¡®Esto no es Suecia¡¯: la trampa del hombre que apoya a la mujer emprendedora
La serie que interpretan Aina Clotet y Marcel Borr¨¤s pone sobre la mesa un viejo problema: el de los hombres feministas que cuando su pareja persevera en el emprendimiento dejan de serlo
Marian y Sam han llegado a un acuerdo: Sam ha dejado el trabajo para centrarse en los ni?os y apoyar a Marian en el lanzamiento de su negocio de importaci¨®n de alfombras marroqu¨ªes. La pareja lo entiende como un turno justo, ya que previamente Marian cri¨® a la primog¨¦nita y ¨¦l pudo dedicarse plenamente a su empresa de rob¨®tica. Ahora Sam se hace selfis con el beb¨¦ en la mochila, se exhibe como padre mod¨¦lico y obtiene corazoncitos en redes y palmadas en la espalda de las otras madres del colegio. Esta es la premisa inicial de Esto no es Suecia, una serie de ficci¨®n estrenada el pasado diciembre en RTVE. Marian (interpretada por Aina Clotet, que adem¨¢s codirige y coescribe) y Sam (Marcel Borr¨¤s, pareja de Clotet en la vida real) parecen convencidos de su decisi¨®n. Pero a medida que avanza la serie, ¨¦l flaquea: a?ora intensamente el espacio p¨²blico y laboral; esp¨ªa a sus antiguos colegas en redes sociales y, a escondidas de Marian, intenta desarrollar nuevos proyectos. Sam inicia una estresante doble vida en la que va al parque infantil, da la merienda y cambia pa?ales, pero tambi¨¦n trabaja de madrugada o intenta hacer zooms con un inversor a riesgo de que su hija, disfrazada de la Elsa de Frozen, irrumpa por una esquina de su pantalla. Cuando a Marian empiezan a irle bien las cosas en el negocio, ¨¦l se muestra pesaroso. Marian replica: ¡°Me acuerdo de cuando te ascendieron. Aquella emoci¨®n que sent¨ªas. Yo me alegr¨¦ mucho por ti¡±.
Esta escena de reacciones desiguales ante un logro conecta con un arquetipo en proceso de elaboraci¨®n en el siglo XXI: el hombre heterosexual que quiere apoyar a su pareja pero se resiente del protagonismo de ella. En el cine de la primera d¨¦cada de los dos mil surgi¨® este nuevo tipo de personaje, a trav¨¦s de guiones firmados por mujeres. En pel¨ªculas como Erin Brockovich (2000), El diablo viste de Prada (2004) o Julie & Julia (2009), un novio emp¨¢tico, cari?oso y diestro en las tareas dom¨¦sticas aceptaba con inicial entusiasmo el proyecto de ella, ya se tratase de demandar a una compa?¨ªa el¨¦ctrica, trabajar para una exigente directiva o realizar un reto culinario y escribir un blog. Pero a mitad de la trama el novio se hartaba y abandonaba la relaci¨®n, funcionando como un aviso moral para la protagonista. Ella ped¨ªa perd¨®n por haberse excedido en su dedicaci¨®n a una pasi¨®n propia, ¨¦l aceptaba las disculpas y el desenlace era un final m¨¢s feliz gracias a esta reconciliaci¨®n. A?os despu¨¦s, sin embargo, internet sinti¨® la necesidad de revisar alguno de estos casos. Nate, el novio de El diablo viste de Prada encarnado por Adrian Grenier, dio lugar a un debate viral en 2017 al ser revisitado en distintos art¨ªculos como el aut¨¦ntico villano de la pel¨ªcula ¨Dy no la diab¨®lica jefa del t¨ªtulo¨D, por su presi¨®n y su fastidio constante hacia la intensa transformaci¨®n de ella. La actriz protagonista, Anne Hathaway, quiso salir a defenderlo en una entrevista, declarando que se trataba ante todo de inmadurez y no de feroz machismo, como si fueran conceptos incompatibles.
