No, las mujeres de Vejer de la Frontera no llevan burka: historia de la misteriosa cobijada
Este manto negro, que solo deja al descubierto un ojo de la mujer, ha sido prohibido varias veces y hoy es un orgullo para las vejeriegas que lo portan
¡°Punza y penetra¡±, lleg¨® a escribir el c¨¦lebre viajero Richard Ford en 1845. Raz¨®n no le faltaba. Hablaba el brit¨¢nico de la cobijada, el enigm¨¢tico traje negro que descubri¨® hace dos siglos en las mujeres de Vejer de la Frontera (C¨¢diz), un manto tan rico como sobrio y rodeado del misterio que envuelve la silueta femenina por completo y del que solo asoma un ¨²nico ojo. ?Llevan burka las vejeriegas?, se preguntan a¨²n a d¨ªa de hoy muchos visitantes fascinados ante la estampa.
No, estas mujeres gaditanas no visten burka, pero la confusi¨®n lleva varios siglos planeando sobre esta prenda de apariencia un tanto grave que en realidad esconde multitud de detalles de costura preciosos y que est¨¢ viviendo un nuevo esplendor en la ciudad, especialmente entre las m¨¢s j¨®venes.
Dec¨ªamos que all¨¢ por 1832 el propio Richard Ford, el c¨¦lebre viajero londinense de la Europa del romanticismo, observ¨® impresionado a las mujeres engalanadas con este sobrio manto, que le recordaba al burka que portaban las mujeres moriscas. Sus or¨ªgenes, como explica para S Moda Juan Jes¨²s Cantillo, doctor en Historia, director del Museo de Costumbres y Tradiciones de Vejer y profesor ayudante doctor del Departamento de Historia, Geograf¨ªa y Filosof¨ªa de la Universidad de C¨¢diz, nada tienen que ver: ¡°El cobijado envuelve a las mujeres vejeriegas en un halo de misterio que evoca reminiscencias de ese esplendor andalus¨ª que pervivi¨® en este territorio durante m¨¢s de cinco siglos (desde el VIII al XIII). Sin embargo, y nada m¨¢s lejos de la realidad, el cobijado hunde sus ra¨ªces en la Castilla profunda de los siglos XVI y XVII, y ni tan siquiera usa los mismos patrones que las indumentarias de origen isl¨¢mico¡±. Pero no solo los patrones son diferentes, tambi¨¦n los usos: ¡°En el caso del cobijado, a pesar de que tradicionalmente ha sido relacionado con un traje vinculado a la cotidianidad, su uso estaba relacionado con actos religiosos. Por su parte, el burka es un traje que usan las mujeres musulmanas para cubrir su cuerpo y rostro en todo momento¡±, explica Cantillo.
El acto de cubrirse la cabeza, de hecho, fue una costumbre arraigada en los reinos peninsulares all¨¢ por los siglos XVII y XVIII: poco o nada tiene que ver entonces con el mundo musulm¨¢n. El traje de la cobijada, de hecho, segu¨ªa el modelo castellano de manto y saya.
¡°El traje de ¡®Cobij¨¢' est¨¢ compuesto por unas enaguas blancas con tiras bordadas, una blusa blanca adornada con encajes, una saya negra sujeta a la cintura, a la que le sobresale el encaje bordado de las enaguas. Un manto negro fruncido con un forro de seda que cubre a la mujer totalmente, excepto un ojo que queda al descubierto¡±, describen desde la Oficina de Turismo de Vejer.
?C¨®mo lleg¨® hasta Vejer?
¡°Cuando se expulsa a la poblaci¨®n musulmana de Vejer a mediados del siglo XIII, se repuebla principalmente con castellanos. Es aqu¨ª donde puede estar el germen del traje. Estos castellanos portar¨ªan costumbres que fueron asent¨¢ndose y evolucionando en la regi¨®n. La vecina Tarifa es otra localidad donde el traje ha seguido evolucionando de manera paralela. All¨ª la llaman ¡°tapadas¡±. Debi¨® ser tan importante su implantaci¨®n en los reinos cristianos que lleg¨® a extenderse r¨¢pidamente por toda la Pen¨ªnsula, traspasando incluso fronteras y alcanzando el continente americano, donde posiblemente evolucionar¨ªa hacia otros modelos, como ser¨ªa el caso de la tapada lime?a durante el virreinato del Per¨². La particularidad del cobijado de Vejer es que solo deja entrever el ojo izquierdo de la mujer, envolvi¨¦ndola en un halo de misterio¡±, a?ade Cantillo.
Su uso estaba reservado a actos importantes, especialmente religiosos, pero este historiador confirma que nunca hubo imposici¨®n para que las mujeres la llevaran: ¡°En absoluto. No hab¨ªa obligaci¨®n de portar el traje. Era decisi¨®n de la propia portadora el usarlo. De hecho, existen numerosos documentos fotogr¨¢ficos donde se aprecian mujeres cobijadas acompa?adas de otras que usan otro tipo de prendas¡±. Las vejeriegas ¡°mocitas y casadas¡± lo llevaban a bodas, funerales, misas y procesiones: ¡°En lugares p¨²blicos siempre sol¨ªan ir tapadas y tan solo en lugares discretos y cerrados, como podr¨ªa ser la iglesia, se destapaban y se colocaban sobre la cabeza un pa?uelo¡±.
Hay referencias en archivos desde el siglo XV que nos hablan del traje de cobijada como parte de los elementos que se transmit¨ªan por herencia de madres a hijas, evidenciando con ello el valor sentimental y sociocultural que ten¨ªa. ¡°Conservamos igualmente fotograf¨ªas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, de Jean Laurent y Minier, Ort¨ªz Echag¨¹e o el alem¨¢n Kurt Hielscher. Tambi¨¦n se conserva un traje original, quiz¨¢s el ¨²nico, en el Museo del Traje de Madrid. Fue llevado all¨ª por Pelayo Quintero Atauri, entonces director del Museo de C¨¢diz, en el a?o 1933¡å, recuerda el doctor en Historia.
