La secreta historia sexual del Barre: de culto sensual de las famosas en los 70 a m¨¦todo fitness internacional
?Sent¨ªas el sexo?. Dicen que Barbra Streisand se fue abrumada de una de sus clases: el m¨¦todo Lotte Berk estilizaba, preven¨ªa de lesiones en la espalda, cuidaba de la salud de esa gran olvidada: la columna vertebral y, sobre todo, trabajaba activamente el suelo p¨¦lvico.
¡°La prostituta¡±, ¡°Culos traviesos¡± o ¡°Sexo¡±. Podr¨ªan ser los poco imaginativos t¨ªtulos de alguna pel¨ªcula X vintage; pero no, se trata de ejercicios gimn¨¢sticos ideados all¨¢ por los ultim¨ªsimos a?os cincuenta para, entre otras cosas, mejorar la salud sexual de la mujer.
La inventora de semejante revoluci¨®n fue Lotte Berk, una bailarina jud¨ªa nacida en Colonia, en 1913, que en 1938 se traslad¨® a Inglaterra huyendo de la Alemania nazi. Y fue all¨ª, en un s¨®tano del West End donde dio a luz a este ins¨®lito m¨¦todo de ejercicios para mujeres que combinaba sus conocimientos de ballet derivados de su entrenamiento en barra con t¨¦cnicas de rehabilitaci¨®n. Berk hab¨ªa sufrido problemas de espalda y, con la ayuda de un ortopedista, incorpor¨® este tipo de conocimientos en la disciplina gimn¨¢stica que se convertir¨ªa en la favorita de las celebrities locales. Como tantos otros descubrimientos, el m¨¦todo Lotte Berk surge de un rechazo: en realidad, su primera profesi¨®n al llegar a Reino Unido fue la de modelo en la Escuela de Bellas Artes de Heatherley y bailarina en el Covent Garden para Marie Rambert. Pero parece que su estilo de baile no fue muy del agrado del gusto brit¨¢nico.
As¨ª que en 1959, con 46 a?os, Berk abri¨® el Manchester Street Studio, un centro dirigido s¨®lo a mujeres y que inclu¨ªa entre su rutina ejercicios bautizados como ¡°el perro orinando¡±, ¡°el bidet franc¨¦s¡± o el ya mencionado ¡°la prostituta¡±. Y es que el m¨¦todo adem¨¢s de trabajar la fuerza y la flexibilidad a trav¨¦s de movimientos muy peque?os ten¨ªa un fuerte componente er¨®tico: todos los ejercicios serv¨ªan para mejorar la salud sexual, m¨¢s concretamente el placer sexual. El m¨¦todo Lotte Berk estilizaba, preven¨ªa de lesiones en la espalda, cuidaba de la salud de esa gran olvidada: la columna vertebral y, sobre todo, trabajaba activamente el suelo p¨¦lvico. Y, seg¨²n cuentan, no era raro que Berk hiciera comentarios subidos de tono en el desarrollo de las clases. Lo suficientemente picantes como para molestar a m¨¢s de una, caso de Barbra Streisand quien seg¨²n cuentan fue una vez y no m¨¢s: no pareci¨® sentirse c¨®moda con el elevado tono sexual de la clase.
Y es que Berk sol¨ªa amenizar el entrenamiento contando algunas an¨¦cdotas propias, cosa que deb¨ªa resultar la mar de entretenida teniendo en cuenta su azarosa vida sentimental. En 1933, Lotte se hab¨ªa casado con Ernst Berk, un compa?ero de baile (quien por cierto y gracias a tener pasaporte brit¨¢nico, facilit¨® la huida a Gran Breta?a), pero Lotte era bisexual y en su matrimonio ten¨ªa una relaci¨®n abierta. Lotte tuvo aventuras con mujeres y hombres y su marido tuvo varias novias. Lejos de suponer un problema, y seg¨²n cuenta la hija de Lotte, sol¨ªan contarse sus escarceos con pelos y se?ales. ?Mi padre era su mejor amigo; pero el amor de su vida, era, por supuesto, una mujer?. No es de extra?ar que la lenguaraz, traviesa y, seg¨²n dice su hija, sumamente inteligente e ir¨®nica Lotte salpicara sus clases de insinuaciones, cuando no referencias directas, a las artes amatorias.
Eran los sesenta, los setenta y el mundo, las mujeres concretamente, estaban ¨¢vidas de mensajes liberatorios, empoderadores y feministas. En Inglaterra, Lotte se hizo con un nutrido grupo de incondicionales que iban de Edna O¡¯Brien a la mism¨ªsima Joan Collins pasando por Britt Ekland (chica Bond) o algunos miembros de la realeza brit¨¢nica. En la web de la propia Lotte Berk, se resume ese glorioso momento diciendo que ?durante la d¨¦cada de los sesenta, mientras Vidal Sassoon se encargaba del pelo y Mary Quant de la ropa, Lotte Berk se ocupaba del cuerpo?.
