Tras la huella de Al-?ndalus en Alejandr¨ªa
Cuatro mezquitas construidas en honor a cuatro sabios y religiosos de lo que hoy es Espa?a testimonian la profunda herencia andalus¨ª en la ciudad mediterr¨¢nea egipcia
A la sombra de un ¨¢rbol solitario erguido en un escondido rinc¨®n dentro de los dominios de uno de los barrios m¨¢s antiguos de la ciudad egipcia de Alejandr¨ªa, a una brisa de distancia de lo que anta?o fue su puerto, se halla una mezquita blanca y austera junto a la que descansa, m¨¢s inadvertida si cabe, la puerta a un mausoleo. Coronando el acceso, una inscripci¨®n en ¨¢rabe anuncia que se trata del lugar donde yace un sabio con el nombre kilom¨¦trico de Abu Bakr Muhamad Ibn Al-Walid Al-Fihri, del que aparecen destacadas, en grande, las letras de su ¨²ltimo y m¨¢s famoso apellido: Al-Tartushi, ¡°el Tortosino¡±.
Oriundo del municipio de Tortosa, en la provincia catalana de Tarragona, Al-Tartushi naci¨® al filo del siglo XI en lo que por aquel entonces era una importante ciudad de Al-?ndalus, la zona de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica gobernada mayoritariamente por musulmanes entre 711 y 1492. Seg¨²n cuenta una descripci¨®n de la Gobernaci¨®n de Alejandr¨ªa, Al-Tartushi creci¨® en Tortosa y empez¨® a instruirse en su gran mezquita antes de emprender un viaje que le llev¨®, ¨¢vido de conocimiento, primero a otras ciudades de Al-?ndalus, en las que se cruz¨® con destacados juristas y eruditos, y luego a partes del mundo isl¨¢mico tan hacia el este como La Meca y Bagdad, repleta entonces de intelectuales y cient¨ªficos.
Desde la actual Irak, Al-Tartushi continu¨® hacia el Levante del Mediterr¨¢neo, parando en ciudades como Alepo y Damasco, y m¨¢s adelante puso rumbo hacia El Cairo y finalmente a Alejandr¨ªa, donde se estableci¨® tras una breve estancia en Roseta, en el delta del Nilo. All¨ª, Al-Tartushi se cas¨® y se forj¨® la imagen de sabio y jurista valiente que no dud¨® en enfrentarse a la dinast¨ªa fatim¨ª, que gobernaba entonces Egipto.
Prueba de la huella que dej¨® en Alejandr¨ªa este andalus¨ª de Tortosa es la mezquita y el modesto mausoleo construido en su honor y visitado todav¨ªa hoy a diario por los vecinos del barrio. ¡°Esta es la ¨²nica mezquita de Al-Tartushi en Egipto¡±, afirma Bilal, un trabajador ¨Dreticente a revelar su apellido¨D de un peque?o taller de herrer¨ªa de equipos portuarios situado enfrente del templo, y que conoce vagamente la historia del personaje: ¡°Naci¨® en Al-?ndalus, lo que ahora es Espa?a, y luego vino hacia aqu¨ª¡±.
Al-Tartushi no fue el ¨²nico. Para cuando este sabio y jurista tortosino lleg¨® a la tierra de los faraones, Egipto gozaba de destacadas relaciones pol¨ªticas con Al-?ndalus y de una prestigiosa vida acad¨¦mica, cultural y religiosa, por lo que la conexi¨®n entre los dos territorios a ambas orillas del Mediterr¨¢neo se recuerda particularmente fluida. Alejandr¨ªa en concreto era la capital comercial de Egipto y contaba con reputadas escuelas religiosas, adem¨¢s de ser uno de los puertos m¨¢s estrat¨¦gicos en el camino hacia La Meca. As¨ª que entre los que llegaban a la ciudad procedentes de Al-?ndalus figuraban viajeros culturales y religiosos, conocidos juristas, pensadores y sabios u hombres de religi¨®n. Algunos de ellos con nombres tan transparentes como Abu Al-Abbas Al-Walid Al-Saraqusti y Muhamad Al-Fajjar Al-Qurtubi, en el siglo XI, o Yusuf Al-Lajmi Al-Mayurqi, un siglo despu¨¦s.
Dos olas de andalus¨ªes parecen haber dejado una impronta particular. La primera lleg¨® en el siglo IX, cuando unos rebeldes marineros cordobeses que tuvieron que exiliarse de su tierra tras alzarse contra la autoridad omeya ocuparon la urbe egipcia durante a?os antes de ser expulsados a Creta. ¡°Fue un Gobierno andalus¨ª en Alejandr¨ªa¡±, explica Mohamed El Gamal, el director del Centro de Estudios de la Civilizaci¨®n Isl¨¢mica de la Bibliotheca Alexandrina. En la segunda, mucho m¨¢s dilatada, lo hicieron por motivos bien distintos a todos los anteriores: a medida que avanzaba la Reconquista en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, la persecuci¨®n y la expulsi¨®n forzaron a muchos musulmanes a emigrar hacia pa¨ªses ¨¢rabes.
¡°Con la Reconquista llegaron muchas familias de origen andalus¨ª¡±, cuenta Hossam Al Abady, profesor del Departamento de Historia y Antig¨¹edades Egipcias e Isl¨¢micas de la Universidad de Alejandr¨ªa, quien apunta que muchos de los que llegaban a la ciudad, tambi¨¦n por viaje, ¡°se alojan y se quedan una buena temporada, [algunos] se casan y empiezan a construir familias¡±.