¡°Hay quien piensa que, en su origen, este traje estuvo reservado a las clases sociales m¨¢s elevadas, cuyas mujeres deseaban mantener un color de piel blanquecino para diferenciarlas de aquellas otras que, por pertenecer a clases m¨¢s populares, se ve¨ªan obligadas a trabajar de sol a sol. Por otro lado, aunque a simple vista da la impresi¨®n de ser un traje sobrio y pobre, en su conjunto destaca por la opulencia de su ornato¡±, matiza Juan Jes¨²s Cantillo. Unos adornos delicados y costosos que depend¨ªan de la posici¨®n econ¨®mica y social de quien lo llevara: a pesar de ser un manto aparentemente sobrio, era f¨¢cil diferenciar a simple vista una cobijada lujosa de una m¨¢s humilde. Un ¡°if you know, you know¡± de hace varios siglos.
?Y qu¨¦ llevaban los hombres cuando las mujeres se pon¨ªan su cobijada? Cantillo recuerda que hay numerosos documentos e im¨¢genes de archivo del siglo pasado donde se aprecia a la mujer vejeriega portando la cobijada en actos religiosos como si fuera un traje de gala, mientras los hombres estrenaban terno: ¡°Aunque esto no deja de ser un hecho puntual y aislado, es significativo. Exceptuando esto, los hombres que acud¨ªan a la iglesia de manera rutinaria no portaban ninguna vestimenta especial¡±, explica.
La prenda podr¨ªa haber desaparecido, pero desde los a?os noventa se ha reivindicado como traje t¨ªpico y emblema de Vejer de la Frontera. Hoy, de hecho, es una pieza muy respetada entre las mujeres de la generaci¨®n posmil¨¦nica. En realidad, la cobijada s¨ª que cay¨® en cierto olvido hasta que en los a?os setenta se recuper¨® como elemento costumbrista: ¡°Desde su origen esta indumentaria ha sido prohibida en numerosas ocasiones. Los reyes Felipe II en 1586 y Felipe III en 1610 decretaron su prohibici¨®n, sin embargo, la resistencia popular a estas decisiones permiti¨® su continuidad en esta zona, hasta que [en 1936] el Gobierno de la II Rep¨²blica lo proh¨ªbe definitivamente amparado en el hecho de que pod¨ªa enmascarar delitos al disfrazar la identidad de quien lo portaba. Desde entonces hubo varios intentos de recuperarlo, sobre todo en la d¨¦cada de los a?os cuarenta, sin embargo, la coyuntura econ¨®mica y la situaci¨®n de precariedad que asol¨® al pa¨ªs tras la contienda civil, oblig¨® a la mayor¨ªa de las mujeres a reaprovechar los cobijados para otros menesteres, bien como ropa de calle, bien para cubrir otras necesidades del hogar. El uso del cobijado se recuper¨® definitivamente con la llegada de la democracia en el a?o 1976, pero solo como un elemento simb¨®lico¡±, apunta Cantillo. Hoy solo se conserva uno anterior a 1936, en el Museo Nacional del Traje de Madrid.
La cobijada sigue muy enraizada en Vejer, a?ade Juan Jes¨²s Cantillo, como se puede observar con esculturas, logos de establecimientos comerciales, itinerarios culturales¡ ¡°Las mujeres de hoy se sienten muy orgullosas de portar un elemento identitario, herencia de sus abuelas, aunque sea solo en actos protocolarios. Es una forma de perpetuar la memoria colectiva del pueblo, manteniendo tradiciones ancestrales de sus antepasados, teniendo un componente de un calado social mucho m¨¢s profundo, al ser una mujer la que se encarga de mantener viva parte del legado heredado de sus madres, abuelas y bisabuelas¡±.
En la actualidad, costureras locales las confeccionan a mano a partir de patrones antiguos, us¨¢ndose unos cuatro metros y medio de terciopelo negro para la saya y el manto y m¨¢s de 12 metros de tiras bordadas para la camisa. ¡°En todo este largo periodo de tiempo transcurrido desde sus or¨ªgenes hasta nuestros d¨ªas, el arquetipo del traje apenas ha sufrido cambios en su forma, aunque posiblemente s¨ª en su composici¨®n. Los tradicionales cobijados estaban elaborados de lana merina negra de gran calidad y te?idos posiblemente en la propia casa, mientras que las enaguas sol¨ªan ser de tafet¨¢n de lino¡±, dice Cantillo. Aunque su composici¨®n ¡°ha variado sensiblemente y se usan otro tipo de tejidos y tintes industriales, el traje en su conjunto sobre el cuerpo de la mujer vejeriega sigue en la actualidad evocando tiempos pasados que a¨²n perduran en la memoria colectiva de sus vecinos como se?a de identidad local y de referencia de la tradici¨®n¡±. Actualmente, se utiliza de forma oficial en las fiestas patronales, durante el acto de coronaci¨®n cada 11 de agosto, donde se proclama entre el gent¨ªo de los presentes tanto a la Cobijada Mayor Juvenil como a la Cobijada Mayor Infantil, junto a sus respectivos cortejos de cobijadas de honor, quienes representar¨¢n durante el siguiente a?o a la mujer vejeriega en todos aquellos actos protocolarios organizados desde el Ayuntamiento. Hoy la cobijada es un orgullo local y un objeto de codiciado deseo entre las ni?as y adultas que quieren representar a su pueblo.
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