Fernando Arrabal: ¡°Espa?a sigue pensando que soy un golfo¡±
Superviviente de una generaci¨®n de gigantes como Ionesco, Beckett, Duchamp y fundador del grupo de surrealistas P¨¢nico con Topor y Jodorowsky, el escritor y pintor nos recibe en su casa de Par¨ªs y niega ser un provocador
Dramaturgo, novelista, poeta, pintor, cineasta y superviviente de una generaci¨®n de gigantes intelectuales ¡ªIonesco, Beckett, Duchamp, Dal¨ª...¡ª, Fernando Arrabal (Melilla, 89 a?os) frecuent¨® a los surrealistas y fund¨® con Topor y Jodorowsky el Grupo P¨¢nico en 1962. El autor de Cementerio de autom¨®viles recibe en su piso/museo/santuario de Par¨ªs, donde lleva viviendo desde 1955. Mira a Espa?a de lejos, pero es furiosamente ib¨¦rico.
Pregunta. ?C¨®mo est¨¢ Arrabal?
Respuesta. Tengo 89 a?os y desgraciadamente tengo un apetito desaforado, como siempre. Escribo m¨¢s que nunca y pinto una barbaridad. Es una cosa de familia.
P. ?Cu¨¢les son sus sue?os? ?Todav¨ªa tiene?
R. ?S¨ª, claroooo!
P. Seg¨²n a qu¨¦ hora de la vida ya se suelen tener pocos¡
R. Los primeros sue?os que tuve los anot¨¦ en mi libro La piedra de la locura. Andr¨¦ Breton los ley¨® en p¨²blico y dijo que yo era el Baudelaire espa?ol. Lo cual me incit¨® a leer a Baudelaire. Y sigo igual, cuando tengo sue?os los anoto. Anoto todo. No soy un gran escritor ni nada de eso, pero s¨ª soy el escritor del mundo que m¨¢s libros tiene, libros comerciales y no hablemos de los de bibliofilia, dos mil y pico. Pero nunca especul¨¦ con eso. Tendr¨ªa que haber especulado, para ser un poquito m¨¢s rico.
P. Hombre, mal no le ha ido.
R. Mira: esta casa desborda, yo necesito todo esto [mira alrededor y se?ala la Babilonia de objetos, papeles, cuadros, vol¨²menes, esculturas africanas¡], necesito verlo, tocarlo. Y en esta mesa hago los cuadros y aqu¨ª los termino.
No creo que se pueda ni imaginar que un d¨ªa me den el Cervantes
P. ¡°Todos me consideran err¨®neamente un escritor¡±. Eso lo escribi¨® un escritor. Usted.
R. S¨ª.
P. Pero es que lo es. Un escritor al que muchos hemos le¨ªdo y disfrutado.
R. Muchas gracias de verdad, porque no es f¨¢cil estar conmigo. Muchos dicen que soy un provocador, que soy una cosa rara.
P. Igual se le ha interpretado de forma err¨®nea. A lo peor sigue siendo aquel invitado que se emborrach¨® en el programa de televisi¨®n de S¨¢nchez Drag¨®. Es injusto.
R. ?No solo se me ha interpretado mal en Espa?a! Bueno, en Espa?a peor. Dicen ¡°Arrabal, el provocador¡±. Pero yo odio la provocaci¨®n.
P. Le iban a hacer una gran exposici¨®n en la Biblioteca Nacional y al final no se hizo, ?por qu¨¦?
R. No tiene importancia.
P. S¨ª que la tiene.
R. No, no la tiene. Estar¨¢n esperando a que me muera.
P. ?Por qu¨¦ cree usted que no le conceden el Premio Cervantes?
R. Porque Espa?a siempre ha pensado y sigue pensando que solo soy un golfo. ?Pero en cambio s¨ª que me suelen llamar los del Princesa de Asturias porque se lo quieren dar a Kundera y a ver si yo les puedo poner en contacto con ¨¦l! ?A m¨ª! ?Me llaman a m¨ª! No creo que se pueda ni imaginar que un d¨ªa me den el Cervantes. Ellos creen que solo soy un provocador.
Dicen de m¨ª ¡®Arrabal, el provocador¡¯. Y yo odio la provocaci¨®n
P. ?Qui¨¦nes son ellos?
R. Espa?a. Espa?a no es la monja que me educ¨®, desde luego.
P. Es usted el superviviente, junto con Kundera, de una ¨¦poca dorada de la intelectualidad, ha conocido a tantos grandes¡
R. Aqu¨ª ven¨ªan Beckett, Duchamp, Ionesco, Umberto Eco, Dario Fo, Topor ¡ªque es el gran genio de nuestra ¨¦poca¡ª, y conoc¨ª en M¨¦xico a Jim Morrison, nos pasamos una noche entera hablando del surrealismo; y cuando estaba en Nueva York me ve¨ªa con Ginsberg, con Basquiat, con Miller, con Warhol¡ ?Yo no s¨¦ por qu¨¦ no se dice que Warhol iba a misa! A todos les fascinaba que yo fuera un hijo de condenado a muerte y que los surrealistas me adoraran. ?Usted ha le¨ªdo la carta de Beckett?
P. ?La que escribi¨® en su defensa cuando le iba a juzgar un tribunal franquista?
R. S¨ª. Es una carta que demuestra la persona que ¨¦l era. Bueno, la verdad es que con Beckett no habl¨¢bamos casi de nada m¨¢s que de ajedrez, y jug¨¢bamos, claro.
P. Me interesa eso de Warhol. ?De verdad iba a misa?
R. ?C¨®mo que si de verdad? ?Yo en esta conversaci¨®n solo he dicho verdades, yo no digo m¨¢s que verdades! Claro que Warhol iba a misa. Pero yo no iba con ¨¦l, a pesar de que a m¨ª se me apareci¨® la Virgen. Yo tengo mucho cari?o por la Virgen, no es una cosa balad¨ª que haya visto a la Virgen Mar¨ªa. Eso lo cuento con todo detalle en La torre herida por el rayo. Es ver¨ªdico. Es que yo en mis novelas solo cuento cosas ver¨ªdicas.
P. Habr¨¢ invenci¨®n tambi¨¦n, si no, no ser¨ªan novelas.
R. Quiero decir que no escribo de cosas espectaculares ni de personajes a los que haya que echar de comer aparte.
P. ?Qu¨¦ le queda por escribir?
R. Yo tengo que describir un d¨ªa lo que era el Para¨ªso visto por aquella monja, la madre Mercedes.
P. Es la monja que le educ¨® en Ciudad Rodrigo, ?no?
R. S¨ª. El Para¨ªso era un juego que nos hac¨ªa, dirig¨ªa un laberinto en el patio, y los jueves est¨¢bamos excitados porque tocaba el laberinto. Tuve mucha suerte con la hermana Mercedes. Yo he tenido mucha suerte con las personas.
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