El para¨ªso de Teresa
El flechazo fue instant¨¢neo; al entrar en este piso modernista del Eixample de Barcelona, la dise?adora Teresa Helbig decidi¨® convertirlo en su hogar. Los muebles y obras de arte llegaron por impulso, que es su forma de acertar.
Fueron exactamente 800 plumas cosidas en un vestido las que cambiaron su vida. En la d¨¦cada de los 80 Teresa Helbig era una cotizada escaparatista, que se pintaba los labios de rojo y se colgaba de la espalda una cola de zorro, ?que acababa con una pulsera de brillantes?, recuerda. Una de sus clientas, due?a de las tiendas Puente A¨¦reo, la invit¨® a su boda. ?Llegu¨¦ con aquel vestido de plumas, que yo dise?¨¦ y cosi¨® mi madre, y me propusieron que les creara una colecci¨®n. Como soy tan pasional, me lanc¨¦?. A este giro en su vida se sum¨® un golpe de suerte.
Una estilista escogi¨® uno de sus primeras creaciones para un anuncio de yogures. ?A la protagonista le dec¨ªan: ¡°?Qu¨¦ guapa est¨¢s y qu¨¦ bien te sienta!¡±. Yo sal¨ªa a la calle con el mismo modelo y la gente me paraba para preguntarme por ¨¦l, yo les contestaba: ¡°?Lo hacemos nosotros!¡±?. Unos inicios que comenta divertida en el sal¨®n de su casa, en un edificio modernista del Eixample de la Ciudad Condal, que est¨¢ unido a su taller.
Su hogar contrasta con la sutileza de sus creaciones; paredes negras, mobiliario d¨¦co, arte contempor¨¢neo y la pieza m¨¢s preciada, su perro Busa. Hace 15 a?os Teresa atraves¨® por primera vez las puertas de este hogar, de m¨¢s de 200 metros cuadrados. ?Cuando pasaba por delante del portal so?aba con vivir aqu¨ª, y un d¨ªa vi el cartel de ¡°se vende¡±?. Se comport¨® con su ¨ªmpetu habitual, sin titubeos. ?Iba a ser mi s¨¦ptima mudanza, pero sab¨ªa que era ¡°mi casa¡± y la compr¨¦?. De sus anteriores viviendas llegaron varios muebles, como la alacena que tiene en la cocina ¨Cque recogi¨® de la calle¨C y la l¨¢mpara Artichoke, de Poul Henningsen, que le obsequi¨® una clienta. ?Era una herencia de su padre y no quise aceptarla, pero insisti¨®; me dijo que le hac¨ªa mucha ilusi¨®n?.
Una amiga le regal¨® los cuadros de Ad¨¢n y Eva que decoran la puerta de su dormitorio que da paso a su vestidor. Un espacio lleno de sus creaciones que cuelgan de una gran cajonera de madera, ?heredada del bisabuelo de mi hijo?, que utiliza para guardar las prendas de punto. A este mobiliaro ha sumado nuevas adquisiciones, como el biombo chino del siglo XVIII, de Lalithamma, que utiliza como cabecero de su cama, hasta que forme parte de la decoraci¨®n de su nuevo showroom, un local todav¨ªa en obras en el bajo de su casa.
Su forma de decorar no atiende a normas, pero s¨ª a su personalidad. ?No pienso en qu¨¦ necesita un rinc¨®n, compro las piezas que me enamoran, si me las puedo permitir, y ellas encuentran su sitio?. Su asistente la llama y atraviesa la puerta que da a su taller para atender a sus clientas. Su madre, o m¨¢s bien ?Teresa madre?, como todos la llaman, sale de la cocina. ?Somos muy malos amos de casa. Ella no solo trabaja con nosotros, es una modista y patronista fant¨¢stica, tambi¨¦n es quien nos alimenta?, asegura Chema Par¨¦, marido de Teresa y parte del equipo desde hace seis a?os. Par¨¦, exjugador del Bar?a de balonmano, gan¨® el t¨ªtulo de campeones de Europa en 1991 junto con I?aki Urdangar¨ªn, a quien le un¨ªa una gran amistad, disuelta por el devenir del tiempo. ?Teresa dice que soy veterinario de d¨ªa y fashion de tarde?, bromea mientras regresa a su despacho junto al comedor que da a una amplia terraza de patio de manzana. Finalizada su etapa como deportista, comenz¨® a trabajar en el departamento de desarrollo de una empresa veterinaria. ?Me encargaba de toda Europa y me ofrecieron el puesto a nivel mundial, pero, de aceptarlo, Teresa y yo apenas nos habr¨ªamos visto?.
Regresa la dise?adora con caf¨¦ y apunta: ?Le dije: ¡°Dentro de unos a?os estar¨¢s en un aeropuerto con un malet¨ªn y un traje malo¡±?. Teresa no reprime una carcajada. ?Juntos hemos conseguido desfilar en Cibeles, ampliar nuestro mercado hasta Dub¨¢i, donde hacemos costura a medida, y preparamos nuestra expansi¨®n internacional. Pero, sobre todo, lo que intento es apoyarla, porque conoci¨¦ndola, nunca sabes en qu¨¦ aventura te va a embarcar al d¨ªa siguiente?, concluye Par¨¦.
Los maniqu¨ªes de su taller est¨¢n iluminados por una reedici¨®n de la l¨¢mpara Artichoke.
Germ¨¢n S¨¢iz
Los candelabros de plata del comedor son regalo de su madre, ?soy un poco Mar¨ªa Antonieta?.
Germ¨¢n S¨¢iz
Dos maletas vintage de Louis Vuitton, del mercado de las pulgas de Par¨ªs, hacen de mesa de noche. El biombo del siglo XVIII es de Lalithamma.
Germ¨¢n S¨¢iz
En la sala donde se muestra la colecci¨®n oto?o-invierno, pareja de sillones de Le Corbusier y mesa art d¨¦co.
Germ¨¢n S¨¢iz
Ad¨¢n y Eva dan la bienvenida al vestidor de Teresa Helbig.
Germ¨¢n S¨¢iz
El nuevo modernismo Teresa mantuvo el suelo hidr¨¢ulico y las molduras originales. Las paredes negras, el tr¨ªptico de cabezas de Ignacio Hernando y las sillas de Nancy Robbins actualizaron el sal¨®n.
Germ¨¢n S¨¢iz
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