?Deber¨ªas haberte quedado en el s¨®tano, ?mu¨¦rete!?: el doble infierno de Natascha Kampusch tras huir de su secuestro
Estuvo secuestrada desde los 10 a los 18 a?os en un s¨®tano en Austria, hasta que consigui¨® huir del cautiverio por s¨ª misma y su caso conmocion¨® al mundo. Trece a?os despu¨¦s, asegura en un libro que el acoso online que padece ha sido ignorado por la polic¨ªa y le ha llevado a la depresi¨®n.
El 23 de agosto de 2006?una chica de 18 a?os se present¨® en una comisar¨ªa austr¨ªaca denunciando que llevaba 8 a?os y medio cautiva en un s¨®tano de una casa unifamiliar a las afueras de Viena. En total, hab¨ªa pasado 3096 d¨ªas encerrada contra su voluntad, en una habitaci¨®n de 5 metros cuadrados sin ventanas, despu¨¦s de que un hombre la secuestrara cuando ten¨ªa 10 a?os mientras volv¨ªa del colegio. El depredador result¨® ser un antiguo t¨¦cnico de Siemens de 36 a?os, Wolfgang Priklopil, y su v¨ªctima, Natascha Kampusch, la ni?a a la que se hab¨ªa buscado sin descanso ¨Csu caso fue muy medi¨¢tico en Austria¨C pensando que hab¨ªa ca¨ªdo en una red de pederastas. P?iklopil, un mis¨®gino seg¨²n sus compa?eras de trabajo, se suicidar¨ªa tir¨¢ndose a las v¨ªas del tren el mismo 23 de agosto.
La hu¨ªda y liberaci¨®n por cuenta propia de Kampusch conmovi¨® al planeta. Durante la ¨²ltima etapa de su cautiverio,?P?iklopil la dejaba salir al jard¨ªn de la casa y aprovech¨® un despiste del hombre mientras lavaba su coche para escapar y toparse con una vecina de la zona que la llev¨® hasta la polic¨ªa. La joven de 18 a?os decidi¨® no permanecer en el anonimato ¨Ccomo suelen hacer la mayor¨ªa de v¨ªctimas de secuestros en la ni?ez¨C y poder controlar as¨ª la narrativa de su historia. Desde el primer momento apost¨® por contar c¨®mo fue su cautiverio a la prensa y visibilizar todo lo que le hab¨ªa ocurrido. Ofreci¨® una sonad¨ªsima entrevista televisada a las dos semanas de su libertad, public¨®?un libro (3096 d¨ªas) y vendi¨® los derechos de su historia para una pel¨ªcula (3096 Tage, 2016).
Trece a?os despu¨¦s, a sus 31 a?os, Kampusch publica un nuevo libro, Cyberneider: diskriminieurun im Internet (Dachbuch Verlag), donde relata el segundo infierno que le esperaba tras huir de su depredador:?lleva a?os amenazada y cuestionada. La v¨ªctima de aquella atrocidad que le rob¨® su ni?ez y adolescencia, una experencia que la marcar¨ªa para siempre, denuncia ahora que padece una campa?a de ciberacoso que la polic¨ªa ha ignorado y que ha provocado una depresi¨®n que le llev¨® a volver a encerrarse, esta vez en su propia casa.
Amenazas de muerte ignoradas por la polic¨ªa
?Deber¨ªas haberte quedado en el s¨®tano donde te encerraron? es solo un ejemplo de las vejaciones y amenazas que Kampusch ha recibido sin descanso durante estos a?os. En una entrevista con el semanario Bild, Kampusch asegura que la hostilidad y acoso han sido constantes desde que sali¨® de aquel s¨®tano. La pasividad de las instituciones ha derivado en un proceso de doble victimizaci¨®n. No solo ha sido vejada de forma constante, tambi¨¦n ha tenido que sentir la verg¨¹enza de denunciarlo: ?He puesto much¨ªsimas denuncias, pero no ha pasado nada porque los informes dec¨ªan que estaba en un ¨¢rea gris. Por ejemplo, si alguien me dec¨ªa: ¡®Mu¨¦rete¡¯, la polic¨ªa lo ve¨ªa como una sugerencia, no una amenaza directa. En un momento dado, me hart¨¦ de acudir a ellos?.
