30 d¨ªas en tren con Pijoaparte
'Viaje al sur', el testamento literario de Juan Mars¨¦ que se publica hoy, es una cr¨®nica de 1962 que el escritor firm¨® con el nombre de su personaje m¨¢s c¨¦lebre
No sol¨ªa hablar Juan Mars¨¦ de Viaje al sur, su libro perdido, su ¨²nico libro de viajes, un experimento sociol¨®gico narrativo con aspecto de cr¨®nica que pretend¨ªa, como el Campos de N¨ªjar, de Juan Goytisolo (1960), combatir la falsa idea de Espa?a que la propaganda franquista ofrec¨ªa. No hablaba de ¨¦l, recuerda su hija, Berta Mars¨¦, porque lo hab¨ªa dado por perdido. ¡°Ni yo misma supe que exist¨ªa hasta que reapareci¨®. Hab¨ªa hablado, alguna vez, de un viaje que hab¨ªa hecho en los 60 a Andaluc¨ªa, de la impresi¨®n que se llev¨®, de c¨®mo le hab¨ªa parecido el Tercer Mundo, pero no de lo que hab¨ªa escrito¡±, recuerda. Que aquella rareza, la vibrante muestra de hasta qu¨¦ punto pudo Mars¨¦ haberse convertido tambi¨¦n en un excelente cronista de no haber el destino echado por tierra sus planes, se haya convertido en su testamento, cierra, de alguna forma, el c¨ªrculo.
¡°Es como volver al principio. Toda la fuerza de la prosa de mi padre est¨¢ ah¨ª. ?l no era capaz de recordar con exactitud nada, ni siquiera el seud¨®nimo que hab¨ªa puesto, de ah¨ª la dificultad para encontrar el manuscrito en el archivo de Ruedo Ib¨¦rico [la editorial espa?ola en el exilio que hab¨ªa encargado a Mars¨¦ el libro y que nunca lo public¨®]. Y, cuando al fin lo encontraron, algo por completo casual con lo que ya no contaba, tem¨ªa tener que corregir demasiado¡±, cuenta Berta. Sobre su reacci¨®n, ante el hallazgo, dice: ¡°Primero le hizo una ilusi¨®n tremenda pero estaba ya cansado y le dio miedo que no estuviese todo lo bien que deb¨ªa estar¡±.
Ella se prest¨® a leerlo, y qued¨® fascinada. ¡°Lo le¨ª con un l¨¢piz en la mano pensando en ir anotando cosas, y al poco se me olvid¨® todo. No pod¨ªa dejar de leer. No hab¨ªa que tocar nada. Estaba perfecto¡±, recuerda. El libro, que llega hoy a librer¨ªas de la mano de Lumen, deb¨ªa editarse ¡°en junio o julio¡± pero la pandemia lo retras¨®.
Eso quiere decir que no es exactamente un libro p¨®stumo, porque fue el propio Mars¨¦ quien dio el visto bueno final, y estaba listo para publicarse antes de su fallecimiento, ocurrido el pasado 18 de julio. No est¨¢n todas las fotograf¨ªas, obra de Albert Ripoll Guspi, que se hicieron ¨C cerca de un centenar ¨C sino ¨²nicamente 31, las que logr¨® encontrar el editor Andreu Jaume, que relata en primera persona en la edici¨®n c¨®mo dio, gracias a una serie de pistas que la agente Carmen Balcells pas¨® por alto cuando visit¨® tambi¨¦n, a finales de los 80, el Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, lugar que albergaba ya entonces y aun hoy el archivo de Ruedo Ib¨¦rico.
Jaume considera el libro como una suerte de eslab¨®n perdido entre su primera novela, aquel Encerrados con un solo juguete que le abri¨® las puertas de Seix Barral en 1960, y ?ltimas tardes con Teresa, de 1966, y deja fuera la segunda novela que escribi¨® Mars¨¦, Esta cara de la luna, por considerarla ¡°precipitada y alimenticia¡±. Viaje al sur, el fresco de ¨¦poca que naci¨® de un viaje en tren de 30 d¨ªas por diversos pueblos y ciudades de las provincias de Sevilla, C¨¢diz y M¨¢laga, era la pieza que le faltaba al rompecabezas del poderoso estilo del autor, es, para Jaume, ¡°el testimonio de su tr¨¢nsito hacia la madurez¡± que alcanz¨® en ?ltimas tardes con Teresa. ¡°Es la obra de un escritor hambriento¡±, dice el editor, y a la vez, un experimento que, de haber tenido el reconocimiento debido en su momento, quiz¨¢ hubiera animado al escritor a no limitarse a la ficci¨®n.
¡°Puede, aunque ¨¦l se deb¨ªa a la ficci¨®n, la prefer¨ªa por encima de todo¡±, asegura Berta Mars¨¦. Quiz¨¢ por eso ten¨ªa siempre un pie en ese otro mundo imaginado, a partir del que edifica hasta la ¨²ltima de sus impresionistas descripciones de esta cr¨®nica, por la que desfilan desde los burros que cargan arena de la orilla en Chipiona hasta las conversaciones entre el primer turismo nacional e internacional en las bodegas de Jerez de la Frontera. Y cuando tuvo que elegir seud¨®nimo, escogi¨® a un personaje que acabar¨ªa inmortalizado en su ficci¨®n. Nada menos que el Pijoaparte, Manolo Reyes.
El seud¨®nimo se lo puso para evitar represalias pol¨ªticas. Despu¨¦s de todo, su misi¨®n era pol¨ªtica, pero se impuso lo sentido en un viaje que describe, como ocurre en el resto de su obra, un reino perdido, en el que la a?oranza es la del derrotado, no por la vida sino ante la belleza de las cosas que nunca van a ser tenidas en cuenta como deber¨ªan. Tal y como ¨¦l mismo dej¨® escrito: ¡°No hay nada que hacer, se pisa siempre el mismo elemento: mito y realidad¡±, que en el Mars¨¦ cronista son tambi¨¦n, como en su ficci¨®n, una y la misma cosa.
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