Obviamente, era cuesti¨®n de tiempo que el m¨¦todo Lotte Berk saltara de continente. En 1971, Lydia Bach, una empresaria del medio Oeste compr¨® los derechos del nombre y abri¨® su propio gimnasio en Manhattan bajo el lema, que luego se extender¨ªa a Connecticut y San Francisco, de ¡®M¨¦todo Lotte Berk¡¯ atrayendo a nombres como Ali MacGraw, Candice Bergen o Nan Talese. Lotte cometi¨® un error fatal. Si bien la suma de dinero le permiti¨® llevar durante un tiempo una vida desahogada, perdi¨® para siempre los derechos de su propio nombre y la posibilidad de controlar lo que podr¨ªa haber sido un imperio¡ Lotte muri¨® a los 90 a?os tras una dura batalla contra la demencia en Wiltshire, Inglaterra, intentando in¨²tilmente recuperar esos derechos.
Hoy en d¨ªa el m¨¦todo se ense?a en todo el mundo, pero curiosamente, el elemento que lo hizo popular y que lo diferenciaba del resto se ha diluido no poco, cuando no ha desaparecido directamente. Parece que una vez asumida la liberaci¨®n sexual proclamada en la d¨¦cada de los setenta, ya no era necesario incidir en el aspecto sexual de la disciplina. La idea de que disfrutar del sexo era un derecho dej¨® de ser novedosa o reveladora a partir de los ochenta. Incluso, y seg¨²n para qui¨¦n, ejercitarse haciendo ¡®la prostituta¡¯ pod¨ªa incomodar m¨¢s que incitar. La llegada del aerobic y de los gimnasios mixtos ayudaron a despojar el m¨¦todo Lotte Berk de su toque sensual.
La ¨²nica en seguir promoviendo abiertamente los beneficios sexuales del m¨¦todo Barre y las promesas de ¡®una vida sexual m¨¢s caliente¡¯ es Esther Fairfax, la ¨²nica hija de Lotte Berk que sigue a sus m¨¢s de 80 a?os ense?ando el m¨¦todo y que acaba de publicar el libro How to live and die, unas memorias en las que, como no pod¨ªa ser de otra manera, desvela algunas de las facetas m¨¢s dram¨¢ticas de ser hija de una mujer tan carism¨¢tica y exc¨¦ntrica como lo fue su madre.
En una entrevista concedida a The Cut, Esther define a su, en demasiadas ocasiones, ausente madre como ?una depredadora natural con una vena asesina? refiri¨¦ndose a la importancia que le daba al sexo que estaba, seg¨²n dice, presente en cada momento de su vida. ?Sent¨ªas el sexo en ella. Ten¨ªa un instinto natural para coquetear. Qu¨¦ r¨¢pida era para acostarse con ellos. Qu¨¦ r¨¢pida para echarlos?. Esther no oculta ninguno de los espinosos episodios que marcaron su infancia (tanto que el art¨ªculo con el dur¨ªsimo testimonio sobre su vida aparecido en el Jewish Telegraph est¨¢ colgado en la web de Lotte Berk que ella gestiona). Desde los abusos f¨ªsicos y mentales de su madre hasta la violaci¨®n de la que fue objeto con tan s¨®lo 15 a?os por un productor de teatro hasta sus intentos de suicidio pasando por su matrimonio con un alcoh¨®lico. ?Ten¨ªa una relaci¨®n m¨¢s que complicada con mi madre. Era neur¨®tica, emocional y dram¨¢tica, pero tambi¨¦n carism¨¢tica y con una lengua bien afilada, confes¨® al Jewish Telegraph. La cl¨¢sica relaci¨®n amor-odio. ?Era mi ¨ªdolo y era divertida, ingeniosa e inteligente, pero pod¨ªa ser cruel, cortante y humillante¡±. Tampoco fue f¨¢cil cuando Esther, intentando perder peso tras sus embarazos, comenz¨® a practicar las t¨¦cnicas gimn¨¢sticas de su madre convirti¨¦ndose en embajadora del m¨¦todo en algunos medios de comunicaci¨®n. ¡°No creo que se diera cuenta de lo posesiva que era con su trabajo¡±.
Finalmente, Esther se ha quedado con lo bueno de la herencia materna: una gen¨¦tica asombrosa, el inconfundible flequillo que tambi¨¦n luci¨® su madre hasta la muerte y la ense?anza de un m¨¦todo (en su estudio de Berkshire) que, si bien ha perdido su car¨¢cter revolucionario, sigue siendo tan eficaz como cuando Lotte lo ide¨® hace ya m¨¢s de medio siglo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.