De Miles Davis a Sartre y Camus: la tormentosa vida amorosa de Juliette Gr¨¦co
La legendaria artista francesa, fallecida el pasado el mi¨¦rcoles, defendi¨® la libertad de la mujer tanto dentro como fuera de los escenarios. ¡°Eleg¨ª a amar a quien quiero cuando quiero¡±, admiti¨® la cantante.
Los t¨ªtulos que se le atribuyeron y hoy dan color a los p¨¢rrafos de sus obituarios, los de ¡°musa de los existencialistas¡± o ¡°diva del barrio de Saint-Germain-des-Pr¨¨s¡±, palidecen ante la magnitud de su inabarcable obra, relato y figura. Pero con el fallecimiento este pasado 23 de septiembre de la cantante Juliette Gr¨¦co no solo se cierra un cap¨ªtulo de la chanson francesa, tambi¨¦n el ¨²ltimo de la memoria cultural y social del pa¨ªs galo escrita desde la posguerra. La int¨¦rprete de Montpellier, de la que Picasso dec¨ªa que mientras otros tomaban el sol ella tomaba la luna, traslad¨® su libertad art¨ªstica tambi¨¦n al aspecto sentimental, erigi¨¦ndose como una atracci¨®n magn¨¦tica para varios de los grandes referentes de la intelectualidad y las artes del siglo XX. ¡°Eleg¨ª amar a quien quiero cuando quiero¡±, escribi¨® en su biograf¨ªa Je suis fait comme ?a la protagonista de tantas vidas como canciones conforman su discograf¨ªa.
La leyenda de Juliette Gr¨¦co arranca en los s¨®tanos del cabaret Tabou a finales de la d¨¦cada de los 40, ganando cinco francos por actuaci¨®n. Con apenas 18 a?os, la joven ya hab¨ªa tenido que escapar de los rigores de la II Guerra Mundial. Descendiente de miembros de la Resistencia, su madre y su hermana fueron arrestadas por la Gestapo y ella estuvo recluida tres semanas en una c¨¢rcel para mujeres. Arruinada y vestida con andrajos, los Sartre, Camus y Vian, bebieron los vientos por aquella adolescente de rostro p¨¢lido, p¨®mulos altos y cabello tan negro como el eyeliner con el que siempre pintaba sus ojos, que canta al tiempo futuro. ¡°Fui un objeto de esc¨¢ndalo, pero yo nunca busqu¨¦ ese tipo de cosas. Yo era s¨ª, estaba muy adelantada a mi tiempo¡±, admiti¨®.
Su primer gran amor no entendi¨® de idiomas. Con solo 22 a?os, la joven se col¨® entre las bambalinas de la sala Pleyel, en pleno barrio de Saint Honor¨¦, para ver la actuaci¨®n de un virtuoso trompetista que, en su pa¨ªs natal, adolec¨ªa de oportunidades por ser negro. Respond¨ªa al nombre de Miles Davis. La cantante defini¨® su romance en la primavera de 1949 como ¡°un milagro de amor¡±, ya que ni ella sab¨ªa ingl¨¦s ni ¨¦l sab¨ªa franc¨¦s. Daba igual. Aunque Davis ya estaba casado con una novia de juventud a la que hab¨ªa dejado embarazada, la cantante asegur¨® que su amor no perdur¨® por culpa del racismo de la ¨¦poca. ¡°Sartre le pregunt¨®, ¡®?Por qu¨¦ no te casas con Gr¨¦co?¡¯. Y Miles le respondi¨®, ¡®Porque la amo¡¯. Sab¨ªa que yo ser¨ªa una infeliz y que me habr¨ªan tratado como la puta de un negro en Estados Unidos¡±, evoc¨® la actriz en una columna en The Guardian en 2006. ¡°Fue la primera mujer a la que am¨¦ como un igual¡±, afirm¨® el trompetista, sintetizando en una frase lo que vieron todos estos machos alfas, acostumbrados a infravalorar a cualquiera que se cruzara en el camino, en la francesa: una igual.