Pero volvamos a la primera d¨¦cada de los dos mil. Este espejo cinematogr¨¢fico recog¨ªa una toma de conciencia colectiva. Despu¨¦s de los ochenta y los noventa, que hab¨ªan instado a las mujeres a compaginar carrera, cuidados y afectos, el mito de la superwoman aislada era necesariamente cuestionado. ?Qu¨¦ ocurr¨ªa con la figura del compa?ero? En 2008 el Ministerio de Igualdad publicaba en Espa?a un informe, Hombres con valores igualitarios. Historias de vida, logros alcanzados y retos pendientes. En ¨¦l se analizaban las entrevistas a hombres an¨®nimos que se consideraban feministas, y que reconoc¨ªan la dificultad de poner en pr¨¢ctica la teor¨ªa despu¨¦s de toda una vida en una educaci¨®n machista: ¡°Siguen naturalizando como hombres el propio lugar existencial dominante y autorreferente, desde donde se ejercen los privilegios, entre los cuales el principal es sentir que las mujeres est¨¢n a disponibilidad, al estilo de unas ¡®mayordomas existenciales¡¯. [...] Llamar¨ªa la atenci¨®n que hombres que apuestan por v¨ªnculos de pareja igualitarios no se hubiesen preguntado nunca qu¨¦ es lo que ellos ofrecen a cambio, como si no repararan en que la igualdad a la que aspiran requiere de la reciprocidad en cualquier ¨¢rea existencial. Reciprocidad que en este perfil de hombres deber¨ªa estar ya orientada a la legitimaci¨®n de un lugar existencial que valide a las mujeres, no solo como nutrientes y habilitadoras de sus vidas con la posibilidad de tener derechos a desarrollar actividades propias¡±.
En 2010, Sheryl Sandberg, por entonces consejera delegada de Facebook, pronunci¨® una influyente charla TED: ?Por qu¨¦ tenemos tan pocas dirigentes mujeres? Entre los tres requisitos b¨¢sicos que propon¨ªa para perseverar en una carrera estaba la de Make your partner a real partner (Haz de tu compa?ero un aut¨¦ntico compa?ero). El discurso de Sandberg ha sido inevitablemente impugnado a menudo ¨Dpor ejemplo, en el libro Mala feminista, de Roxane Gay¨D por su base fervorosamente meritocr¨¢tica, con su jerga motivacional de millonaria americana, y por simplificar el esquema obviando muchos factores. Pero las cr¨ªticas y r¨¦plicas se?alaban tambi¨¦n la necesidad de atender a la responsabilidad del apoyo de un compa?ero. Un estudio de Harvard Bussiness School con entrevistas a 25.000 graduados segu¨ªa insistiendo en 2014 en que m¨¢s de la mitad de los hombres esperaba que sus carreras se antepusieran a las de sus esposas, mientras que la mayor¨ªa de las mujeres esperaba matrimonios igualitarios (casi ninguna mujer aspiraba a que su propia carrera fuese prioritaria).
En la segunda d¨¦cada del siglo, las estad¨ªsticas siguen mostr¨¢ndose tozudas al respecto. Profesores de la UNED, en el marco del proyecto europeo Men in care, liderado por Teresa Jurado, publicaron en 2022 un estudio, Padres cuidadores en Europa: ?hacia una familia cuidadora universal? La conclusi¨®n presentaba que el 95,5% de los hombres trabajadores en Espa?a no se acog¨ªa a medidas de conciliaci¨®n que implicasen una disminuci¨®n de ingresos para ellos. ¡°Esperar un gran n¨²mero de hombres que trabajen con reducci¨®n de jornada y su correspondiente reducci¨®n salarial no es realista a causa de las expectativas de la masculinidad hegem¨®nica¡±, apuntaba el estudio entre sus conclusiones.
