El p¨¢jaro que descubri¨® el cero
Que un cuervo sea capaz de entender una de las nociones m¨¢s abstractas de la matem¨¢tica es un buen ba?o de humildad para la humanidad
Seguimos ignorando si estamos solos en la galaxia, lo que puede resultar angustioso en los momentos de v¨¦rtigo metaf¨ªsico, pero cada vez es m¨¢s evidente que no estamos solos en la Tierra. Las aptitudes que antes cre¨ªamos ¨²nicas de la especie humana ¨Dlenguaje y abstracci¨®n conceptual, consciencia, arte y matem¨¢tica¡ª hunden indefectiblemente sus ra¨ªces en la noche evolutiva de los tiempos. Los indicios apuntan a que los neandertales hablaban, lo que convierte en sospechosos de aptitud ling¨¹¨ªstica a los dem¨¢s linajes humanos extintos, como el Homo erectus y su cada vez m¨¢s nutrida purrela de descendientes. Nuestra capacidad de abstracci¨®n conceptual no es m¨¢s que una versi¨®n extendida de la que tienen otros animales, y los ¨²ltimos datos neurol¨®gicos indican con fuerza que la consciencia es un fen¨®meno bastante generalizado en el mundo animal.
En cuanto a las matem¨¢ticas, el mejor ba?o de humildad nos est¨¢ viniendo de las aves, con menci¨®n especial a los cuervos. Veamos los ¨²ltimos resultados antes de que se vaya todo el mundo a degustar la extraordinaria paella del chiringuito. Tres neurobi¨®logos de la Universidad de Tubinga han entrenado a sus cuervos a distinguir peque?as cantidades de objetos. Este talento se llama numerosidad, y es m¨¢s com¨²n de lo que nos gustar¨ªa creer. Tanto los humanos como los cuervos tenemos integrada en el cerebro una ¡°l¨ªnea num¨¦rica¡± en la que cinco objetos, por ejemplo, se representan a la derecha de cuatro objetos, que a su vez est¨¢n a la derecha de tres. Este valioso recurso mental es muy similar a la recta de los n¨²meros naturales que estudiamos en el colegio, solo que no hace falta estudiar nada para manejarla.
La gran novedad de la investigaci¨®n es que incluye el cero (ning¨²n objeto) entre los problemas que debe resolver el p¨¢jaro. Uno de los cuervos no solo ha reconocido el cero, sino que lo ha situado en el sitio que le corresponde en la recta num¨¦rica, el mismo sitio donde lo pon¨ªa nuestro profesor de matem¨¢ticas: a la izquierda del uno, m¨¢s lejos del dos, m¨¢s lejos a¨²n del tres y as¨ª sucesivamente. Los investigadores han logrado incluso identificar las neuronas concretas que reconocen el cero. Al lector actual le puede parecer una trivialidad todo esto, pero lo cierto es que a la humanidad le cost¨® dios y ayuda dar con el cero, o conjunto vac¨ªo, que es un concepto central de la teor¨ªa de n¨²meros.
El concepto matem¨¢tico de cero surgi¨®, como casi todo, en la Sumeria mesopot¨¢mica de hace 5.000 a?os, de donde se extendi¨® hacia el este, pero no hacia el oeste. Uno de los m¨¢s notables astr¨®nomos indios de la Antig¨¹edad, Brahmagupta, que vivi¨® hace 2.600 a?os, defini¨® el cero como el resultado de restar un n¨²mero de s¨ª mismo, otra trivialidad digna de un cuervo, ?no les parece? Los romanos, sin embargo, ni se enteraron de nada de esto, y Europa solo incorpor¨® el cero a sus sistemas num¨¦ricos gracias a los matem¨¢ticos ¨¢rabes.
Hay evidencias de que las abejas y los macacos entienden el concepto de cero, y ahora tenemos que sumar a los cuervos a ese podio, de modo que una de las nociones m¨¢s abstractas de la matem¨¢tica humana hunde sus ra¨ªces en la biolog¨ªa del cerebro. Bonita reflexi¨®n para un 1 de agosto.
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