Inevitablemente, el paso de todos ellos dej¨® una marcada huella. Y aunque a menudo se la asocia menos a esta herencia que otros lugares como Marruecos, donde la influencia fue mayor, el legado andalus¨ª en Alejandr¨ªa ha sido igualmente duradero y sigue formando parte, en muchos casos sin saberlo, de su cotidianidad y de la de su gente.
El caso m¨¢s emblem¨¢tico es seguramente la elegante mezquita de Abu Al-Abbas Al-Mursi, convertida en toda una referencia de la ciudad e incluso del pa¨ªs, una de las perlas del antiguo barrio de Al Anfushi que destaca por sus c¨²pulas blancas y sus esbeltos minaretes. Abu Al-Abbas Al-Mursi naci¨® a principios del siglo XIII en Murcia, se cree que en una casa a orillas del r¨ªo Shaqoura ¨Do Segura, seg¨²n qui¨¦n lo pronuncie¨D con vistas directas al Mediterr¨¢neo. En su caso, fue un accidente el que lo condujo a Alejandr¨ªa, concretamente un naufragio cuando peregrinaba a La Meca con su familia, y del que solo ¨¦l y su hermano se salvaron, forz¨¢ndoles a establecerse en T¨²nez. All¨ª, el murciano se convirti¨® en un devoto seguidor, literalmente, del jefe de una orden religiosa suf¨ª y de su mano desembarc¨® en Alejandr¨ªa, donde acab¨® tomando su relevo y permaneci¨® hasta su muerte.
Cuando Al-Mursi falleci¨®, sus restos se resguardaron en un peque?o cementerio al este de la ciudad, y no fue hasta tres d¨¦cadas despu¨¦s cuando un comerciante local construy¨® un mausoleo y una peque?a mezquita que se fue restaurando y ampliando con los siglos. Finalmente, en 1934, el rey Fuad I de Egipto orden¨® construir la mezquita actual, en un proyecto que asumi¨® un joven arquitecto italiano, Mario Rossi, que le dedic¨® m¨¢s de tres lustros hasta conseguir la refinada obra maestra actual, muestra del privilegiado lugar que ocupa el murciano en el imaginario alejandrino. Mona Askar, experta en las mezquitas de la ciudad, asegura: ¡°La monarqu¨ªa de Egipto las reconstruy¨® porque la gente los quer¨ªa¡±.
Todav¨ªa m¨¢s cerca del mar descansa otro curioso templo, y su correspondiente mausoleo, en honor a Abu Abdal¨¢ Al-Shatbi, un destacado im¨¢n procedente de la ciudad valenciana de J¨¢tiva cuyo apellido tambi¨¦n da nombre al barrio en el que yace hoy. Nacido en el siglo XII, este cient¨ªfico y jurista andalus¨ª, conocido por sus cualidades como recitador del Cor¨¢n y autor de ep¨ªstolas y varias obras, vivi¨® y ense?¨® durante a?os en Alejandr¨ªa.
Al parecer, ¨¦l no fue el ¨²nico Al-Shatbi que pas¨® por sus calles, sino que otros escritores y sabios con ese mismo apellido ¨Dy de la misma J¨¢tiva¨D cruzaron la ciudad en diferentes ¨¦pocas y por distintos motivos. Pero hoy la discreta mezquita y el mausoleo levantados en su memoria, literalmente empotrados en un edificio residencial, solo lo recuerdan a ¨¦l en una placa que cuenta brevemente su historia: ¡°Naci¨® en J¨¢tiva, creci¨® en Valencia y vivi¨® en Alejandr¨ªa, donde muri¨® y fue enterrado¡±.
La cuarta y ¨²ltima mezquita, con mausoleo incluido, que sigue guardando el recuerdo de otra destacada figura andalus¨ª en Alejandr¨ªa es Sidi Gaber, un edificio elegante y rodeado por un peque?o jard¨ªn que sobresale por su alto minarete. Nacido en Al-?ndalus, aunque no parece saberse exactamente d¨®nde, Gaber Al-Ansari fue un p¨ªo sabio suf¨ª atra¨ªdo por la lengua ¨¢rabe y los asuntos religiosos que, despu¨¦s de pasar por Fez, Tr¨ªpoli y El Cairo, se asent¨® en Alejandr¨ªa, donde hoy cuenta no solo con una mezquita en su nombre, all¨ª donde residi¨®, sino que, como Al-Shatbi, cuenta con un barrio entero. El Gamal, sin embargo, se?ala que algunos historiadores disputan esta versi¨®n y creen, en cambio, que Sidi Gaber es el viajero Ibn Jubayr, seguramente de Valencia, quien se forj¨® su fama gracias a una vida repleta de peripecias que plasm¨® en sus famosos relatos de viaje.
La herencia de estas cuatro mezquitas en honor a estos cuatro andalus¨ªes, concluye Al Abady, no es sino la expresi¨®n m¨¢s firme de una influencia, la de Al-?ndalus en Alejandr¨ªa, mucho m¨¢s profunda y escasamente explorada. ¡°El legado f¨ªsico, el de las mezquitas, es una parte¡±, concede el historiador en perfecto espa?ol y ¨¦l mismo con apellido andalus¨ª. ¡°[Pero] la influencia vas a encontrarla en varios campos, all¨ª donde haya habido contacto. Lo que se ve en edificios es verdad; pero hay m¨¢s¡±, desliza. ¡°Hay un contacto m¨¢s profundo, que vive en la lengua de las personas, en los h¨¢bitos de las familias¡±.
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