El Sam de Esto no es Suecia da el paso, pero se encuentra con su propia frustraci¨®n, y con la penalizaci¨®n social de sus antiguos colegas. La serie profundiza en el mencionado ¡°arquetipo en construcci¨®n¡± del siglo XXI: Sam calla su resentimiento, no tiene referentes ni amigos con quienes desahogarse del tedio de la crianza y no es capaz de aplaudir el ¨¦xito de su pareja. Algunos hombres que comparten con el personaje de la serie la conciencia igualitaria, la condici¨®n de heterosexual y el tiempo extenso dedicado a la crianza han contestado a preguntas sobre el conflicto que se plantea entre Sam y Marian: ?lvaro (periodista, 47 a?os) dice: ¡°Est¨¢ en el ADN cultural de los t¨ªos: es dif¨ªcil aceptar el protagonismo de la mujer con la que est¨¢s; a los hombres que estamos concienciados hay algo que se nos escapa. A menudo cuando ella me cuenta una buena noticia que le han dado en el trabajo, antes de alegrarme por ella tiendo a hacer una mirada panor¨¢mica al asunto, hago mansplaining, opino como si fuera una noticia generalista¡±. Miguel (economista, 40 a?os): ¡°Cuando ella se va de viaje y yo me quedo con los ni?os, todo el mundo empatiza conmigo como si fuera una v¨ªctima y un h¨¦roe a la vez, y nadie reacciona as¨ª si yo soy el que se va y ella se queda¡±. Mariano (bombero, 48 a?os): ¡°Los bomberos, por los turnos de nuestra profesi¨®n, tendemos a dedicarnos m¨¢s a lo dom¨¦stico durante el tiempo libre, as¨ª que con mis compa?eros comparto mucho desahogo sobre lo pesadas que son las tareas del hogar. Lo que s¨ª que he notado es que desde que nos mudamos a un pueblo a las afueras de Madrid solo me relaciono con madres cuando estamos con los ni?os, no est¨¢n tanto con los padres¡±. Todos coinciden en la dificultad de trazar amistades m¨¢s honestas respecto a lo emocional entre hombres: ¡°Ahora hay una marea de reivindicaci¨®n de la amistad femenina; yo solo logro tener una complicidad real con mujeres o con amigos gays, con heteros de mi edad me resulta muy dif¨ªcil¡± (?lvaro). ¡°Todav¨ªa sigue pasando, con el grupo con el que salgo a correr, que les digo que no puedo ir con ellos porque tengo que quedarme con los ni?os y me dicen: ¡®Ay, que tu mujer no te da permiso¡± (Miguel). Esta era una de las conclusiones del estudio del Instituto de las Mujeres all¨¢ por 2008: la asunci¨®n interiorizada de que el espacio dom¨¦stico le sigue perteneciendo a ella, donde controla y administra las tareas, y el espacio p¨²blico a ¨¦l, que es quien autoriza o tolera la carrera de ella con su apoyo.
Pero a pesar de las evidencias que plasman los estudios y las estad¨ªsticas, estas tambi¨¦n recogen percepciones subjetivas contradictorias. As¨ª ha ocurrido en la primera y muy sonada encuesta del CIS sobre percepci¨®n de igualdad, publicada en enero de 2024: el 44,1% de los hombres cree que se ha avanzado tanto que ahora los verdaderos discriminados son ellos ¨Dlo relevante de este dato es el desglose de intenci¨®n de voto: de los hombres que votaron a Vox, el 88,1% report¨® sentir esa discriminaci¨®n; el 66,1% del PP; el 22,4% del PSOE, y el 9,5% de Sumar¨D. En la misma encuesta, parad¨®jicamente, se reflejan los datos habituales de desigualdad en cuanto a tiempo dedicado al hogar o a los hijos.
A medida que avanza Esto no es Suecia, asoma el deseo de renuncia de Marian, exhausta por querer llegar a todo. Mientras tanto, a Sam le costar¨¢ admitir lo lejos que estaba su expectativa inicial del laberinto cotidiano en el que se ha metido. Las prerrogativas de manual de autoayuda, el autorretrato satisfecho con hijo encima o la capacidad de so?ar un proyecto propio necesitan tiempo, a veces m¨¢s de dos d¨¦cadas del siglo XXI, para poder sostenerse. Y, como demuestra la reciente encuesta del CIS, para algunos incluso es posible afirmar que una discriminaci¨®n estructural y milenaria se ha resuelto y hasta ha victimizado al c¨¦lebre real partner que reclam¨® Sheryl Sandberg. Mientras los datos insisten, acaso la ficci¨®n nos ilumine con su espejo.
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