaban d¨®nde se pod¨ªan sentar los negros. ¡°Mis padres me ense?aron a ser amable en un mundo malvado. Tuvimos que ser buenos en un mundo malo¡±, a?adi¨®. A?os despu¨¦s acabar¨ªa en la Casa Blanca posando junto al primer presidente afroamericano de la historia.
Cuando termin¨® la entrevista, levant¨® la mano: ¡°Espere un momento, voy a tocar algo para usted¡±. Se sent¨® con aire solemne al piano e interpret¨® Blueberry Hill, de Fats Domino. Lo hizo muy serio, concentrado, como si estuviese en un escenario. El lagniappe del d¨ªa, el segundo concierto privado que me regalaba la ciudad. Sonaba fuerte, probablemente se oy¨® en toda la calle, y aquella fue por fin la Villa de los M¨²sicos.
La siguiente parada ser¨¢ Birmingham, Alabama, conocida como Bombingham por los hachazos del Ku Klux Klan, la cuna de Angela Davis y unas antiguas barber¨ªas que parecen museos de los Derechos Civiles y, adem¨¢s de cortar el pelo, te registran para votar.