Adem¨¢s de los insultos, Kampusch ha tenido que soportar el descr¨¦dito de su propia historia por parte de usuarios an¨®nimos en Internet, que cuestionan por qu¨¦ no se escap¨® antes del s¨®tano, poniendo en duda la relaci¨®n de abuso y poder que el depredador ejerci¨® sobre ella. ?El acoso online se ha convertido en parte de mi rutina. Hab¨ªa d¨ªas en los que no sal¨ªa de casa porque todo era demasiado duro?, revela en la entrevista. Su voluntad es volver a alzar la voz para denunciar las consecuencias de estas pr¨¢cticas intimidatorias en la red. ?No me quiero esconder. Nunca lo quise. Por eso, en mi libro, quiero poner el foco en este tema y contar a la gente c¨®mo se siente cuando se sufre ciberacoso?.
Deshacerse del pasado tampoco est¨¢ siendo f¨¢cil. Tras el suicidio de su secuestrador, hered¨® la casa donde estuvo cautiva. Kampusch asegura que ha intentado donarla a un grupo de refugiados, pero los vecinos de la zona y el alcalde est¨¢n en contra. Todav¨ªa tiene que pagar las facturas de electricidad, agua y las tasas de la casa en la que estuvo encerrada contra su voluntad durante ocho a?os y medio.
Doble victimizaci¨®n: cuando el patriarcado golpea dos veces
Despu¨¦s de estar retenida ocho a?os contra su voluntad por un depredador sexual, Kampusch ahora soporta el descr¨¦dito y ataques en la red frente a la pasividad de las instituciones que deb¨ªan velar por su seguridad. Sus acosadores no le perdonan que saliese de esa f¨®rmula no escrita y casi sacramental que hemos construido en base a la v¨ªctima ejemplar. Natascha rechaz¨® desde un primer momento rechaz¨® la sumisi¨®n, verg¨¹enza y ostracismo social al que supuestamente deben entregarse las mujeres v¨ªctimas de delitos de g¨¦nero, pero el precio (patriarcal) que ha pagado es el de ver c¨®mo se ha cuestionado su propio abuso o ser moralmente avergonzada durante a?os por haber ganado dinero con un libro o una pel¨ªcula sobre su propia historia.
Cuando el Tribunal Supremo zanj¨® la sentencia de la Manada el pasado mes de julio, tambi¨¦n repar¨® en ese vac¨ªo institucional de apoyo a las v¨ªctimas que han sufrido violencia sexual y de g¨¦nero. El alto tribunal decidi¨® doblar la indemnizaci¨®n de la superviviente, de 50.000 a 100.000 euros, se?alando los da?os morales a los que se hab¨ªa visto expuesta. La sentencia hac¨ªa referencia al impacto social y el propio cuestionamiento en el que se vio implicada, una revictimizaci¨®n en redes sociales que le supuso ?incluso, mayor dolor y sufrimiento, si cabe, al verse juzgada y maltratada?.
La doble victimizaci¨®n es la gran asignatura pendiente a resolver. Las v¨ªctimas siguen pagando por delitos que otros cometieron sobre sus cuerpos? y se ven arrinconadas frente a una sociedad que las cuestiona y vuelve a acosar. Dar la cara para denunciar, poner el cuerpo y rostro para romper con el ?tab¨² silenciado? que defend¨ªa Virginie Despentes en Teor¨ªa King Kong o ?el contrato m¨¢gico? que Joan Didion hac¨ªa referencia en Viajes Sentimentales,?sigue saliendo caro. La periodista y ensayista Rebecca Traister recogi¨® en el New York Magazine algunas de estas consecuencias en El peaje del #MeToo, un reportaje donde se pon¨ªa en contacto con aquellas que hab¨ªan denunciado abusos meses despu¨¦s de haberlo hecho. Mujeres que se han cambiado de apellido, que no se sienten seguras en el trabajo o que, directamente, aseguran que no volver¨ªan a denunciarlo por las consecuencias personales de hacerlo. ?Las mujeres que dieron un paso al frente no han sido recibidas como hero¨ªnas que realmente sufrieron p¨¦rdidas, han sido degradadas y castigadas. Hay muy poco conocimiento sobre los riesgos de denunciar, que de alguna forma, vuelve a replicar los riesgos del acoso en s¨ª con presiones, humillaciones o la posibilidad de que el historial profesional personal se empa?e por haber denunciado?, lamentaba Traister. Hace 13 a?os, Natascha Kampusch decidi¨® ense?arnos su cara y contar su historia. Ahora publica un libro para recordarnos el doble infierno que mujeres como ella tienen que soportar por el simple hecho de hacerlo.
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