Otro de sus affaires m¨¢s mitificados fue el que protagoniz¨® con el escritor Albert Camus. Ambos sol¨ªan verse en el hotel La Louisiane, el mismo en el que se hospedaba Miles Davis cuando visitaba la ciudad y en el que tambi¨¦n viv¨ªa otro de sus amantes conocidos, Jean-Paul Sartre, que se deshac¨ªa en elogios hacia ella. ¡°Ella causa remordimiento a los prosistas; el trabajador de la pluma que traza sobre el papel signos tiernos y regulares acaba por olvidar que las palabras tienen belleza sensual; la voz de Gr¨¦co se los recuerda. Una voz dulce y c¨¢lida, una luz. Ella les roza al encender sus fuegos. Es gracias a ella y para ver palabras convertirse en piedras preciosas que yo he escrito canciones¡±, expuso el fil¨®sofo. No solo ¨¦l le regal¨® una canci¨®n, tambi¨¦n otros mitos de la m¨²sica francesa como Boris Vian, George Brassens y Charles Aznavour, adem¨¢s de inspirar incluso a The Beatles (Michelle).
La impulsividad sentimental de Gr¨¦co se ejemplifica en su matrimonio con el c¨¦lebre actor Michel Piccoli, de quien se enamor¨® en 1966 por las risas compartidas durante el transcurso de una cena. ¡°Unas pocas semanas despu¨¦s est¨¢bamos casados. Tras eso, despu¨¦s de un tiempo, ambos dejamos de re¨ªrnos¡±. Antes, con 26 a?os, hab¨ªa dado el ¡®s¨ª, quiero¡¯ al tambi¨¦n int¨¦rprete Philippe Lemaitre. Fruto de esa relaci¨®n, de apenas tres a?os, naci¨® su ¨²nica hija Laurence-Marie, que muri¨® a los 62 de a?os a causa de un c¨¢ncer. Su tercer y ¨²ltimo esposo fue el pianista y arreglista G¨¦rard Jouannes, fallecido en 2018 despu¨¦s de tres d¨¦cadas de matrimonio y conocido por composiciones como Ne me quitte pas de Jacques Brel.
Aunque jam¨¢s quiso establecerse en Hollywood, la francesa protagoniz¨® pel¨ªculas como Las ra¨ªces del cielo de John Huston y Una grieta en el espejo (Richard Fleischer), en la que enamor¨® tanto a su coprotagonista, Orson Welles, como al productor de la misma, el magnate Darryl F. Zanuck. Este le envi¨® en una ocasi¨®n su avi¨®n privado para que pudieran tener una cena rom¨¢ntica en Londres y Gr¨¦co rechaz¨® el contrato profesional de siete a?os, ¡°tratando de no re¨ªrse¡±, que le ofreci¨® el magnate para que se marchara con ¨¦l a las colinas de Los ?ngeles. Junto a Welles, seg¨²n manifest¨®, disfrut¨® de cada momento: ¡°?ramos como ni?os. Orson era un genio y un ogro gentil. Nos encantaba comer, beber y gozar. Deber¨ªas habernos visto despu¨¦s de cenar, llenando con carcajadas las calles desiertas de Saint-Tropez. Fuimos muy traviesos¡±.
Los amores plat¨®nicos de la artista se cuentan por decenas. Apenas un par de a?os despu¨¦s de renegar de la meca del cine, en una noche de insomnio, Gr¨¦co invit¨® a Serge Gainsbourg a beber champ¨¢n a su casa del 33 de Rue de Verneuil. De aquellas burbujas y contorneos en la madrugada, el fascinado compositor dio con uno de sus temas m¨¢s ic¨®nicos de su carrera, La Javanaise. ¡°No hay un autor digno de ese nombre o al menos que tenga un poquito de car¨¢cter literario que no quisiera escribir para ella¡±, sostuvo Gainsbourg. Gr¨¦co guard¨® con celo durante medio siglo tanto el germen de la canci¨®n como la naturaleza de sus secretos de cama, convertida ya por aquel entonces ¨Cseg¨²n revel¨® en El Pa¨ªs en 1991¨C, en una persona ¡°ferozmente familiar¡±.
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